jueves, 26 de febrero de 2009

Fabricando políticos I

Todo lo que he venido diciendo respecto de la relación entre la comunicación y la política encuentra, para mi sorpresa, una plena confirmación en esta nueva “etapa pedagógica” que ha comenzado la Sociedad Rural, que invita a todo interesado a ingresar en la política por esa “tradicional” puerta. Es que hasta ahora, y a lo largo de los últimos siglos, los estancieros tomaban decisiones desde sus estancias. Ahora parece que desean darle un carácter más institucional para lo cual se han lanzado a la preparación de sus “propios cuadros políticos”. El lector ingenuo debe estar pensando que se va a crear un nuevo partido político, pues no, todo eso ya lo han hecho con muy malos resultados lo que los llevó a acudir a los cuarteles para el logro de sus propósitos, y lo consiguieron.
Pero “todo cambia” y hoy esos caminos ya no están transitables porque mucha gente ha madurado, aunque todavía resten bolsones de crédulos que acuden a los mismos señores para lograr cosas diferentes, es decir una tontería. La vía de acceso a las “instituciones de la Constitución” (como gustan decir los que casi nunca la han respetado) se ha definido por la mecánica electoral (lo que no excluye los intentos de degastar a esas mismas instituciones, según ellos mismos han confesado). Entonces han ideado una estrategia de “infiltración” en aquellos partidos dispuestos a agregar en sus listas a los egresados de esos cursos. Luego, «La intención es llenar el Congreso, legislaturas provinciales y locales con “la gente del campo”», han manifestado. Nos faltaría saber que harán esos “futuros legisladores” respecto de sus respectivos partidos, respetarán la disciplina partidaria o harán un bloque propio. Esto último sería traicionar la voluntad del votante.
La estrategia de la SRA, que representa a los grandes estancieros, «grafica un vocero, es sumarse a las boletas de los distintos partidos, no crear una estructura propia ni apostar sólo a un sector, y trabajar dentro de los espacios legislativos como un inter-bloque. Somos como los agentes de inversiones financieras. Tenemos que apostar un poco a los bonos, otro en acciones y en el dólar; si jugamos sólo con uno podemos perder, así por lo menos diversificamos los riesgos». No puede quedar duda alguna, está claro en las palabras de los impulsores de este proyecto, la política es un juego de apuestas y como recuerdan los errores del pasado, como dije antes, ahora apelan a una invasión de “los del campo” en las instituciones legislativas con un propósito manifiesto “ganar”.
Ganar espacios de poder para imponer por esta nueva vía lo que la historia de la Argentina nos muestra que han por las otras. Es la vieja y siempre renovada voluntad de poder de los estancieros de convertir el país en una gran estancia. Aquel que se tome el trabajo de seguir con atención todas las manifestaciones de los dirigentes de la famosa Mesa de Enlace podrá comprobar como, a pesar de las vueltas que le dan al discurso, siempre se trasluce esa voluntad.
La estructuración de los cursos correspondientes y sus contenidos nos ha sido revelada por una periodista de Página 12, Alejandra Dandan, quien participó de su inauguración. Así es que nos enteramos de qué se dice y de quiénes lo dicen. Todo esto no debe quedar como una simple anécdota de la política, de que entendamos que es lo que se está tramando dependen los años venideros. El proyecto es el mismo de los últimos siglos, las intenciones son las mismas, lo que cambia es el maquillaje: ahora vienen “vestidos” de demócratas.

