sábado, 2 de junio de 2007

La política y los agujeros negros

El ya famoso filósofo Pancho Ibáñez pontificaba, no hace tanto tiempo, que “todo tiene que ver con todo”. Y esta es, creo yo, una enseñanza que no debemos perder de vista. Si he hablado que la fisico-matemáticas está estrechamente relacionada con la política no es una idea arbitraria mía, ni lo he dicho para parecer agudo, o demasiado inteligente, o culto, o versado en cualquier materia. No puedo competir con tanta gente de mérito que inunda nuestra pantalla televisiva. Si la fragmentación del saber fue un mal de la era moderna, hoy ha sido largamente superada por un saber polirrubros del que hacen gala numerosos periodistas de nuestros prestigiosos medios. Por ello, por realismo y no por falsa modestia, debo dedicarme a las pequeñas cosas que están a mi alcance, que no son muchas y en las que debo introducirme con mucha prudencia.
Volvamos a la magna ciencia de Galileo y Newton. En aquellos tiempos se tenía la convicción de saber con bastante certeza como eran las cosas. Se había superado el pasado dogmático, que imponía el infalible recurso de argumentar que “así estaba escrito” y que las cosas sucedían “para que se cumplan las Escrituras”. En ese pasado se podía ver pasar un elefante ante los ojos y sostener, sin más vacilaciones, ese animal no existe porque la Biblia no lo nombra (o sí… no me acuerdo). Bueno, algo parecido le dijo Belarmino a Galileo cuando éste lo invitó a mirar por el telescopio. Cuesta creer hoy que se tuviera tanta fe. En estos tiempos posmodernos en los “que la razón la tiene el de más guita”; no como aquellos a los que se le podía decir “que culpa tengo si has piyao la vida en serio”. Hoy, como ya quedó dicho “todo es relativo”.
¡Qué facilidad tengo para irme por las ramas! Unos siglos después, ya en el siglo XX, aparecieron unos delirantes, seguidores de Einstein, que se les dio por decir que las inmutables leyes del cosmos no se cumplían en la microfísica. Así fue que aparecieron ideas imposibles, que ni el más imaginativo escritor de ciencia ficción hubiera pensado. (Cuando digo ciencia ficción me refiero a tipos como Asimov, no a los berretas de hoy que creen que ciencia ficción es inventar monstruos terribles). Entre ellos Don Hawking cuya tesis doctoral habla de los agujeros negros. Como si no fueran negros todos los agujeros profundos, asómese a cualquiera y vea. Lo que sí parece novedoso es que esos agujeros se chupan todo lo que pasa cerca y no lo devuelven. Su capacidad de tragar parece inagotable, como la famosa copa el derrame, nunca se le cayó ni una gota.
Y por aquello de que “en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida”, hoy aparece todo entreverado, tal vez aceptar eso quiera decir ser “posmo”. Pero, todavía nos queda un poco de chispita para decirle al eminente Don Hawking: perdónenos pero su tal genialidad es poca cosa al lado de lo que somos capaces de hacer en la periferia. Comprendemos que en Inglaterra poco se sepa de lo que hacemos, tal vez por lo de “animals”, o lo de las Malvinas, nos desprecien. Pero lamento informarle que su tesis no sólo ha ido superada aquí largamente, sino que se le han anticipado en más de un siglo. Desde Don Bernardino en adelante nuestros funcionarios son todos agujeros negros, mangos que pasan cerca desaparecen y no los devuelven más. Además nuestra justicia es también un agujero negro, por ello desaparecen las pruebas y se estira el tiempo. La Universidad de la Vida tiene aquí doctores eminentes.

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