sábado, 29 de noviembre de 2008

Si Ud. quiere saber más



Cuando más nos vamos acercando al meollo del tema más comprendemos que menos comprendemos. Podríamos decir con Sócrates «que sólo sabemos que no sabemos nada» y, para peor cada vez sabemos menos. Sin embardo nuestras cabecitas curiosas e inquietas no nos permiten dejar de preguntar. Entonces sigamos escuchando a Walden Bello: «Los especuladores financieros rizaron el rizo hasta confundirse ellos mismos con la creación de contratos financieros más y más complejos, como los derivados, tratando de ganar dinero a partir de todo tipo de riesgos (incluidos exóticos instrumentos de futuros, como los credits default swaps o contratos de protección de derivados crediticios, que permitían a los inversores apostar, por ejemplo, a que los prestatarios de la propia corporación bancaria ¡no serían capaces de devolver su deuda!».
Es necesario volver a leer la última frase porque pertenece a la dimensión desconocida. Los banqueros apostaron su dinero contra la regla de oro de las finanzas y… pensar que hace diez años, (perdón eso es un tango), digo pensar en lo que nos inculcaron nuestros sesudos economistas: «las deudas se honran, como hacen los países serios». Es por ello que el juego del escolazo multibillonario acabó tumbando a los más pintados como la gigante aseguradora AIG. Cuenta Bello que el 17-12-2005, cuando la International Financing Review (IFR) anunció sus premios anuales del año –uno de los programas de premios más prestigioso del sector—, dijo esto: «Lehman Brothers no sólo mantuvo su presencia global en el mercado, sino que dirigió la penetración en el espacio de preferencia… desarrollando nuevos productos y diseñando transacciones capaces de subvenir a las necesidades de los prestatarios… Lehman Brothers es el más innovador en el espacio de preferencia precisamente por hacer cosas que no pueden verse en ningún otro sitio». Parece que le faltó decir salvo en las mejores cárceles del mundo o en los mejores antros de delincuentes de guante blanco, (perdonen el exabrupto).
Entonces pareciera que comienza a aparecer una de las causas de este cataclismo: el Estado no ha regulado y controlado lo suficiente y esto se puede deber a su incapacidad para hacerlo. Volvamos a Bello: «Todo el mundo reconoce ahora que la capacidad de Wall Street para innovar y descubrir instrumentos financieros más y más sofisticados ha ido mucho más allá de la capacidad regulatoria del Estado, y no porque el Estado no fuera capaz de regular, sino porque la actitud neoliberal, de laissez-faire, imperante impidió al Estado diseñar mecanismos efectivos de regulación». No se trata de incapacidad sino de una política expresa de «dejar hacer, dejar pasar» y entonces se hizo y pasó de todo, y dentro de este aquelarre los más agudos y sagaces financistas innovaron sobre cómo estafar a un público de incautos creyentes, a esos mismos a los que se les está pidiendo ahora un acto de Fe.
Sin embargo se pronunciaron palabras que no fueron escuchadas, como por ejemplo (ejemplo ¿de qué?) Georges Soros: «que lo vio venir, dice que lo que estamos pasando es la crisis del sistema financiero, la crisis del "gigantesco sistema circulatorio" de un "sistema capitalista global… que está reventando por las costuras". Para seguir con la idea del archiespeculador, a lo que estamos asistiendo es a la intensificación de una de las crisis o contradicciones centrales del capitalismo global, cual es la crisis de sobreproducción, también conocida como sobreacumulación o sobrecapacidad. Se trata de la tendencia del capitalismo a construir una ingente capacidad productiva que termina por rebasar la capacidad de consumo de la población debido a las desigualdades que limitan el poder de compra popular, lo cual termina por erosionar las tasas de beneficio». Hasta Soros dice que el capitalismo tiene contradicciones ¿siguiendo a Carlos Marx?

