miércoles, 28 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo VII

Aparece nuevamente la hipocresía, puesto que pareciera que tanta voluntad de actuar contra el delito obtiene muy pobres resultados. «Pero toda la acción ejecutiva del GAFI, por ejemplo, consiste en publicar anualmente listas negras y grises sobre estados que no son suficientemente beligerantes contra el blanqueo de dinero. Y las actuaciones de la policía especializada, cuanto más, logran desmontar grupos dedicados al blanqueo de dinero que han conseguido lavar 50 millones o 150 millones de dólares en un año o en cuatro años, pero nos interesa mucho más que se esclarezca el blanqueo de 200,000 millones de dólares en Estados Unidos, provenientes del saqueo de la URSS al privatizar el patrimonio público, y del delito organizado en ese país».
La información pública habla de la reacción de un subcomité en el Senado de EU que creó una comisión que llegó a multar a 32 bancos norteamericanos, «pero no hubo ningún macrojuicio con docenas de magnates financieros procesados, habida cuenta de la magnitud de la cantidad blanqueada; sí lo hubo tras la llamada Operación Casablanca que desmontó una red en la que, curiosamente, sólo aparecieron implicados bancos mexicanos cuyos dirigentes fueron los únicos juzgados y condenados en México; en EU los juzgaron en ausencia y reclamaron su extradición, cosa que las autoridades mexicanas no autorizaron». Una vez más la hipocresía: tanto escándalo, como ha ocurrido otras tantas veces, levanta mucho alboroto como un modo que ocultar el negocio mayor persiguiendo y encarcelando a los que en la jerga policial se denomina “perejiles”. Esto se hace más evidente cuando la solución se presenta por el control o, mejor aún le eliminación de los paraísos fiscales, medios imprescindibles para blanquear.
«Más de 50 paraísos fiscales en todo el mundo garantizan a los delincuentes globales la posibilidad de blanquear todo el dinero del delito organizado. Desde Liechtenstein hasta la isla de Man y las Bahamas, pasando por Bermudas, Islas Vírgenes, Filipinas, Tonga, Panamá, Islas Mauricio, Aruba o Fidji y un largo etcétera aseguran la máxima opacidad y oscuridad a los cientos de miles de operaciones electrónicas financieras que lavan miles de millones de dólares. Los primeros paraísos fiscales nacieron durante la Guerra Fría de la mano de Gran Bretaña en territorios formalmente independientes, pero bajo el control o fuerte influencia de las autoridades británicas. Hoy acogen más de cinco billones de dólares y son sede de un millón de sociedades y compañías, la mayoría de las cuáles apenas disponen de un pequeño despacho».
Y, junto a la eliminación de los paraísos fiscales, el otro mecanismo perverso que encubre el delito es el secreto bancario, «uno de los principales dogmas del neoliberalismo», que garantiza la libertad de los grandes delincuentes globales para «blanquear tanto dinero sucio como el equivalente a la suma del Producto Interno Bruto (PIB) de los estados de rentas bajas de la Tierra». En 1994, la conferencia de la ONU para la prevención del Delito Transnacional decidió que había que luchar contra el delito organizado global atacándole en los beneficios, pero sólo fue capaz de acordar una recomendación: «Que los sistemas económicos sean más transparentes para reducir la vulnerabilidad de las actividades legítimas frente a la explotación de las organizaciones», y agregó un pedido para que las leyes sobre el secreto bancario fueran menos estrictas.
Pero el secreto bancario continúa. Mientras tanto, el blanqueo de dinero erosiona las instituciones financieras, modifica la demanda de dinero en efectivo, desestabiliza las tasas de interés y el tipo de cambio, aumenta la inflación de los países donde los delincuentes globales actúan bajo referencia y afectan a la estabilidad financiera de los países más vulnerables. «Paraísos fiscales y secreto bancario garantizan la continuidad del blanqueo de dinero. En última instancia, los delincuentes organizados globales son partidarios y practicantes de la desregulación total, el sueño dorado de cualquier neoliberal que se precie». Es decir: la doctrina del neoliberalismo es perfectamente funcional al delito ¿habrá alguna relación entre ambos fenómenos?

