lunes, 29 de diciembre de 2008

La concentración financiera IV

Termino acá la apasionante historia acerca de cómo se puede hacer dinero perdiendo dinero. Apasionante sí, pero trágica, ya que los que cargaremos con el “muerto” antes o después seremos nosotros, los de a pie. Como estamos continuamente bombardeados por las enseñanzas mediáticas de los garúes de la economía cabe preguntarse: ¿Y qué dicen los expertos?
«La respuesta de Stan O'Neal por cuenta de Merrill Lynch es, a primera vista, muy modesta y simple: se cometieron errores; errores de juicio. Artículos recientes, sin embargo, han provocado sospechas de que en Merrill no sólo tenían los rangos AAA porque pensaron que eran seguros contra pérdidas gracias a la sobre-colateralización, sino también estaban haciendo apuestas de cobertura contra la deuda de alto riesgo en sí que vendían a los clientes, en otras palabras, Enronómica: las cabezas que gano, son colas que tú pierdes». Resulta graciosa la invención de esta palabra: cruza de de Enron y economía. Es decir, las triquiñuelas contables que logran demostrar que (-2) + (-2) = 4.
Claro que el tiento se corta: «El peligro con los valores al estilo de Alicia en el País de las Maravillas urdidos por la mano invisible de una máquina apañada, es que todo lo que se necesita para iniciar un pánico es que algunos tipos de aspecto sobrio, vestidos como eruditos, se presenten en la plaza pública y griten "¡El emperador está desnudo!". Es exactamente lo que pasó el 15 de febrero de 2007. Joseph R. Mason, profesor asociado de finanzas en el College of Business Le Bow de la Universidad Drexel, y el investigador Joshua Rosner, presentaron un trabajo en el Instituto Hudson que dejaba al descubierto la noción disparatada de que se podía ponerle indefinidamente lápiz labial a un cerdo y llamarlo un valor AAA».
Nos cuenta Martens que cuando el documento de trabajo llegó a manos de Gretchen Morgenson del New York Times, y su artículo apareció tres días después: «la fábrica de fuegos artificiales comenzó a arder en el sur de Manhattan, terminando por encender espectáculos pirotécnicos globales durante todo 2007. Hubo un pánico en un banco en Londres por primera vez en 140 años, fondos de inversión libre en bancarrota en Wall Street, prestamistas de hipotecas insolventes en todo EEUU, rescates de fondos del mercado monetario por importantes instituciones financieras y más de medio billón de dólares de inyección de liquidez por parte del Banco Central Europeo. También hubo una ayuda sin precedentes de la Reserva Federal de EEUU en inyecciones de efectivo, y negociaciones secretas».
El castillo de naipes se desmoronó. Pero lo que está ahora en juego es la credibilidad de los operadores de la Bolsa de Nueva Cork, y aledaños, y en las consultoras calificadoras de riesgo. Entonces, a quien creer. Todo el sistema bursátil del mundo se basa en la fe. Dice Martens: «Pero, de lejos, el daño más serio es la persistente desconfianza en las mayores firmas de Wall Street que, por desgracia, también poseen bancos. Nadie confía en la solvencia del otro, de modo que los préstamos entre bancos se han paralizado».
Cita el pronunciamiento que califica de profético que Mason y Rosner hicieron en su trabajo: «La creciente aceptación por los inversionistas de estructuras de CDO ha sido apoyada por la disposición de las agencias de calificación de calificar esos activos. A diferencia de otros activos calificados por esas agencias, esos activos están sometidos a considerables riesgos en el mercado, un riesgo que según las agencias de calificación no pueden calificar efectivamente...».
En fin, mientras nos preocupamos por los “motochorros” los verdaderos chorros de magnitud dan clases en las “mejores universidades”, cobran por tergiversar la verdad y son premiados por las academias. Este es el mundo que debemos enfrentar y del cual nos debemos defender.

lunes, 22 de diciembre de 2008

La concentración financiera III

Sigamos esta investigación que tiene la ventaja de ser terriblemente grave e ingenua a la vez. ¿Cómo puede creer un operador experimentado de la Bolsa que juntando incobrables más incobrables se pueden lograr utilidades. Claro está que detrás de ellos hay contadores brillantes que hacen magia con los números. Recuerden lo que hacían los de Enron. Pero cuesta creer hasta dónde puede llegar la trampa, parece la historia del cazador cazado.
Leamos a nuestro investigador: «Mientras se juntaban los paquetes, los segmentos permanecían en lo que Wall Street llama su operación de almacenamiento. Una vez que arman el CDO en la fuente de cerámica opaca, sólo se ve arriba la crema batida. Las agencias de calificación: Standard and Poor's, Moody's y Fitch otorgan al artilugio incomible una calificación AAA basada en la crema batida. Que la calificación haya sido solicitada y pagada por el emisor del CDO no carecía de importancia, como demostrarían los futuros eventos». Hemos aprendido algo más: Los mismos que nos calificaban como país de alto riesgo califican las deudas incobrables como AAA máxima calificación. Es decir, le ponían 10 a un examen de dos.
Recién en 2007, después de que los cráneos de las finanzas comenzaron a denunciar las mentiras y los mercados comenzaron a trabarse, las agencias de calificación empezaron a disminuir las calificaciones. «Pasaron cinco años en los que el así llamado “mercado eficiente” se tambaleaba en las tinieblas de las calificaciones de fantasía, sin ponderar las preguntas obvias sobre esos instrumentos AAA. Preguntas, como: ¿Cómo pudo un artilugio estratificado de cantidad de deudas cuestionables e incobrables, muchas de origen dudoso, lograr el mismo equivalente de una calificación AAA que los valores del Tesoro de EEUU». Sigue con una reflexión de un ciudadano más: «A pesar de los granujas políticos que van y vienen en Washington, nosotros, el pueblo estadounidense, mostramos una disposición desmedida e histórica de aguantar a badulaques y a pesar de ello pagar nuestros impuestos a la renta por el bien de nuestros conciudadanos». Le faltó decir como Discépolo: “¡me cache en Dios qué gil!”.
Se pregunta: «¿Cómo podría ser suficientemente seguro un instrumento opaco compuesto frecuentemente de más de 100 partes difíciles de rastrear para los fondos de pensión, los fondos de las compañías de seguros y, disfrazado como efectos negociables, guardadas por la friolera de más de 50.000 millones de dólares en dinero de fondos de mercado con dinero de la gente de a pie? ¿Cómo se transformó un modelo de mercado “eficiente” de 200 años de antigüedad que fijaba los precios de sus valores sobre la base de la búsqueda regular de precio mediante el comercio transparente en un complejo opaco de fabricación y almacenaje de productos que no se comerciaban o eran raramente comerciados, que necesitaban precios basados en modelos estadísticos?».
Podríamos consolarlo contándole que nosotros creímos que habíamos entrado al primer mundo, que un dólar valía un peso. Y que, como afirmaba uno de sus alumnos más brillantes, el “pelador” Cavallo, habíamos entrado en una estabilidad que duraría sesenta años. Podríamos preguntar ¿cómo un pueblo culto, politizado, compró con tanta facilidad ese postre criollo? Si ya habíamos viajado a Miami a decir litúrgicamente “déme dos” casi veinte años antes. Sr. Martens “en todas partes se cuecen habas”. Sobre todo cuando éstas están promocionadas por los grandes medios. Nosotros hemos demostrado que tenemos más de un 60% de Homero Simpson en Buenos Aires que votó por un contrabandista de automóviles y un evasor compulsivo, y un 20% de ellos a nivel nacional que votó por una monja vendida totalmente al neoliberalismo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

La concentración financiera II

Continúo con los comentarios del analista Pam Martens sobre la situación de la Bolsa de New York, sostenido por su larga experiencia de analista. Aparecen afirmaciones sorprendentes para alguien que, como yo o Ud., estamos lejos de entender los detalles de esos manejos. Por ejemplo, dice: «es muy poco característico que Wall Street pierda miles de millones de su propio dinero. Por regla general, saben mucho antes que el público inversor cuando viene una quiebra (porque son los que sembraron las semillas para esa quiebra) y así ellos descargan sus pérdidas sobre participantes en el mercado menos enterados, usualmente el pequeño inversionista. Como ahora ellos mismos tienen que cargar con mega pérdidas, ¿no significará que son los participantes en el mercado menos enterados?».
Los grandes operadores especulan con dinero ajeno y retienen parte de las utilidades, o todas, del pequeño inversor. Pero cuando hay pérdidas estas son descargadas sobre el inversor. Negocio fantástico: son socios sólo en las ganancias. Parafraseando a Yupanqui el inversor podría cantar: “Las ganancias son ajenas, las pérdidas son de nosotros”. Uno, reflexionador de a pie, se pregunta ¿cómo hacen estas maniobras? Bueno es algo así: «los préstamos para coches, las tarjetas de crédito, las hipotecas; y las acciones de esas firmas son cargadas en planes 401 (k) [fondos de pensión]. La primera pista para esas mega-pérdidas es un acrónimo de tres letras: CDO. Significa Obligación de Deuda Colateralizada; un instrumento financiero tan enrevesado que incluso a veteranos escritores financieros les cuesta devanarse los sesos con el tema».
Para que nuestra autoestima no se vea deteriorada nos enteramos que no somos nosotros solos los que no entendemos. Entonces Martens, con algo de ironía nos propone una analogía: «para visualizar un CDO puede compararse con el episodio de la telenovela “Friends” en la que Rachel trata de hacer un bizcocho inglés. Coloca las capas requeridas de natilla y mermelada, pero cuando da vuelta la página del libro de cocina para seguir la receta para las capas, no se da cuenta de que las páginas están pegadas y completa el postre usando la receta de pastel de papas. El producto final es un artilugio incomible de múltiples capas de natilla, mermelada, carne molida, arvejas fritas y cebollas. Los bizcochos ingleses son servidos típicamente en una fuente de cristal transparente para que se vean las exquisitas capas. Wall Street prefiere usar cerámica opaca para sus CDO». Los más avisados se tragaron el anzuelo, incluidos ellos mismos.
Sigue con la analogía: «Desde 2002 hasta 2006, grandes plantas manufactureras dirigidas por las mayores firmas de Wall Street, junto con otros actores menores, produjeron como salchichas bizcochos de CDO por más 1 billón de dólares, y la mitad la hizo en 2006. La receta era bastante flexible. Capas (llamadas paquetes en Wall Street) podían consistir de préstamos a estudiantes, cobraderos contra tarjetas de crédito, préstamos para coches, préstamos para propiedades comerciales o residenciales, hipotecas de alto riesgo o préstamos corporativos. Los paquetes también podían ser apuestas altamente apalancadas contra índices (CDO sintéticos) o segmentos de otros CDO (CDO cuadrados). Desde 2003, un porcentaje creciente de CDO fue formado por sólo una clase de activos: las hipotecas residenciales; utilizando frecuentemente hipotecas de alto riesgo y préstamos sobre la apreciación mobiliaria como el colateral predominante».
Hasta donde yo entiendo se podría sintetizar así: comenzaron a flexibilizar los créditos en la búsqueda de mayores rendimientos. Como nosotros ya sabemos por el odioso “riesgo país” a mayor riesgo de cobrabilidad mayor es la tasa de interés. Se va arriesgando cada vez un poco más y se van ocultando las quiebras por incobrabilidad que se van produciendo. Y “no hay tiento que no se corte ni plazo que no se cumpla”. Bien hasta aquí llegamos. Pero ¿cómo sigue?

