martes, 29 de abril de 2008

La oposición son los medios

Los mega-grupos empresarios que han invadido y capturado las empresas dedicadas a la comunicación escrita, radial o televisiva, o todas juntas a la vez, es un fenómeno que ha aparecido paralelamente a ese concepto difuso que es la globalización. Es paradójico el sentido que el juego de palabras puede producir en Brasil, equivaldría a decir la clarinificación en la Argentina. Estos grupos no exhiben un programa electoral, como deben hacer los partidos políticos. Aunque sería más correcto y realista decir como hacían tiempo atrás los partidos políticos. Es evidente que la personalización ha avanzado dentro de las estructuras partidarias copiando el estilo norteamericano de campaña electoral. El perfil personal, debidamente preparado, sustituye el programa político. El discurso pronunciado en primera persona del singular es parte del marketing actual.
El arrasamiento que produjo la supuesta muerte de las ideologías, que en realidad postulaba una ideología única, denominada por Ignacio Ramonet como pensamiento único, que es fácilmente identificable como el que corresponde a la derecha liberal-conservadora, pretendió liquidar el tema. Al comparar el Estado con una empresa privada todo se reducía a una buena administración, palabra con la que se hace referencia en los EE. UU. a los diferentes gobiernos. Habiendo quedado reducido el problema de la política nacional a un tema de administración de empresas, de lo que se trata es de administrar.
Si nos dirigimos al diccionario nos encontramos que la palabra viene de ministro, el que se ofrece para servir a otro. Esto supondría que es el otro el que define lo que debe hacerse. Trasladado a la política ese otro debería ser el pueblo. Pero como se trata de las ciencias de la administración ese otro es el directorio de las empresas o la asamblea de socios. Tenemos entonces que el administrador funciona como el que hace lo que otro dice qué debe hacer, y ese otro generalmente es algún grupo internacional financiero. ¿No es eso lo que se ha dado en muchos gobiernos que hemos tenido? Esto se ha repetido en América Latina.
Entonces, los grandes medios que también aparecen entrelazados dentro de los grupos empresarios internacionales, financieros y comerciales, (Telefónica de Argentina entre nosotros), son los emisarios de los intereses y políticas de grupos internacionales en detrimento del interés nacional. Desde Brasil nos dice Darío Pignotti: “Con todo, en las elecciones presidenciales de octubre de 2006 la «vieja dama» de la televisión verdeamarela dejó de lado cualquier simulacro de neutralidad y se aplicó a una denodada batalla para impedir la reelección del candidato del Partido de los trabajadores (PT), Lula da Silva, valiéndose, entre otros recursos, de la incontestable penetración de sus noticieros, la principal fuente de información para el grueso de los 188 millones de ciudadanos, que raramente lee diarios, los tres principales: Folha de San Pablo, O Globo y Estado de San Pablo, alcanzan una tirada conjunta en días de semana, que ronda el millón de ejemplares”.
Respecto del noticiero que se emite en horario central dice: “Quince días de Jornal Nacional en contra son suficientes para hacer que el gobierno sea inviable nacional e internacionalmente”. En Brasil “los estrategas de la emisora carioca redoblaron la apuesta cuando se sintieron desairados por Lula cuando faltó a un debate en el estudio del canal y optó por un acto público”. Como en las películas: “Cualquier parecido con la realidad nuestra es mera coincidencia”.