domingo, 25 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo VI

El periodista y escritor Xavier Caño Tamayo, participante del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) en España, realizó una investigación que publicó en el Diario la Opinión de Los Ángeles, EEUU, que llevó por título Blanqueo de dinero e hipocresía económica. El solo leer el título ya nos pone en la pista de una sospecha largamente comentada entre amigos o profesionales pero que se tiene mucho cuidado de decirlo en voz alta. Allí afirma:
«Según los cálculos realizados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por la ONU, anualmente se blanquean en el mundo más de 600,000 millones de dólares conseguidos por el delito organizado en todo el mundo. Ese lavado de enormes cantidades de dinero sucio es imposible sin el concurso y la complicidad de buena parte del sistema financiero legal. Al hablar de dinero negro o sucio es preciso hacer algunas precisiones previas. Se denomina así tanto al dinero obtenido en actividades delictivas como al proveniente de la evasión de impuestos, pero las cifras que vamos a dar se refieren al dinero que es fruto del crimen organizado. Ese es un dinero negro que se lava o blanquea, según el término acuñado hace más de 60 años en Chicago, en el esplendor de los gángsters, para utilizarlo en el sistema económico legal».
Dos datos se imponen: a.- la cifra es impactante y está calculada por dos instituciones internacionales; b.- la certeza, dado que no puede ser de otro modo, que sin la complicidad da la banca legal esas operaciones son imposibles. Si la banca internacional tiene por objeto ganar dinero no es difícil de creer que un negocio de las dimensiones que se ha denunciado no tiente a los ejecutivos, con mayor razón en cuanto que por provenir de operaciones ilegales de todo tipo la rentabilidad es largamente mayor que una operación normal. «Lo que está fuera de toda duda es que las grandes entidades financieras se prestan al blanqueo de enormes cantidades de dinero negro por lo que perciben jugosas comisiones. Es impensable imaginar el blanqueo de dinero negro sin la colaboración y la lealtad de algunos de los más grandes bancos de actuación internacional».
De inmediato nos asalta la pregunta: ¿Qué se hace con esa masa de dinero? Nuestro investigador nos dice: «Muy buena parte de esos cientos de miles de millones de dólares, cuando están blanqueados, se invierten en deuda estatal en varios países y se hace de forma arriesgada, en productos especulativos y frágiles que buscan un rendimiento alto y rápido. Es decir, los grandes delincuentes de este mundo controlan una parte muy importante de la deuda oficial de los países más vulnerables. Esa actitud y actividad especulativas del crimen global organizado han influido de forma importante en las crisis económico-financieras de los 80 y de los 90 (Latinoamérica, Sudeste asiático). Y entonces se pone en marcha un proceso perverso que coloca aún más en las manos del delito organizado [fondos buitres] global las economías de los países más frágiles. Los organismos financieros globales obligan a los países en crisis a tomar medidas de austeridad económica que empujan al cierre de las empresas y el aumento del desempleo; entonces crece la economía sumergida que es campo abonado para la economía criminal global».
¿Cómo reaccionan los organismos internacionales denunciantes? «Este proceso es tan evidente que así lo reconoció la ONU en su conferencia para la prevención del delito de El Cairo en 1995: "La penetración de los sindicatos del delito ha sido favorecida por los programas de ajuste estructural que los países endeudados se han visto obligados a aceptar para tener acceso a los préstamos del FMI"». El lector ingenuo dirá: Pero ¿No fue el mismo FMI el que había denunciado el delito? Y resulta que se presta a la imposición de medidas económicas a los países más débiles a quienes se va a prestar el dinero lavado con el resultado de hacer mucho más jugosa la inversión. Se entiende ahora lo de hipocresía. La preocupación es tan grande que se decidió la creación del Grupo de Acción Financiera (GAFI) que pretende controlar la limpieza de las operaciones bancarias y del comercio internacional en todo el orbe. También han surgido numerosas iniciativas como la Conferencia Anual Internacional sobre Lavado de Dinero, grupos policiales específicos contra el blanqueo en varios países, etc.