viernes, 12 de diciembre de 2008

La concentración financiera I

El tema de la concentración económica y sus repercusiones lo he expuesto en un trabajo anterior . No escapa a ninguna persona que siga esta problemática que es imprescindible tenerla en cuenta cuando se habla de la economía nacional. Por ello ahora quiero abordar ahora el tema financiero. Debo decir que no soy ajeno a las dificultades del tema y que muchas veces me cuesta bastante entender qué es lo que pasa. Por tal razón me voy a apoyar en una nota de un investigador de larga experiencia, Pam Martens, quien trabajó 21 años en Wall Street, equivale a decir en las entrañas mismas del sistema. Esto es especialmente interesante y relevante en estos momentos en los que la turbulencia, de difícil pronóstico, sacude como un tsunami las bolsas del planeta. Con el agravante de que gran parte de esta información es religiosamente ocultada por los grandes medios.
Nos dice Martens: «Con cada nueva revelación de pérdidas multimillonarias en dólares de las mayores firmas de Wall Street, aparece la fastidiosa pregunta de cómo sucedió que esos Amos del Universo tuvieran que cargar con el muerto en esos masivos ajustes. ¿No se supone que sea Wall Street quien ejecuta negocios para otros; no que acumule para sí inmensos inventarios de valores tóxicos, no comerciales? Ya que esos grandes actores de Wall Street ahora poseen algunos de nuestros mayores bancos de depósitos, asegurados por el contribuyente (por cortesía de un regalo legislativo del Congreso llamado la Ley Gramm-Leach-Bliley)». La lectura de esta información pareciera referirse a un país del tercer mundo, bananero como lo denominan con mucho desprecio. Sin embargo nos habla de los EEUU.
Resulta, entonces, que: «la Reserva Federal vacía decenas de miles de millones de dólares nuestros en algunos inmensos agujeros negros, el sentido común podría sugerir que el Congreso realizara audiencias públicas. Esas audiencias podrían sacar a la luz cómo Wall Street ha mutado, bajo el manto de la oscuridad, de ser un centro comercial a fabricar y almacenar artilugios exóticos registrados en ultramar [léase bancos off-shore]». Este analista está proponiendo la intervención del poder político para investigar qué está haciendo la Reserva Federal con “miles de millones de dólares nuestros”, es decir del pueblo estadounidense, que se pierden en “inmensos agujeros negros”. Perdóneseme la repetición pero creo necesario subrayar lo que está afirmando: las pérdidas de las aventuras financieras particulares son cubiertas con dinero público. Uno se pregunta ¿qué pasaría si no lo hicieran? Sin comentarios. Y esto es lo grave, no se encuentran respuestas oficiales.
Este analista nos dice que: «El gobierno de Bush manipula el lío como si se tratara sólo de un problema de hipotecas de alto riesgo. No vaya a ser que el público se dé cuenta de que un mercado no regulado de un billón de dólares ha reventado ante las narices del mercado libre de este gobierno. La pérdida colectiva de 70.000 millones de dólares en cosa de meses, con proyecciones de continuas pérdidas, que pueden ascender a hasta 400.000 millones de dólares, o más, globalmente huele a serios problemas». Vuelvo a insistir en este comentario porque sospecho que para más de un lector esto puede sonar a idioma extra terrestre. No se puede pensar que un juego financiero de tan alto riesgo no repercuta en las finanzas mundiales. De allí la necesidad de tratar de entender como ciudadanos de nuestro país para que no nos suceda como ya se dio en 1929.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Sigamos con las preguntas

Estábamos acostumbrados a oír decir que para producir había necesidad de financiar. Entonces ¿Por qué es mala la financiarización como vía de salida? Escuchemos: «El problema de invertir en operaciones del sector financiero es que equivale a exprimir valor de valor ya creado. Puede crear beneficios, de acuerdo, pero no crea nuevo valor –sólo la industria, la agricultura, el comercio y los servicios crean valor nuevo—. Puesto que los beneficios no se basan en la creación de valor nuevo o añadido, las operaciones de inversión resultan extremadamente volátiles, y los pecios de las acciones, las obligaciones y otras formas de inversión pueden llegar a divergir radicalmente de su valor real. Un ejemplo fueron las acciones de empresas incipientes de Internet, que se mantuvieron por un tiempo en alza, sostenidas principalmente por valoraciones financieras en espiral, para luego desplomarse. Los beneficios dependen, entonces, del aprovechamiento de las ventajas ofrecidas por movimientos de precios que difieren del alza del valor de las mercancías, para vender oportunamente antes de que la realidad fuerce la "corrección" a la baja para ajustarse a los valores reales. El alza radical de los precios de un activo, mucho más allá de los valores reales, es lo que se llama la formación de una burbuja».
Todo ello trae como consecuencia que el precio de los papeles bursátiles o financieros tengan un tiempo muy limitado, puesto que dependen de la demanda especulativa. Esto puede permitir entender el por qué la actividad de la financiarización es tan volátil. Con la rentabilidad dependiendo de golpes especulativos, no resulta sorprendente que el sector financiero vaya de burbuja en burbuja, o de una manía especulativa a otra. Puesto que está sostenido por una necesidad especulativa, «el capitalismo inducido financieramente no ha dejado de batir registros en materia de crisis financieras desde que los mercados de capitales fueron desregulados y liberalizados en los 80. Antes de la actual debacle de Wall Street, las más explosivas fueron la crisis financiera mexicana de 1994-95, la crisis financiera asiática de 1997-1998, la crisis financiera rusa de 1996, el colapso del mercado de valores de Wall Street de 2001 y el colapso financiero argentino de 2002. El antiguo secretario del Tesoro con Bill Clinton, un hombre de Wall Street –Rober Rubin—, predijo hace cinco años que "las crisis financieras futuras serán con casi toda seguridad inevitables, y podrían llegar a ser hasta peores"».
Volvamos, entonces a la burbuja que estalló recientemente y veamos cómo se formó. Cada burbuja que ha estallado deja un vació en el que se precipitan las inversiones que van a dar lugar a otra burbuja. El actual colapso de Wall Street viene antecedido por la burbuja tecnológica de fines de los 90, cuando el precio de las acciones de las novedosas empresas del mundo de Internet se disparó, para luego desplomarse, resultando todo ello en la pérdida de activos por valor de 7 billones de dólares y en la recesión de 2001-2002. «Las laxas políticas monetarias de la Rerserva Federal bajo Alan Greenspan estimularon la burbuja tecnológica, y cuando está colapsó dando paso a la recesión, Greenspan, tratando de prevenir una recesión duradera, rebajó en junio de 2003 los tipos de interés a un nivel sin precedentes en 45 años (al 1%), manteniéndolo en ese nivel durante más de un año. Con eso lo que consiguió fue estimular la formación de otra burbuja: la burbuja inmobiliaria».
La necesidad de no caer en una recesión severa llevó a incentivar la capacidad de consumo a través de un crédito irrisoriamente barato. Esto fue advertido, pero no escuchado: «En fecha tan temprana como 2002, economistas como Dean Baker, del Center for Economic Policy Research, alertaron sobre la formación de una burbuja inmobiliaria. Sin embargo, en fecha tan tardía como 2005 el entonces presidente del Consejo Económico de asesores de la Presidencia de la Nación y actual presidente de la Reserva Federal, Bern Bernanke, atribuía el incremento de los precios de la vivienda en EEUU a "unos fundamentos económicos robustos", y no a la actividad especulativa. ¿A quién puede sorprender que el estallido de la crisis subprime en verano de 2007 pillara a este hombrecito con la guardia totalmente baja?».

viernes, 5 de diciembre de 2008

¿Cómo se forma una burbuja?

Para comenzar a comprender es necesario retrotraernos a la década de los setenta. Esta etapa es la que señalan los economistas como la que se encontró en una crisis de sobreproducción que es, en realidad, una crisis de subconsumo. Las ansias inagotables de ganancias del capital internacional hicieron que se produjera un lanzamiento en busca de ellas por todos los rincones del mundo, lo que se denominó técnicamente las deslocalizaciones. Es decir, un eufemismo que ocultaba el retiro de muchas grandes empresas de los centros industriales para dirigirse hacia las zonas de menor costo laboral e impositivo. Se convirtió en una vía de escape global ensayada por el capital para enfrentarse a la estanflación (estancamiento más inflación) que se caracterizó por la "acumulación extensiva" o globalización. Fue una rápida integración de las zonas a la economía global de mercado. Ganando así el acceso al trabajo barato; ganando mercados, aunque limitados eran nuevos; ganando nuevas fuentes de productos agrícolas y de materia primas baratas; y creando nuevas áreas para inversión en infraestructura.
La integración traía aparejada nuevas exigencias del capital: la liberalización mundial del comercio, eliminando todos los obstáculos que impidieran su movilidad, y aboliendo las fronteras para la inversión exterior. Afirma Bello: «La reestructuración neoliberal tomó la forma del reaganismo y del thatcherismo en el Norte y del ajuste estructural en el Sur. El objetivo era la revigorización de la acumulación de capital, lo que se consiguió: 1) removiendo las restricciones estatales al crecimiento, al uso y a los flujos de capital y de riqueza; y 2) redistribuyendo el ingreso de las clases pobres y medias a los ricos, de acuerdo con la teoría de que se motivaría así a los ricos para invertir y alimentar el crecimiento económico. El problema de esa fórmula era que, al redistribuir el ingreso en favor de los ricos, estrangulaba el ingreso de los pobres y de las clases medias, lo que provocaba la restricción de la demanda, sin necesariamente inducir a los ricos a invertir más en producción».
Las consecuencias mostraban lo contrario de lo que se decía que iba a suceder. «Para contrarrestar sus declinantes beneficios, un considerable número de corporaciones empresariales situadas entre las primeras 500 del ranquin de la revista Fortune han trasladado una parte significativa de sus operaciones a China, a fin de aprovechar las ventajas del llamado "precio chino" (las ventajas de costes derivadas de un trabajo barato chino aparentemente inagotable). A mediados de la primera década del siglo XXI, entre el 40 y el 50 por ciento de los beneficios de las corporaciones estadounidenses dimanaban de sus operaciones y ventas en el exterior, y señaladamente, en China».
Sin embargo cabe la pregunta: ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? Y la contesta nuestro profesor: «El problema con esta vía de salida del estancamiento es que exacerba el problema de la sobreproducción, porque añade capacidad productiva. La China de los últimos 25 años ha venido a añadir un volumen tremendo de capacidad manufacturera, lo que ha tenido por efecto deprimir los precios y los beneficios. No por casualidad, los beneficios de las corporaciones estadounidenses dejaron de crecer hacia 1997. Dadas las limitadas ganancias obtenidas en punto a contener el impacto depresivo de la sobreproducción, ya a través de la reestructuración neoliberal, ya con la globalización, la tercera vía de salida resultó vital para mantener y elevar la rentabilidad: la financiarización».
¿Qué significa este neologismo? «El sistema financiero es el mecanismo, merced al cual los ahorradores, o quienes se hallan en posesión de fondos excedentes, se juntan con los empresarios que tienen necesidad de sus fondos para invertir en producción. En el mundo real del capitalismo tardío, con la inversión en industria y en agricultura arrojando magros beneficios por causa de la sobreproducción, grandes cantidades de fondos excedentes circulan y son invertidas y reinvertidas en el sector financiero. Es decir, el sistema financiero gira sobre sí mismo. El resultado es que se ensancha el hiato abierto entre una economía financiera hiperactiva y una economía real en estancamiento. Como bien observa un ejecutivo financiero: "ha habido una creciente desconexión entre la economía real y la economía financiera en estos últimos años. La economía real ha crecido, pero nada comparable a la economía financiera… hasta que estalló"».