jueves, 24 de abril de 2008

El trabajo y los jóvenes desocupados

Entonces los jóvenes nos oyen hablar de la importancia del trabajo, porque el trabajo dignifica a la persona, que el trabajo templa el carácter, disciplina la conducta. El no trabajar posibilita la aparición de todos los vicios, los malos hábitos, las malas compañías, etc. Ellos no se molestan en contestarnos porque es tan obvio que trabajo hay, lo que no hay es quien lo pague. Es decir, salta a la vista la cantidad de cosas que sería necesario hacer, pero al mismo tiempo es muy claro que no aparece quien se encargue de remunerar esas tareas. Parte de ellas requeriría una menor voracidad de los empresarios, otra parte sólo sería posible de realizar con apoyo estatal, dado que se refieren a tareas sociales de diversos niveles y especialidades: cuidado de enfermos, acompañamiento de ancianos, apoyo al estudio de niños y adolescentes, esparcimiento para niños, etc., etc.
El mundo que los jóvenes deben enfrentar, que es gran parte el que nosotros ayudamos a construir, coloca en primer lugar el mayor lucro posible para las empresas, por tal razón, en la medida de lo posible y rentable, reemplaza la mano de obra por la máquina. Este modelo arroja la siguiente consecuencia: cada vez hay menos puestos de trabajo para una población que crece y que aporta al mercado laboral cientos de miles de jóvenes que son rechazados. Por ello el joven trabajador, modelo de otras épocas, se ha convertido en una muestra obsoleta. Siendo así, los jóvenes dejaron de ser los actores del trabajo.
El sistema les encontró una ubicación social: para aquellos que daban el perfil les ofrecieron ser los protagonistas de la publicidad. Solamente tenían un protagonismo positivo en el mundo de las revistas o de la televisión. Debían ser una referencia idealizada para los que no lo eran, un modelo a imitar. Los jóvenes no podían tener otro protagonismo. Los publicistas, ahora, no sólo nos anunciaban que había llegado la primavera, también nos decían qué importante era ser joven. Se podría decir que el joven estaba condenado a ser joven. Esta condición envidiable se convertía a su vez en un modelo a imitar para todos aquellos que se sintieran en tal situación y desearan sumarse a esta condena.
La desocupación se fue convirtiendo lentamente en un estado social estructural. Ser un desocupado pasó a ser una clase social, por lo que culturalmente se fue convirtiendo en un horizonte psicológico. Los especialistas estudiosos de la economía nos quisieron explicar que si bien era evidente que se estaba dando una destrucción sistemática de puestos de trabajo, al mismo tiempo aparecían otros puestos creados por las empresas de servicios. Y esto circuló como una verdad dogmática algún tiempo, hasta que se demostró la liviandad de ese planteo. Se acusaba a los que no veían el cambio de ser incapaces de comprender que todo apuntaba hacia un cambio de la función y la valoración sociales del trabajo, para los jóvenes el trabajo debía seguir siendo una referencia insoslayable.
Se pretendía mantener así una construcción social de la identidad juvenil partiendo de la aceptación de los cambios sociales, pero asumiendo a éstos como meras modificaciones superficiales que no afectaban el centro mismo del sistema. El trabajo que se perdía por una parte se reconstruía por la otra. Era un cambio en los modos de la producción pero no una sustitución del trabajo humano. El tiempo se encargó de desmentir todo ello. Y los jóvenes lo comprendieron mucho antes por las heridas recibidas en esas búsquedas.