miércoles, 21 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo V

Hay otros factores que se deben sopesar cuando se analiza un sistema tan complejo como el capitalismo actual con fuerte sesgo financiero. Las modificaciones en el modo de gestionar la economía capitalista han dado lugar a lentos pero profundos cambios en los valores de las elites dirigentes. Por ello afirma Torres López: «Y hemos subrayado también que la crisis actual tiene mucho que ver con el modo en que se toman las decisiones, con la capacidad que cada persona y los grandes colectivos tenemos para intervenir en la vida pública, es decir, con la política, con el poder, con la influencia muy distinta que cada uno, hombre o mujer, rico o pobre, cliente o banquero, ha podido tener. Además, esta crisis es paralela y de hecho está íntimamente unida en la medida en que con nuestro modo de producir genera contaminaciones, cuyas consecuencias han producido la crisis ecológica». Este es uno de los aspectos que menos aparecen en los análisis sobre las crisis últimas.
Pero, si las crisis tiene grandes actores: economistas, empresarios, financistas, etc., tiene también un gran elenco en segundo plano mucho más difícil de involucrar en el análisis: «Y por supuesto, hemos descubierto así mismo que es una crisis que tiene que ver también con nuestro modo de vida. Con la permisividad hacia la corrupción pero también con los valores y con los principios éticos que mueven nuestra conducta como seres humanos, no solo como agentes económicos, sino como mujeres y hombres que nos interrelacionamos para tratar de esa forma de satisfacer nuestras necesidades». Este modo de vida que acentuó ciertos modos a partir de la globalización cultural del modo tan envidiado, el american way of life (el modo de vida estadounidense) que se sostiene a partir de un consumismo ostentoso y superfluo. Este modelo cultural no es compatible con la sobrevivencia sobre el planeta, por lo que sólo es posible sobre la miseria y exclusión de grandes sectores de la población del mundo.
Si bien muchas de las cosas mencionadas no son nuevas ni recientes, acumulan ya una historia de más de dos siglos, en el siglo pasado se han disparado hasta niveles inconcebibles no hace tanto tiempo. «La singularidad de esta crisis radica, por tanto, en que envuelve o afecta a todas y cada una de las piezas que conforman a la sociedad como un todo. No es una crisis parcial, que tenga relación con un solo o concreto aspecto de nuestra vida, sino que decimos que es sistémica porque afecta al conjunto del sistema social y económico. Tan evidente ha sido esto que hasta los propios dirigentes conservadores han tenido que reconocerlo y por eso llegaron a hablar de la necesidad de hacer cambios históricos, de "refundar el capitalismo" como decía ingenuamente Nicolás Sarkozy.
Y es esto lo que no puede ni debe ser soslayado hoy en las reflexiones que intentan aportar una de las tantas soluciones posibles. Por ello: «Esta crisis no puede considerarse de otra forma que no sea esta, la de una crisis sistémica que por primera vez ha hecho tambalearse al sistema en toda su globalidad. Y eso quiere decir que, guste o no, las soluciones que pueda tener, tanto desde el punto de conservar los intereses de los poderosos que hoy gobiernan el mundo como de el de quienes queremos darle la vuelta a este estado de cosas, pasan necesariamente por situarse fuera del sistema». Esta es una conclusión que nos muestra un economista, docente universitario, investigador, en toda su peculiaridad, como un cuestionador, un crítico, que se enfrenta a la academia y al sistema institucional de la especialidad.
Y agrega: «No es posible evitar la inseguridad y el constante incremento del riego global, la amenaza segura de nuevos episodios de crisis y perturbaciones financieras fatales, la inestabilidad social y la destrucción definitiva del medio ambiente, por citar solo algunos de los peligros que nos rodean, sin avanzar hacia un orden sistémico diferente basado en un modo de gobernar y de organizar la economía y las finanzas, de relacionarnos con el medio ambiente, de gobernarnos a nosotros mismos y de incentivar nuestros comportamientos humanos que nada tenga que ver con lo que hasta hora venimos haciendo. Y, por supuesto, sin cambiar de raíz la relación dominante de dominio machista y de desigualdad que se da entre las mujeres y los hombres. Porque si seguimos por este camino será inevitable reproducir los fenómenos que hemos analizado y que han dado lugar a las crisis cada vez más fuertes, más peligrosas y quizá definitivas».

