domingo, 31 de octubre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada IV

Veamos ahora qué contienen esos informes de dos consultoras internacionales de altísimo prestigio. Los datos que a continuación vamos a leer están obtenidos de los informes globales de 2009 de Merryll-Lynch y Capgemini. Estos estudios comienzan estableciendo unas definiciones para categorizar diferentes tipos de personas ricas: «A unos los designa por HNWI por la siglas de High Net Worth Individuals (es decir, individuos de valor neto elevado), a otros los llama UHNWI (la “U” va por ultra). Los primeros son los que tienen activos superiores al millón de dólares entre los que no contabilizan la primera residencia, los bienes consumibles, los bienes coleccionables y los bienes de consumo duradero [entiéndase todo aquello para el uso privado: automóviles, yates, residencias veraniegas, etc.]. Es decir, se trata de evaluar en estos informes lo que estos ricos tienen como efectivo y activos fácil y rápidamente convertibles en líquido. Para los segundos, los UHNWI o Ultra-HNWI, vale la misma definición, pero subiendo el nivel a 30 millones de dólares [el dinero disponible para inversiones y especulaciones]. Según las definiciones expuestas, queda claro que se trata de personas con una riqueza efectiva superior, como quedaría reflejado si se añadiesen los bienes no contabilizados a las cantidades respectivas de uno y 30 millones de dólares». A estas consultoras les preocupa muy poco todo aquellos que no esté prontamente disponible para hacer negocios, sus categorizaciones parten de allí puesto que las comisiones que cobrarán por sus servicios dependen de esos montos exclusivamente. Lo que miden es la capacidad potencial para ofrecerles operaciones bursátiles o financieras. En el lenguaje de los medios estos son “los inversores”.
El paso siguiente de los informes es saber qué cantidad de estos inversores existen para ser convocados para negocios factibles. A partir de las mencionadas categorías de ricos Merryll-Lynch y Capgemini, informan que: «En el mundo había 8,8 millones de HNWI en el año 2005, aumentaron a 9,5 en el año siguiente y aún lo hicieron hasta 10,1 millones en el año 2007. En el 2008, con el estallido de la crisis económica, el número de HNWI volvió aproximadamente a los mismos niveles de 2005, con 8,6 millones en todo el mundo. Pero ya en 2009 la cifra alcanzada era de 10 millones, casi el mismo nivel del año 2007, anterior a la crisis. La riqueza conjunta de todos los HNWI del mundo fue, en estos mismos años, de 33,4 billones (sí, trillion en inglés de EEUU) de dólares en el 2005, 37,2 en el 2006, 40,7 en el 2007, para bajar hasta los 32,8 en el 2008. Y para volver a subir en plena crisis del año 2009 a 39 billones. Para tomar en su justa proporción las cantidades de las que estamos hablando bueno será considerar que equivalen aproximadamente a 3 veces el PIB de Estados Unidos. Y entre 30 y 40 veces, según el año, al PIB del Reino de España. Francamente espectacular».
Propongo que las cifras presentadas sean releídas lentamente para poder digerir intelectualmente de qué se trata lo que estamos analizando. El conjunto de estos señores ricos y poderosos manejan un capital disponible que triplica el PBI de los EEUU, más las otras comparaciones. ¿Cabe la pregunta quiénes mandan en el mundo? Sigamos con las cifras comparativas: «El selecto grupo de los Ultra-HNWI estaba formado en el año 2009 por solamente 93.100 personas en todo el planeta. Aproximadamente una de cada 75.000 personas que en el mundo existe es un Ultra-HNWI. Y, dato interesante, la riqueza que concentraban era del 35,5% de la acaparada por todos los HNWI, mientras que solamente representaban el 0,9% de los mismos. Es decir, estos 93.100 campeones mundiales de la riqueza poseían unos activos de más de 13.845.000.000.000 de dólares. Lo que representa una cantidad similar al PIB de toda la Unión Europea». Son números que asustan.
El profesor Raventós se preocupa por las consecuencias de la crisis financiera y sus repercusiones sobre estos poderosos: «Pero de momento, podemos esperar de forma razonable que, después de algún primer tropezón, les irá fantásticamente. Dos puntos de apoyo de esta afirmación son los siguientes. En primer lugar, la propia previsión que hacen Capgemini y Merryll-Lynch es que en el año 2013 los HNWI lograrán acumular unas fortunas del orden de ¡48,5 billones de dólares! Multiplicarán, de cumplirse la previsión de Capgemini y Merryll-Lynch, la fortuna que disponían globalmente en el 2008 por casi el 60% más en cinco años. De momento, el 2009 les ha ido más que bien. El segundo punto de apoyo de nuestra afirmación lo aporta el anteriormente citado informe de 2010 dedicado exclusivamente a los ricos de la “región Asia-Pacífico”. Los datos más interesantes de este informe desvelan que ya en el 2009 los niveles de la riqueza acumulada por los HNWI de la región, volvían también a los niveles de 2007, anterior a la crisis. Es decir, los HNWI crecieron en el 2009 exactamente un 25,8% y su riqueza conjunta un 30,9% respecto al año anterior. Japón concentraba en el 2009 el 54,6% de todos los HNWI de la región y el 40’3% de la riqueza de los mismos».
Pido perdón por la profusión de cifras pero es necesario tener una visión concreta de cómo se maneja el poder mundial.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada III