jueves, 27 de noviembre de 2008

Todo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo

Con este título, que remeda una película de Woody Allen, el economista y politólogo Walden Bello, profesor de la Universidad de Filipinas (Manila), dice en una entrevista que, quien más o quien menos, todos nos hacemos las mismas preguntas sobre la actual crisis financiera: «¿Ya pasó lo peor? ¿Qué causó el colapso del centro neurálgico del capitalismo global? ¿Fue la codicia? ¿Fue falta de regulación? Pero ¿no hay nada más? ¿No hay nada sistémico? ¿Qué tiene que ver la crisis de sobreproducción de mediados de los años 70 con los acontecimientos recientes? ¿Qué pasó, pues? ¿Cómo trató de resolver el capitalismo la crisis de sobreproducción? ¿En qué consistió la reestructuración neoliberal? ¿En qué medida la globalización de los 80 y los 90 fue una respuesta a la crisis de los 70? ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? ¿Cuáles fueron los problemas de la financiarización como vía de salida a la crisis de sobreproducción de los 70? ¿Por qué la financiarización es tan volátil? ¿Cómo se forman, crecen y estallan las burbujas? ¿Cómo se formó la presente burbuja inmobiliaria? ¿Y cómo creció? ¿Cómo pudieron las hipotecas subprime degenerar en un problema de tales dimensiones? ¿Y cómo es posible que los titanes de Wall Street se desplomaran como un castillo de naipes? ¿Qué pasará ahora?».
El problema que enfrentamos es que muy pocos pueden tratar de contestarlas y entre ellos son menos aún los que pueden ser confiables en sus respuestas. Una gran parte de los especialistas con capacidades semejantes están atados, son empleados, son socios, o alguna de esas cosas, de los mismos que especulan desaprensivamente y que han logrado llevar el mundo hasta un abismo como el actual. Tal vez, el problema resida en que se ha dado un fenómeno de causas concurrentes que han terminado en el derrumbe de Wall Street. Equivale a decir que no se debe sólo a la codicia y a la falta de regulación estatal de un sector que ha escapado a todo lo previsible y ha inventado mil y un artilugios para no ser capturado en la red de las conductas punibles. Sino que también, además y sobre todo, encuentra en su génesis la crisis de sobreproducción que ha venido minando al capitalismo globalizado desde mediados de los 70. Walden Bello afirma que muchos en Wall Street todavía están digiriendo y tratando de comprender todo lo que ha ocurrido realmente, en estos últimos tiempos, y que se ha precipitado en una catarata de sucesos que va a llevar tiempo comprender en profundidad.
Describe estos fenómenos sintetizando de este modo: «Entre 1 y 3 billones de dólares de activos financieros evaporados. Wall Street, nacionalizado, con la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro tomando todas las decisiones estratégicas importantes en el sector financiero, y a todo eso, con un gobierno que, tras el rescate de AIG, pasa a dirigir la mayor compañía aseguradora del mundo. El mayor rescate desde la gran depresión, con 700 mil millones de dólares reunidos a la desesperada para salvar al sistema financiero global». De allí la broma que circula sobre la sovietización de Wall Street.
Lo que podemos ver es que las explicaciones habituales ya no bastan. Los acontecimientos excepcionales requieren explicaciones excepcionales. Pero dónde están los que pueden darlas cuando las cabezas geniales muestran tanta perplejidad. Mientras se precipitan las medidas una detrás de la otra empieza a quedar claro que no hay una estrategia para afrontar la crisis. Esto exigiría la presencia de comandantes estratégicos con amplitud de miras, y no los hay. La enorme cifra de muchos ceros de dinero para el rescate no es una estrategia, sino, básicamente, un esfuerzo a tontas y locas para restaurar la confianza en el sistema, para prevenir el deterioro de la fe en los bancos y en las otras instituciones financieras. Para evitar, en definitiva una corrida masiva de retirada de fondos de los bancos como la que ocurrió en la Gran Depresión de 1929.