sábado, 29 de noviembre de 2008

Si Ud. quiere saber más



Cuando más nos vamos acercando al meollo del tema más comprendemos que menos comprendemos. Podríamos decir con Sócrates «que sólo sabemos que no sabemos nada» y, para peor cada vez sabemos menos. Sin embardo nuestras cabecitas curiosas e inquietas no nos permiten dejar de preguntar. Entonces sigamos escuchando a Walden Bello: «Los especuladores financieros rizaron el rizo hasta confundirse ellos mismos con la creación de contratos financieros más y más complejos, como los derivados, tratando de ganar dinero a partir de todo tipo de riesgos (incluidos exóticos instrumentos de futuros, como los credits default swaps o contratos de protección de derivados crediticios, que permitían a los inversores apostar, por ejemplo, a que los prestatarios de la propia corporación bancaria ¡no serían capaces de devolver su deuda!».
Es necesario volver a leer la última frase porque pertenece a la dimensión desconocida. Los banqueros apostaron su dinero contra la regla de oro de las finanzas y… pensar que hace diez años, (perdón eso es un tango), digo pensar en lo que nos inculcaron nuestros sesudos economistas: «las deudas se honran, como hacen los países serios». Es por ello que el juego del escolazo multibillonario acabó tumbando a los más pintados como la gigante aseguradora AIG. Cuenta Bello que el 17-12-2005, cuando la International Financing Review (IFR) anunció sus premios anuales del año –uno de los programas de premios más prestigioso del sector—, dijo esto: «Lehman Brothers no sólo mantuvo su presencia global en el mercado, sino que dirigió la penetración en el espacio de preferencia… desarrollando nuevos productos y diseñando transacciones capaces de subvenir a las necesidades de los prestatarios… Lehman Brothers es el más innovador en el espacio de preferencia precisamente por hacer cosas que no pueden verse en ningún otro sitio». Parece que le faltó decir salvo en las mejores cárceles del mundo o en los mejores antros de delincuentes de guante blanco, (perdonen el exabrupto).
Entonces pareciera que comienza a aparecer una de las causas de este cataclismo: el Estado no ha regulado y controlado lo suficiente y esto se puede deber a su incapacidad para hacerlo. Volvamos a Bello: «Todo el mundo reconoce ahora que la capacidad de Wall Street para innovar y descubrir instrumentos financieros más y más sofisticados ha ido mucho más allá de la capacidad regulatoria del Estado, y no porque el Estado no fuera capaz de regular, sino porque la actitud neoliberal, de laissez-faire, imperante impidió al Estado diseñar mecanismos efectivos de regulación». No se trata de incapacidad sino de una política expresa de «dejar hacer, dejar pasar» y entonces se hizo y pasó de todo, y dentro de este aquelarre los más agudos y sagaces financistas innovaron sobre cómo estafar a un público de incautos creyentes, a esos mismos a los que se les está pidiendo ahora un acto de Fe.
Sin embargo se pronunciaron palabras que no fueron escuchadas, como por ejemplo (ejemplo ¿de qué?) Georges Soros: «que lo vio venir, dice que lo que estamos pasando es la crisis del sistema financiero, la crisis del "gigantesco sistema circulatorio" de un "sistema capitalista global… que está reventando por las costuras". Para seguir con la idea del archiespeculador, a lo que estamos asistiendo es a la intensificación de una de las crisis o contradicciones centrales del capitalismo global, cual es la crisis de sobreproducción, también conocida como sobreacumulación o sobrecapacidad. Se trata de la tendencia del capitalismo a construir una ingente capacidad productiva que termina por rebasar la capacidad de consumo de la población debido a las desigualdades que limitan el poder de compra popular, lo cual termina por erosionar las tasas de beneficio». Hasta Soros dice que el capitalismo tiene contradicciones ¿siguiendo a Carlos Marx?

jueves, 27 de noviembre de 2008

Todo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo

Con este título, que remeda una película de Woody Allen, el economista y politólogo Walden Bello, profesor de la Universidad de Filipinas (Manila), dice en una entrevista que, quien más o quien menos, todos nos hacemos las mismas preguntas sobre la actual crisis financiera: «¿Ya pasó lo peor? ¿Qué causó el colapso del centro neurálgico del capitalismo global? ¿Fue la codicia? ¿Fue falta de regulación? Pero ¿no hay nada más? ¿No hay nada sistémico? ¿Qué tiene que ver la crisis de sobreproducción de mediados de los años 70 con los acontecimientos recientes? ¿Qué pasó, pues? ¿Cómo trató de resolver el capitalismo la crisis de sobreproducción? ¿En qué consistió la reestructuración neoliberal? ¿En qué medida la globalización de los 80 y los 90 fue una respuesta a la crisis de los 70? ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? ¿Cuáles fueron los problemas de la financiarización como vía de salida a la crisis de sobreproducción de los 70? ¿Por qué la financiarización es tan volátil? ¿Cómo se forman, crecen y estallan las burbujas? ¿Cómo se formó la presente burbuja inmobiliaria? ¿Y cómo creció? ¿Cómo pudieron las hipotecas subprime degenerar en un problema de tales dimensiones? ¿Y cómo es posible que los titanes de Wall Street se desplomaran como un castillo de naipes? ¿Qué pasará ahora?».
El problema que enfrentamos es que muy pocos pueden tratar de contestarlas y entre ellos son menos aún los que pueden ser confiables en sus respuestas. Una gran parte de los especialistas con capacidades semejantes están atados, son empleados, son socios, o alguna de esas cosas, de los mismos que especulan desaprensivamente y que han logrado llevar el mundo hasta un abismo como el actual. Tal vez, el problema resida en que se ha dado un fenómeno de causas concurrentes que han terminado en el derrumbe de Wall Street. Equivale a decir que no se debe sólo a la codicia y a la falta de regulación estatal de un sector que ha escapado a todo lo previsible y ha inventado mil y un artilugios para no ser capturado en la red de las conductas punibles. Sino que también, además y sobre todo, encuentra en su génesis la crisis de sobreproducción que ha venido minando al capitalismo globalizado desde mediados de los 70. Walden Bello afirma que muchos en Wall Street todavía están digiriendo y tratando de comprender todo lo que ha ocurrido realmente, en estos últimos tiempos, y que se ha precipitado en una catarata de sucesos que va a llevar tiempo comprender en profundidad.
Describe estos fenómenos sintetizando de este modo: «Entre 1 y 3 billones de dólares de activos financieros evaporados. Wall Street, nacionalizado, con la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro tomando todas las decisiones estratégicas importantes en el sector financiero, y a todo eso, con un gobierno que, tras el rescate de AIG, pasa a dirigir la mayor compañía aseguradora del mundo. El mayor rescate desde la gran depresión, con 700 mil millones de dólares reunidos a la desesperada para salvar al sistema financiero global». De allí la broma que circula sobre la sovietización de Wall Street.
Lo que podemos ver es que las explicaciones habituales ya no bastan. Los acontecimientos excepcionales requieren explicaciones excepcionales. Pero dónde están los que pueden darlas cuando las cabezas geniales muestran tanta perplejidad. Mientras se precipitan las medidas una detrás de la otra empieza a quedar claro que no hay una estrategia para afrontar la crisis. Esto exigiría la presencia de comandantes estratégicos con amplitud de miras, y no los hay. La enorme cifra de muchos ceros de dinero para el rescate no es una estrategia, sino, básicamente, un esfuerzo a tontas y locas para restaurar la confianza en el sistema, para prevenir el deterioro de la fe en los bancos y en las otras instituciones financieras. Para evitar, en definitiva una corrida masiva de retirada de fondos de los bancos como la que ocurrió en la Gran Depresión de 1929.

martes, 25 de noviembre de 2008

Ya se abren nuevos caminos

La Naturaleza nos enseña que la vida se renueva constantemente, unas cosas nacen otras perecen, hay especies que desaparecen y otras nuevas que se detectan, etc. Pareciera que hay una ley de la vida que nos muestra que el proceso evolutivo requiere de espacios para lo nuevo por lo que debe dejar lugar lo que va muriendo. Si bien puede pensarse que encabezar una nota de este modo suena muy biologista, creo que es un modo de apelar a la metáfora para ensanchar nuestros horizontes de comprensión. Ya dije, alguna vez, que la catarata informativa nos arrastra en un torrente en el cual todo sucede como en un calidoscopio. La vertiginosidad de los sucesos ciega los ojos para una mirada más global y de largo plazo. Por ello, como el gaucho que lleva ya muchas leguas galopando hace un resuello para recuperar aliento y para dejar que su caballo descanse. Hagamos lo mismo con nuestro pensamiento, saquémoslo de lo inmediato para contemplar el paisaje más abarcador.
Mientras estuvimos mirando los altibajos del mundo financiero, otro mundo, agazapado, sigiloso, pausado, va dando pasos que lo encaminan hacia una curva de los acontecimientos en la que se comienza a avizorar horizontes diferentes que dibujan nuevos paisajes sociales. La siguiente frase de Carlos Gabetta nos invita a mirar hacia otro lado, mucho más cercano: «el hecho concreto de que América Latina, al menos América del Sur, está tomando las cosas en sus manos. Y no ciertamente sólo a nivel declarativo, político, superestructural; está dando muestras cada vez más claras de aspirar a una verdaderamente propia solvencia económica». Palabras que no hubiera sido posible escribir unos pocos años atrás y ahora se puede «porque los dirigentes sudamericanos van descubriendo poco a poco que la situación está cambiando».
La sorpresa al leer estas palabras obliga a preguntarle qué cosa ha pasado para que permitiera esto: «La situación mundial, la hemorragia en las entrañas del sistema capitalista, va obligando a todos, les guste o no, lo hayan entendido o no, lo hayan aceptado o no, a buscar nuevas salidas, porque el propio sistema ya no ofrece las habituales. Así, la política ya no responde a las mismas exigencias, lo que pone en desuso los métodos políticos. Tampoco son los mismos los aliados en quienes confiar». Está describiendo la contracara de la crisis, la que no reflejan los medios: el declive del imperio americano le está restando influencia en el mundo. En América Latina se está tomando debida nota sobre ello, al punto que entre los dirigentes políticos se está produciendo una profunda fisura: de un lado un puñado de ciegos cuyos intereses están aferrados a los dictados de un sistema que se derrumba, del otro aquellos que son capaces de levantar la mirada y comprender que es necesario prepararse para emprender nuevos rumbos y hasta por sus mismos intereses políticos les conviene el cambio. Por ello dice Gabetta «les guste o no, lo hayan entendido o no, lo hayan aceptado o no», así como a algunos sectores de las burguesías latinoamericanas les conviene entender que se abren nuevos caminos en los que pueden encontrar otras oportunidades de negocio.
El panorama que enfrentamos habla a las claras de que un modo de ganar dinero está desapareciendo: la especulación financiera. Este modo que ha perdido la cordura y en el que la codicia, como ya vimos, ha pretendido quedarse con todo, con el riesgo de quedarse con poco o nada, no puede seguir teniendo cabida después de que todo este vendaval pase y se pueda reconstruir lo que quede. En esa reconstrucción, que llevará tiempo y por la que se deberá pagar un precio muy elevado, los dirigentes políticos que van comprendiendo van tomando posición para enfrentar lo que sigue con las mejores armas. En fin, ¡un poco de optimismo!

martes, 18 de noviembre de 2008

El capitalismo ¿se acaba?