Siguiendo la misma línea de reflexión acudo ahora a Daniel Raventós, Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular del Departamento de Teoría Sociológica, Filosofía del Derecho y Metodología de las Ciencias Sociales de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Su larga trayectoria en análisis de los temas que venimos tratando avala sus afirmaciones. Comencemos con sus ironías acerca de cómo se investiga: «Los estudios sobre la pobreza y los pobres son muy abundantes. Los estudios sobre la riqueza y los ricos no son tan profusos. Departamentos de sociología, de filosofía política o de economía de cualquier facultad del mundo, revistas académicas de ciencias sociales, multitud de gobiernos, institutos estadísticos, muchos ayuntamientos, periódicos, organismos internacionales… producen cantidades formidables de informes, estudios, tesis doctorales, estadísticas y artículos sobre los más increíbles aspectos de la pobreza. Algunos incluso son buenos y útiles. La conocida publicista y activista de ATTAC Susan George describe la situación con no poca sorna: ¿los pobres? ¡qué coman investigaciones!».
El debate dentro de las Ciencias de la Comunicación han acuñado un concepto muy vigente en estos tiempos: la invisibilización de la información. Se contrapone y, al mismo tiempo, complementa la técnica de la “catarata informativa” con que nos atosigan cotidianamente. Entra ambas se logra el efecto “desinformación”, técnica mediante la cual se nos hace creer que estamos informados de todo y objetivamente, método de los Servicios de Inteligencia. Si este “tema”, el de la riqueza y los estudios sobre ella, se nos presenta como pregunta lo convertimos en “problema”, es decir lo visibilizamos. Lo más grave de lo que nos estamos enterando no es que los medios lo ocultan sino que las academias y las universidades no lo tocan. Entonces nos preguntamos ¿por qué? Y la respuesta nos introduce en una problemática poco mostrada: la relación entre los centros académicos y el poder internacional.
Continúa nuestro profesor: «Los ricos están más a cubierto de inoportunas investigaciones que expongan de forma bien documentada las cada vez mayores desigualdades actualmente existentes en el mundo posibilitadas y fomentadas por el diseño político y económico de nuestras sociedades. Desigualdades que se están incrementando como consecuencia de la tremenda ofensiva lanzada a lo largo de los últimos meses contra las condiciones sociales de las clases trabajadoras; una guerra de clases implacable. Ya se disfracen de imposibilidad de hacer otras políticas diferentes, ya de realismo económico (sic), o incluso de política de izquierdas (en el colmo del delirio), lo cierto es que las políticas económicas diseñadas en estas últimas semanas son para beneficio de los ricos y, como lógica contraparte, para expolio y desgracia de los pobres y las clases trabajadoras».
Y, como pudiera pensarse que los datos son muy dificultosos de conseguir, nos informa: «Así que, ante los pocos datos sobre los ricos, los documentos como los que publican anualmente Merryll-Lynch y Capgemini sobre la riqueza y sus detentadores tienen un indiscutible interés para conocer cómo van evolucionando las cosas en ese punto. Merryll-Lynch es una empresa muy conocida que hace dos años fue adquirida por el Bank of America por 44.000 millones de dólares; Capgemini, no tan afamada como la anterior, es una empresa con más de 90.000 empleados en el mundo y con unos ingresos globales manifiestos de 8.400 millones de euros en el 2009 que se dedica, según declara ella misma, a la provisión de servicios de consultoría, tecnología y outsourcing. Merryll-Lynch y Capgemini trabajan para los ricos. No puede extrañar que quieran conocer bien el objeto principal de sus negocios. Y para ello realizan unos informes anuales sobre el estado de los ricos y de sus riquezas que aportan datos de indisputable interés. El último informe disponible es el recientemente publicado del año 2010 que aporta datos del 2009 y años anteriores. También se ha editado un informe dedicado exclusivamente a los ricos de la “región Asia-Pacífico”».
Estamos, entonces, ante la comprobación de que se ha producido una “invisibilización” acordada por los grandes medios y por el interés investigativo de los Centros de Estudio del mundo capitalista: “de esto no se habla”. ¿Puede pensarse que esto se debe a la financiación del banco Mundial que reciben no pocas universidades? ¿Podrá pensarse también en la relación entre las Fundaciones que otorgan becas y que, en los países centrales, sostienen a los Centros e Estudio de primera línea? Luego que este tipo de investigaciones no lleguen a las agencia informativas y que ellas, por su cuenta, no las inicien se puede comprender.

domingo, 24 de octubre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada II