martes, 25 de noviembre de 2008

Ya se abren nuevos caminos

La Naturaleza nos enseña que la vida se renueva constantemente, unas cosas nacen otras perecen, hay especies que desaparecen y otras nuevas que se detectan, etc. Pareciera que hay una ley de la vida que nos muestra que el proceso evolutivo requiere de espacios para lo nuevo por lo que debe dejar lugar lo que va muriendo. Si bien puede pensarse que encabezar una nota de este modo suena muy biologista, creo que es un modo de apelar a la metáfora para ensanchar nuestros horizontes de comprensión. Ya dije, alguna vez, que la catarata informativa nos arrastra en un torrente en el cual todo sucede como en un calidoscopio. La vertiginosidad de los sucesos ciega los ojos para una mirada más global y de largo plazo. Por ello, como el gaucho que lleva ya muchas leguas galopando hace un resuello para recuperar aliento y para dejar que su caballo descanse. Hagamos lo mismo con nuestro pensamiento, saquémoslo de lo inmediato para contemplar el paisaje más abarcador.
Mientras estuvimos mirando los altibajos del mundo financiero, otro mundo, agazapado, sigiloso, pausado, va dando pasos que lo encaminan hacia una curva de los acontecimientos en la que se comienza a avizorar horizontes diferentes que dibujan nuevos paisajes sociales. La siguiente frase de Carlos Gabetta nos invita a mirar hacia otro lado, mucho más cercano: «el hecho concreto de que América Latina, al menos América del Sur, está tomando las cosas en sus manos. Y no ciertamente sólo a nivel declarativo, político, superestructural; está dando muestras cada vez más claras de aspirar a una verdaderamente propia solvencia económica». Palabras que no hubiera sido posible escribir unos pocos años atrás y ahora se puede «porque los dirigentes sudamericanos van descubriendo poco a poco que la situación está cambiando».
La sorpresa al leer estas palabras obliga a preguntarle qué cosa ha pasado para que permitiera esto: «La situación mundial, la hemorragia en las entrañas del sistema capitalista, va obligando a todos, les guste o no, lo hayan entendido o no, lo hayan aceptado o no, a buscar nuevas salidas, porque el propio sistema ya no ofrece las habituales. Así, la política ya no responde a las mismas exigencias, lo que pone en desuso los métodos políticos. Tampoco son los mismos los aliados en quienes confiar». Está describiendo la contracara de la crisis, la que no reflejan los medios: el declive del imperio americano le está restando influencia en el mundo. En América Latina se está tomando debida nota sobre ello, al punto que entre los dirigentes políticos se está produciendo una profunda fisura: de un lado un puñado de ciegos cuyos intereses están aferrados a los dictados de un sistema que se derrumba, del otro aquellos que son capaces de levantar la mirada y comprender que es necesario prepararse para emprender nuevos rumbos y hasta por sus mismos intereses políticos les conviene el cambio. Por ello dice Gabetta «les guste o no, lo hayan entendido o no, lo hayan aceptado o no», así como a algunos sectores de las burguesías latinoamericanas les conviene entender que se abren nuevos caminos en los que pueden encontrar otras oportunidades de negocio.
El panorama que enfrentamos habla a las claras de que un modo de ganar dinero está desapareciendo: la especulación financiera. Este modo que ha perdido la cordura y en el que la codicia, como ya vimos, ha pretendido quedarse con todo, con el riesgo de quedarse con poco o nada, no puede seguir teniendo cabida después de que todo este vendaval pase y se pueda reconstruir lo que quede. En esa reconstrucción, que llevará tiempo y por la que se deberá pagar un precio muy elevado, los dirigentes políticos que van comprendiendo van tomando posición para enfrentar lo que sigue con las mejores armas. En fin, ¡un poco de optimismo!

martes, 18 de noviembre de 2008

El capitalismo ¿se acaba?