domingo, 18 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo IV

El profesor Torres López, después de señalar una cantidad de estafas, profundiza algo que ya ha quedado dicho pero que ahora lo va a tratar en detalle: Las crisis del capitalismo y sus inmoralidades no son una manifestación de un modo de gestionar los negocios financieros, sino son el resultado de una estructura básica que desde sus inicios tenían la capacidad de violentar las normas de su funcionamiento. Tal es el caso de la libre competencia que ya a mediados del siglo XIX Carlos Marx denunciaba en el Manifiesto Comunista: «La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado». La concentración de la riqueza es una forma básica del desarrollo capitalista y esto se logra gracias a la explotación del trabajo.
Entonces, desde sus primeros pasos ya se insinuaba una distorsión que impedía la tan mencionada libertad de los mercados, dado que la competencia estaba condicionada por los poderosos que aniquilaban a los débiles. Por tal razón Torres López denomina a la crisis con el calificativo de sistémica. «Como hemos analizado hasta aquí, la crisis que se inició en le verano de 2007, o quizá algo antes en realidad si se contemplan los primeros datos de pérdidas bancarias, es bastante más que una simple crisis hipotecaria, como se quería presentar cuando se inició. Hemos podido comprobar que es una crisis que se enmarca en la historia de las crisis que se vienen padeciendo en el capitalismo como parte de ciclos económicos inexorables. Ni ha sido la primera, como hemos comentado, ni vas a ser la última, sino que forma parte de esas encadenadas fases de prosperidad y depresión tan habituales en nuestra historia».
A partir de la revolución industrial se presentó una puja ideológica por el tema de la presencia del Estado en el funcionamiento de la economía. Los liberales arrastraban un enfrentamiento con las monarquías arbitrarias que se entrometía en el libre juego del mercado por su esencia rentística. De allí que el estado debía restringirse todo lo posible. Los poderosos adhirieron a esta ideología que utilizarían después para justificar la negativa a la posibilidad de que el estado regule la actividad económica y financiera. Ante esto dice el profesor: «Sin embargo, también hemos visto que es una crisis que ha sido provocada por circunstancias muy específicas y en cierto modo particulares: la exagerada falta de regulación de los últimos años, la complicidad de las autoridades, la permisividad como se dejó crecer la burbuja inmobiliaria y el guante blanco con que se trató siempre a los banqueros y especuladores que se sabía positivamente que estaban llevando la economía al borde del abismo».
Las tan famosas leyes del mercado y su supuesta tendencia hacia el equilibrio no sólo no funcionaron sino que su ausencia se hizo visible, aunque tarde. «Al mismo tiempo, y siendo una crisis originada en el hecho concreto de la difusión de las hipotecas basura gracias a esa regulación tan imperfecta, hemos comprobado que esta crisis no se habría producido si no existiesen unas condiciones estructurales que generan una asimetría tan grande entre el capital y el trabajo, entre las rentas de los grandes propietarios y los salarios, entres los más ricos del planeta y los trabajadores o incluso pequeños y medianos propietarios y empresarios y si esas asimetrías no se hubieran agrandado tanto en estos últimos años de globalización neoliberal en los que vivimos. Por tanto, es también una crisis del modo de producir en el que estamos, no solo de la manera en que se gobiernan la vida económica sino de sus procesos básicos y más permanentes».

