miércoles, 10 de noviembre de 2010

Riqueza concentrada y pobreza generalizada VII

Continuemos con los dichos de Paul Craig Roberts. Su intención de hacer conocer al público la verdad del problema de la desocupación en los EEUU no tuvo éxito: «Había que mantener a cualquier precio la fachada de mentiras. No se puede cuestionar que la globalización sea buena para nosotros» afirma. Pero “nosotros” son ellos y ¿los “otros nosotros” que somos “nosotros” los de la periferia? No se le puede pedir que también piense en ese “nosotros”, pero es suficiente con que nos cuente como les está yendo a ellos para que tomemos nota y aprendamos. Sobre todo cuando algunos tontos osan repetir las “verdades” de los garúes de aquí. Y digo tontos porque los otros, los peligrosos, lo siguen pensando pero lo ocultan hasta que soplen mejores vientos. Lo que denuncia es que han salido algunos a defender esa teoría con afirmaciones infantiles con las que se pretende disfrazar lo que ocurre. Así el secretario de defensa de Bill Clinton (1992-2000) William S. Cohen dijo a los lectores del Wall Street Journal que «el hecho es que “por cada puesto de trabajo relocalizado en Bangalore, se crean dos puestos en Buffalo y otras ciudades de EE.UU.”, apuesto que a Buffalo “y a otras ciudades en EE.UU.” les gustaría saber dónde quedaron esos puestos de trabajo. Tal vez Slaughter, Cohen, y la Cámara de Comercio se lo puedan decir».
Y agrega una pintura de la situación actual de la población de ese país: «En mayo pasado estuve en St. Louis y me impresionó ver calle tras calle una sucesión de casas desiertas y selladas con tablones, fábricas y edificios de oficinas abandonados, incluso vitrinas vacías de negocios en el centro. Detroit trata de reducir su tamaño en 100 kilómetros cuadrados. El 25 de octubre, 60 Minutes tuvo un programa sobre el desempleo en Silicon Valley, donde profesionales que antes ganaban altos sueldos han estado sin trabajo durante dos años y ni siquiera pueden encontrar trabajo a tiempo parcial a 9 dólares por hora en los grandes almacenes». ¿No deberíamos preguntarnos por qué este tipo de información no circula por los grandes medios de comunicación?. Lo que sí se nos dice es que lo peor de la crisis ya pasó y que ha comenzado la recuperación.
Continúa diciendo: «La afirmación de que la relocalización de puestos de trabajo en el extranjero por las corporaciones estadounidenses aumenta el empleo interior en EE.UU. es uno de los mayores engaños de todos los tiempos. Como demostré entonces en mi columna de distribución nacional y de nuevo en mi libro How The Economy Was Lost (2010)». El manejo de los números estadísticos por parte de los profesionales de la economía y la política queda reflejado en esta afirmación: «Slaughter llegó a su conclusión errónea cuando contó el crecimiento de puestos de trabajo multinacionales en EE.UU. sin ajustar los datos para reflejar la adquisición de firmas existentes por multinacionales y que las firmas existentes se convertían en multinacionales al establecer operaciones en el extranjero por primera vez. No hubo nuevo empleo multinacional en EE.UU. El empleo existente simplemente pasó a la categoría multinacional por un cambio en el estatus de firmas a multinacionales».
Es claro que el juego de números puede lograr la demostración de lo que se propongan. «Si Slaughter (o Cohen) hubieran consultado los datos de nóminas no agrícolas de la Oficina de Estadística Laboral [BLS], no habría podido ubicar los 5,5 millones de puestos de trabajo que supuestamente se crearon. En mis artículos he informado durante aproximadamente una década sobre los detalles de la creación de nuevos puestos de trabajo en EE.UU., como revelan los datos de la BLS, tal como lo ha hecho el economista de Washington, Charles McMillion. Durante la última década, la creación neta de nuevos puestos de trabajo en EE.UU. no ha tenido nada que ver con las corporaciones multinacionales. Los empleos consisten en camareras y barmans, servicios sanitarios y sociales (sobre todo en atención sanitaria ambulatoria), vendedores de comercio y mientras duró la burbuja en la construcción». ¿Me atrevo a decir «cualquier semejanza con nuestros años noventa es mera casualidad»?

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