Así como hemos podido pensar, siguiendo a personalidades intelectuales importantes, los vaivenes de esta crisis mundial y extraer de ello una mirada de mucha desconfianza respecto de lo que pasa y de lo que nos dicen que pasa, es necesario que alarguemos la mirada y nos propongamos pensar hacia un futuro más lejano. La caída del Muro de Berlín había aletargado la posibilidad de criticar el sistema capitalista occidental. Esto suponía la necesaria reivindicación del estatismo soviético. No había mucho espacio para aventurarnos a pensar en otras alternativas. El panorama del mundo actual tiene la virtud de habilitar un ámbito de ideas para un debate más a fondo y de alternativas que permitan aventurar el pensamiento por nuevos caminos.
Para introducir una lógica diferente en este debate actual, que está tan cerrado en torno a las prácticas financieras y sus consecuencias, propongo escuchar a una autoridad académica de sobrado prestigio, el profesor Immanuel Wallerstein, investigador del departamento de sociología de la Universidad de Yale. Su larga trayectoria de reconocimiento mundial nos obliga a leer con respeto sus análisis. Ante la pregunta que podemos hacernos acerca de si esto que vemos es una de las tantas crisis en que ha caído el capitalismo occidental o es una crisis terminal del sistema, el profesor argumenta: «El capitalismo es omnívoro, capta el beneficio donde es más importante en un momento dado; no se contenta con pequeños beneficios marginales; al contrario, los maximiza constituyendo monopolios. Pero pienso que las posibilidades de acumulación real del sistema han llegado a su límite. El capitalismo, desde su nacimiento en la segunda mitad del siglo XVI, se alimenta de la diferencia de riqueza entre un centro, en el que convergen los beneficios, y periferias (no necesariamente geográficas) cada vez más empobrecidas».
Este modo de plantear el problema, con una mirada histórica, no aparece en los medios de información pública. Éstos nos acostumbran a pensar dentro de tiempos muy cortos y ello ciega la visión respecto de los grandes procesos. Esta lógica lo lleva a esta convicción: «Pienso en efecto que hemos entrado después de treinta años en la fase terminal del sistema de capitales. Lo que diferencia fundamentalmente esa fase de la sucesión ininterrumpida de los ciclos coyunturales anteriores, es que el capitalismo ya no llega a “hacer sostenible el sistema”. La situación se hace caótica, incontrolable por las fuerzas que la han dominado hasta ese momento, y se ve aparecer una lucha, y no entre los poseedores y adversarios del sistema, sino entre todos los actores, para determinar lo que lo va a reemplazar».
Es necesario reconocer que el capitalismo es el sistema que ha sabido producir, de manera extraordinaria y notable, el máximo de bienes y riquezas, aunque la distribución haya sido muy injusta. Pero no se puede ignorar que la suma de las pérdidas que ha engendrado no han sido pocas: el medio ambiente, las sociedades de trabajo explotado, marginación creciente, etc. Todo esto lo lleva a decir: «Nos encontramos en un período, bastante raro en el que la crisis y la impotencia de los poderosos dejan sitio al libre albedrío de cada cual: hoy existe un lapso de tiempo durante el cual cada uno de nosotros tiene la posibilidad de influenciar el futuro a través de su acción individual. Pero como ese futuro será la suma de una cantidad incalculable de esas acciones, es absolutamente imposible prever qué modelo terminará por prevalecer. Dentro de diez años, tal vez se vea más claro; en treinta o cuarenta años, habrá emergido un nuevo sistema. Creo que, por desgracia, es igual de posible que se presencie la instalación de un sistema de explotación aún más violento que el capitalismo, como que se establezca un modelo más igualitario y redistributivo».
Estamos frente a un horizonte abierto e impredecible en el que hay muchas posibilidades, buenas y malas, esto nos impone una responsabilidad mayor para que nos involucremos en esa construcción desde nuestras pequeñas posibilidades, dentro de las cuales estudiar y prepararnos para tener voz en este debate es una de las más importantes.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Para intentar comprender

.

Otro aspecto de no menor importancia, que aparece todavía dentro de una nebulosa, es qué es lo que va a seguir a esta coyuntura. La creciente intervención de los estados en la resolución de la crisis financiera, cuyo piso no se detectado todavía, que ha llegado en varios países como EE.UU., a una parcial nacionalización de algunas entidades financieras, ha sido interpretada por ciertos especialistas como el fin de la época neoliberal. Ésta se inició en EE.UU. por el Presidente Reagan y por la Sra. Thatcher en Gran Bretaña, hace treinta años. El profesor Vicenç Navarro nos cuenta: «Así, mientras al principio de tal periodo, en 1980, el gasto federal que iba destinado a personas (a través de transferencias y servicios públicos a personas) representaba el 38% el gasto militar representaba el 41% de todo el gasto, y el gasto de apoyo a las empresas (incluido las financieras) representaba el 21% del total, a finales de tal periodo en 2007 el gasto a las personas había descendido al 32% mientras que el gasto militar había subido al 45% y a las empresas el 23%. Este último porcentaje ha subido de una manera espectacular a raíz de la compra de activos y apoyos a la banca por parte del gobierno federal».
Estas observaciones son muy interesantes porque no es lo que aparece en la información pública. Nos permite comprender que lo que estamos presenciando en estos días puede no ser interpretado como un cambio de doctrina sino como una expansión de la aplicación de la misma, que se ha ido manteniendo durante todo ese periodo. Decía en una nota anterior que uno se pierde en esta enmarañada red de informaciones contradictorias. «El establecimiento de la nueva autoridad del gobierno federal (que gastará más de 700.000 millones de dólares, además de los que ya ha gastado, representando en total un 17% del PIB estadounidense) está dirigido por el mismo equipo y las mismas personas que dirigieron la banca Goldman Sachs y otros centros financieros de Wall Street. Como dijo el Senador Sanders (el único senador que pertenece a la Internacional Socialista en el Congreso de EE.UU.) la creación y modus operandi de tal agencia es “la instrumentalización más abusiva del estado por parte de la banca en la historia de EE.UU”».
No es sencillo desenmarañar la madeja que nos muestran. Me parece que el profesor nos está advirtiendo respecto de una posible maniobra que en vez de terminar con una técnica de administración fraudulenta la está consolidando. «El gobierno federal compra las hipotecas basura de la banca y otras acciones, a la vez que renuncia al voto que tal compra le permitiría utilizar en la toma de decisiones de la banca intervenida. Lo que estamos viendo no es pues el fin, sino la continuación del neoliberalismo. Es más. La banca y el mundo empresarial quieren aprovechar esta crisis para continuar avanzando a través de medidas neoliberales tales como la reducción de salarios, el aumento de la precariedad, la reducción del gasto para las personas, la privatización de la seguridad social (sí, sí, lo ha leído bien, la privatización de la seguridad social), el aseguramiento privado de la sanidad y otros servicios del estado del bienestar. Hemos visto, incluso en España, como portavoces del mundo empresarial y financiero han pedido inmediatamente una expansión de muchas de tales políticas públicas como manera de resolver la crisis financiera actual. Si ello ocurriera, sería ya la victoria final del neoliberalismo».
Los bandidos que se sientan en los directorios de esas empresas están altamente capacitados para este tipo de maniobras, y algunos de ellos se convierten en funcionarios del Estado de los países centrales para fortalecer la retaguardia en esta dura batalla contra todos nosotros. Seguir este proceso, aunque ello requiera un esfuerzo muy grande a todos nosotros, es un modo posible de estar atentos ante lo que pueda pasar y no dejarnos engañar por tanta basura informativa que nos ofrecen los medios asociados a esas empresas.

martes, 11 de noviembre de 2008

Ha llegado el tiempo de volver a repensar todo

Decía antes que la crisis que nos envuelve tiene la facultad de habilitarnos a pensar hacia mañanas diferentes, pero sólo en la medida en que nos permitamos hacerlo. Para ello debemos comenzar a pensar en términos de estructuras amplias y no desde las circunstancias cotidianas que nos arrastran en el fragor de las subas o bajas de las Bolsas del mundo. Este vaivén de los precios es también el resultado de la desorientación y la impotencia en la que se encuentran sumergidos muchos de los actores de este juego de casino. Por lo tanto, creo necesario arriesgarnos en la aventura de analizar los grandes procesos, aun con la conciencia de no contar con toda la información necesaria, y de que parte de la que disponemos se encuentra distorsionada por los que nos la proveen, los medios de comunicación.
Partiendo de la tesis de que la crisis financiera, resultado de un largo proceso que reconoce no menos de tres décadas de funcionamiento de lo que Susan Strange denominó en 1986 el “capitalismo casino”, es de una envergadura con pocos antecedentes. Se impone, como señala Carlos Gaveta de Le Monde Diplomatique, asumir que: «exhibe los síntomas de una fase decisiva» que empuja hacia dos salidas posibles: «o se arbitran medidas de control y distribución severas, o el mundo seguirá deslizándose por la pendiente hacia el caos, la violencia y la anarquía. Pero aunque se lograse evitar un desplome brutal, el mundo entero deberá afrontar un largo periodo de serias dificultades: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón ingresan en una recesión durable. Con inflación además, debido al aumento de los precios de los alimentos y la energía, entre otros».
Todo ello se vienen dando dentro de un marco en el que la sociedad capitalista encontró varios atajos para llegar a una disminución de los costos de producción, siempre en la búsqueda de la maximización del lucro: a.- el avance tecnológico posibilitó la automatización de muchos procesos y su correlación en la necesidad de disminuir la mano de obra ocupada; b.- la deslocalización de la producción con la expectativa de encontrar lugares de menor costo salarial e impositivo, y de poco o nulo control de la seguridad del trabajador; y c.- el alejamiento de los países donde la regulación impone costos mayores. Todo ello dio como resultado un aumento de la producción y de la productividad con una cada vez menor necesidad de trabajo humano.
La consecuencia obligada de todo ello, que vienen reflejando los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, es una distribución injusta de la riqueza que avanza en proporciones alarmantes. El ministro de Trabajo de Alemania, Olaf Scholz, hizo público un documento oficial que muestra claramente todo esto: el aumento de la pobreza y de la riqueza, simultáneamente y resultado del mismo proceso. «El 13% de los alemanes vive hoy bajo el nivel de pobreza, mientras otro 13% no es considerado “pobre” porque recibe asistencia del Estado». Equivale a decir que el país que a fines de los ochenta hacía ostentación de un capitalismo distribuidor, con fuerte presencia del Estado en la protección social, y de plena ocupación, hoy reconoce que un cuarto de su población está desempleada. Si bien la mitad recibe un salario de desempleo este ha disminuido con respecto al de tiempo atrás. Otro tanto podría decirse de los demás países centrales, a lo que debe agregarse lo que se viene.
Gaveta pronostica: «En pocos años más las “deslocalizaciones” habrán agotado los salarios más bajos del último confín del planeta y la puja entre la tasa de ganancia capitalista y el precio del trabajo se hará permanente. Las tasas de marginalidad continuarán aumentando, con la consiguiente situación de conflicto sistemático e ingobernabilidad». Por ello se muestra mesuradamente esperanzado en que los cambios necesarios sean aceptados por todos: «Es importante que al menos parte de los sectores que hoy se oponen ferozmente a esos cambios acaben por comprender que también resultan de su interés». Porque en este camino el riesgo de perderlo todo puede influir en comenzar a negociar una salida menos abrupta.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Ni crédulos ni escépticos

El mundo, por lo menos el occidental, ha recibido un adoctrinamiento durante las últimas décadas que se propuso convencer a su público, masificado por los medios de comunicación, que el Estado no debía inmiscuirse en los asuntos privados (entendido esto como la actividad productiva, financiera y comercial). Esta prédica era la consecuencia de lo establecido por el Consenso de Washington (donde consensuaron ellos con ellos). Desde la perspectiva que posibilita la distancia histórica, aunque no muy grande no por ello menos educativa, estamos en condiciones de hacer una primera evaluación de esa doctrina.
Lo primero que sorprende es la dualidad del mensaje y de la doctrina que lo sostiene. Debemos remitirnos necesariamente a la situación financiera actual. El libre juego del mercado ha conducido la actividad financiera hacia el abismo. Se podría pensar entonces que como en el mercado libre los actores asumen el riesgo empresario las pérdidas que acumulan sus balances deben ser soportadas por los que arriesgaron. Sin embargo, como ya es público y notorio, pidieron socorro a los respectivos Estados nacionales para evitar la “catástrofe”. Se comprenderá la perplejidad en que se deben encontrar muchas personas como yo. Cuando comenzamos a creerles cambiaron la doctrina. Eso no vale, es como cambiar las reglas del fútbol en la mitad del partido.
En la doctrina lucía con luces brillantes la necesidad de la reducción del papel del Estado en las esferas financieras y económicas, pero esta reducción terminó ahora con medidas claramente intervencionistas para la resolución de los problemas que existen y de los que se avizoran a nivel mundial. Sin embargo, si dirigimos la mirada hacia atrás podemos ver que lo que proclamaban en el discurso no se correspondía con lo que se hacía en los países abanderados en la mencionada campaña doctrinaria. Leamos lo que nos cuenta el profesor Vicenç Navarro, de la Cátedra de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra:
«Esta supuesta reducción del estado durante la época neoliberal (1980-2008), sin embargo, no ocurrió en realidad. En EE.UU., país considerado como la máxima expresión del neoliberalismo, las intervenciones estatales crecieron durante aquella época. El gasto público, por ejemplo, se incrementó notablemente, pasando de representar el 34% del PIB en 1980 al 38% en 2007. El gasto público per capita también subió de 4.148 US $ en 1980 a 18.750 en 2007. Y los impuestos subieron de un 35% en 1980 a un 39% en 2007. En realidad el Presidente Reagan fue el Presidente que subió más los impuestos en tiempo de paz en toda la historia de ese país. Los recortó muy notablemente para el 20% de las familias de renta superior, pero los incrementó para todo lo demás. En resumidas cuentas, no hubo una disminución del papel del estado en la sociedad estadounidense sino un cambio muy significativo de sus prioridades, como lo demuestran los cambios que han tenido lugar en el presupuesto federal durante el periodo neoliberal».
Pero ¿cómo entender esto si nos habían explicado que “había que achicar el Estado para agrandar la Nación”?, salvo que tanto Rehagan como sus sucesores no hayan querido “agrandar la Nación”. Estos datos muestran como el discurso liberal (supuestamente antiestatal) sólo se aplica a cierto tipo de intervenciones: aquellas relacionadas con el bienestar de las personas, primordialmente de las clases populares. No así a la mayoría del gasto e intervenciones públicas que se refieren a los niveles más altos de la población. «Hay pues que señalar que durante el periodo liberal hubo un desfase entre el discurso retórico neoliberal y la realidad. Como bien dijo John Williamson, el intelectual más influyente dentro del consenso neoliberal de Washington “Tenemos que darnos cuenta de que lo que el gobierno federal de EE.UU. predica en el extranjero y lo que hace en casa no son lo mismo”».