martes, 22 de abril de 2008

La importancia de parecer joven

La Comunidad europea requirió de largas negociaciones para su conformación. Allí emergieron necesidades de acuerdos que sobrepusieron el interés económico por encima de los viejos ideales. Para el logro de ello se apeló a la desmovilización de los grupos sociales que demandaban el cumplimiento de las viejas promesas, porque la lógica del pacto entre núcleos dirigentes exigía un público más dócil. Debía acallarse a todos aquellos que pudieran perturbar este proceso. Nuestros dirigentes políticos agitaron durante bastante tiempo el modelo del Pacto de la Moncloa, ocultando que ese pacto suponía el enterramiento y el olvido del pasado franquista y sus horrores. Entre nosotros los ochenta y los noventa se desarrollaron bajo ese manto, con las peculiaridades entre socialdemócratas y menemistas.
El desencanto viene, entonces, provocado por el reconocimiento de que todo lo que se había dado en los setenta como una dinámica de participación, presión y movilización se había convertido rápidamente en molesto, superfluo, delirante o “poco realista”. Los piqueteros perturban el tránsito. Dividió nuestra sociedad entre los que no se resignaban a la renuncia y los se veían empujados u obligados a hacerlo por parte de quienes, hasta hacía muy poco, habían compartido el mismo lenguaje. Si bien este desencanto no afectaba a todos, golpeó fuertemente en las expectativas del conjunto: tanto en los que no se resignaban como en los que defendían ese realismo político.
Pero todo ello dio por resultado un descreimiento creciente en las posibilidades de construir un futuro diferente. La consecuencia se fue haciendo sentir paulatinamente como un sentimiento de distanciamiento y desinterés hacia las posibilidades de incidir en la vida política y social. Estos sentimientos que distanciaban provocaban una frustración e impotencia respecto del futuro. Sin embargo el resultado fue dual, puesto que para un sector de la sociedad parecía que se recuperaba el camino de la cordura y la sensatez. Estos encontraban en los medios de información el sustento de sus ideas.
Todo este proceso, contradictorio, friccionado, convulso por momentos, también confuso, al tiempo que producía desencanto y depresión social, permitía a otros sacar buenas diferencias a través de negocios oscuros, inconfesables, o simplemente aprovechando la falta de controles o los intersticios legales que se los posibilitaban. Éstos se fueron convirtiendo en los “vivos”, los “exitosos”, los modelos a imitar y la pantalla de televisión los mostró profusamente, mientras muchos de nosotros aplaudían.
Debo decir, una vez más, siempre los jóvenes nos están mirando y aprenden mucho más de lo que hacemos que de lo que decimos. Lo que me parece más grave es que paralelamente a todo ello, nosotros los adultos fuimos aceptando y compartiendo un modelo de joven muy publicitado. Y nosotros los adultos quisimos participar también de ese modelo de ser joven y nos travestimos en jóvenes sin importar la edad que tuviéramos. Ser joven se reducía entonces a un modo de vestir, de lucir, de peinarse, de hablar, de frecuentar los lugares que la moda imponía. Aparecieron en escena lo que lo jóvenes llamaron los “pendeviejos”, tristes caricaturas, mascaritas de carnaval, que desplazaban a los jóvenes de sus espacios sociales porque querían vivir como ellos y con ellos.
Enfrentamos entonces la paradoja, más o menos inconscientemente, de participar de la extraña situación que hablaba de que ya sabíamos qué tenían que ser los jóvenes, pero en la práctica no se sabía como podían serlo. Nosotros los adultos pontificábamos al respecto desde nuestra sabiduría de gente mayor cuando nos vestíamos y vivíamos pretendidamente como jóvenes. Los jóvenes han terminado siendo el resultado de tal impostura.