Así como hemos podido pensar, siguiendo a personalidades intelectuales importantes, los vaivenes de esta crisis mundial y extraer de ello una mirada de mucha desconfianza respecto de lo que pasa y de lo que nos dicen que pasa, es necesario que alarguemos la mirada y nos propongamos pensar hacia un futuro más lejano. La caída del Muro de Berlín había aletargado la posibilidad de criticar el sistema capitalista occidental. Esto suponía la necesaria reivindicación del estatismo soviético. No había mucho espacio para aventurarnos a pensar en otras alternativas. El panorama del mundo actual tiene la virtud de habilitar un ámbito de ideas para un debate más a fondo y de alternativas que permitan aventurar el pensamiento por nuevos caminos.
Para introducir una lógica diferente en este debate actual, que está tan cerrado en torno a las prácticas financieras y sus consecuencias, propongo escuchar a una autoridad académica de sobrado prestigio, el profesor Immanuel Wallerstein, investigador del departamento de sociología de la Universidad de Yale. Su larga trayectoria de reconocimiento mundial nos obliga a leer con respeto sus análisis. Ante la pregunta que podemos hacernos acerca de si esto que vemos es una de las tantas crisis en que ha caído el capitalismo occidental o es una crisis terminal del sistema, el profesor argumenta: «El capitalismo es omnívoro, capta el beneficio donde es más importante en un momento dado; no se contenta con pequeños beneficios marginales; al contrario, los maximiza constituyendo monopolios. Pero pienso que las posibilidades de acumulación real del sistema han llegado a su límite. El capitalismo, desde su nacimiento en la segunda mitad del siglo XVI, se alimenta de la diferencia de riqueza entre un centro, en el que convergen los beneficios, y periferias (no necesariamente geográficas) cada vez más empobrecidas».
Este modo de plantear el problema, con una mirada histórica, no aparece en los medios de información pública. Éstos nos acostumbran a pensar dentro de tiempos muy cortos y ello ciega la visión respecto de los grandes procesos. Esta lógica lo lleva a esta convicción: «Pienso en efecto que hemos entrado después de treinta años en la fase terminal del sistema de capitales. Lo que diferencia fundamentalmente esa fase de la sucesión ininterrumpida de los ciclos coyunturales anteriores, es que el capitalismo ya no llega a “hacer sostenible el sistema”. La situación se hace caótica, incontrolable por las fuerzas que la han dominado hasta ese momento, y se ve aparecer una lucha, y no entre los poseedores y adversarios del sistema, sino entre todos los actores, para determinar lo que lo va a reemplazar».
Es necesario reconocer que el capitalismo es el sistema que ha sabido producir, de manera extraordinaria y notable, el máximo de bienes y riquezas, aunque la distribución haya sido muy injusta. Pero no se puede ignorar que la suma de las pérdidas que ha engendrado no han sido pocas: el medio ambiente, las sociedades de trabajo explotado, marginación creciente, etc. Todo esto lo lleva a decir: «Nos encontramos en un período, bastante raro en el que la crisis y la impotencia de los poderosos dejan sitio al libre albedrío de cada cual: hoy existe un lapso de tiempo durante el cual cada uno de nosotros tiene la posibilidad de influenciar el futuro a través de su acción individual. Pero como ese futuro será la suma de una cantidad incalculable de esas acciones, es absolutamente imposible prever qué modelo terminará por prevalecer. Dentro de diez años, tal vez se vea más claro; en treinta o cuarenta años, habrá emergido un nuevo sistema. Creo que, por desgracia, es igual de posible que se presencie la instalación de un sistema de explotación aún más violento que el capitalismo, como que se establezca un modelo más igualitario y redistributivo».
Estamos frente a un horizonte abierto e impredecible en el que hay muchas posibilidades, buenas y malas, esto nos impone una responsabilidad mayor para que nos involucremos en esa construcción desde nuestras pequeñas posibilidades, dentro de las cuales estudiar y prepararnos para tener voz en este debate es una de las más importantes.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Para intentar comprender