martes, 4 de noviembre de 2008

Mientras se salvan bancos se mueren de hambre los pobres

Cuando se está en alta mar en medio de una tormenta que pone en riesgo la vida de los tripulantes lo prioritario es salvarse. La metáfora es estremecedora y permite comprender que se piense sólo en salvarse. Puede ser que no haya alternativas o que haya que dejarlas para después, si hay después. Entonces preguntarse si la tormenta no era previsible, si se llegó a ese punto de extremo peligro por no haber previsto otros cursos posibles. El capitán de la nave, máximo responsable intentará convencernos que lo fundamental es mantener la nave a flote porque es el modo de salvarse y que los debates deben postergarse. Claro está que podría pensarse que en medio de la tormenta se podrían perder los documentos y datos que permitirían luego una investigación sobre las causas y las responsabilidades. Al mismo tiempo describir la situación como extrema obliga a tomar decisiones inmediatas que pueden impedir correcciones posteriores, y que no permiten atender otras prioridades también importantes.
Esta especie de parábola me hace pensar si realmente la crisis financiera es de tal dimensión que se parece a la tormenta o si ésta es el mejor modo de no permitirnos pensar en otro tipo de salida a esta situación, que repartiera los costos de otro modo. Queda claro que la amenaza de catástrofe borra todo otro tipo de planteo y obliga a aceptar lo que proponen los “expertos”. Me pregunto entonces ¿no fueron esos expertos los que no advirtieron lo que se estaba incubando, o sabiéndolo no hicieron nada para anunciarlo y evitarlo? Si es así ¿por qué en los salvatajes propuestos no se hace una discriminación entre culpables y los que sufren las consecuencias? ¿por qué el dinero se les entrega a los mismos que, a primera vista, aparecen como los responsables? ¿por qué se acepta salvar a los que especularon con el dinero de los contribuyentes? El capitalismo es un sistema que se describe como de libre mercado y por lo tanto de riesgo empresario ¿por qué hay que cubrir las pérdidas de los que por especular irresponsablemente perdieron? No merecen la misma consideración de que cuando ganan: todo es de ellos, ganancias y pérdidas. Acaso se recurre con dineros públicos a cubrir las pérdidas de las empresas pequeñas y medianas cuando las ha afectado alguna crisis, dejando mucha gente sin trabajo. ¿Cuál es la diferencia?
Gran parte de mis dudas me las hizo pensar el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, democristiano militante, cuando desde la altura de su cargo, con sus responsabilidades, «se muestra escandalizado porque se destinan 700.000 millones de dólares para salvar a los banqueros en lugar de destinarlos a la lucha contra la pobreza. Defiende la economía social de mercado de la UE y apuesta por un sistema bancario más regulado y transparente».
Ante lo inevitable debe aceptar la decisión de los máximos responsables políticos y dice: «Lo más importante ahora es ver qué podemos aprender. Desgraciadamente nuestros socios americanos rechazaron más transparencia y más control en el campo financiero. Estoy aconsejando a las instituciones y gobiernos europeos que empiecen a desarrollar una legislación política europea con más transparencia y más control en el sistema bancario». Y agrega: «No podemos permitir que tras la crisis monetaria, los americanos pongan 700.000 millones de dólares en el sistema bancario, es decir, a unos bancos que ganan dinero para su uso privado. Además, hay otro aspecto. Nunca comprenderé que haya 700.000 millones de dólares de los contribuyentes disponibles para salvar al sistema financiero y no para luchar contra el hambre del mundo. Esto no es aceptable y por esto propongo correcciones». El señor presidente ¿sabrá algo que no puede decir?

miércoles, 29 de octubre de 2008

La ética del prostíbulo

Hay paradojas de la doctrina del mercado nada fácil de comprender y más difícil aún de aceptar que haya funcionado durante mucho tiempo como definición teórica de la economía ortodoxa. Si la ortodoxia es el correcto pensar debe haber una referencia a algún principio rector al cual ceñirse. Se podría afirmar que el fundamento último lo podemos encontrar en el padre de todo ello, el teólogo-economista Adam Smith, a partir de quien se sostuvo que poco importaba como se fuera pertrechado al mercado a “maximizar sus posibilidades de lucro” porque en el enfrentamiento de las codicias particulares la “mano invisible” equilibraría el resultado. Por ello, el egoísmo particular ser vería neutralizado en la puja de los egoísmos contrapuestos.
No es, entonces, una premisa necesaria en este juego la ética personal, no se contaba con ella. La autorregulación se concebía como un mecanismo automático que superaba las intenciones particulares (de cualquier tipo) que se enfrentaran en el juego de la oferta y la demanda. Puede aceptarse, con una gran esfuerzo y con bastante ingenuidad, que en un mercado pequeño en el que el juego se presentara entre muchos pequeños actores, oferentes y demandantes, como podría haber sido el mercado inglés de fines del siglo XVIII que observó Smith, que ése fuera el resultado observado. Pero el desarrollo de la gran industria y de las instituciones financieras durante el siglo XIX, que debió atender un mercado internacional como fruto de las conquistas imperiales, con la concentración empresaria que ya había empezado, no dejó lugar para esos juegos infantiles.
Esta ampliación del mercado fue acompañada por el crecimiento organizativo de las empresas internacionales, el ingreso de una jerarquía profesionalizada a la conducción de ellas, que nos permite comprender las contradicciones que hoy se perciben entre el interés de los ejecutivos (los CEOSs de hoy) cuyo dinero se consigue en los negocios de corto plazo y el interés de las empresas de permanecer en el tiempo y pensar sus estrategias en las utilidades de plazo más largo. «Si uno o varios ejecutivos pueden realizar una operación que les reporte beneficios equivalentes al salario de varios años de trabajo, no van a abstenerse de hacerlo por salvaguardar la buena imagen de su empresa. Máxime cuando los contratos blindados y la ausencia de mecanismos jurídicos para exigir responsabilidades a las agencias por sus calificaciones, les aseguran un alto grado de impunidad. Por otro lado, el código de conducta, como cualquier otra norma, puede violarse de forma clandestina, sin que los otros operadores se enteren (o con la complicidad de algunos de ellos) y, por tanto, sin que actúen los “incentivos de mercado” a modo de sanción».
El mercado internacional de debe contar con el poder enorme que ejercen prácticamente sólo dos empresas, sobrevivientes hasta hoy del tsunami: Standard & Poor’s y Moody’s Investors Service. Un poder casi divino (omnipotente y omnipresente) del que dependen los ahorros o las pensiones de muchas personas y la suerte económica de muchos países. Un poder que no debe someterse a ninguna instancia superior a ellas, salvo delito flagrante y siempre haya jueces capaces de investigar. Este es el centro del problema actual y el tema que todavía no ha sido expresado por los actores políticos como voluntad de comenzar realmente una nueva etapa de la organización de las instituciones internacionales, sometidas a algún tipo de control público y democrático.
Sin embargo, no hay que depositar demasiadas esperanzas en ello, todo va indicando que la cosmética es el arte preferido para la solución de este problema: se prefiere una Mirta Legrand maquillada y con muchas operaciones que una joven vital, llenas de ganas de vivir honestamente, y ponerse al servicio de los más. La primera es mucho más fácil de convencer de callar y acomodarse a algunas “desprolijidades”, como se prefiere decir hoy con lenguaje cínico. Tal vez haya que esperar un cataclismo más fuerte que ya no admita parches parciales.

sábado, 25 de octubre de 2008

¿Quién vigila al vigilante?

La crisis ha tenido el raro privilegio de hacer público lo que ya mucha gente sospechaba y algunos especialistas habían advertido. Esto no es nuevo, desde los tiempos del cowboy que habitó en la casa blanca se fue produciendo un proceso de desmonte de los controles necesarios que fue dejando en manos del consabido “mercado” la regulación automática que la “mano invisible” provee. Por ello, lo que la actual crisis ha colocado sobre la mesa del debate internacional es el funcionamiento de las empresas que se mueven dentro del “mercado financiero” y las consecuencias del descontrol del manejo del dinero (muchas veces ajeno) que se ha dado por esa “libertad” que han tenido y que han “sabido” utilizar en su propio beneficio. Es decir, no sólo está el problema de la falta de control sino que ahora se pone en cuestión toda una filosofía acerca de la libertad de mercado: la llamada “autorregulación”.
En el mundo de los inversores las agencias calificadoras son el equivalente de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano: dictaminan la verdad de la doctrina, en este caso la del libre mercado. Equivale a decir, si un inversor compra determinados papeles de empresas la Congregación para la certificación de los valores dice que es lo verdadero y qué no. Entonces el inversor, o su agente de bolsa, compran con toda con-fianza las acciones, créditos, bonos, etc., que le ofrecen el mayor lucro, con la certeza de no cometer una herejía financiera. Sin embargo, herejes ha habido siempre, y la codicia ciega a los más pintados. (Recomiendo ver la película Wall Street de Oliver Stone para aprender todo esto).
El problema que nos ha colocado en medio de este vendaval es que la “autorregulación” no funcionó como esperaban los hombres de fe en el mercado (el problema de la fe es grave hoy). Es que no es nada sencillo ser juez y parte porque no queda claro cuánto hay de juez y cuánto hay de parte interesada. Porque esos jueces que no tienen ninguna instancia por encima de ellos de apelación, son los elementos reguladores fundamentales en los mercados financieros, pero no son a su vez regulados por ninguna otra instancia pública. Estévez Araújo afirma: «Los organismos públicos no tienen competencias para revisar sus calificaciones. Estas agencias se rigen por un “código de conducta”, pero no hay ninguna instancia con poder para fiscalizar si se ajustan o no a ese código. Se supone que lo cumplen voluntariamente y que los “incentivos” para hacerlo los proporciona el propio mercado: es decir, el hecho de que el negocio de estas agencias dependa de que tengan una buena reputación entre los operadores financieros».
De esa forma se produce la maravilla de un órgano regulador que no se plantea el problema de ¿Quién vigila a los propios vigilantes?. Acá aparece el conflicto doctrinario: el Estado no debe meterse dentro del mercado porque lo perturba. ¿Lo perturba en sus “andanzas financieras”? Se podría decir que en ese caso también perturba toda actividad delincuencial por lo que debería abolirse el poder judicial. ¿O éste está sólo para los “ladrones de gallinas”? Según veamos quiénes pagarán por este desastre sabremos cuál es la verdad de todo esto.
El desplazamiento del Estado fue acompañado por un criterio de minimizador de costos y de reducción de los organismos públicos. El famoso achicamiento del Estado que tan bien funcionó desde los ochenta hasta hoy. Como había que economizar se eliminaron los controles porque suponían un gasto excesivo. Así se han ahorrado los costos que derivan de la elaboración, implementación y control del cumplimiento de normas públicas. Pero no debemos sorprendernos, no es la primera vez que esto ha ocurrido, ni será probablemente la última. «La autorregulación ya falló cuando en Estados Unidos existía un sistema en el que el control de la contabilidad de las empresas lo ejercían auditoras privadas que se auto-regulaban. El caso Enron fue el más sonado fracaso y tuvo como consecuencia el hundimiento de la auditora Arthur Andersen y el cambio del sistema de control de la contabilidad empresarial».
¿Quedamos a la espera del próximo desfalco o estamos dispuestos a que se replantee todo el sistema? Estamos ante una magnífica oportunidad.