Habíamos quedado en que los ricos no quieren pagar impuestos aunque ello tenga graves consecuencias sociales, puesto que desfinancian el Estado. Parece un signo de estos tiempos en que el abanico de la distribución de la riqueza en gran parte del mundo se abre en proporciones alarmantes. Hace una década El Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) acuñó esta expresión «Vamos hacia un mundo en el que cada vez menos tienen más y los más tienen cada vez menos». La pregunta se dirige ahora hacia cuáles son los mecanismos de tan perversa progresión. Sam Pizzigati nos dice:
«El antiguo jefe político de la Casa Blanca en tiempos de Bush, Karl Rove, está actualmente derramando millones de dólares en anuncios que atacan a los candidatos partidarios de los impuestos a los ricos para las elecciones del próximo noviembre. "American Crossroads", la organización de Rove para dirigir esta operación, obtiene la mayor parte de sus fondos de los millonarios (el 91% según los datos más recientes de la Comisión Electoral Federal). Otro ejemplo: en California, los millonarios Charles y David Koch – ambos en los diez primeros lugares de la lista Forbes – se han aunado para ayudar a financiar una iniciativa legislativa dirigida a eliminar la legislación que apunta a la obtención de “energía limpia” que los legisladores estatales convirtieron en ley hace cuatro años. Según detallaba una impactante reseña de la revista New Yorker del mes pasado, los hermanos milmillonarios también han aportado generosamente al movimiento "popular" del Tea Party». Este nuevo agrupamiento político es un desprendimiento del Partido Republicano que se coloca en al extrema derecha del partido.
Sin embargo esta conducta de los tenedores de esas grandes fortunas no encuentra reprobación de parte de la población de los estratos más bajos. Las sumas que se invierten en pagar los Lobby (grupo de personas que intentan influir en las decisiones del poder ejecutivo o legislativo en favor de determinados intereses) no aparecen informadas en los grandes medios de comunicación. Por el contrario: «los entusiastas de las grandes fortunas no se dedican a informar este tipo de politiqueo millonario comprando votos en ambas cámaras. Hablan, en cambio, de la generosidad de los filántropos millonarios. La semana pasada, estos voceros de la concentración de la riqueza exaltaban al millonario de Facebook, Mark Zuckerberg, cuya riqueza neta se triplicó el año pasado hasta alcanzar los 6.600 millones de dólares, después de que anunciara sus planes para establecer un fondo de 100 millones de dólares para la reforma escolar. Pero las iniciativas de los ricachones respecto a las políticas públicas, ya sea la reforma escolar o de cualquier otro campo, siempre van ligadas a ideologías de derecha. En educación, la filantropía millonaria empuja a las escuelas hacia enfoques basados en incentivos o en "reformas" probadas, que los investigadores en educación han demostrado que son tremendamente ineficaces». Podríamos decir utilizan la vieja técnica de Robin Hood, quien robaba grandes cantidades y repartía un poco a los pobres, ganando fama de héroe justiciero.
Mientras donan ciertas sumas a algunos colegios éstos están carentes de recursos por falta de aporte de los Estados. «Señala Bob Peterson, maestro de Wisconsin, editor de uno de los principales periódicos progresistas sobre educación: las reformas que sí resultan eficaces –como permitir a los niños pobres un rápido acceso a los libros– están olvidadas o faltas de financiación. Debido a dificultades presupuestarias, la escuela elemental de Peterson, en Milwaukee, ha tenido que rebajar el presupuesto de su biblioteca, el último golpe a una escuela que ya había perdido a sus profesores de música y de gimnasia –y a todos sus maestros asistentes– en anteriores recortes presupuestarios. El año próximo, observa Peterson, las casi 100 escuelas elementales, probablemente tendrán solo cinco bibliotecarios a tiempo completo».
La conclusión nos va quedando clara: es mejor gastar dinero en impedir que el Congreso imponga carga fiscales a las grandes fortunas que pagar más en impuestos, porque esto dejaría sentado un antecedente que podría acarrear nuevos impuestos. No hay que permitir que estas “malas ideas” avancen. «¿Cual es el coste financiero de un bibliotecario a tiempo completo en las escuelas públicas de Estados Unidos? Peterson ha calculado esta cifra en tan sólo algo más de 7.100 millones de dólares. A título de comparación, un impuesto de un 1% sobre la riqueza personal de más de 1.000 millones de dólares en Estados Unidos, generaría 9.700 millones». Son esos ricos de allá, de acá, de muchas partes, los que en sus discursos de lamentan por la pobreza existente. Acá deberíamos recordar todo lo que trajo aparejado la lucha contra la famosa 125. Nuestro Biolcati acusó al Estado de “ente depredador”.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada I