jueves, 17 de abril de 2008

Las retensiones y el hambre en el mundo

Mientras en la Argentina estamos envueltos en una polémica en torno a las retenciones aplicadas a la exportación de alimentos nos enteramos que los hombres de los mega-negocios del mundo, reunidos en Washington, están muy preocupados por «la explosión de los precios agrícolas y la multiplicación de los disturbios del hambre impuesta, el problema alimentario mundial y sus consecuencias sociales».
Una persona de actuación internacional, Jean Ziegler, ex relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, viene hablando de este tema hace años. «El catedrático suizo no ha dejado pasar ninguna oportunidad, desde hace años, para llamar la atención de los responsables mundiales sobre la situación de los hambrientos del mundo, así como sobre los daños de los mecanismos del mercado en la agricultura de los países en desarrollo. Apoyado en los terribles datos de la FAO (Organización Mundial de la Agricultura) que ponen de relieve el aumento del número de seres humanos víctimas del hambre (más de 854 millones de personas el año pasado), Ziegler siempre ha afirmado con fuerza su creencia en la necesidad de reconocer “el derecho a la alimentación” como “parte integrante de los derechos humanos básicos”», dice el periodista francés Ramine Abadie.
En este sentido, este defensor de la conservación de los cultivos alimentarios ha calificado recientemente de «crimen contra la humanidad» el hecho de utilizar actualmente las tierras y la producción de cereales para biocombustibles… «En el último informe de su mandato, hace algunas semanas ante el Consejo de los Derechos Humanos, explicaba: “Una serie de gobiernos y organizaciones intergubernamentales apoyan la teoría neoliberal que no reconoce la existencia de los derechos económicos, sociales y culturales y limita los derechos humanos únicamente a los derechos políticos y civiles. Según los partidarios de esta teoría, sólo un mercado mundial totalmente liberalizado y privatizado puede eliminar el hambre y la desnutrición en el mundo. Los hechos demuestran lo contrario. La liberalización y la privatización han progresado rápidamente en la mayoría de los países durante los diez últimos años. Al mismo tiempo, los que sufren de desnutrición grave y crónica nunca han sido tan numerosos en el mundo”».
Nada complaciente con el sistema financiero multilateral, Jean Ziegler acusa: «Las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y FMI), con el gobierno de Estados Unidos y la Organización Mundial del Comercio, incluso se niegan a reconocer la existencia de un derecho humano a la alimentación e imponen a los Estados más vulnerables el consenso de Washington que favorece la liberalización, la desregulación, la privatización y la reducción de los presupuestos nacionales de los Estados. Este modelo, que genera aún más desigualdades, (…) tiene consecuencias especialmente catastróficas en el derecho a la alimentación en tres de sus aspectos: la privatización de las instituciones y servicios públicos, la liberalización del comercio agrícola y el modelo de reforma de la propiedad de la tierra basado en el mercado».
Para el ex relator especial, estas políticas van claramente «contra la Resolución sobre el derecho a la alimentación adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 2007 por la cual la Asamblea pide al Banco Mundial y al FMI evitar toda acción susceptible de causar efectos dañinos sobre el derecho a la alimentación». No sé si en estos días en Washington toman nota de las palabras de Ziegler, de lo que podemos estar seguros es de que los dirigentes de las entidades rurales no entienden nada de hambre y de derecho de los pueblos a la alimentación.

miércoles, 16 de abril de 2008

La libertad de expresión según los medios concentrados

En una nota anterior abordé el tema de la relación de la información concentrada en pocas manos y su influencia en la opinión pública. Al respecto cité al sociólogo Lucas Rubinich, Director de la carrera de Sociología de la UBA, apelando a su autoridad académica: «Uno de los grandes problemas que pueden llegar a tener los partidos populares que gobiernan es su dependencia de un sistema monopólico de medios, que tiene una influencia más que significativa en la construcción de ciertas visiones del mundo. Obviamente, no son culpables de todo lo que pasa, pero en una situación de extremo deterioro de los partidos políticos, de fragmentación social, que uno se encuentre por el otro lado con monopolios de medios de comunicación masiva, que tienen una mirada más o menos común acerca del status quo mundial, es realmente un contrincante político más que importante y a tomar en cuenta”.
Hace unos días el Director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, Alejandro Kaufman, decía: «Los medios hegemónicos exhibieron con naturalidad expresiones y actitudes incompatibles con la convivencia social, cuya continuidad y expansión sólo podría llevar al desastre. Como los medios hegemónicos lucran con la inminencia de la catástrofe, se trata de una política mediática destinada a provocar pánico e inquietud en la población». Compara las consecuencias del famoso programa de radio de Orson Welles con el modo de informar respecto de lo que se llamó “paro del campo”, que ni fue paro ni fue de todo el campo.
Aparece en estos días la noticia de que existe un Observatorio de Medios en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA, noticia vieja porque lleva un tiempo largo en su tarea de analizar los medios y sus modos de informar. Dice Kaufman: «La participación de las universidades públicas tiene como finalidad establecer cierta garantía de ecuanimidad, porque se basa en convocar a instituciones autónomas, con gobiernos propios, elegidos por los claustros, y objeto de discusión en las propias universidades». La tarea de análisis de la información se ha venido realizando, desde hace ya años desde diferentes cátedras, como parte ineludible de la formación de un futuro comunicador. Si eso no se hiciera ¿dónde debería hacerse? «La crítica al rol de los medios forma parte de la libertad de expresión. Los medios elaboran un producto público, destinado a acceder a las conciencias de toda la población. Un observatorio observa lo mismo que todos los espectadores. La única diferencia es que lo hace con otra mirada, antes que nada sustraída a la fascinación que los medios inevitablemente producen».
En una clara alusión a la reacción del Grupo Clarín dice: «Eso es lo que molesta tanto, que se difunda un discurso crítico, que la hegemonía inapelable de los medios se ponga en tela de juicio, que se haga desde afuera de ellos lo que la mayoría de ellos no hace, que es examinarse a sí mismos». Y agrega: «Una libertad de expresión anclada en la libertad de empresas concentradas dista mucho de garantizar el ejercicio pleno de ese derecho básico». Entonces, ¿cuál es el verdadero debate en el que estamos metidos? Lo que quedó expuesto es que lo que no se tolera es que sean observados por instituciones legitimadas democrática y académicamente, cosa que los medios no lo están. Ese tipo de instituciones nos protege de los monopolios contra lo que se exige: la libertad del zorro dentro del gallinero.
Esta concentración hizo sentir todo su poder con el silencio que le impuso al informe de la UBA sobre la conducta de esos medios en los hechos de los más de veinte días de piqueteros cortando las rutas. Recomiendo la lectura de ese informe.