martes, 21 de octubre de 2008

El “cuento del tío” y las “subprime”

Están corriendo ríos de tinta (si se puede seguir diciendo así) por el mundo hablando de la crisis financiera. De la que se habla mucho menos o, por lo menos, no con toda claridad es de por qué se produjo esta crisis. La Argentina de otros tiempos publicaba estafas que se las conocía como “el cuento del tío” o el cuento de “la billetera extraviada” (sólo apto para mayores que puedan recordar). En estas estafas eran candidatos a caer gente muy sencilla e ingenua: Pero Gardel cantaba hace ya tiempo “se acabaron los otarios, de esos que en un tiempo había”. Pero la tecnología que todo lo puede nos ha brindado modos muchos más sofisticados de estafar: las hipotecas subprime. Se parecen a aquellos “cuentos” porque es como si nos vendieran un sobre cerrado diciéndonos que contiene billetes cinco billetes de cien dólares.
Para nuestra tranquilidad viene sellado por una empresa que garantiza su contenido. Las hipotecas son parecidas a ese sobre. La diferencia radica en que en su interior hay documentos complicados, difícil de entender, que quien los adquiere no sabe muy bien qué está comprando, aunque sea un profesional del tema. El asunto es que a él no le importa lo que compra y vende puesto que su negocio está en la diferencia de precio, siempre habrá un codicioso que comprará y se la venderá a otro.
El problema hay que centrarlo en esas agencias que ponen el sello AAA, que otorga seguridad máxima. Esas agencias también ponen un sello que se llama “riesgo país” y certifican el riesgo que pueden presentar los países que ellas juzgan. Mientras el sobre se fue pasando de mano en mano todo funcionó aparentemente bien. Los problemas comenzaron cuando a alguien se le ocurrió abrir el sobre y se dio cuenta de que, en realidad, contenía sólo recortes de diario. Esto desató el escándalo, entonces todos los que tenían ese tipo de sobre sellado quiso deshacerse de ellos, pero no encontraron a nadie que quisiera comprarlos. Es allí que aparece papá Bush y dice “yo me hago cargo” y puso un cheque por 700.000 millones de dólares.
A esta altura cabe preguntarse “¿por qué lo hizo? ¿a quién quiso salvar?” Dado el papel que han jugado en esta crisis las agencias que miden riesgos, los bancos y financieras (muchos de sus amigos trabajan allí o vienen de allí p. ej., el Sr. Paulson)), puede pensarse que quiso salvarlos, porque de los pobres no se ocupa. Todas esas instituciones están siendo miradas e investigadas por el FBI. Partiendo de esas investigaciones un órgano consultivo de la Comisión Europea (el CESR, The Committee of European Securities Regulators) ha publicado en febrero del presente año un informe, basado en un estudio empírico, que expone claramente cuáles son las sospechas que planean sobre estas agencias.
El Dr. José A. Estévez Araújo, de la Universidad de Barcelona dice: «En primer lugar, el informe constata que estas agencias juegan hoy día un papel cada vez más importante como consecuencia del incremento de los productos estructurados. Estos productos financieros son tan complejos que los inversores no tienen ni el tiempo ni los expertos necesarios para determinar el grado de riesgo que suponen. Por eso “el mercado” depende cada vez más de las calificaciones que les otorgan estas agencias... el volumen de este tipo de productos ha crecido exponencialmente en los últimos cinco años. En Europa, el total de los productos financieros estructurados ascendió a 450 mil millones de euros en 2006 y el informe estima que creció un 70% en la primera mitad del año 2007. Las agencias obtienen en la actualidad en torno a la mitad de sus ingresos de la calificación de este tipo de productos».
El principal problema que plantea este modo del control, según el informe, es el conflicto de intereses en que incurren (por decirlo de forma suave) «debido al hecho de que asesoran a las mismas entidades cuyos productos tienen que calificar (y que les tienen que pagar por realizar la calificación). Con lo cual, más que controlarlas, lo que parece que hacen es aconsejarles cómo deben presentar sus productos para poderles dar la máxima calificación posible». Es el zorro cuidando el gallinero.

jueves, 16 de octubre de 2008

La insaciable codicia

Me pregunto: ¿Cómo se sentirá un contribuyente estadounidense al leer la siguiente noticia? «El presidente del Comité de Supervisión y de Reformas del Gobierno de la Cámara de Representantes, el demócrata Henry Waxman, denunció en el segundo día de audiencias sobre la crisis financiera internacional qué habían hecho un grupo de ejecutivos de AIG, la aseguradora que fue rescatada el pasado 16 de septiembre con un plan valorado en 85.000 millones de dólares, parte de los 700.000 millones que aprobó el parlamento norteamericano. El legislador mostró una fotografía de un hotel de Monarch Beach (California), en el que las habitaciones cuestan hasta 1.000 dólares por noche, y explicó que las facturas evidencian que los ejecutivos gastaron más de 440.000 dólares, durante su estancia de una semana en el hotel: casi 200.000 dólares en las habitaciones, más de 150.000 en comidas y 23.000 en tratamientos del balneario del hotel».
Sigue diciendo la noticia que el legislador no ocultó su malestar por el hecho de que apenas una semana después de que los contribuyentes rescataran a AIG, ejecutivos de la compañía estuvieran «bebiendo y cenando en uno de los hoteles más exclusivo del país». También el legislador demócrata Elijah Cummings se mostró indignado al ver las facturas pagadas por los ejecutivos de AIG. «Se han hecho la manicura, recibido tratamientos faciales, pedicuras y masajes mientras los estadounidenses estaban corriendo con los gastos».
La aseguradora AIG se defendió de las acusaciones con el argumento de que el viaje había sido organizado un año antes como recompensa a los ejecutivos de venta del negocio de seguros de vida de la compañía. «Es tan básico como el salario, ya que supone recompensar el trabajo realizado»", explicó el portavoz de AIG Nicholas Ashoo a la agencia de noticias Bloomberg. El Comité de Supervisión ha revisado "decenas de miles" de documentos de AIG, que, de acuerdo con Waxman, hacen pensar si las generosas bonificaciones para los ejecutivos están justificadas a la vista de las pérdidas que registraba la aseguradora a partir de 2007. Esto representa un cuadro bastante común de las empresas que quebraron o estás al borde de hacerlo.
Veamos es te caso. «AIG perdió más de 5.000 millones de dólares en el último trimestre de 2007, pérdida atribuible a la división de productos financieros, pero el consejero delegado de entonces, Martin Sullivan, recibió una bonificación en efectivo de más de 5 millones de dólares. El Consejo de Administración de la aseguradora también aprobó un nuevo contrato de compensación para Sullivan que le proporcionó un "paracaídas de oro" para una posible salida de la compañía de 15 millones de dólares», explicó Waxman y continúa diciendo «Por su parte, Joseph Cassano, el responsable de la división de Productos Financieros, recibió más de 280 millones de dólares durante los últimos ocho años. Incluso después de haber caído en desgracia en la compañía por la falta de resultados, el ejecutivo siguió contando con un salario de un millón de dólares al mes».
Suena disparatado para nuestros oídos de gente de la periferia. Waxman también subrayó que mientras los ex ejecutivos de AIG niegan toda responsabilidad en el colapso de la aseguradora, una carta confidencial de la Oficina de Supervisión de Ahorros "presenta otro escenario". «En esta carta, con fecha de 10 de marzo de 2008, el organismo regulador afirmó que estaba "preocupado por el hecho de que en la supervisión corporativa de AIG Financial Products fallan elementos esenciales de independencia, transparencia y consistencia». (Documentos internos de la auditora Pricewaterhouse-Cooper evidenciaban problemas similares, indicó Waxman). «Cuando un auditor de AIG, Joseph St. Denis, expresó su preocupación por cómo la división de Productos Financieros hizo sus cuentas, Cassano le excluyó "deliberadamente" de la evaluación con el argumento de que "contaminaba el proceso"». Es un buen ejemplo para comprender lo que algunos autores han denominado la «cleptocracia», haciendo referencia a esta línea de ejecutivos.
.

lunes, 13 de octubre de 2008

Ni Dios nos salva

En los días que van corriendo es imposible evitar hablar de lo que está sucediendo en el mundo, en eso que se ha dado en llamar “la crisis de los mercados” o la crisis del mundo financiero”. Es notable el uso que el periodismo, en todas sus modalidades, hacen del uso del lenguaje. Si se vuelve a leer la oración anterior se debe reparar en el modo impersonal del enunciado. Hay una entidad que se llama “mercado” que no tiene nombre y apellido, es un mecanismo neutro en el que opera una “mano invisible” y cuyo resultado no es previsible. Sólo después que opera el mercado podemos saber cómo ha funcionado y cuál ha sido el resultado. Cada mañana, en estos días, nos levantamos con la noticia que nos anuncia que ninguna de las medidas que se han tomado en los diversos países ha logrado “corregir” el comportamiento de los días anteriores.
Uno se pregunta ¿cómo corregir? ¿se puede corregir lo que no es previsible y que, por lo tanto, es difícil saber cómo funciona? Entonces debemos enfrentarnos a la teología del mercado. Si, no se asuste lector, lo que está escondido detrás de la mano invisible es la “mano de Dios”, y esto por dos razones: a.- Quien habló de esta “mano” fue Adam Smith (1723-1790) que era profesor de Teología Moral en la Universidad escocesa de Glasgow, por lo tanto su preocupación respecto de la economía partía de sus reflexiones teológicas. La utilización de esa metáfora es claramente teológica; b.- La respuestas que los especialistas tienen acerca de por qué las correcciones no han logrado todavía los resultados esperados es que no se ha recuperado la “con-fianza” en los mercados, es decir una de las manifestaciones de la “fe”. Otro modo de expresarse es que no se ha recuperado la “credibilidad”, equivale a decir que si no se ha “recuperado” es porque antes la había. Se trata, entonces, de un problema de “Fe”.
De lo que se desprende es que esta “ciencia” que estudia la economía, que dice ser una de las ciencias sociales pero que argumenta sostenida por las matemáticas, en todas sus versiones, que construye estadísticas a partir de las cuales se proyectan cursos futuros posibles, las “tendencias”, resulta que se cumplen “si Dios quiere”, cuando hace funcionar su “mano invisible”.
Ahora bien. Cómo recuperar la “fe” en ese Dios si los funcionarios le mienten constantemente. Al menos eso dice ese niño terrible de la economía estadounidense que es Paul Krugman. Este brillante economista escribía hace siete meses atrás, el 18-3-08: «Muy bien, prepárense: lo impensable está a punto de ser inevitable. La semana pasada, Robert Rubin, el ex secretario del Tesoro, y John Lipsky, alto funcionario del Fondo Monetario Internacional, sugirieron que quizá haga falta recurrir al dinero público para rescatar el sistema financiero estadounidense. Lipsky insistió en que no estaba hablando de una operación de rescate: pero la verdad es que sí. Es cierto que Henry Paulson, el actual secretario del Tesoro, sigue diciendo que cualquier propuesta de utilizar el dinero de los contribuyentes para ayudar a resolver la crisis no tiene "la más mínima posibilidad". Pero es una afirmación tan creíble como todos sus pronunciamientos anteriores sobre la situación financiera». (subrayados míos)
La afirmación del funcionario no es correcta, ni acertada, ni factible, es simplemente poco “creíble”, no se le puede creer. Si no se le puede creer al funcionario es porque está sospechado de mentir y queda claro que Dios no ayuda a los mentirosos. Por otra parte, los señores financistas no son muy dados a las experiencias religiosas (digo yo maliciosamente) y no creo que se pueda esperar la ayuda de Dios, por ser pecadores (perdonen mis prejuicios). En definitiva estamos en un verdadero atolladero del que ni siquiera Dios nos puede ayudar, según parece.