Yo había propuesto mirarnos en el espejo europeo como ejercicio de comprendernos un poco más. Ahora propongo dirigir la mirada hacia los EEUU siguiendo el mismo juego. Para ello voy a tomar como referencia al editor del boletín semanal Too Much, Sam Pizzigati, quien en su edición del 10-10-10 (¡qué fecha extraña!) comenta un estudio realizado por el Institute for Policy Studies con sede en Washington D.C sobre las desigualdades en el gran país del norte. Su reflexión apunta a caminos posibles para resolver la pobreza en ese país. Para ello parte de la información que provee la revista Forbes que realiza una especie de ranking sobre las personas más ricas entre los norteamericanos. En función de esa información propone:
«Un pequeño impuesto sobre las fortunas personales estadounidenses de más de 1.000 millones de dólares podría generar ingresos más que suficientes para erradicar los déficits presupuestarios conjuntos de los estados que componen la nación norteamericana, contando tan sólo con 400 de de lista de Forbes». Compara fortunas personales con presupuestos de los Estados (provincias nuestras) que están pasando dificultades de financiación para cumplir con sus obligaciones de gobierno. Esto ya no pone sobre aviso de la dimensión de esas fortunas personales las que aportando sólo un “pequeño impuesto” resolvería sus dificultades.
Una de esas grandes fortunas pertenece a «David Rockefeller sénior, el único nieto todavía vivo del primer milmillonario norteamericano, ha conseguido todavía otra distinción: a los 95 años es actualmente el milmillonario más anciano de la nueva lista anual de los 400 norteamericanos más ricos. En la lista de este año, David Rockefeller está acompañado de cantidad de milmillonarios. Cada uno de los 400 grandes bolsillos de esta lista tiene una fortuna individual de al menos 1.000 millones de dólares». Par tener una referencia de cómo evolucionaron esas fortunas nos informa: «En 1982, el primer año en que apareció la lista anual Forbes 400, solamente 13 norteamericanos podían alardear de un estatus de milmillonario». La cantidad de milmillonarios, (préstese atención en la nueva categoría que dejó atrás la denominación de millonarios porque ya no expresa lo que puede considerarse una gran fortuna), fue incorporando trece más cada año, para llegar a los 400 actuales.
Pero no se detiene allí en su análisis: «Por aquel entonces, hace casi tres décadas, los 400 más ricos de Forbes detentaban una fortuna conjunta de 91.800 millones de dólares, el equivalente de unos 208.000 millones en dólares actuales. Los 400 primeros actuales, según publicó Forbes la semana pasada, poseen más de 3 billones de dólares en riqueza». Es notable el salto que se ha producido en el incremento de esas fortunas. La sola mención de este dato nos empuja a preguntar ¿cómo hicieron? Si no se consigue respuesta aceptemos la que se hace el autor: «¿Qué impacto podría tener en nuestra atribulada nación que esta pasmosa acumulación masiva de riqueza fuera modestamente compartida o sujeta a tributación? Una respuesta rápida: un "impuesto sobre la riqueza" del 15% sobre los activos personales de más de 1.000 millones de dólares generaría este año 145.500 millones, más que suficiente para cubrir los 140.000 millones de déficits a los que se enfrentan los 50 estados de América del Norte en el actual año fiscal».
Acá nos asalta una pregunta inesperada: ¿la totalidad de los estados de ese país tienen déficit y esa cifra llega a la suma de 140.000 millones de dólares? ¿Tan mal está el otrora gran país del norte? Paralelamente a ello ¿cómo es que los estados tengan tan grandes dificultades mientras sus más grandes ricos siguen creciendo en sus fortunas personales? Si se les aplicara el impuesto que propone el autor: «Después de pagar este impuesto, la riqueza neta personal de los 400 milmillonarios de la actual lista Forbes, sería todavía de 2.400 millones de dólares en promedio, más de 37.000 veces los 65.400 de riqueza neta personal que el economista neoyorquino Edward Wolff calculó a principios de este año para la típica familia norteamericana». Tome nota el lector de la amplitud del abanico de ingresos que eso representa. De esto no hablan los medios, en cambio sí lo hacen de la pobreza de Latinoamérica.
«Pero los milmillonarios de Forbes no están precisamente corriendo a compartir su riqueza. Los más activos políticamente están corriendo en la dirección opuesta. Están financiando candidatos y causas dedicadas a recortar impuestos sobre los norteamericanos más ricos, y eliminando las regulaciones sobre las corporaciones que hacen ricos a estos ricos». Se parecen a nuestros grandes sojeros de la pampa húmeda. Es muy interesante detenerse a reflexionar sobre el modo en que nos cuentan estas cosas y cómo el impresentable Biocati puede mostrarse preocupado por la pobreza siendo presidente de la Sociedad Rural, nada menos.