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Otro aspecto de no menor importancia, que aparece todavía dentro de una nebulosa, es qué es lo que va a seguir a esta coyuntura. La creciente intervención de los estados en la resolución de la crisis financiera, cuyo piso no se detectado todavía, que ha llegado en varios países como EE.UU., a una parcial nacionalización de algunas entidades financieras, ha sido interpretada por ciertos especialistas como el fin de la época neoliberal. Ésta se inició en EE.UU. por el Presidente Reagan y por la Sra. Thatcher en Gran Bretaña, hace treinta años. El profesor Vicenç Navarro nos cuenta: «Así, mientras al principio de tal periodo, en 1980, el gasto federal que iba destinado a personas (a través de transferencias y servicios públicos a personas) representaba el 38% el gasto militar representaba el 41% de todo el gasto, y el gasto de apoyo a las empresas (incluido las financieras) representaba el 21% del total, a finales de tal periodo en 2007 el gasto a las personas había descendido al 32% mientras que el gasto militar había subido al 45% y a las empresas el 23%. Este último porcentaje ha subido de una manera espectacular a raíz de la compra de activos y apoyos a la banca por parte del gobierno federal».
Estas observaciones son muy interesantes porque no es lo que aparece en la información pública. Nos permite comprender que lo que estamos presenciando en estos días puede no ser interpretado como un cambio de doctrina sino como una expansión de la aplicación de la misma, que se ha ido manteniendo durante todo ese periodo. Decía en una nota anterior que uno se pierde en esta enmarañada red de informaciones contradictorias. «El establecimiento de la nueva autoridad del gobierno federal (que gastará más de 700.000 millones de dólares, además de los que ya ha gastado, representando en total un 17% del PIB estadounidense) está dirigido por el mismo equipo y las mismas personas que dirigieron la banca Goldman Sachs y otros centros financieros de Wall Street. Como dijo el Senador Sanders (el único senador que pertenece a la Internacional Socialista en el Congreso de EE.UU.) la creación y modus operandi de tal agencia es “la instrumentalización más abusiva del estado por parte de la banca en la historia de EE.UU”».
No es sencillo desenmarañar la madeja que nos muestran. Me parece que el profesor nos está advirtiendo respecto de una posible maniobra que en vez de terminar con una técnica de administración fraudulenta la está consolidando. «El gobierno federal compra las hipotecas basura de la banca y otras acciones, a la vez que renuncia al voto que tal compra le permitiría utilizar en la toma de decisiones de la banca intervenida. Lo que estamos viendo no es pues el fin, sino la continuación del neoliberalismo. Es más. La banca y el mundo empresarial quieren aprovechar esta crisis para continuar avanzando a través de medidas neoliberales tales como la reducción de salarios, el aumento de la precariedad, la reducción del gasto para las personas, la privatización de la seguridad social (sí, sí, lo ha leído bien, la privatización de la seguridad social), el aseguramiento privado de la sanidad y otros servicios del estado del bienestar. Hemos visto, incluso en España, como portavoces del mundo empresarial y financiero han pedido inmediatamente una expansión de muchas de tales políticas públicas como manera de resolver la crisis financiera actual. Si ello ocurriera, sería ya la victoria final del neoliberalismo».
Los bandidos que se sientan en los directorios de esas empresas están altamente capacitados para este tipo de maniobras, y algunos de ellos se convierten en funcionarios del Estado de los países centrales para fortalecer la retaguardia en esta dura batalla contra todos nosotros. Seguir este proceso, aunque ello requiera un esfuerzo muy grande a todos nosotros, es un modo posible de estar atentos ante lo que pueda pasar y no dejarnos engañar por tanta basura informativa que nos ofrecen los medios asociados a esas empresas.

martes, 11 de noviembre de 2008

Ha llegado el tiempo de volver a repensar todo

Decía antes que la crisis que nos envuelve tiene la facultad de habilitarnos a pensar hacia mañanas diferentes, pero sólo en la medida en que nos permitamos hacerlo. Para ello debemos comenzar a pensar en términos de estructuras amplias y no desde las circunstancias cotidianas que nos arrastran en el fragor de las subas o bajas de las Bolsas del mundo. Este vaivén de los precios es también el resultado de la desorientación y la impotencia en la que se encuentran sumergidos muchos de los actores de este juego de casino. Por lo tanto, creo necesario arriesgarnos en la aventura de analizar los grandes procesos, aun con la conciencia de no contar con toda la información necesaria, y de que parte de la que disponemos se encuentra distorsionada por los que nos la proveen, los medios de comunicación.
Partiendo de la tesis de que la crisis financiera, resultado de un largo proceso que reconoce no menos de tres décadas de funcionamiento de lo que Susan Strange denominó en 1986 el “capitalismo casino”, es de una envergadura con pocos antecedentes. Se impone, como señala Carlos Gaveta de Le Monde Diplomatique, asumir que: «exhibe los síntomas de una fase decisiva» que empuja hacia dos salidas posibles: «o se arbitran medidas de control y distribución severas, o el mundo seguirá deslizándose por la pendiente hacia el caos, la violencia y la anarquía. Pero aunque se lograse evitar un desplome brutal, el mundo entero deberá afrontar un largo periodo de serias dificultades: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón ingresan en una recesión durable. Con inflación además, debido al aumento de los precios de los alimentos y la energía, entre otros».
Todo ello se vienen dando dentro de un marco en el que la sociedad capitalista encontró varios atajos para llegar a una disminución de los costos de producción, siempre en la búsqueda de la maximización del lucro: a.- el avance tecnológico posibilitó la automatización de muchos procesos y su correlación en la necesidad de disminuir la mano de obra ocupada; b.- la deslocalización de la producción con la expectativa de encontrar lugares de menor costo salarial e impositivo, y de poco o nulo control de la seguridad del trabajador; y c.- el alejamiento de los países donde la regulación impone costos mayores. Todo ello dio como resultado un aumento de la producción y de la productividad con una cada vez menor necesidad de trabajo humano.
La consecuencia obligada de todo ello, que vienen reflejando los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, es una distribución injusta de la riqueza que avanza en proporciones alarmantes. El ministro de Trabajo de Alemania, Olaf Scholz, hizo público un documento oficial que muestra claramente todo esto: el aumento de la pobreza y de la riqueza, simultáneamente y resultado del mismo proceso. «El 13% de los alemanes vive hoy bajo el nivel de pobreza, mientras otro 13% no es considerado “pobre” porque recibe asistencia del Estado». Equivale a decir que el país que a fines de los ochenta hacía ostentación de un capitalismo distribuidor, con fuerte presencia del Estado en la protección social, y de plena ocupación, hoy reconoce que un cuarto de su población está desempleada. Si bien la mitad recibe un salario de desempleo este ha disminuido con respecto al de tiempo atrás. Otro tanto podría decirse de los demás países centrales, a lo que debe agregarse lo que se viene.
Gaveta pronostica: «En pocos años más las “deslocalizaciones” habrán agotado los salarios más bajos del último confín del planeta y la puja entre la tasa de ganancia capitalista y el precio del trabajo se hará permanente. Las tasas de marginalidad continuarán aumentando, con la consiguiente situación de conflicto sistemático e ingobernabilidad». Por ello se muestra mesuradamente esperanzado en que los cambios necesarios sean aceptados por todos: «Es importante que al menos parte de los sectores que hoy se oponen ferozmente a esos cambios acaben por comprender que también resultan de su interés». Porque en este camino el riesgo de perderlo todo puede influir en comenzar a negociar una salida menos abrupta.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Ni crédulos ni escépticos