lunes, 23 de febrero de 2009

Mentir diciendo algo de verdad

La globalización (para ser más específicos: la norteamericanización) del mundo trajo aparejado la necesidad de un manejo de la información bursátil que potenció el desarrollo tecnológico de los medios de comunicación. Hablé en la nota anterior de la trama de intereses que se escondía detrás del sistema comunicacional. Estos comprendieron con bastante claridad la enorme gama de posibilidades que se ponía a su disposición. Puesto que otra de las consecuencias del proceso mencionado es el entrelazamiento más profundo entre negocios y política. Si los medios pueden convencer al público, a través de su aparato publicitario, que se consuma lo que se publicita ¿como no utilizar esto para la política? Estas últimas décadas hemos podido observar las mismas técnicas de marketing para vender mercancías como para vender candidatos políticos.
Establecido el mecanismo de mercado aplicado a la política, los candidatos se fueron convirtiendo en productos políticos. El resultado de esta conversión fue que los grandes empresarios de los medios (los que se entremezclan con las de todo tipo de actividad comercial) pasaron a ser un factor de poder fundamental en el juego del marketing político y, de este modo, pasaron a ser actores políticos de importancia decisiva. La relación medios y políticos puede observarse en las campañas electorales y comprobar cuántos de los que se postulan son en realidad una invención de esos medios, sin que algunos de los candidatos tenga representación real de ninguna especie. También pueden colocar a algún candidato en el primer plano de la popularidad (como se hace con algunos cantantes) o pueden intentar destronar a otro con una campaña difamatoria. Para esto último no hay límites. Veamos un hecho reciente.
El llamado a elecciones para aprobar o rechazar la enmienda constitucional en Venezuela ha sido un tema de largo tratamiento en la prensa internacional y local. La llamada reelección indefinida se planteó como un intento de perpetuación en el cargo del actual presidente Hugo Chávez. Y como todo intento de esta naturaleza parece lógico hablar de dictadura. Sin embargo, nos dice el politólogo Atilio Boron: «La existencia de una norma semejante rige en los principales países de Europa: es por eso que Helmut Kohl pudo ser canciller de Alemania durante dieciséis años y si no continuó en el poder fue debido a un escándalo financiero que lo desacreditó ante la opinión pública de su país. Felipe González fue presidente del gobierno de España durante catorce años y Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido por once años. Si no continuaron en sus cargos fue porque perdieron el consenso popular, no porque hubiera una cláusula de “no reelección” que lo impidiera».
Los medios debieron haber recordado al público internacional que los siguientes países europeos incluyen en sus regímenes electorales la reelección indefinida del presidente o del primer ministro o de ambos según el caso: España, Francia, Italia, Portugal, Alemania, Eslovaquia, Suecia, Inglaterra, Dinamarca. Bélgica, Grecia, Chipre, Eslovenia, Letonia, Países Bajos y Luxemburgo. Es decir, el referendum de Venezuela planteó la consulta por un sistema similar a los de los mencionados países europeos. Pero no garantiza la elección indefinida de nadie, puesto que deberá ganar cada una de las elecciones a las que se postule y esto vale también para la oposición. No le pregunto al lector si Chávez le gusta o no, le propongo reflexionar sobre el diferente tratamiento que se hace en un caso u otro. Tengo la seguridad de que nunca oyó hablar del dictador Helmut Kohl, la dictadora Margaret Thatcher, el dictador Felipe González, etc.
Habíamos hablado de seleccionar, editar, redactar los datos de cada noticia, acá vemos como se dice algo y se ocultan otros casos similares que desmentirían lo afirmado. Y tampoco se hace mención de lo que nos recuerda Boron: «En suma: la cláusula aprobada ayer es la contrapartida de otra, profundamente democrática también, que le otorga a la ciudadanía la capacidad para desalojar de su cargo a quien mal se desempeñe en el mismo. Esta cláusula revocatoria es un arma formidable que la Constitución Bolivariana puso en manos del pueblo; pero todavía no le ofrecía la necesaria contraparte: la capacidad para reelegir a quien había gobernado bien».
Pues de esto se trata: de saber dónde buscar la información, como corroborarla con otras fuentes, para evitar la manipulación de esa información que realizan los grandes medios internacionales.