miércoles, 14 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo III

La historia continúa. Se podría pensar que después de semejante tsunami financiero internacional, después de las consecuencias sociales que estamos padeciendo (aunque en América Latina, y en nuestro país especialmente, apenas hemos sentido sus efectos) el mundo de las finanzas aprendió. Pero no es así. Nuestro profesor sigue mostrando su análisis: «Como los bancos y grandes financieros no se quedaron contentos con ese negocio impresionante, se dedicaron a propagar rumores sobre la situación de los países que se habían tenido que endeudar por su culpa. Eso fue lo que hizo que los gobiernos tuvieran que emitir la deuda más cara, aumentando así el beneficio de los especuladores y poniendo en grandes dificultades a las economías nacionales. Esta es la octava estafa».
Los países endeudados, con una deuda que se reproduce y que parece no terminar nunca a través de sus refinanciaciones, pagan un caro precio: «Los gobiernos quedaron así atados de pies y manos ante los bancos y los grandes fondos de inversión y, gracias a su poder en los organismos internacionales, en los medios de comunicación y en las propias instituciones políticas como la Unión Europea, han aprovechado la ocasión para imponer medidas que a medio y largo plazo les permitan obtener beneficios todavía mayores y más fácilmente: reducción del gasto público para fomentar los negocios privados, reformas laborales para disminuir el poder de negociación de los trabajadores y sus salarios, privatización de las pensiones, etc. Afirman que así se combate la crisis, pero en realidad lo que van a producir es todo lo contrario, porque es inevitable que con esas medidas caiga aún más la actividad económica y el empleo porque lo que hacen es disminuir el gasto productivo y "el combustible" que los sostiene. Esta es la novena estafa».
Todo esto es historia muy conocida por nosotros: «Desde que la crisis se mostró con todo su peligro y extensión, las autoridades e incluso los líderes conservadores anunciaron que estaban completamente decididos a poner fin a las irresponsabilidades de la banca y al descontrol que la había provocado, que acabarían con el secreto bancario, con los paraísos fiscales y con la desregulación que viene permitiendo que los financieros hagan cualquier cosa y que acumulen riesgo sin límite con tal de ganar dinero... Pero lo cierto es que no han tomado ni una sola medida, ni una sola, en esa dirección. Esta es la décima estafa».
Mientras está pasando todo esto, los gobiernos, esclavos o cómplices de los poderes financieros, no han parado de exigirle esfuerzos y sacrificios a la ciudadanía mientras que a los ricos y a los bancos y financieros que provocaron la crisis no les han dado sino ayudas constantes y todo tipo de facilidades para que sigan haciendo exactamente lo mismo que la provocó. Gracias a ello, estos bancos están obteniendo de nuevo cientos de miles de millones de euros de beneficios mientras caen los ingresos de los trabajadores, de los jubilados o de los pequeños y medianos empresarios. Todo este juego que parece no terminar y que no encuentra en los políticos ninguna voluntad de resolver es lo que denomina Torres López como «la undécima estafa».
Ahora podemos volver a ver un mecanismo conocido: «los presidentes de gobiernos reciben instrucciones del Fondo Monetario Internacional, de las agencias de calificación, de los banqueros o de la gran patronal, la ciudadanía no puede expresarse y se le dice que todo lo que está ocurriendo es inexorable y que lo que ellos hacen es lo único que se puede hacer para salir de atolladero. Esta es la duodécima estafa». Yo m atrevería a decir que de estas últimas estafas nos hemos salvado liquidando la deuda con el FMI, lo cual les impidió seguir dándonos instrucciones respecto de lo que debemos hacer. El profesor resume:
«Finalmente, se quiere hacer creer a la gente que la situación de crisis en la que estamos es el resultado de un simple o momentáneo mal funcionamiento de las estructuras financieras o incluso económicas y que se podrá salir de ella haciendo unas cuantas reformas laborales o financieras. Nos engañan porque en realidad vivimos desde hace decenios en medio de una convulsión social permanente que afecta a todo el sistema social. La verdad es que cada vez hay un mayor número de seres humanos hambrientos y más diferencias entre los auténticamente ricos y los pobres, que se acelera la destrucción del planeta, que los medios de comunicación están cada vez en propiedad de menos personas, que la democracia existente apenas deja que la ciudadanía se pronuncie o influya sobre los asuntos más decisivos que le afectan y que los poderosos se empeñan en imponer los valores del individualismo y la violencia a toda la humanidad. Esta es la decimotercera estafa».
Lo que ha ocurrido y lo que sigue ocurriendo a lo largo de esta crisis es una sucesión de estafas y por eso no se podrá salir de ella «hasta que la ciudadanía no se imponga a los estafadores impidiendo que sigan engañándola, hasta que no les obligue a rendir cuentas de sus fechorías financieras y hasta que no evite definitivamente que sigan comportándose como hasta ahora».