jueves, 10 de abril de 2008

Demos vuelta la soja

Hace más de diez años desde diversos sectores de nuestra comunidad se oían voces que alertaban sobre un problema que estaba creciendo: la soja. No caben dudas de la capacidad de comunicación social que las grandes empresas multinacionales tienen. Su poder económico y financiero le pone a su disposición los medios más importantes de nuestro país. Estos medios, como ya sabemos, están siempre dispuestos a servir al país (¿o servirse de?). Por tal razón, entrar al ruedo de esta polémica, tan mal planteada no por incapacidad sino todo lo contrario es una obligación de todos. Pero al hacerlo debemos tratar de asegurarnos las fuentes de la que extraemos nuestros datos.
En este camino me encuentro con una nota de Página 12 escrita por Roberto Navarro que brinda datos muy importantes que le colocan a todo este debate un marco necesario. Leamos: «Hace diez años, la soja ocupaba cinco millones de hectáreas de tierra. Hoy toma dieciséis. Esta ampliación alocada está liquidando los cinturones de producción de hortalizas, verdura y fruta en las ciudades, y subiendo los precios». Primer tema para pensar: la relación entre la soja y los precios de ciertos alimentos básicos. Sigamos leyendo: «El avance de la soja se refleja en la mesa familiar de todos los días y está poniendo en peligro la seguridad alimentaria del país… un informe reservado del Ministerio de Economía, basado en datos de la Secretaría de Agricultura y del Mercado Central, revela el espectacular avance de la soja sobre el resto de los cultivos, base de la dieta doméstica. Así les fue restando áreas de explotación a otros cultivos. Entre ellos, a las hortalizas y frutas, que cedieron 200 mil hectáreas. Esa es una de las principales razones de que un kilo de pomelos haya aumentado un 299 por ciento en el Mercado Central desde 2001; uno de naranjas, un 295, y uno de limones un 290. El área destinada a la siembra de frutas cayó casi 100 mil hectáreas. Lo mismo ocurrió con las hortalizas: desapareció el cinturón verde de Rosario y está ocurriendo lo mismo con el que bordea Santa Fe. En 1998 el total del área sembrada era de 26,2 millones de hectáreas, de las que sólo 5,0 se destinaban a la soja. En la actualidad se extendió la frontera agropecuaria al norte del país con lo que la superficie de siembra estimada para 2008 es de 30,2 millones de hectáreas. De ellas, 16,6 millones serán sembradas de soja».
Para completar esta mirada leamos a un prestigioso economista Paul Krugman: «En estos días se escucha mucho sobre la crisis financiera mundial. Pero hay otra crisis mundial en curso - y esta lastimando muchas más personas. Estoy hablando de la crisis alimentaria. En los últimos años los precios del trigo, maíz, arroz y otros alimentos básicos se han duplicado o triplicado, gran parte de este aumento tuvo lugar sólo en los últimos meses. El alto precio de los alimentos consternó incluso a los relativamente ricos americanos - pero son realmente devastadores en los países pobres, donde los alimentos muchas veces representan más de la mitad del gasto de una familia».
Por lo tanto, estamos ante una crisis mundial alimentaria que da lugar a la especulación del capital financiero. Por ello asegura Krugman: «Una cosa más: una de las razones que la crisis alimentaria se ha hecho tan grave, tan rápidamente, es que los principales actores del mercado de granos fueron complacientes. Los gobiernos y los comerciantes privados de grano acostumbran mantener grandes inventarios en tiempos normales, en caso que una mala cosecha cree una escasez repentina. Con los años, sin embargo, estos inventarios de precaución tendieron a reducirse, sobre todo porque todo el mundo llegó a pensar que los países que sufren pérdidas de cosechas siempre pueden importar los alimentos que necesitan».
Entonces, se desprende de ello la necesidad de la intervención del Estado para regular esta actividad vital para la población del planeta. No parece que lo sepan los llamados “señores del campo”. La fórmula soja+crisis nos coloca sobre un abismo: por favor no empujemos.