viernes, 20 de febrero de 2009

Los entretelones de la información

En notas anteriores me he ocupado del papel que desempeñan los medios masivos en la tarea de comunicar a un público educado en la necesidad de estar “informado”. Esta palabra ha adquirido un estatus de tal magnitud que se suele decir de alguien a quien se quiere alabar que es una persona “muy bien informada” como sinónimo de inteligencia y conocimiento. Aceptemos que el estar bien informado dice de cuanto sabe. Pero se impone una pregunta ¿dónde busca su información? ¿a qué fuentes acude para lograr el conocimiento que se dice tiene? Aquí aparece una cuestión que es de fundamental importancia, puesto que de ella depende la calidad del supuesto conocimiento que exhibe.
En una sociedad de masas, como la que se fue estructurando lentamente desde la Revolución industrial inglesa, en la que se fue estableciendo una mediatización de la información, quiero decir, que entre el informado y el origen de los datos recogidos se fue produciendo un mecanismo, altamente sofisticado hoy, de elaboración de los datos originarios para ser convertidos en noticia. Es la noticia la que circulará por las arterias de los medios de comunicación altamente concentrados. Decir es noticia equivale a decir que hay datos que no lo son. Esto, a su vez, requiere la decisión de alguien que define qué cosa lo es y cuál no. Aquí se produce la mediatización, un sistema que se interpone, que se coloca en el medio, que toma el caudal de datos que atiborran las redacciones de los medios y selecciona.
Hasta aquí podríamos aceptar que en un mundo de la complejidad del nuestro, con la cantidad de hechos que se producen a diario, comunicar todo sería, sin duda, una tarea imposible. Por lo que aceptada esta necesidad debemos preguntarnos con qué criterio selecciona, cómo define qué debe ser comunicado. Una vez realizada esta operación sigue un segundo paso: de ese hecho ¿qué es realmente interesante como para atraer la atención del lector?: cómo se ofrece la mercancía noticia para que sea comprada por el consumidor de la información. Es entonces cuando se da el tercer paso: ¿cómo redactar, editar, presentar, la noticia para el logro de ese objetivo final que es la venta? Porque cualquier medio depende mucho más de la publicidad que del pago del consumidor y el publicista elegirá aquellos medios que sean los más vendidos, para que su mensaje publicitario alcance la mayor cantidad de gente posible.
Hasta acá estamos en un nivel de análisis que se dirige a la comprensión del negocio de la comunicación, negocio sin el cual los grandes medios no existirían. Entonces aceptemos algo más: la información es un negocio del que vive una cantidad muy importante de personas y que cumple un servicio necesario para una sociedad altamente compleja. El nivel de tecnología que ha incorporado para ofrecer una información que se ofrece como casi instantánea, en vivo y en directo, supone la inversión de importantes capitales que requieren la obtención de una renta necesaria. Este último paso se comenzó a dar en la década de los ochenta y esos capitales fueron provistos por empresas multinacionales, holdings de inversores, financistas varios, etc. Equivale a decir que el periodista tradicional que imprimía sus hojitas y las vendía ya no existe, en su lugar nos encontramos con un entramado internacional de intereses de variado pelaje que incide, directa o indirectamente, en el proceso de selección, filtrado, elaboración, interpretación y comunicación de la noticia.
A esta altura de nuestras reflexiones ¿es muy extraño sospechar que lo que se comunica responde a los interese de esos señores que ponen su dinero? ¿es ser demasiado desconfiado creer que lo que llega a nosotros es el resultado de una densa red que deja pasar sólo aquello que no perjudique a sus negocios? Voy a continuar pensado en este tema.