jueves, 9 de octubre de 2008

El misterio conocido del estallido de la burbuja

El lenguaje tiene la importantísima cualidad de comunicarnos, es decir de hacer posible que mediante palabras significativas un interlocutor comprenda lo que quiero decir. Sin duda, este simple esquema que supone el emisor de un mensaje y un receptor del mismo, no alcanza para analizar las comunicaciones dentro de un mundo tan complejo como el actual. La teoría de la comunicación le agregó a este esquema el concepto de “ruido” para hacer referencia a las constantes interferencias que la comunicación padece. Los llamó ruidos extrayendo una metáfora de las antiguas trasmisiones radiales que recibían constantemente interferencias de se tipo. Entonces, debe entenderse por ruido toda dificultad que se presente en la comunicación de un mensaje a un receptor cualquiera. Esto vale para la palabra hablada, la escrita o para la imagen que contiene un mensaje. Es que la complejidad de la comunicación reconoce otra faceta como es la posibilidad de que un mensaje pueda ser interpretado de diversos modos.
Es que la palabra está cargada de significaciones, muchas veces un tanto ambiguas, que permiten esas variadas interpretaciones que dan lugar a que el mensaje pueda no ser recibido en el mismo sentido que quiso expresar el emisor. Dado el problema en que nos han metido unos señores que operan desaprensivamente en las bolsas del mundo, que vienen operando de este modo por lo menos desde hace más de treinta años, debemos someter a análisis la palabra “burbuja”. El diccionario dice al respecto: «Glóbulo lleno de aire u otro gas que sube a la superficie de los líquidos en estado de ebullición». Una primera consideración de sentido común es que toda burbuja estalla, puesto que la fina capa que encierra el aire soporta hasta una determinada presión, más allá de la cual se deshace. Una segunda es que emerge en estado de ebullición, no en cualquier momento. Los economistas que han utilizado esta metáfora (recordemos al Sr. Alan Greenspan como advertía sobre los riesgos de la burbuja de los “punto com”.) parecen desconocer que toda burbuja estalla en algún momento más o menos previsible. ¿Cómo explicar entonces que sigan insuflando la burbuja hasta más allá de ese punto previsible?
Hasta hace unos pocos meses atrás se formuló una hipótesis sobre los precios de los comodities en los que se podía detectar una cuota nada despreciable de especulación financiera incidiendo en esos precios. En un contexto de híper-liquidez global, como el que había en ese entonces, en el que los inversores huían de diversos mercados (acciones, bonos corporativos y los nefastos títulos respaldados por deuda hipotecaria), la evidencia sugería que grandes sumas de capitales especulativos se habían volcado a los mercados de commodities. Según el “finado” Lehman Brothers, no era sencillo precisar el monto de capitales invertidos en commodities, pero las estimaciones los ubicarían en un rango de entre 150.000 y 270.000 millones de dólares. Standard & Poor´s (otra buena), por su parte estimaba que en el primer bimestre de 2008, el flujo de fondos que ingresó a los mercados de commodities fue de 40.000 millones (con los agrícolas como destino favorito). Se estaría hablando entonces de un aumento de entre 15% y 25% en los dos últimos meses en la inversión especulativa en comodities, una magnitud que sin dudas era capaz de descalabrar el balance entre demanda y oferta en cualquier mercado.
La necesidad de hacerse de dinero (todo electrónico, por supuesto) para intervenir en la inflación de burbujas dio por resultado este estallido. ¿No era previsible que esto fuera a ocurrir? Pero hay una muy vieja condición que en algunos hombres se encuentra sobrepotenciada: la codicia, y ésta tiene la capacidad de cegar hasta a los más inteligentes.

sábado, 4 de octubre de 2008

Dos doctrinas y sus predicadores

Leí, no hace mucho, una frase que dijo Deng Xiaoping a comienzos de la década de los noventa: «Hay mercado en una economía planificada, y existe planificación en una economía de mercado». Fue pronunciada en medio de una tormenta ideológica que se aproximaba en el Partido comunista chino por las reformas que estaba introduciendo en su país, que escandalizaban a muchos viejos militantes de la primera hora.
Respeto de esta cita la periodista china Sally Wang comenta: «China se ha concentrado durante los últimos 30 años en la desnacionalización para convertir su economía socialista en una economía de libre mercado. En este impulso, el gobierno en Beijing obviamente usaba como modelo al sistema económico occidental de libre mercado, liderado por EE.UU. China ha tratado durante 40 años de adaptarse a estándares internacionales, que son establecidos en gran parte por Occidente, de nuevo dirigido por EE.UU., y su ambición de modernización es alcanzar a las principales economías capitalistas, con EE.UU. como el objetivo máximo. Pero ahora, mientras China se aproxima a una economía de libre mercado, EE.UU. tiene que adoptar más y más medidas “socialistas” para salvar del colapso a sus mercados financieros. Para algunos economistas chinos, el rescate por Washington de las dos compañías de financiamiento de hipotecas Fannie Mae y Freddie Mac, y de American International Group (AIG) es un acto de “nacionalización”».
Ante esta situación no tan novedosa (no debemos olvidar que ya Reagan había estatizado una cantidad de empresas en la década del ochenta) dijo un investigador de economía en la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), citado por la periodista: «Las acciones de Washington constituyen una revelación para los creyentes en una economía libre en China, que ahora se dan cuenta de que incluso en una economía de mercado, el gobierno no puede negarse siempre a tocar a la economía, por orientado hacia el mercado que sea. Por otra parte, las acciones de EE.UU. parecen ofrecer una ‘justificación’, o excusa para gritar más fuerte, a los que han estado pidiendo que el gobierno chino ‘rescate’ a los mercados en caída de bienes raíces y de la bolsa, sin importar las diferencias en las situaciones en China y en EE.UU».
Según la agencia estadounidense Bloomberg, ante una audiencia en el Mercado de Futuros de Shangai, el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, afirmó: «Un mercado financiero abierto, competitivo y liberalizado puede asignar efectivamente recursos escasos de un modo que impulsa la estabilidad y la prosperidad mucho mejor que la intervención gubernamental». Ante lo cual el director del centro de investigación económica china y mundial en la Universidad Tsinghwa, Li Daokui, dijo que es injusto utilizar dineros públicos para subvencionar a compradores de viviendas. También cuestionó las medidas locales para ayudar a urbanizadores. «Al dar subsidios a urbanizadores, deberían considerar que se les exija que bajen los precios de las viviendas». Li sugiere que, para el caso de los deudores chinos, el subsidio debiera ser dado a compradores de su primer departamento, en lugar de hacerlo con todos los compradores. Los compradores de su primera casa son personas que realmente la necesitan.
Lo que resulta realmente atractivo es ver el cruce ideológico entre dos países cuya trayectoria ha partido de doctrinas contrapuestas. Por lo cual muchos ideólogos no tenían razón antes cuando predicaban el neoliberalismo, sin embargo algunos de ellos hoy hablan de la necesidad de la intervención del Estado y pretenden seguir teniendo razón con el argumento opuesto.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Quiénes son los responsables de las crisis financieras

Las últimas décadas nos han mostrado que el capitalismo mundial, de tanto en tanto, nos depara algunos sustos. Nuestro desconocimiento de los vericuetos de estos procesos económicos y financieros nos impide tomar una posición que nos coloque en una actitud de defensa. Como no sabemos qué pasa no podemos saber de qué debemos preocuparnos. Por ello una sensación gris nos embarga. Pero, sospecho que la repetición nos va acostumbrando a sobrevivir estas circunstancias con una aceptación cansina. El Dr. Juan Torres, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga dice: «La gente normal y corriente suele tener una idea bastante difusa de las cuestiones económicas. Como los grandes medios de comunicación las presentan de forma oscura e incomprensible la mayoría de las personas piensa que se trata de asuntos muy complejos que solo entienden y pueden resolver los técnicos muy cualificados que trabajan en los gobiernos o en los grandes bancos y empresas. Y siendo así, es también normal que se desentiendan de ellos», afirmación que parece coincidir con mi sospecha.
Él sostiene que también contribuye a ello el que no se proporcione a los ciudadanos información relevante sobre lo que sucede en relación con las cuestiones económicas. «Todos oímos en los noticieros de cada día, por ejemplo, cómo evoluciona la bolsa, las variaciones que se producen en el índice Nikei o los puntos de subida o bajada de unas cuantas cotizaciones pero casi nadie los sabe interpretar ni nadie explica de verdad lo que hay detrás de ellos». Por lo que este juego perverso de informarnos a sabiendas que ello no nos dice nada es un modo de mentirnos aunque los datos sean correctos. Gracias a eso, los que controlan los medios de comunicación (propiedad a su vez de los grandes bancos y corporaciones) hacen creer que informan cuando lo que hacen en realidad es lo peor que se puede hacer para lograr que alguien esté de verdad informado: «suministrar un aluvión indiscriminado de datos sin medios efectivos para asimilarlos, interpretarlos y situarlos en su efectivo contexto. Nos ofrecen sesudas e incomprensibles declaraciones de los ministros y presidentes de bancos pero no proporcionan criterios alternativos de análisis y, por supuesto, presentan siempre el mismo lado de las cuestiones, como si los asuntos económicos solo tuvieran la lectura que hacen de ellos los dirigentes políticos, los empresarios y financieros más poderosos o los académicos que cobran de ellos para repetir como papagayos lo que en cada momento les interesa. Lo que está ocurriendo en relación con la actual crisis es buena prueba de ello».
Es así que nos movemos frente a información contradictoria: primero decían que no había que preocuparse con los sacudones del mercado, que no era para tanto y que no convenía “exagerar”. Y todo ello mientras al mismo tiempo se estaba informando de que algunas de las entidades financieras más grandes del mundo estaban quebrando o cuando los bancos centrales estaban inyectando en los mercados cientos y cientos de miles de dólares, realizando así la intervención en los mercados financieros quizá más grande de toda la historia. «Luego decían que era solo una crisis de liquidez que tendría un desarrollo fugaz, que pasaría pronto. Yo mismo, que soy probablemente el más modesto de los analistas económicos, escribía en agosto que eso era mentira, que nos encontrábamos con toda seguridad ante una crisis de solvencia. Ahora leo que la Reserva Federal (en donde se supone que están los economistas mejor informados del mundo) se ha dado cuenta de eso: ¡cinco meses después que yo!»
Por momentos la información sobre economía parece una reflexión metafísica de la más alta abstracción: «Para engañar a la gente suelen hablar “de los mercados”. Como si los mercados pensaran, tuvieran alma y preferencias, decidieran o resolvieran por sí mismos». Pero para que existan los mercados (que no son otra cosa que personas que se comunican para comprar, vender, incluso especular) y para que funcionen de cualquier manera que sea, más o menos eficazmente, es necesario que haya normas. Y esas normas no las establecen para sí mismos los mercados sino los poderes públicos a través del derecho. Las normas jurídicas son las que permiten que en los mercados se pueda llevar a cabo un comportamiento u otro, las que favorecen que existan o no privilegios en las transacciones, las que dan poder a unos agentes en detrimento de otros.