El mundo, por lo menos el occidental, ha recibido un adoctrinamiento durante las últimas décadas que se propuso convencer a su público, masificado por los medios de comunicación, que el Estado no debía inmiscuirse en los asuntos privados (entendido esto como la actividad productiva, financiera y comercial). Esta prédica era la consecuencia de lo establecido por el Consenso de Washington (donde consensuaron ellos con ellos). Desde la perspectiva que posibilita la distancia histórica, aunque no muy grande no por ello menos educativa, estamos en condiciones de hacer una primera evaluación de esa doctrina.
Lo primero que sorprende es la dualidad del mensaje y de la doctrina que lo sostiene. Debemos remitirnos necesariamente a la situación financiera actual. El libre juego del mercado ha conducido la actividad financiera hacia el abismo. Se podría pensar entonces que como en el mercado libre los actores asumen el riesgo empresario las pérdidas que acumulan sus balances deben ser soportadas por los que arriesgaron. Sin embargo, como ya es público y notorio, pidieron socorro a los respectivos Estados nacionales para evitar la “catástrofe”. Se comprenderá la perplejidad en que se deben encontrar muchas personas como yo. Cuando comenzamos a creerles cambiaron la doctrina. Eso no vale, es como cambiar las reglas del fútbol en la mitad del partido.
En la doctrina lucía con luces brillantes la necesidad de la reducción del papel del Estado en las esferas financieras y económicas, pero esta reducción terminó ahora con medidas claramente intervencionistas para la resolución de los problemas que existen y de los que se avizoran a nivel mundial. Sin embargo, si dirigimos la mirada hacia atrás podemos ver que lo que proclamaban en el discurso no se correspondía con lo que se hacía en los países abanderados en la mencionada campaña doctrinaria. Leamos lo que nos cuenta el profesor Vicenç Navarro, de la Cátedra de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra:
«Esta supuesta reducción del estado durante la época neoliberal (1980-2008), sin embargo, no ocurrió en realidad. En EE.UU., país considerado como la máxima expresión del neoliberalismo, las intervenciones estatales crecieron durante aquella época. El gasto público, por ejemplo, se incrementó notablemente, pasando de representar el 34% del PIB en 1980 al 38% en 2007. El gasto público per capita también subió de 4.148 US $ en 1980 a 18.750 en 2007. Y los impuestos subieron de un 35% en 1980 a un 39% en 2007. En realidad el Presidente Reagan fue el Presidente que subió más los impuestos en tiempo de paz en toda la historia de ese país. Los recortó muy notablemente para el 20% de las familias de renta superior, pero los incrementó para todo lo demás. En resumidas cuentas, no hubo una disminución del papel del estado en la sociedad estadounidense sino un cambio muy significativo de sus prioridades, como lo demuestran los cambios que han tenido lugar en el presupuesto federal durante el periodo neoliberal».
Pero ¿cómo entender esto si nos habían explicado que “había que achicar el Estado para agrandar la Nación”?, salvo que tanto Rehagan como sus sucesores no hayan querido “agrandar la Nación”. Estos datos muestran como el discurso liberal (supuestamente antiestatal) sólo se aplica a cierto tipo de intervenciones: aquellas relacionadas con el bienestar de las personas, primordialmente de las clases populares. No así a la mayoría del gasto e intervenciones públicas que se refieren a los niveles más altos de la población. «Hay pues que señalar que durante el periodo liberal hubo un desfase entre el discurso retórico neoliberal y la realidad. Como bien dijo John Williamson, el intelectual más influyente dentro del consenso neoliberal de Washington “Tenemos que darnos cuenta de que lo que el gobierno federal de EE.UU. predica en el extranjero y lo que hace en casa no son lo mismo”».