lunes, 16 de febrero de 2009

Un poco de ingenuidad bueno… pero tanta

Lo que dije en la nota anterior no descalifica en lo más mínimo la cualidad moral del Paul Krugman, por lo que vamos a seguir leyendo de sus declaraciones muestra una plausible entereza personal que intenta introducir en la política. Sus acusaciones a la administración Bush son certeras y graves. Por ello lleva toda la razón en sus señalamientos acusatorios. Lo que intento destacar es que a mí me sorprende lo que podríamos denominar ingenuidad política. Para alguien de su calibre intelectual, que viene batallando desde las páginas del New York Times a favor de su Partido Demócrata, lo cual muestra que está metido en la política grande, se muestre tan sorprendido por los primeros pasos que dio Obama como candidato a presidente y luego ya en el ejercicio de su mandato me suena muy extraño.
Leamos el tono de sus palabras: «En el Departamento de Justicia, por ejemplo, nominados políticos reservaron ilegalmente posiciones no políticas para "estadounidenses de pensamiento correcto" -es su término, no el mío-. El proceso de contratación en el área de Justicia repitió el proceso de contratación durante la ocupación de Irak -ocupación cuyo éxito supuestamente era esencial para la seguridad nacional-, en el cual los aspirantes fueron juzgados con base en su inclinación política, su lealtad personal al presidente Bush… Hablando de Irak, no olvidemos la fallida reconstrucción de ese país: la administración Bush entregó miles de millones de dólares en contratos sin previa licitación a empresas que tenían conexiones políticas, los cuales después no lograron cumplir. ¿Y por qué deberían haberse molestado en hacer su trabajo? Cualquier funcionario gubernamental que intentara hacer valer la rendición de cuentas sobre Halliburton, digamos, rápidamente descubría que su carrera había sido descarrilada».
Y sigue con su descripción: «Con base en mi propio conteo, al menos seis importantes dependencias gubernamentales experimentaron importantes escándalos a lo largo de los últimos ocho años; en la mayoría de los casos, estos escándalos nunca fueron investigados de manera apropiada. Y después estuvo el mayor escándalo de todos: ¿acaso alguien duda con seriedad que la administración Bush haya engañado deliberadamente a la nación para que invadiera Irak? ¿Por qué, entonces, no habríamos de tener una averiguación oficial sobre abusos durante los años de Bush?». Sr Kugman debo recordarle que los argentinos tuvimos a un adelantado en esos menesteres que se llamó Menem y que pertenece a la misma línea de pensamiento. Pero, aun con muchas dificultades, en la Argentina se lo sometió a juicio cosa que parece no se utiliza en la famosa democracia estadounidense.
Krugman les recuerda a los lectores que todo ello ya sucedió en su país: «Durante los años de Reagan, los conspiradores del caso Irán-contra violaron la Constitución de Estados Unidos en nombre de la seguridad nacional. Sin embargo, el primer presidente Bush (padre) indultó a los principales malhechores, y, cuando la Casa Blanca finalmente cambió de manos, el grupo dominante en política y medios de comunicación masiva le dio a Bill Clinton el mismo consejo que le está dando a Obama: deja que los escándalos latentes queden como están. Seguro, la segunda administración Bush retomó justo donde se habían quedado los conspiradores de Irán y la contra; lo cual no causa mucha sorpresa si tenemos en cuenta que Bush de hecho contrató a algunos de esos conspiradores».
Pero, como Ud. mismo recuerda después de Reagan nada se investigó, pero peor todavía, tampoco con Clinton se revisó nada de lo actuado. Entonces, ¿por qué debería hacerse ahora lo que no se ha hecho antes? La investigación del asesinato de Kennedy pareció un cuento para niños (recuerde la película de Oliver Stone) y tal vez sea ese el hecho más grave de la historia política de su país. ¿De dónde saca Ud. tanta ingenuidad?

sábado, 14 de febrero de 2009

Perdón Sr. Krugman, siga con la economía

Yo debo confesar, antes de avanzar en esta nota, que no tengo un gran aprecio por los economistas, aunque debo decir para ser más preciso por la economía como ciencia. Esta disciplina tiene sus bemoles, también sus sostenidos y silencios, sobre todo estos últimos, dado que hay tantas cosas de las que no habla. Y es, precisamente, las cosas de las que no habla las que son las más importantes: el desempleo, el hambre, la distribución injusta, la concentración del capital, etc. Se me podrá decir que, tal vez, porque no le corresponde como ciencia especializada en conseguir la mayor renta posible del capital ocuparse de esas pequeñeces (o externalidades, que suena más académico).
Pero toda esta introducción sólo tiene como objeto hacer una distinción en alguien que llegó a la altura máxima de su carrera al acceder al premio Nobel. Me refiero a Paul Krugman, considerado como un niño terrible para Wall Street. Sus columnas en el New York Times han sido como un látigo en estos últimos tiempos, en los que denunció los manejos financieros y las consecuencias que podrían acarrear, y tuvo razón. Pero, ahora reclama su derecho a pensar como un simple ciudadano, se saca la toga académica para hablar de política. Y lo sorprendente (aunque tal vez no tanto) es que apunta directamente al nuevo presidente a quien apoyó en toda la campaña electoral reciente.
Le reclama y acusa a Obama, y merece ser leído atentamente, de que «no parece dispuesto a investigar las irregularidades de la administración Bush, con lo que, de hecho, los gobernantes no enfrentarán consecuencia alguna, aunque abusen del poder». Porque cuando se le preguntó «si buscaría una investigación sobre posibles crímenes por parte de la administración Bush». Contestó «Yo no creo que nadie esté por encima de la ley», pero siguió diciendo: «pero necesitamos ver hacia delante en vez de mirar hacia atrás».
El laureado profesor, con cierto aire de indignación comenta: «Lo siento, pero si no tenemos una averiguación sobre lo que ocurrió durante los años de Bush -y casi todos han asumido que las declaraciones de Obama equivalen a que no la tendremos- eso significa que quienes tienen el poder de hecho están por encima de la ley, ya que no enfrentan consecuencia alguna si abusan de su poder». Agrega de inmediato: «y existe firme evidencia que funcionarios utilizaron sus posiciones tanto para socavar la protección de los derechos al voto de minorías como para perseguir a políticos demócratas... No solamente es la tortura y el espionaje de comunicaciones, cuyos perpetradores alegan, aunque de manera inadmisible, que ellos fueron patriotas actuando en la defensa de la seguridad de la nación. El hecho es que los abusos de la administración Bush se extendieron hasta la política ambiental… Además, la mayoría de los abusos involucraron el uso del poder gubernamental para recompensar a amigos políticos y castigar a enemigos políticos».
Es muy difícil no estar de acuerdo con el tenor de estas acusaciones, pero no es esto una exigencia de casi imposible cumplimiento frente al poder que siguen detentando todos los posibles acusados más todos sus amigos y socios. No fue Busch un hombre importante de la administración, sólo fue el mascarón de proa del complejo industrial-militar, de los halcones guerreristas. Creo que el economista no tiene en cuenta la estructura de poder de su país. (¿Se habrá olvidado de John F. Kennedy?). Además, como ya dije en notas anteriores, postularse, hacer campaña y asumir la presidencia supone tener conciencia de todo ello. Cuando Krugman lo apoyaba ¿ignoraba todo esto? Esto equivaldría a decir que el excelente economista es muy mal politólogo. Mis respetos al ciudadano Krugman, pero le sugiero, humildemente, que siga con la economía y deje la politología.