miércoles, 9 de abril de 2008

Desencanto: problema de todos

Llegados a este punto es necesario detenernos para profundizar el análisis sobre el estado psíquico y espiritual de la conciencia colectiva. Acá debemos involucrarnos en la reflexión porque lo que sigue nos compete a todos. No es un problema de los jóvenes, como ya quedó dicho, es un problema que emerge de nuestro modo de enfrentar la situación social actual y de pensar los futuros posibles. Si bien puede aceptarse que en los jóvenes el fenómeno es mucho más manifiesto es porque en ellos la sensibilidad está más a flor de piel y porque acá cabe aquello de que “la cadena se corta por su eslabón más débil”.
Entonces, podemos comenzar a pensar que estar encantado como desencantado, ilusionado o decepcionado, son en realidad estados de ánimo y maneras de sentir, pero que son consecuencia y se proyectan a su vez en la configuración ideas o cosmovisiones, y hasta pueden encontrar justificaciones ideológicas. Por tal razón debemos pensarlas como claves de nuestro entendimiento de la realidad para acercarnos a una comprensión más abarcadora de estos procesos. Sin olvidar que esos fenómenos sociales, en este mundo globalizado, tienen un fuerte componente de experiencias vividas en los países centrales. En ellos, sobre todo los europeos, se percibe el paso de las consecuencias de haber atravesado dos guerras terribles. De tener presente, sin total claridad de culpas individuales o colectivas, el horroroso holocausto, las matanzas soviéticas, etc.
El desencanto es, entonces, la pérdida de las ilusiones sobre un futuro más humano que parecía próximo. La desvinculación espiritual respecto de aquellas utopías que atraían y movilizaban el campo social y político cobra un muy duro precio a la conciencia colectiva: la decepción. Puesto que el mensaje subliminal que comenzó a imponerse afirmaba que esas ilusiones vanas habían impedido ver que la realidad humana es nada más que la que estamos viendo. Por lo tanto, el individualismo, el egoísmo, la lucha despiadada entre hermanos es un mandato biológico insuperable. Siendo así, dejemos paso a los vencedores de la lucha puesto que de ellos debe ser el mundo: los mejores son los más salvajes.
Hoy se puede escuchar al Sr. Sarkozy sostener que todavía Francia está pagando las consecuencias de la locura de las ideas descabelladas de los jóvenes de Mayo del ’68. Los rescoldos que todavía chispean en la conciencia francesa deben ser sofocados definitivamente para emprender el camino hacia la grandeza perdida. ¿Cómo no decepcionarse si ese es el futuro? Generacionalmente este dirigente es un “joven” de aquella época, pero les dice a los jóvenes de hoy que eso no debe volver a pensarse. El resultado de establecer una relación entre las posibles utopías sobrevivientes y el poder imperante, ver el estado social y espiritual de este mundo y compararlo con las promesas de la Revolución francesa: igualdad, libertad, fraternidad, empujan hacia un abismo insoportable.
Si vemos en la vieja Europa, sobre todo en esta Francia, que los votantes optan por ese discurso reaccionario, que el hermano inmigrante es denigrado y expulsado, dónde quedó la fraternidad; si el reclamo social de los marginados es reprimido, dónde quedó la libertad; si la competencia salvaje polariza la estructura social, dónde quedó la igualdad. Si los ecos de estas palabras las oímos entre nosotros, dónde fueron a parar aquellas utopías. Y nosotros qué hacemos o decimos frente a este cuadro que privilegia la seguridad frente a una mejor distribución, que admira más el shopping y Gran Hermano que la buena lectura. Los jóvenes nos están mirando.