martes, 4 de noviembre de 2008

Mientras se salvan bancos se mueren de hambre los pobres

Cuando se está en alta mar en medio de una tormenta que pone en riesgo la vida de los tripulantes lo prioritario es salvarse. La metáfora es estremecedora y permite comprender que se piense sólo en salvarse. Puede ser que no haya alternativas o que haya que dejarlas para después, si hay después. Entonces preguntarse si la tormenta no era previsible, si se llegó a ese punto de extremo peligro por no haber previsto otros cursos posibles. El capitán de la nave, máximo responsable intentará convencernos que lo fundamental es mantener la nave a flote porque es el modo de salvarse y que los debates deben postergarse. Claro está que podría pensarse que en medio de la tormenta se podrían perder los documentos y datos que permitirían luego una investigación sobre las causas y las responsabilidades. Al mismo tiempo describir la situación como extrema obliga a tomar decisiones inmediatas que pueden impedir correcciones posteriores, y que no permiten atender otras prioridades también importantes.
Esta especie de parábola me hace pensar si realmente la crisis financiera es de tal dimensión que se parece a la tormenta o si ésta es el mejor modo de no permitirnos pensar en otro tipo de salida a esta situación, que repartiera los costos de otro modo. Queda claro que la amenaza de catástrofe borra todo otro tipo de planteo y obliga a aceptar lo que proponen los “expertos”. Me pregunto entonces ¿no fueron esos expertos los que no advirtieron lo que se estaba incubando, o sabiéndolo no hicieron nada para anunciarlo y evitarlo? Si es así ¿por qué en los salvatajes propuestos no se hace una discriminación entre culpables y los que sufren las consecuencias? ¿por qué el dinero se les entrega a los mismos que, a primera vista, aparecen como los responsables? ¿por qué se acepta salvar a los que especularon con el dinero de los contribuyentes? El capitalismo es un sistema que se describe como de libre mercado y por lo tanto de riesgo empresario ¿por qué hay que cubrir las pérdidas de los que por especular irresponsablemente perdieron? No merecen la misma consideración de que cuando ganan: todo es de ellos, ganancias y pérdidas. Acaso se recurre con dineros públicos a cubrir las pérdidas de las empresas pequeñas y medianas cuando las ha afectado alguna crisis, dejando mucha gente sin trabajo. ¿Cuál es la diferencia?
Gran parte de mis dudas me las hizo pensar el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, democristiano militante, cuando desde la altura de su cargo, con sus responsabilidades, «se muestra escandalizado porque se destinan 700.000 millones de dólares para salvar a los banqueros en lugar de destinarlos a la lucha contra la pobreza. Defiende la economía social de mercado de la UE y apuesta por un sistema bancario más regulado y transparente».
Ante lo inevitable debe aceptar la decisión de los máximos responsables políticos y dice: «Lo más importante ahora es ver qué podemos aprender. Desgraciadamente nuestros socios americanos rechazaron más transparencia y más control en el campo financiero. Estoy aconsejando a las instituciones y gobiernos europeos que empiecen a desarrollar una legislación política europea con más transparencia y más control en el sistema bancario». Y agrega: «No podemos permitir que tras la crisis monetaria, los americanos pongan 700.000 millones de dólares en el sistema bancario, es decir, a unos bancos que ganan dinero para su uso privado. Además, hay otro aspecto. Nunca comprenderé que haya 700.000 millones de dólares de los contribuyentes disponibles para salvar al sistema financiero y no para luchar contra el hambre del mundo. Esto no es aceptable y por esto propongo correcciones». El señor presidente ¿sabrá algo que no puede decir?