domingo, 17 de octubre de 2010

No es sencillo pero es necesario IV

Entonces, emerge el dato de que la crisis que hemos capeado con bastante eficacia ha sido una crisis importada que no se originó entre nosotros. Es lo que afirma Edgardo Mocca: «Cada vez está más claro que nuestra crisis fue un jalón del proceso crítico del capitalismo globalizado. Que no fue un desperfecto técnico ni una tormenta pasajera». Por lo tanto debemos estar muy atentos a la advertencia de Einstein, puesto que eso es lo que está pasando en Europa. Y la advertencia tiene validez dado que podemos leer, escuchar o ver a “importantes” señores pensantes que nos repiten constantemente el mismo libreto, aunque se lo disfrace con terminologías engañosas. «En estos tiempos, no es fácil, como era en la década del noventa, presentar como novedosa panacea el retiro del Estado, la plena libertad de los mercados y sostener que la pérdida masiva de empleos y la precarización del trabajo son pasajes dolorosos pero necesarios hacia el mundo feliz del neoliberalismo. La derecha, que de ella estamos hablando, se empeña en desplazar los términos de la discusión. No hay –dice– derechas e izquierdas. Hay gobiernos buenos y gobiernos malos. Gobiernos corruptos y gobiernos virtuosos. Buena y mala administración».
Nuestra atención se debe centrar en los conceptos fundamentales y cómo se los utilizan: «Sin embargo, se puede, sin mucho esfuerzo, apreciar que las cuestiones del Estado y el mercado, de la propiedad y sus límites están implícitas en cada una de las batallas políticas centrales del último período. Cuando se trataba la ley de pasaje de los fondos jubilatorios al Estado, escondidos detrás de la gritería sobre la “caja” y el “saqueo”, no era difícil encontrar los mismos argumentos que acompañaron el programa de los años noventa. Con la misma argumentación acerca del supuesto uso oscuro que haría el Gobierno de esos fondos, se hubiera podido sostener la negación al pago de impuestos, lo que de hecho sugirió el notable escritor Marcos Aguinis. De hecho, de la dificultad para defender a las fraudulentas AFJP se llegó al intento de movilizar a sus empleados en defensa de la fuente de trabajo. Biolcati lo diría sin eufemismos en uno de los encuentros anuales de la Sociedad Rural: el Estado es un depredador insaciable. Lo dijo con elogiable sinceridad, no se escudó en ningún gobierno circunstancial, dijo “el Estado”». Es que la falta de pulimento del dirigente ruralista no da para sutilezas.
Otro tanto puede decirse de la cantidad de debates que se dieron en torno a las retensiones móviles. «Allí se sostuvo que había que liberar el “campo” de las retenciones para que creciera exponencialmente la “torta” de la riqueza nacional. Después habría llegado el momento del reparto entre quienes no se hubieran llenado los bolsillos de plata y siguieran siendo pobres. Con la discusión de la ley de medios, el debate alcanzó mayor sofisticación. La cuestión de los límites a la apropiación monopólica de los medios fue prolijamente desplazada por la de la libertad de prensa. Se utilizó a la audiencia de rehén en la puja, sobre la base de sembrar el miedo a la desaparición de determinados programas o canales. No es una casualidad que esta ley –aprobada pero sistemáticamente estorbada en su aplicación por jueces solícitos a los intereses de las grandes empresas del sector– provoque las tensiones que provoca».
La necesidad de aguzar nuestros oídos y nuestras miradas en la búsqueda de una comprensión más profunda de los discursos que cruzan el escenario social y político se torna un imperativo de la hora. En esos discursos el uso mal intencionado de algunos conceptos tiene como objetivo crear grandes dudas y enturbiar el entendimiento. «La regulación de los medios es un punto de cruce entre la esfera del mercado y la del uso de la palabra, ambas vitales para la democracia. El monopolio de la palabra no es solamente una situación inicua en términos económicos, es además una amenaza para la vigencia de la democracia, cualquiera de cuyas definiciones, hasta las más liberales, sitúa en un primer plano la pluralidad de la información. Algunos entusiastas de la etimología recusan el uso de la palabra monopolio porque, sostienen, monopolio significa uno solo. Entonces, para que haya monopolio no debe haber ningún otro proveedor de la mercancía en cuestión. Con esa definición no habría monopolios en el mundo, ni se justificarían las leyes antitrust que rigen en muchos países. La etimología, decía Borges, sirve para saber lo que las palabras ya no significan».
Estamos en camino de adoptar grades decisiones que definirán la Argentina que queremos. Lo importante es abordar tales decisiones con criterios claros, largamente reflexionados, acudiendo a la mayor cantidad de fuentes posibles para escapar a los discursos únicos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

No es sencillo pero es necesario III

Estamos hoy ante una decisiva encrucijada que, creo, no es interpretada por una parte de la gente, en toda su gravedad. El recorrido que hemos venido haciendo debería llevarnos hacia el siguiente ejercicio: tratar de recordar sólo o en debate con amigos y familiares, qué se pensaba acera de futuros posibles en aquellos años en que la “salida se encontraba en Ezeiza”. La contraposición entre las imágenes de futuros posibles y el estado socio-político de hoy algo debiera decirnos. ¿Eso significa que está todo hecho? De ningún modo, hasta se podría decir que es más lo que falta que lo que se ha realizado. Pero ello no debe nublarnos el camino hacia adelante. Salida la Argentina del pozo en que habíamos caído los argentinos vamos descubriendo que éramos mucho más capaces de construir, con nuestras voluntades, futuros deseables. Habíamos archivado en el cofre de los recuerdos las prácticas del debate político en todas partes y con la participación de muchos. Hoy podemos también ver que nuestros más oscuros pronósticos acerca de una “juventud perdida” comienza a encontrar una desmentida en grupos juveniles que hacen oír sus voces.
El politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires, Edgardo Mocca, se pregunta “¿Qué discute la política argentina?”, tratando de ver por dónde pasan hoy los ejes más importantes: «Gran parte de la puja política en la Argentina de estos días está atravesada por la discusión sobre las relaciones entre el Estado y el mercado o, desde otra perspectiva, entre los derechos sociales y la propiedad privada. Es un tema clásico de la teoría política, particularmente desde la revolución industrial hasta aquí. Si algo puede decirse a modo de esquemático balance de esta histórica discusión es que las soluciones simples y extremas han fracasado: ni el estatismo autoritario y burocrático ni la utopía tecnocrática del neoliberalismo han podido resolver la cuestión. Al contrario de la prédica del fin de la historia, en cualquiera de sus versiones, cada situación histórica pone esta relación bajo una nueva perspectiva». Yo agrego que este debate ha adquirido en la Argentina una temperatura importante como para dar lugar a conclusiones necesarias y novedosas.
Sigue diciendo: «¿Desde qué perspectiva afrontamos el debate en la Argentina? Nadie puede negar la influencia central de la catástrofe socioeconómica e institucional de fines de 2001 en la forma que adquiere la controversia. Para algunos, la crisis fue una crisis de mala administración, de déficit de aptitud técnica para manejar los tiempos de la salida de la convertibilidad. En la misma clave pero con otro fraseo, se dice también que el gasto público incontrolado provocó la crisis fiscal y que con gobiernos más austeros y menos corruptos hubiera podido evitarse. Lo que envuelve esta manera de mirar las cosas es su común denominador antipolítico y tecnocrático, la creencia de que la política no es racionalización de conflictos de intereses sino pura gestión. La verdad es que no le ha ido bien en estos tiempos a esta interpretación: el derrumbe argentino no fue el último y desde 2008 asistimos a un tramo particularmente inestable y crítico de la economía mundial, con epicentro en Estados Unidos y con episodios turbulentos en varios países de la Unión Europea, hasta ayer presentados como ejemplo exitoso de la globalización hegemonizada por el capital financiero. El debate teórico-político sobre la crisis está mostrando cada vez más sus raíces en el agotamiento de un modelo de desarrollo centrado en la especulación financiera, crecientemente desvinculada de la producción y ajena a todo patrón distributivo medianamente viable».
Por lo que fue quedando afirmado en notas anteriores, podemos partir de la tesis de que estamos frente a un proceso en curso en el cual las fisuras del sistema capitalista en su fase de la concentración financiera se ven muy profundas. Y que, pese a los denodados esfuerzos de la prensa internacional por disimular su gravedad, los datos son cada vez más elocuentes de lo subterráneo de sus remezones. Es de tal seriedad que muy pocos de los analistas serios se atreven a pronosticar algún futuro mejor. Los vaticinios se van postergando, aceptando que pasará todavía un tiempo largo antes de que asome en el horizonte algún signo de mejoría. Para mal de males, como quedó dicho anteriormente, se aplican para salir de la crisis las mismas ideas que nos metieron en ella. Einstein advertía: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».