miércoles, 11 de febrero de 2009

¿Cuánto mide el metro?

Hemos hablado del dato, de la información, ahora detengámonos un poco en los modos de la interpretación que utilizan los que se proveen de algunos de los datos que se recogen. Con ello construyen alguna propuesta de información, para después lanzarla por los canales de la comunicación. Como la interpretación, que contiene toda información, tiene algún responsable que la practica, lo que sorprende es cómo se aplican criterios tan diferentes según sea quien ha arrojado algunas frases al ruedo periodístico. Podemos leer, en el mismo medio que interpreta y construye información, afirmaciones contrapuestas sobre un mismo tema dependiendo de a quien se le atribuye lo dicho.
Hagamos un ejercicio. Comienzo por una broma que circulaba durante la presidencia de Bill Clinton: paseando por su estado natal, Arkansas, con su esposa se detuvieron a cargar combustible en una estación de servicio. Mientras el empleado cargaba combustible Hillary le comentó a Bill que esa persona había sido un novio suyo en su adolescencia. Bill, entonces, con una sonrisa le dijo: “Si te hubieras casado con él hoy serías la esposa de un simple empleado”. Hillary, le devolvió la sonrisa con picardía y le contestó: “No querido, estás equivocado, él sería ahora el presidente de los EEUU”. Es decir, la broma dejaba traslucir quien era la que realmente decidía. Sin embrago, nunca hemos podido leer en los medios que en los EEUU había un “doble comando”. Recuérdese esto para cuando la nueva dama Michelle Obama haga sentir el peso de sus opiniones.
Sigamos con el juego: «Esto es sólo el principio de un largo viaje de regreso al progreso y la prosperidad» es decir es el tránsito desde el infierno, pasando por el purgatorio, para regresar a ese estado ideal. Esto ¿puede ser catalogado como la queja habitual por la “pesada herencia”? Todavía no hemos oído ni leído que se hayan hecho comentarios por este tipo de afirmación de Obama. «La situación no podría ser más grave. Es inexcusable e irresponsable estancarse y demorarse mientras millones de estadounidenses están perdiendo sus trabajos. Es hora de que el Congreso entre en acción».
El discurso que hemos escuchado aquí, repetidas veces desde el 2003, es que habían fracasado las ideas que sostenían que el mercado lo podía resolver todo. Esto fue analizado como un discurso propio de los “setentistas”, lo mismo que el que sostenía que se debía proteger la industria nacional y los bienes producidos en nuestro país. Ahora nos dicen que Obama está proponiendo la necesidad de comprar lo producido en EEUU para salvaguardar los puestos de trabajo, pero esto no es retrógrado, es la necesidad de navegar la crisis. Agregó Obama: «No vamos a mejorar con las mismas políticas que en los últimos ocho años duplicaron la deuda nacional y pusieron a la economía en caída libre», ¿no habíamos oído decir lo mismo años atrás aquí? Sin embargo no se lo ha analizado con el mismo parámetro. Además el tono agresivo que se le adjudicó al discurso presidencial de aquí, no hace tanto tiempo, debemos compararlo con estas palabras de Obama: «No me vengan con los mismos argumentos e ideas gastadas que ayudaron a crear esta crisis», que a no dudar, no merecerán las mimas críticas.
“No podemos adoptar la fórmula perdedora que dice que sólo los recortes impositivos solucionarán cada problema que tengamos, eso ignora nuestros críticos desafíos como la adicción al petróleo importado, el altísimo costo de los seguros de salud o las escuelas que se caen a pedazos”, dijo Obama en un discurso desde la Casa Blanca. Esta ambigüedad en la interpretación de los analistas nuestros ¿debemos atribuirla a la diferencia de idiomas y a sus respectivas traducciones? O, tal vez, ¿debamos pensar que los medios tienen diferentes “metro patrón” según quien es el que se ve sometido al análisis? Salvo que, como alguien ha dicho, el problema es que Obama ha leído a Perón, pero ese es un Perón para uso “made in USA”, entonces es aceptable.

