domingo, 7 de noviembre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada VI

El proceso de la globalización, como ya han sostenido muchos analistas, ha comenzado con la expansión europea del siglo XVI que intentaba extender sus tentáculos comerciales hacia el este, vedado por el Islam, y se encontraron con un continente desconocido para ellos. A partir de ese comienzo el imperio español conquistó una serie de territorios diseminados por el planeta que llevó a Carlos V (1500-1558) a afirmar «En mi imperio nunca se pone el sol». Después de esto se va a desarrollar una lucha entre imperios que va a culminar con la victoria de la batalla de Trafalgar (1805) que le dará al Reino Unido el dominio de los mares. El fin de la Segunda Guerra mundial (1945) instala a los EEUU como sucesor de esos dominios. Esta breve historia tiene como propósito ampliar el marco conceptual dentro del cual colocar el tema de la globalización. A partir de la década de los ochenta la prédica neoliberal convirtió a esta expansión del dominio político, cultural, económico y comercial del planeta por parte de los EEUU como un proceso natural de las consecuencias de la mundialización de las comunicaciones.
La propuesta del Consenso de Washington a fines de esa década proclamaba en su manifiesto el fin de los Estados nacionales, la inutilidad de las fronteras políticas y la liberación de los mercados comerciales, económicos y financieros. La utopía liberal prometía un desarrollo acelerado y el derrame de riquezas para todos. Dos décadas después la crisis 2007-8 disparada por las “hipotecas basura” (como se las conoció) alertó a muchos de las falacias de aquellas propuestas. Si bien esas consecuencias se hicieron sentir en unos cuantos países de la periferia del mundo concentrado, ese mundo no se salvó de los ramalazos del desastre. Veamos como nos lo explica un ex-editor del Wall Street Journal y ex-secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan (1981-89), el Dr. Paul Craig Roberts, un conservador republicano. A pesar de sus convicciones no puede ocultar la situación de su país:
«Ahora, cuando unos pocos demócratas y los restos de AFL-CIO [Central de trabajadores de los EEUU] se dan cuenta del impacto destructivo de la relocalización en el extranjero de puestos de trabajo sobre la economía de EE.UU. y sobre millones de vidas estadounidenses, los propugnadores de la globalización han resucitado la conclusión de hace algunos años del economista de Dartmouth Matthew Slaughter, de que la exportación de puestos de trabajo por las corporaciones de EE.UU. aumenta el empleo y los salarios en EEUU».
Es muy interesante que sea él quien denuncie esto: la traslación de muchísimas grandes empresas hacia zonas de menor costo laboral e impositivo (relocalización en lenguaje técnico) ha tenido consecuencias muy graves sobre la pérdida de una cantidad muy importante de puestos de trabajo dentro de ese país. El resultado fue todo lo contrario de lo que se prometía. Craig Roberts afirma: «En aquel entonces [los ochenta] desenmascaré los errores de Slaughter, pero economistas dependientes de la generosidad corporativa [pagados por las grandes empresas] pensaron que era más rentable tragarse la píldora de Slaughter que decir la verdad. Recientemente la Cámara de Comercio de EE.UU. sacó a relucir el falso argumento de Slaughter como arma contra los representantes demócratas Sandy Levin y Tim Ryan, y el Wall Street Journal hizo que el secretario de defensa de Bill Clinton William S. Cohen, regurgitara la afirmación de Slaughter en su página de opinión editorial el 12 de octubre»
Debo anotar acá que nuestro país no tiene el monopolio de los escribas a sueldo conocidos como “prestigiosos periodistas” o de los “economistas parlanchines” de los medios de comunicación que no vacilan en mentir por una buena estipendio. Esto también sucede allá (no sé si se han copiado de nosotros o es al revés) y las consecuencias parecen ser similares. Como prueba de ese tipo de maniobras de ocultamiento nuestro denunciante dice: «Envié una carta al Wall Street Journal, pero a los editores no les interesó lo que opinaba un ex-editor asociado, columnista del periódico y secretario adjunto del Tesoro», antecedentes importantes que no le sirvieron para que publicaran sus opiniones. Deberíamos decirle: los antecedentes sólo valen cuando se opina de acuerdo a los responsables de los grandes periódicos, las opiniones que intentan destapar todo tipo de maniobras de ocultamiento quedan bloqueadas y se debe recurrir a los canales alternativos.
Resultado la desocupación y la pobreza en los EEUU ha llegado para quedarse.

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