domingo, 10 de octubre de 2010

No es sencillo pero es necesario II

Entonces una explosión de intentos solidarios propusieron diversos modos de caminar juntos en la búsqueda de soluciones compartidas. «Se realizaron charlas, acciones y debates que fueron tejiendo una red social que gestó prácticas solidarias, oponiéndose a la exclusiva lógica de la ganancia, del ideario neoliberal». Pero, paralelamente a ese proceso, y como consecuencia de la prédica a importantes medios de comunicación, «la mayoría silenciosa recibía de los medios un relato segmentado de los acontecimientos y el germen de la xenofobia prendió en el intento de la criminalización de los conflictos como discurso hegemónico. Y así se fue desvaneciendo el eje “piquetes, cacerolas, la lucha es una sola”, que expresaba el maravilloso pero precario vínculo entre los sectores medios y los excluidos. Los periódicos ponderaron el peligro de la implosión social como eje de la agenda política. Y la tendencia de la “gente decente” hacia los piqueteros fue de un creciente rechazo».
Los conflictos dieron lugar a reacciones represivas, las consecuencias fueron lamentables, con pérdidas de vidas, el interinato de un gobierno de transición vio sus planes alterados lo que provocó la necesidad de un llamado apresurado a elecciones generales. El profesor Muracciole nos dice: «Así fue como en el otoño de 2003, los ecos de la insubordinación de masas del 19 y 20 de diciembre de 2001 hizo posible que un gobierno que asumió con tan sólo el 23% de los votos, incursionara en territorios impensados antes de la crisis de 2001. Y se pudo dar por tierra con la infamia del Punto Final y la Obediencia Debida. En lo económico se avanzó en un proyecto que priorizó la producción y la creación de empleo. Este cambio de paradigma rompió con la lógica de los ajustes sin fin, que privilegiaban la disminución del déficit fiscal sobre las necesidades de los jubilados y el poder adquisitivo de los trabajadores, entrando en la historia como el primer gobierno de la democracia que fue capaz de voltear la Ley de Medios de la dictadura y confrontó por la democratización de la producción y distribución del papel de diario como pilar básico para garantizar la libertad de expresión».
Creo que sólo una mirada retrospectiva puede dar marco de comprensión al cuadro socio-político actual. El análisis da lugar a diversas evaluaciones que, en tanto tales, son todas discutibles. Una parte de la gente privilegia lo que falta por sobre lo conseguido, otra pone su dedo sobre lo que consideras excesos y desbordes, los sectores que se sienten cuestionados en sus modos de proceder y en sus intereses de clase atacan ferozmente. Todo ello es muy valioso porque ha rescatado y colocado en el centro de la escena el debate político. Haberlo recuperado es el logro más importante que nos proporcionó lo que podríamos definir, sin pudor, el “modo argentino de superar la crisis”. Hoy ese “modo” está siendo estudiado en Europa por dirigentes políticos que no se conforman con las viejas recetas liberales y varios estudiosos e investigadores nuestros han sido consultados.
La democracia que se creyó recuperada en 1983 fue sólo una cáscara que se asentó en las formalidades electorales, que subrayó la importancia de la “igualdad jurídica” que remitió a tanta cita de la Constitución, pero no alteró el esquema de poder del capital concentrado internacional y de la lógica financiera especulativa. Las sucesivas crisis políticas, económicas y sociales fueron la expresión de la endeblez institucional de una democracia escuálida.
La recuperación de esa democracia hacia una mayor solidez institucional presenta como requisito una mayor distribución de la riqueza producida, una mayor transparencia del juego institucional que no perdone a ninguna de las que conforman el entramado de la Nación. Un mayor control de las diversas formas de evasión impositiva que atentan contra los dineros públicos, el sinceramiento de los beneficios obtenidos no siempre por caminos legales de los grandes capitales, un crecimiento en madurez del horizonte directivo de todo orden: sindical, empresario, político, militar, religioso, judicial, etc.