domingo, 11 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo II

Sigamos con el análisis del profesor Juan Torres López. Nos encontramos ahora con una serie de ideas que nos han atosigado presentadas como “verdades científicas” cuando no eran más que justificaciones de los especuladores para obrar con mayor libertad en medio de sus abusos de alto riesgo.
«Con el fin de generar fondos suficientes para invertir en los mercados especulativos cada vez más rentables, los bancos y grandes financieros lograron, con la excusa de que eso era lo conveniente para luchar contra la inflación, que los gobiernos llevaran a cabo políticas que redujeran los salarios y aumentaran así los beneficios, y la progresiva privatización de las pensiones y de los servicios públicos. Esta es la quinta estafa». Sólo debemos imponernos un ejercicio de memoria para recordar las reglas a que nos han sometido durante la década de los noventa: la cantidad de ajustes que el Fondo Monetario Internacional prescribía. Ahora podemos ver la misma película, con otras víctimas presentadas como culpables, en la situación que atraviesa Europa, aunque el actor principal, el FMI, es el mismo.
La cadena especulativa se estiró hasta que no soportó más el peso y se cortó. «Cuando el riesgo acumulado de esa forma estalló y se desencadenó la crisis, los bancos y los poderosos lograron que los gobiernos, en lugar de dejar caer a los bancos irresponsables, de encarcelar a sus directivos y a los de las agencias de calificación que provocaron la crisis, les dieran o prestaran a bajísimo interés varios billones de dólares y euros de ayudas con la excusa de que así volverían enseguida a financiar a la economía». Una explicación que se utilizó fue que el riesgo de que quebrara todo el sistema afectaría a los trabajadores y a los pequeños ahorristas. Esto llevó al estado norteamericano a emitir dólares por billones (¡sí billones!) para salvar a los bancos e instituciones financieras más importantes, como también está haciendo Europa ahora. «Pero en lugar de hacer esto último los bancos y grandes financieros usaron esos recursos públicos para sanear sus cuentas, para volver a tener enseguida beneficios o para especular en mercados como el del petróleo o el alimentario, provocando nuevos problemas: que en 2009 hubiera 100 millones de personas hambrientas más que en 2008. Esta es la sexta estafa».
Todos los gobiernos de los países centrales socorrieron a esas instituciones emitiendo y prestando «cientos de miles de millones de dólares o euros para evitar que la economía se colapsara y para ayudar a la banca. Como consecuencia de ello tuvieron que endeudarse». ¿Cuál ha sido la conducta de estas instituciones que se salvaron de la quiebra, como le hubiera sucedido a cualquier otro mortal no tan importante? «Los bancos centrales están dominados por ideas liberales profundamente equivocadas y al servicio de la banca privada, por ello no financiaron adecuadamente a los gobiernos, como sí habían hecho con los bancos privados, y por ello fueron los bancos privados quienes financiaran la deuda estatal. Así, éstos últimos recibían dinero al 1% de los bancos centrales y lo colocaron en esa deuda pública al 3, al 4 o incluso al 8 o 10%. Esta es la séptima estafa». Es decir, si el estado de cada uno de esos países hubiera sido socorrido directamente por los gobiernos de los países centrales toda esa intermediación no hubiera sido necesaria. Hubieran recibido dinero a un costo muy inferior. Recordemos el “blindaje” o el “megacanje” y el costo que todavía estamos pagando.
Podemos encontrar en esta explicación un camino para comprender lo que nos pasó con el manejo financiero desde Martínez de Hoz (1976) que, con distintos matices y personajes, continuó durante los años ochenta y noventa. Ese camino mostró su imposibilidad de seguir así con el estallido de la crisis 2000-01. Allí los especuladores sacaron sus dinerillos del país y nos dejaron con el desastre. Pero esta estafa no está mencionada por el profesor, aunque no la ignora puesto que la ha citado en otros trabajos. Este ejercicio de análisis y memoria nos ayuda a comprender cómo lo nuestro no fue más que una aplicación de prueba, casi una experiencia de laboratorio, de políticas globalizadoras.