sábado, 7 de febrero de 2009

El dato se transforma en información

Hemos visto como la unidad más elemental de la información, el “dato”, puede decir algo, mucho o nada, por sí mismo. También la necesidad de su ubicación en un contexto social, cultural, político o económico hace que el mismo “dato” nos trasmita cosas diferentes. Para dar un ejemplo sencillo: “Fulano se quebró una pierna”. Es de suponer que accidentes como ese deben darse muchos por día y cada centro asistencial podría ofrecernos estadísticas al respecto. Se podría pensar que las circunstancias en la que se produjo el accidente le otorgan una relevancia informativa que aporta el señalamiento de una anormalidad que es necesario solucionar. También podría darse el caso en el que la información no está colocando el acento sobre la quebradura de la pierna sino sobre quién puede es el accidentado. Por lo cual el problema no recae en el hecho sino en la persona del accidentado. En este sentido quien sea ella modifica la gravedad del accidente: el ser un deportista importante en medio de un certamen mundial (R. Federer en un torneo) o una actriz en el desarrollo de una obra de teatro, a diferencia de un corredor de motocicletas.
El ejemplo muestra que el simple dato es muy pobre para comunicarnos algo relevante y que lo que convierte ese “dato” en información importante es el contexto del hecho. Ahora bien, es cierto que la totalidad del contexto dentro del cual se produjo el hecho no es materia comunicable, dado que convertiría la noticia en un tratado socio-histórico. Aquí aparece la necesidad de una operación que en el medio periodístico se denomina “editar”. Equivale a decir, quitar todo aquello que no es importante para comunicar la noticia misma. Este recorte requiere la utilización de juicios de valor: ¿qué es lo importante y qué no lo es? A lo que debiéramos agregar ¿quién es el que define uno o lo otro? Porque quien lo hace está tomando decisiones sobre qué es lo que el público “debe saber”.
El Dr. Ismael Clark, Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, comenta este tema: «La información, el discurso, los datos, necesitan ser elaborados e interrelacionados por las personas, con respecto a un tiempo y a un lugar, a una situación dada. Sólo la intervención de las personas puede conferir a la información la categoría de conocimiento». Sin embargo, a pesar de ser todo ello materia de análisis y reflexión en los ámbitos especializados y que todo profesional de la comunicación debiera saberlo, podemos ver como circula por el mundo, a velocidades cibernéticas, cantidades siderales de datos que se utilizan como si fueran información. Por ejemplo: “Un cubano gana cien dólares por mes”. ¿Qué nos dice esto? ¿Cuánto es el valor de cien dólares en el presupuesto mensual de vida de un cubano? Si el cubano tuviera que afrontar los costos de vida de los EEUU es casi nada, pero no es el caso para éste ya que una parte importante de lo que para otros son “gastos” él los recibe del Estado en forma gratuita. Pero esto no se dice con lo cual la “verdad” del dato se convierte en mentira porque trasmite algo y oculta el contexto de ese dato.
¿Por qué me he detenido en estas notas sobre estos “detalles”? Por la necesidad de comenzar a practicar cotidianamente una lectura crítica de los datos que recibimos, ofrecidos como información fidedigna. Nos dirán ¿acaso no es correcto informar que un cubano gana cien dólares por mes? Si el dato contuviera la totalidad de la verdad lo sería. Pero, como hemos podido ver, sólo contiene un aspecto parcial y oculto el contexto en el cual éste se hace comprensible.