miércoles, 6 de octubre de 2010

No es sencillo pero es necesario I

Mirarnos en el espejo europeo es un buen ejercicio para repensar de dónde venimos y dónde estamos. Tal vez un breve repaso que nos refresque la memoria puede ser útil para encuadrar la situación socio-política, económica e institucional de nuestra Argentina. Para dar fundamento a este recorrido voy a acudir al profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, el sociólogo Jorge Muracciole. El punto de partida que nos propone es volvernos a mirar dentro del marco cultural de la década de los noventa, que resultó una consecuencia tardía del golpe cívico-militar de 1976: «Ese duro aprendizaje social (de quienes en busca de la ansiada “seguridad” delegaron en el poder militar sus derechos de gobernarse por medio de representantes constitucionales) fue el resultado de la naturalización del “por algo será” y la indiferencia frente a la militarización de la vida cotidiana. En síntesis, el “no te metás” como dispositivo de sometimiento y el “hacé la tuya” como eslogan de época. Este proyecto de país –que supuestamente priorizaba la “inserción de nuestra Nación en la economía globalizada”–, fue pensado para tan sólo 10 millones de argentinos».
No se puede pensar con amplitud y profundidad la Argentina de hoy olvidando esa triste y nefasta herencia. Los finales de los ochenta y comienzo de los noventa nos sumergió en modos de pensar un modelo de país subordinado a las imposiciones del mercado internacional: «Introdujo una lógica financiera perversa que construyó prácticas sociales dependientes de la cotización del dólar y el desprecio al desarrollo industrial y tecnológico, con el espejismo del consumo de todo lo que no se fabricaba en el país. El famoso “deme dos” como tic de los incluidos, y la timba financiera anteponiéndose a cualquier respuesta colectiva. Una enfermedad social cuya recaída volvimos a sufrir con el Plan de Convertibilidad. Hasta que la ficción de esa Argentina se derrumbó con la debacle financiera de diciembre de 2001». Este pasado más denostado que pensado no debe ser escondido. Muchos de nosotros hemos caído en la fácil ilusión de haber ingresado a un mundo del hiper-consumo con muy poco esfuerzo. Si escondemos en algún rincón de nuestra conciencia esto que fuimos, y lo atribuimos a la desmesura de algunos de los gobiernos de entonces, logrando una desculpabilización piadosa, no podremos emerger hacia un futuro mejor con mayor madurez ciudadana.
¿Cuáles fueron las consecuencias de aquello que todavía permanecen entre nosotros? «Este nuevo ciclo dio nacimiento a una suerte de polarización social que consolidó, por un lado, a una franja de profesionales de alto rango, empresarios importadores y financistas que constituyeron una nueva élite ligada a empresas a escala global, y por el otro, una masa de desocupados que emergieron, ante la destrucción del aparato productivo en cuentapropistas, contratados o en su defecto supernumerarios que oscilaron en una existencia intermitente entre el trabajo precario y la desocupación temporal. Sumados a ellos, los excluidos estructurales, que fueron el síntoma más patético de la perversión social y económica del experimento neoliberal aplicado en todo el subcontinente. «El hecho traumático a escala de masas, de la movilidad social descendente, ha dejado marcas en el cuerpo social por generaciones. El caso argentino, y la crisis del experimento neoliberal y su colapso de diciembre del 2001, abrió un acontecimiento paradojal: por una parte un peligroso descreimiento generalizado de la ciudadanía hacia las instituciones y del rol de la política, pero al mismo tiempo generó un nuevo período donde la incertidumbre existencial dio lugar a alternativas impensadas en el mundo desarrollado».
La crisis en que nos dejó sumergidos la experiencia neoliberal de esas décadas abrió una puerta impensable poco tiempo antes que, por ambigua y contradictoria, no fue menos creativa con sus más y sus menos. Sigamos leyendo: «La crisis abrupta y la confiscación de los ahorros atentaron contra los valores más internalizados del derecho de propiedad. Este hecho poco común en el sistema de dominación capitalista avanzado alteró las certezas del ciudadano medio y rompió con una típica lógica del sentido de la inalterabilidad sistémica, del patrón mismo de la forma de vida atravesada por la certeza del progreso social y económico». Es decir, la ilusoria bonanza de la “convertibilidad” que ocultaba la marginación de una franja importante de nuestra población, cayó hecha trizas ante la toma de conciencia de que todo ello se había evaporado en muy poco tiempo. La devaluación de la moneda fue acompañada por una devaluación en nuestra condición de ciudadanos, la disolución de la fantasía del “uno a uno” nos empujaba a la atomización de nuestras conciencias en un “sálvese quien pueda”.
Sin embargo, como otro modo de emergencia de esa situación, la creatividad popular encontró salidas novedosas con cierto aire de ayuda mutua. La gente de los barrios capitalinos y del Gran Buenos Aires –que había salido de la siesta neoliberal cargada de inercia y pasividad – intentó experimentar para paliar la crisis, transformando su incertidumbre en decenas de emprendimientos productivos, espacios culturales, comedores comunitarios, apoyo escolar, gestando débiles embriones de economía solidaria y comercio justo.