martes, 23 de septiembre de 2008

Democratización o desdemocratización

Hemos estado hablando de la necesidad de obtener más democracia y esta afirmación va acompañada de la práctica de consensos, como vimos en una nota anterior. Es muy interesante seguir el pensamiento de un intelectual con sobrados méritos como para merecer ser escuchado, me refiero a Boaventura de Sousa Santos: «Los regímenes democráticos son regímenes en movimiento. Verdaderamente no hay democracia; hay procesos de desdemocraticatización. Lo que caracteriza a unos y otros son las transformaciones que ocurren en los vínculos políticos que unen al Estado y los ciudadanos comunes y los vínculos sociales que unen a los ciudadanos entre sí. Estos procesos nunca se confinan exclusivamente al Estado; también ocurren en la sociedad. Identificar los procesos dominantes en un momento dado es fundamental para tomar el pulso a la calidad de la vida política y social. Los factores que los condicionan varían según el país pero también hay evoluciones convergentes a nivel internacional de las cuales es posible deducir el espíritu de la época. Las tres últimas décadas se han caracterizado por un conflicto muy intenso entre procesos de democratización y redemocratización, por un lado, y de desdemocratización, por el otro».
Nos está llamando la atención sobre un fenómeno político que ha comenzado en los ochenta y que se fue extendiendo por una gran parte del orbe. Él denomina acertadamente a estos procesos desdemocratización. Se han caracterizado por un aumento de las desigualdades sociales, de la violencia y de la inseguridad pública. Cuando las desigualdades sociales se vuelven más profundas, las políticas públicas, en vez de reducirlas, las ratifican. Nos ofrece estos ejemplos: «eficacia fiscal centrada en las clases medias; precarización del empleo con los cambios en el derecho laboral que se anuncian; la degradación del servicio nacional de salud. La protección de los ciudadanos y de los no ciudadanos contra actos arbitrarios del Estado o de otros centros de poder económico está disminuyendo». Esto se ve reflejado en el cierre de centros de salud sin evaluación de costes sociales; el desempleo resultante de las delocalizaciones de las empresas. La falta de transparencia de las decisiones y ausencia de control de los ciudadanos sobre las políticas públicas».
Si bien habíamos llegado, hace pocos años, a responder en nuestro país como un caso de esos ejemplos, hoy vamos saliendo de a poco de allí. Esto no significa que no siga faltando mucho para recuperar lo perdido por la desdemocratización. Pero aparece una contracara que la seguimos viendo. «La desdemocratización que ocurre en el Estado es paralela a la que ocurre en la sociedad. Se degradan las redes de confianza y solidaridad: se medicaliza la soledad y la angustia; se reduce al mínimo la aspiración familiar (la decisión de no tener hijos); se eleva al máximo el estrés familiar cuando hay niños y éstos son las primeras víctimas. Si la sociedad políticamente organizada no accionara procesos de redemocratización, puede estar en causa la supervivencia de la democracia. Lo que viene no será una dictadura. Será una “dictablanda” o una “democradura”».
Me parece de una importancia fundamental seguir pensando las reflexiones del sociólogo portugués, porque desde aquellas afirmaciones tajantes «con la democracia se come, con la democracia se cura…» pareciera que se ha logrado lo más importante, por ello se habla de los años de democracia que llevamos desde la salida del proceso (¿de democracia?). Es necesario que superemos el simple y superficial concepto de democracia como un mecanismo electoral y comenzamos a pensarla y a exigirla como una participación integral en todos sus mecanismos de decisión y de control. No debemos conformarnos con seguir en la platea del escenario político porque, como ya hemos visto, los actores no nos son fieles.

martes, 16 de septiembre de 2008

¿De qué consenso hablamos?

Después de largos y duros meses de enfrentamientos en torno de la famosa “125” apareció repetida en los medios la palabra consenso. Se fue convirtiendo en la llave que abriría caminos de entendimiento y pacificación. Esta imperiosa necesidad de consensuar pareciera contener la clave para la superación de todo conflicto. Sin embargo, aun a riesgo de someterme a la pedrea pública voy a disentir con la propuesta, tal como aparece a primera vista. Puesto que esa idea no aclara temas demasiado importantes para aceptarla sin más.
¿Con quién o quiénes se debe consensuar? Puesto que al abrir el ámbito del debate pareciera que se ha logrado democratizar el tratamiento de los temas en litigio. La participación masiva de personas dentro del recinto parlamentario demostró la intolerancia de un importante sector de los participantes (extra representantes electos) a los que la presidencia debió llamar más de una vez al respeto por el uso de la palabra, cuando abucheaban a los que no compartían las ideas de ese sector vocinglero. Si la democracia es representativa ¿qué se entiende como tal? ¿Los representantes de las entidades sectoriales deben tener voz y voto dentro del recinto parlamentario? ¿No se corre el riesgo de convertir la representación en un procedimiento corporativo? Se debe recordar acá la insistencia en hablar del derecho que tiene el campo de estar representado como sector. Aparece acá una contradicción grave en aquellos que alzan sus voces en nombre del liberalismo político. Los sucesos recientes mostraron los riesgos de una deliberación pública que intentó imponer intereses minoritarios, sectoriales, arrogándose un derecho que no está en la Constitución, tan agitada por los mismos liberales.
Y, hablando de liberales, ¿no pareció asomar entre tantos gritos el aparentemente fallecido “pensamiento único” que reconoce como razón imperante únicamente la que establece el sagrado mercado? El aprovechamiento de los precios internacionales pareció ser la premisa mayor de todo el razonamiento, excluyendo cualquier otra consideración como, por ejemplo, un mejor reparto de las riquezas. Si el consenso debe respetar la pluralidad de intereses, en esos encuentros no estaban representados los excluidos de ese reparto, aquellos que siempre padecieron la concentración de la apropiación.
Partiendo de una apreciación más abarcativa de los intereses en juego., conviene repensar además qué tipo de “consensos” deben lograrse para no esconder maniobras mezquinas tras discursos “progresistas”. Conviene no perder de vista que pocos meses antes las mayorías se pronunciaron por un reparto equitativo de la riqueza y por la inclusión de una mayoría social que resultó ser la “siempre olvidada”. Dijo un analista: «La cuestión del consenso político se ha vuelto un tema central del debate político, o por lo menos un lugar común predominante en la retórica de la oposición mediático-política. A tal punto que el vicepresidente Cobos ha logrado elevar bruscamente su notoriedad política, sobre la base de presentarse como “el hombre de los consensos”».
Visto los resultados del rechazo de la “125” deberíamos preguntarles a todos los que festejaron ¿quiénes han sido los beneficiarios de ese consenso? Esto no debe entenderse como un rechazo a los consensos sin más, sólo pretendo llamar la atención sobre el contenido del consenso logrado, sobre los intereses de los actores que empujaron y lograron ese consenso y el estado social de beligerancia, de amenazas, de excesos de violencia, de chantaje social con el desabastecimiento, etc. Nada de ello parece mostrar las exigencias de democratizar más la democracia, como los medios quisieron pintar el resultado.
Si los grandes partidos populares «han nacido con la explícita pretensión de representar al todo nacional y bajo la afirmación de que quienes los enfrentaban eran la expresión del “régimen” o de la “antipatria”, a los que, como tales, no les correspondía lugar alguno en el sistema político. La demanda del mutuo reconocimiento de legitimidades y de aceptación del juego de la competencia y la alternancia política tiene un innegable sentido para nuestra práctica política». Insisto, si la democracia es representativa de la ciudadanía, ¿por qué se habla de un parlamento que requiere las presencias corporativas? ¿No se está infiltrando un fascismo bajo el manto del consenso necesario? Si la ciudadanía se expresó pocos meses antes ¿qué razón tienen las minorías que no acreditaron peso electoral en levantar las voces airadas en queja?
Entonces: «¿Cuáles son las cuestiones sobre las que una democracia exige consenso? Son ante todo las que tienen que ver con el respeto del pluralismo, la observancia de los derechos individuales y colectivos, tal como están formulados en la Constitución. Pueden sumarse acuerdos sustantivos, conseguidos a través del diálogo político, a través de los que se diseñen en determinadas “políticas de Estado”, es decir líneas de acción que adquieran permanencia más allá de los cambios circunstanciales de signo político en el gobierno». No pueden ser aceptadas, en ningún caso, estas exigencias “consensualistas” cuando no queda claro que es lo que realmente están buscando. Los que exigieron esos consensos ¿están dispuestos a consensuar las políticas que quieren imponer?

martes, 9 de septiembre de 2008

Volvamos a pensar el futuro

En una nota anterior había comenzado a trazar algunas líneas sobre como se percibía ayer y como se percibe hoy la idea de futuro. Para ello me había apoyado en Nicolás Casullo y sus reflexiones sobre el tema, voy ahora a seguir con él.
El peso de la cultura europea, y también no poco de la estadounidense, nos va arrastrando a mirar nuestras vidas con el prisma de ellos, lo cual nos induce a tener una percepción de los futuros posibles que no necesariamente deben ser el nuestro. El agotamiento de aquellas sociedades, de sus culturas, por motivos diversos que no caben en una nota, los coloca ante la vivencia de un ocaso que corresponde con sus más y sus menos a sus realidades: social, política y cultural (¿y económica?). Pero ello no debiera hacernos ver ese futuro como propio, porque no lo es, pero ello requiere serias reflexiones sobre quiénes somos.
Desde esta percepción se puede comprender que prácticas sociales que pasan por ser un anticipo de nuevos mundos se nos presenten como un futuro aceptable para nosotros. La familia es uno de esos temas. No faltan entre nosotros esos brillantes periodistas y agudos comentadores de los medios que hablan, con aire académico, de la desaparición de la familia tradicional. Se habla entonces de nuevos modelos de familia que no son más que el resultado del desgaste y del individualismo de la conciencia del hombre del norte. En cambio entre nosotros, más latinos, no faltan las discusiones y las peleas familiares pero los lazos son tan profundos que se mantienen sólidos a pesar de ello. En aquellos parajes sucede otra cosa.
Dice Casullo: «En un mundo pensado en función de hombres y de mujeres aislados, la soledad ocupa un rol protagónico. Si nos fijamos en las formas de este modelo, aparece el loft como el tipo de casa ideal. ¿Y qué es un loft? Un lugar sin paredes ni divisiones: no hacen falta porque sólo vive allí una persona que de vez en cuando recibe a alguna pareja para un amorío sin compromisos. Algo más parecido a una conducta de higiene sexual que a una relación en el sentido clásico. Es una forma de vida despojada de sentimientos, tal como la presentan algunas películas de Hollywood que exhiben modelos exitosos a nivel económico. Se privilegia la realización profesional y la alta competitividad». Así lo impone una cultura que hace de lo que llaman éxito el objetivo supremo de la vida.
Continúa pensando en que hay cosas que no funcionan en el modelo que algunos quieren importar: «Hay algo que no cierra en esta sociedad que ha empezado a nacer. Tiene que ver con la relación del hombre con la pareja, con los hijos, con los padres y con la forma de manejarse frente a la decadencia y a la muerte. Estamos en una etapa problemática para los vínculos. Los viejos van al geriátrico porque es imposible cuidarlos en casa; los adolescentes drogadictos se internan en granjas de recuperación. Mientras tanto, las enfermedades se detectan antes y produce cierto escozor convivir con el peligro a los ataques al corazón, al cáncer, a la obesidad. Es una dinámica que nos envuelve. Hoy parece haber una incapacidad del hombre para pensar el futuro en clave humana. Así, mucha gente siente que es víctima y no protagonista de su vida; intuye que el mundo le pasa por encima sin brindarle un lugar donde agarrarse».
Cuánto de toda esta influencia de males ajenos comenzamos a vivirla como si fueran propios. Cuánto de una admiración exagerada y sin mucho fundamento por las maravillas del primer mundo, incentivado por los medios, hacen que veamos felicidad donde hay mucho más sufrimiento del que nos muestran. Si todo ello se convirtiera en una reflexión cotidiana y compartida con nuestra gente, si nos preguntáramos acerca de esas cosas y debatiéramos entre nosotros es probable que el futuro comenzara a significar otra cosa, que este deprimente modo de asustarnos y correr a cobijarnos.