miércoles, 7 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo I

Comienzo con esta nota una serie en la que voy a investigar en qué medida la moral y el capitalismo confrontan o se articulan. Dicho de otro modo: ¿el capitalismo es inmoral por desvío de las conductas de algunos o lo es estructuralmente? La cantidad de información que estas últimas crisis han proporcionado me habilita a formular estos interrogantes. Sobre el tema se puede encontrar, como es de esperar, afirmaciones de todo calibre en una posición o la otra, se trata entonces de ir en la búsqueda de ideas sustentables, fundadas, apoyadas en investigadores serios cuya trayectoria intelectual los exima de sospechas respecto a sus compromisos políticos e ideológicos. Para ello presentaré un breve perfil de aquellos a los que iré consultando.
Comenzaré por el profesor Juan Torres López , de quien voy a comentar algunas de sus conclusiones sobre el tema que propongo. Avanzando sobre la situación actual de crisis financiera plantea hablar de una estafa para lo cual, después de leer el diccionario, sostiene: «Por eso yo creo que el término de estafa es lo que mejor describe lo que han hecho continuadamente los bancos, los grandes especuladores y la inmensa mayoría de los líderes y las autoridades mundiales antes y durante la crisis que padecemos». Esta afirmación es muy fuerte y por ello vamos a tratar de ver en qué se apoya. Esto nos obligará a meternos en algunos temas nada sencillos de entender, pero que es necesario pensarlos para comprender la trama intrincada de mecanismos de que se han valido ciertos personajes cuyas consecuencias están a la vista.
«Los Estados le dieron a los bancos privados el privilegio de crear dinero emitiendo deuda con la excusa de que eso era necesario para financiar la actividad de las empresas y los consumidores». Hasta aquí parece que estamos dentro de lo que podría aceptarse como legal y necesario. «Pero en los últimos treinta años, la banca internacional multiplicó la deuda para financiar los mercados especulativos y para ganar dinero simplemente comprando y vendiendo más dinero, y no para financiar a la economía productiva. Esta es la primera estafa».
Los bancos utilizan los depósitos de sus clientes como fuente de financiamiento para otorgar crédito a la producción. «Para disponer de recursos adicionales…, la banca ideó formas de vender los contratos de deuda y los difundió por todo el sistema financiero internacional». A primera vista parece un mecanismo para aumentar sus disponibilidades: «Pero al hacerlo, ocultaba que millones de esos contratos no tenían las garantías mínimas y que al menor problema perderían todo su valor, como efectivamente ocurrió. Actuando de esa forma y tratando de elevar cada vez más la rentabilidad de sus operaciones, la banca fue asumiendo un riesgo cada vez mayor que ocultaba a sus clientes y a las autoridades y que transmitía al conjunto de la economía. Esta es la segunda estafa».
Entonces empiezan a aparecer actores institucionales extra-bancarios: «Para llevar a cabo esas estafas, la banca recurrió a las agencias de calificación, que actuaron como sus cómplices corruptos engañando sistemáticamente a clientes y autoridades indicando que la calidad de esos productos financieros era buena cuando en realidad sabían que no era así y que, por el contrario, se estaba difundiendo un riesgo elevadísimo porque eran, como se demostró más adelante, pura basura financiera. Esta es la tercera estafa».
El problema siguiente lo hemos estado padeciendo como una discusión académica, cuando no era más que un modo de ocultar negocios poco claros. Me refiero a la autonomía del Banco Central. Leamos que nos dice el profesor: «Los grandes financieros consiguieron que los bancos centrales fueran declarados autoridades independientes de los gobiernos con la excusa de que éstos podían utilizarlos a su antojo y de que así era mejor para lograr que no subieran sus precios. Sin embargo, lo que ocurrió fue que, con ese estatuto de "independientes", los bancos centrales se pusieron al servicio de los bancos privados y de los especuladores, mirando a otro lado ante sus desmanes. Y así, en lugar de combatir la inflación, permitieron que se produjera la subida de precios de la vivienda, quizá la más alta de toda la historia, y constantes burbujas especulativas en numerosos mercados. Y lejos de conseguir la estabilidad financiera, lo cierto fue que durante su mandato "independiente" también hubo el mayor número de crisis financieras de toda la historia. Esta es la cuarta estafa».