sábado, 5 de abril de 2008

Las promesas de la nueva etapa

La salida de la época negra termina con las elecciones, aparece la posibilidad de volver a vivir en democracia, lo cual abre un tiempo de esperanzas y de posibilidad de realización de los sueños postergados. Con la democracia se prometía que se podía hacer todo. Se hablaba de un proceso de recuperación de las instituciones de la República, sublimes palabras para jóvenes que escuchan pero no comprenden bien de qué se habla. El comienzo de las actitudes heroicas de juzgar todo delito cometido y encarcelar a todos los culpables, siempre con los instrumentos sagrados de la justicia, se fueron diluyendo amparados en un supuesto realismo político que sobreponía lo posible a lo deseable. Era la actitud de la madurez política que debía dejar atrás todo aquello que “ahora no era posible”.
Esta repentina “necesariedad” que aparecía como la imposición de “leyes sociales” de los procesos políticos y que, por lo tanto, no era posible desconocer, hicieron sospechar incumplimientos de las promesas, defecciones de los ideales y abandono del camino que comenzaba a insinuarse. Allí, en ese recodo de la historia, quedaron olvidados, desechados, valores permanentes y sueños cuyo rechazo comprometió el tiempo posterior. La alegría del comienzo fue convirtiéndose en una amarga mueca, se aceptó con desagrado, pero sin grandes muestras de disconformidad, el nuevo rumbo que se tomaba, el llamado a una supuesta realidad debía ser el resultado de la madurez política y del pragmatismo realista. La palabra consenso adquiere un uso irrestricto: todo debe ser consensuado. Pero este uso oculta lo que en realidad sucedía: el consenso se imponía por la incapacidad, el temor, la debilidad, de enfrentar a aquellos que no se resignaban a ser desplazados del centro de la escena del poder.
Y así, sin que se tomara plena conciencia de los pasos que se daban fuimos aceptando que este consenso se cobrara el precio de la muerte temporal de las utopías. El pragmatismo era la doctrina de la época, la negociación su método, los acuerdos ocultos con los que habían sido señalados como los enemigos de la nueva etapa eran parte de la política. Todo ello se hace en nombre del consenso, pero en contra de la utopía. En ese momento una parte de los jóvenes, que ya no lo eran tanto, en nombre de ese pragmatismo y en uso de los consensos comenzó a ocupar cargos electivos y de los otros. Y como esos consensos acordados por los pragmatismos imperantes fueron obligando, se negoció tanto que se perdió la brújula que señalaba qué se quería y en nombre de qué se hacía lo que se hacía.
Refiriéndose al proceso político de España dice el profesor Joseph M. Lozano: “Una generación relativamente joven ocupa el poder y es ocupada por él, quizás sin haber tenido mucho tiempo para pensar qué haría con el poder. En cualquier caso, este simple hecho biográfico hace ineludible creer que esta ocupación durará bastante, y pone en cuarentena la creencia en un próximo relevo generacional”. Y agrega: “Vale la pena observar, de paso, que ocupa el poder político y el cultural. Quizás esto explica que ahora, suavizada la crisis económica, los nuevos jóvenes-modelo se muestren como luchadores por una parcela de poder que los anteriores olvidaron: el económico”. Es sorprendente la semejanza, deben ser los efectos de la globalización.