domingo, 3 de octubre de 2010

No es inevitable pero no es sencillo II

Nuestra experiencia política, cultural, vivencial, nos ha enseñado lo que debemos hacer y lo que no queremos que vuelva a suceder. Hay una sabiduría de pueblo que alienta la esperanza de que hemos encontrado un camino, que no es el mejor, pero es uno de los posibles, que con sus más y sus menos nos ha colocado en una situación impensable a comienzos de este siglo. Esto es algo que nos debe quedar como aprendizaje: comparar el 2001 con el 2010 y hacer un balance que no niegue todo lo que falta pero que impida el repetir lo indeseable. Digo esto al ver lo que está pasando en la vieja Europa, lugar soñado por muchos no hace tanto tiempo atrás. Una Europa que se va deslizando por un tobogán hacia un futuro incierto (aunque los medios traten de ocultarlo). Para verlo mejor sigamos leyendo al profesor de la Universidad de Sevilla, Juan Torres López:
«Pero si todo ello es nefasto y está llevando a las economía a nuevas situaciones de peligro e inestabilidad, o a una larga depresión cuando imponen las políticas de austeridad actuales con la excusa de financiar la deuda que ellos han provocado, lo peor quizá sea que hayan logrado que la ciudadanía crea que todo esto es inevitable y que no se puede hacer nada para evitar la dictadura de los mercados, de modo que estamos llegando a la perfecta extorsión y a la completa rendición de los gobiernos ante los poderes financieros». Tal vez yo peque de iluso, pero me atrevería a decir que nuestra gente está mucho más avisada de la falsedad de esos argumentos que el profesor teme, y con razones, que los europeos acepten mansamente.
«¿Qué diríamos si los líderes del mundo permanecieran callados ante ataques terroristas? ¿Aceptaríamos sin más que Rodríguez Zapatero nos dijera que no se puede hacer nada ante el terrorismo de ETA? ¿Nos parecería normal que los presidentes de los gobiernos se sentaran con los terroristas para llevar a cabo las medidas políticas que éstos les propusieran? ¿Por qué entonces se reconoce que hay terrorismo financiero o dictadura de los mercados y, sin embargo, se permanece en silencio y no se apela a la fuerza de la democracia, al poder de la ciudadanía para hacerle frente? ¿Por qué aceptan sin más las preferencias de los banqueros y no las de los ciudadanos? Se está llamando valientes a los gobiernos que están adoptando las medidas antisociales de los últimos tiempos, a los que callan ante la extorsión de los poderes financieros, a los que en lugar de pedir responsabilidades y colaboración a los bancos causantes de la crisis cargan sus costes sobre las espaldas de los trabajadores. Es el mundo al revés, porque no puede haber una expresión más clara de cobardía».
Cuando releo estas palabras me parece estar ante un juego de espejos, como si la Europa de hoy fuera una repetición de nuestra historia de los noventa. «¿Cómo pueden hacernos creer quienes han construido el Estado de Bienestar en España que ahora están de acuerdo con su desmantelamiento? ¿Cómo pueden convencernos los depositarios de esa herencia que de un día para otro y sin que haya de por medio debate alguno han pasado a convencerse de que lo mejor es convertir las cajas de ahorros en bancos o abrir la posibilidad de su progresiva privatización? La carencia de debate, la evidente imposición que acompaña a las medidas que se están tomando, la improvisación con que se cambia de discurso para justificar las estrategias que sabemos que los poderosos venían proponiendo desde hace tiempo... me llevan a pensar que detrás del asentimiento generalizado, al menos de los dirigentes y parlamentarios que siguen suscribiendo sinceramente el ideario socialista o socialdemócrata, no es el resultado del convencimiento sino simplemente de la sumisión». Me parece ver a Cavallo y a Martínez de Hoz sentados en la platea aplaudiendo a rabiar diciendo “yo les enseñé el camino”.
Pero nosotros podemos argumentar en nuestra defensa que no había entonces algunos economistas de prestigio que advirtieran lo que podía pasar si adoptábamos esas políticas. En cambio hoy: «Muchos economistas científicos de gran prestigio e incluso de diversa trayectoria y posición intelectual, como Stiglitz, Galbraith o Krugman vienen señalando que las políticas de austeridad que ahora se imponen son una simple concesión a los poderes financieros que nos llevan al desastre porque van a impedir la recuperación económica». No tuvimos la oportunidad de que dos premios Nobel de economía nos advirtieran lo que iba a pasar: «el incremento de la desigualdad que así se produce solo va a conseguir que se fomente la actividad especulativa al mismo tiempo que la escasez, el desempleo, la pobreza y la exclusión social». Eso fue lo que conseguimos, pero que ahora ya no queremos más.
Porque lo que propone el profesor es lo que ha estado haciendo una parte importante de América Latina: «Lo importante es saber que nada de esto es inevitable. Se puede hacer que la economía funcione mejor fortaleciendo la generación de rentas en lugar de frenándola, es decir, con políticas expansivas en lugar de las de austeridad salarial que se empeñan en imponer; disponiendo de Banca pública que garantice que las empresas y los consumidores dispongan de financiación; estableciendo normas, impuestos o tasas que desincentiven la ganancia financiera y frenen las transacciones especulativas; controlando los movimientos de capital que no estén ligados a operaciones productivas». Por eso creo que hemos aprendido, no todos, pero una parte importante de nosotros, y que no vamos a permitir que rifen todo lo que hemos conseguido.