domingo, 4 de julio de 2010

La inmoralidad del capitalismo

Introducción
Hagamos un alto antes de introducirnos en la serie de notas que publicaré. Es mi esperanza poder ser lo suficientemente claro como para que el famoso “ciudadano de a pie” pueda entender algo de lo que expondré. Si el tema, a primera vista, produce algún rechazo o intimidación que le haga evitar el intento de abordarlo sugiero superar esa primera impresión y hacer el esfuerzo. El Dr. Juan Torres López, docente de varias universidades españolas, que consultaremos más de una vez en las notas siguientes, decía hace más de dos años:
«La gente normal y corriente suele tener una idea bastante difusa de las cuestiones económicas. Como los grandes medios de comunicación las presentan de forma oscura e incomprensible la mayoría de las personas piensa que se trata de asuntos muy complejos que solo entienden y pueden resolver los técnicos muy cualificados que trabajan en los gobiernos o en los grandes bancos y empresas. Y siendo así, es también normal que se desentiendan de ellos, como cualquiera de nosotros se desentiende de lo que hace el médico, el fontanero o el mecánico cuando hablan en su jerga incomprensible o utilizan instrumentos, que nosotros ni conocemos ni sabemos utilizar, para curarnos o arreglarnos las tuberías o nuestro automóvil. También contribuye a ello el que no se proporcione a los ciudadanos información relevante sobre lo que sucede en relación con las cuestiones económicas. Todos oímos en los noticieros de cada día, por ejemplo, cómo evoluciona la bolsa, las variaciones que se producen en el índice Nikei o los puntos de subida o bajada de unas cuantas cotizaciones pero casi nadie los sabe interpretar ni nadie explica de verdad lo que hay detrás de ellos».
Advertía y denunciaba, al mismo tiempo, una maniobra de los medios de comunicación intentando hacer abstruso lo que puede ser comunicado con cierta sencillez. El pensador francés Pierre Bourdieu hizo un uso deliberado del prejuicio de no ser claro al utilizar frases largas para pensamientos simples. En cierta ocasión le contó al filósofo norteamericano John Searle que, «para que a uno le tomen en serio en Francia, al menos el 20% de lo que escribe tiene que resultar incomprensible». La maniobra pretende alcanzar dos logros: a.- Que el lector no iniciado en esos temas termine por abandonar todo intento de comprender de qué se trata eso de la economía, bajo la excusa de que es un tema sólo, para especialistas. No debemos descartar que tantos de esos comunicadores tampoco entiendan pero repitan lo que le dicen posando de entendidos; b.- Logrado este primer objetivo, al dejar en manos de los “especialistas” este tipo de problemas, la poca transparencia de la comunicación oculta los negocios que se esconden detrás de las noticias:
«Gracias a eso, los que controlan los medios de comunicación (propiedad a su vez de los grandes bancos y corporaciones) hacen creer que informan cuando lo que hacen en realidad es lo peor que se puede hacer para lograr que alguien esté de verdad informado: suministrar un aluvión indiscriminado de datos sin medios efectivos para asimilarlos, interpretarlos y situarlos en su efectivo contexto. Nos ofrecen sesudas e incomprensibles declaraciones de los ministros y presidentes de bancos pero no proporcionan criterios alternativos de análisis y, por supuesto, presentan siempre el mismo lado de las cuestiones, como si los asuntos económicos solo tuvieran la lectura que hacen de ellos los dirigentes políticos, los empresarios y financieros más poderosos o los académicos que cobran de ellos para repetir como papagayos lo que en cada momento les interesa. Lo que está ocurriendo en relación con la actual crisis es buena prueba de ello».
Entonces, contando sólo un aspecto de estos problemas, aparece todo como si se desataran fenómenos telúricos de difícil o imposible previsión y sin culpables de lo que está pasando.
«Sobre la crisis actual se están callando en particular un asunto especialmente grave y de gran interés para los ciudadanos: sus causantes y responsables directos e indirectos. Para engañar a la gente suelen hablar “de los mercados”. Como si los mercados pensaran, tuvieran alma y preferencias, decidieran o resolvieran por sí mismos. Es verdad que los mercados (sobre todo si en ellos hay muchos agentes interviniendo, es decir, si hay muchísima competencia) pueden actuar como mecanismos casi automáticos. Pero para que existan los mercados (incluso los muy perfectos y con gran competencia) y para que funcionen de cualquier manera que sea, más o menos eficazmente, es necesario que haya normas. Y esas normas no las establecen para sí mismos los mercados sino los poderes públicos a través del derecho. Las normas jurídicas son las que permiten que en los mercados se pueda llevar a cabo un comportamiento u otro, las que favorecen que existan o no privilegios en las transacciones, las que dan poder a unos agentes en detrimento de otros».
Ahora puede entenderse el por qué de la tan cacareada libertad de los mercados ¿libertad para qué o para quiénes?