sábado, 30 de agosto de 2008

Los medios y la educación

Necesito hacer una primera justificación para exponer, muy brevemente, las razones de esta nueva incursión en el tema de los medios de comunicación. Mi actividad docente, el trato con una gran cantidad de jóvenes, me ha llevado a ir tomando paulatina conciencia de que estamos frente a una revolución cultural de dimensiones no demasiado bien apreciadas, todavía. Que, si bien el tema de la incidencia social de los medios es tratado en diferentes niveles sociales y ámbitos institucionales, no se han valorado debidamente las profundas transformaciones a las que estamos asistiendo, y sus graves consecuencias.
Debo confesar, también, que hasta haberme metido de este modo en esta indagación, no había dimensionado la profundidad del problema. El avance del deterioro de los alumnos en operaciones intelectuales, bastante sencillas para un alumno universitario, la presión por “escolarizar” la enseñanza en el nivel superior de estudios, que viene de parte de esos alumnos, con dificultades en la comprensión de textos, en la relación de temas, en la abstracción mental y en el análisis, encuentran en la sencilla investigación que he realizado, un comienzo de explicación y comprensión del fenómeno.
Una constante acusación a las deficiencias de la educación en los niveles previos del sistema educativo, sin dejar de contener elementos válidos, no termina de encontrar explicaciones más profundas y abarcadoras. No pretendo negar ni justificar esas deficiencias, pero me parecen ahora un atajo demasiado corto y sencillo, que no agota la complejidad de la situación que debemos enfrentar. Una sociedad mediatizada, como la que enfrentamos coloca un marco cultural que define qué es lo importante y qué es lo secundario o lo descartable, en materia de conocimiento. La mentalidad que los medios proponen como modelo atenta contra una formación educativa sólida en el alumnado y que es extensible al público en general. Y ese atentado no se hace desde una crítica superadora sino desde una propuesta de infantilización del receptor, directo o indirecto.
Voy a tratar de explicar el uso de este concepto. La conciencia del niño (o psiquis, o capacidad perceptiva, como quiera denominarse), sometida a los estímulos inmediatos, se conecta con la realidad que la circunda en los términos de la inmediatez temporal y espacial del campo que la percepción visual le informa. Ese modo de relación limita al niño a vivir un presente instantáneo, perpetuo. Definir como conciencia infantil este modo de vida psíquica, puede ser compartido por cualquier persona que me admita esta sencilla definición.
Bien, gran parte de la información del público condicionado por los medios se comporta de un modo similar. Vivir sometido a una valoración de lo actual, como excluyente de todo otro tipo de conocimiento, negar la necesidad de encuadrar la actualidad en un contexto histórico-social, no por que así se lo exprese, sino porque así se lo hace, no es otra cosa que subordinar todo conocimiento válido a la actualidad que él posea. La actualidad es la cualidad de lo actual, de ser acto inmediato, de ser presente, de re-presentar entonces aquello que está sucediendo por el valor que tiene de suceder en ese momento. Lo presente, como delgada línea que nos separa del tiempo pasado, ha cobrado un valor mítico, alienante, fetichizador, que suplanta y descarta la competencia con cualquier otro tipo de saber. Otro tanto puede decirse del futuro, que se convierte en un misterio, abandonando toda proyección en el tiempo. El saber humano, sometido a estas condiciones, se aproxima peligrosamente a las formas de “conocimiento” que tiene el niño.
El lenguaje cotidiano expresa esta confusión cuando dice de alguien que está al tanto de lo que acontece “que está actualizado”, otorgándole mayor valor a lo que se supone es una comprensión de lo actual. Pero lo actual es sólo instante, evanescencia, huída, pura efervescencia, que se agota inmediatamente tras su presentación. Lo actual adquiere identidad al poder comprenderlo como parte de un proceso por el cual ha llegado a ser lo que es. Lo mismo se puede decir del conocimiento de una persona, el trato habitual y permanente nos permite conocerla. Sin embargo hoy, en consonancia con lo que vengo exponiendo, se entrelazan relaciones personales aparentemente afectuosas con personas circunstanciales en detrimento del cultivo de relaciones más duraderas.
La cultura de lo instantáneo es, en parte, la consecuencia del modo como nos relacionamos con todo lo que nos rodea. Este fenómeno tiene un componente importante en el aporte de los medios de comunicación en la creación de esta cultura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas tardes Ricardo. La verdad que es muy cierto eso que comentás, nadie parece darle mucha importancia al peso de los Medios Masivos de Comunicación y son los que -a pesar de que la mayoría de los periodistas lo oculten/nieguen- forman opinión, recrean el "mundo", lo mastican, lo moldean y nos lo sirven en bandeja (no sin antes meter avisos publicitarios).
La "diva" de este estilo de vida propio de la Modernidad (ese que bien marcaste, indirectamente, como frívolo y liviano) es la televisión. En una librería, en la sección de libros usados, tuve la suerte de encontrarme con "Cuatro buenas razones para dejar la televisión" de Jerry Mander y, a pesar de tener unos 25 años de antigüedad, quedé anonadado con la profundidad del análisis que hizo sobre la "caja boba" (que no es tal, sino que los bobos somos nosotros). Seguramente ya lo has leído, pero lo recomiendo muchísimo para quien quiera informarse sobre lo que PRODUCE el ver televisión y también enterarse de que EL PROPIO MEDIO elige quien entra y quien no, quien es gerente y quien marginado, etc. Entre otras muchas cosas.
Disculpe la extensión del mensaje Ricardo.
Un abrazo enorme.
Chau y ¡exitos!.
Tino.