lunes, 2 de febrero de 2009

Cómo la mentira puede ser verdad, o viceversa

Debemos esperar un 2009 lleno de complicaciones. Dentro de las cuales juega un papel fundamental la información, sobre ella quiero dejar dicho algo que puede ayudarnos a manejarnos en el año que se inicia. El notable desarrollo tecnológico que se ha expresado en la universalización de la información, en las trasmisiones en vivo y en directo, por las cuales vivimos la sensación de poder saber todo (o casi) de lo que sucede y se piensa en la totalidad del planeta, nos ha sumergido en lo que algunos han llamado la “sociedad del conocimiento”. Es probable que haya sido el investigador austriaco Peter Drucker (1909-2005) quien primero habló de ello. Este concepto ha provocado una confusión de la que es necesario salir para poder pensar con más claridad el mundo dentro del cual nos movemos. No puedo afirmar que la confusión haya sido provocada con toda mala intención, pero sí puedo asegurar que esta confusión ha sido muy funcional a la cultura de la globalización o, dicho de otro modo, a la cultura neoliberal.
La década de los noventa fue el escenario sobre el cual este proceso encontró la posibilidad de exhibir las mil maravillas de sus capacidades. La presencia de Internet generó la idea de un mundo interconectado en tiempo real, sin reparar que el acceso a esa tecnología era sumamente restringido ya que apenas un cinco por ciento de los habitantes del mundo podían hacer uso de ello. Por lo que la impensada capacidad, poco tiempo atrás, de acumulación, procesamiento y transmisión de información, en virtud de los arrolladores avances que ofrecían las ciencias de la información y todas las variantes de las telecomunicaciones, se instalaron como algo que hubiéramos tenido desde siempre, puesto que hay muy pocas preguntas acerca de este fenómeno. Es, entonces, durante esa década en la que los términos conocimiento e información comenzaron a utilizarse como si fueran sinónimos. Es allí donde comienza la confusión de ideas que es necesario señalar para poder superarlas. Veamos.
Lo que circula por los medios electrónicos no es conocimiento y, a veces, ni siquiera es información. Es algo mucho más elemental: son datos. Es, sobre todo, dentro de la información periodística donde la confusión es más cotidiana y donde tengo mis mayores sospechas de que eso no es muy inocente. No me refiero a las manadas de lo que se denomina hoy “periodistas” dentro de las tres modalidades de los medios: escrito, radial y televisivo. En esas personas lo que reina es una ignorancia cultivada con mucha dedicación y esmero (salvo las consabidas excepciones). En el nivel directivo de esos medios se puede observar ya una perversa intención de nadar en ese mar de confusiones muy útiles para desinformar. Debo aclarar que este concepto, extraído de los servicios de inteligencia, hace referencia a un tipo de información cuya intención es hacer creer lo que no ha pasado, u ocultar lo que en realidad se está dando.
Volvamos al dato. Es aquel tipo de información que contiene muy poco, recortado del contexto dentro del cual se lo extrajo, se limita a decir “esto es una cosa”, sin acompañarla de algunas respuestas que definan por qué se habla de “esto” y no de “aquello”; qué hizo que “esto” fuera relevante para ser puesto a la consideración pública; qué es lo que permite afirmar que es esa “cosa” y no otra; por qué esa “cosa” debiera ser informada en ese momento y no en otro, si es que ya se había dado en otras oportunidades; qué es lo que ha convertido lo que esa “cosa” es en algo digno de señalar en ese momento; etc. Para que ese dato, así tratado tan despojadamente, adquiera relevancia debe convertirse en información (adquirir forma), es decir rodearse del contexto que le otorga ubicación en tiempo y espacio, que permite comprender el por qué debe ser comunicado como un hecho relevante. Continuaré sobre este tema.