domingo, 2 de enero de 2011

La mejor forma de robar un banco es ser dueño de uno IX

Llegados a este punto de la historia, los setenta, debemos analizar las consecuencias de esa crisis que se han sentido hasta hoy, como remezones de un terremoto que afectó a todo el globo. Es muy interesante como hipótesis a pensar la que sugiere nuestro profesor, que quedó antes anotada, respecto de cuánto de esa crisis fue provocada con el propósito de revertir el proceso de distribución de la riqueza que venía avanzando, por lo menos, en occidente y que con diferencias según países y regiones habían reconocido treinta años de prosperidad. Estas décadas dieron lugar a la idea de que era posible un “capitalismo con rostro humano” como comenzó a pensarse entonces. La reacción de los sectores del capital concentrado para evitar el avance de políticas redistributivas está dentro de la hipótesis mencionada.
Es necesario recordar que esas políticas habían tenido como propósito detener “el avance del comunismo” en el mundo, ante el fracaso de la suposición que sostenía que la Unión soviética no resistiría los embates de las fuerzas armadas alemanas en la Segunda Guerra. Colocar esta hipótesis en el centro de la mirada que se proponga el análisis de esta conflagración mundial posibilitará una lectura más adecuada de las causas de ese conflicto. Las condiciones de posguerra habían dejado a una Unión soviética ocupando la mitad de Europa, cuya otra mitad requirió la ayuda del Plan Marshall para su reconstrucción y el combate de la pobreza. Era ésta la causa del temor al avance del comunismo frente a las elecciones que se estaban preparado para reconstruir las instituciones del “mundo libre” como se lo llamó durante algún tiempo.
Veamos otras consecuencias. Como quedó dicho los EEUU heredaron el centro del poder mundial que el agotamiento de Gran Bretaña dejaba vacante. El proceso iniciado anteriormente de la expansión global del capitalismo se encontraba en mejores condiciones al estar bajo la conducción de un país que no había soportado el conflicto dentro de sus fronteras y que, por el contrario, se había convertido en el gran acreedor del mundo. El tema que vamos a abordar, y que estará por debajo de la investigación siguiente, es la gran expansión de las formas financieras del capitalismo que transformaron las décadas posteriores, que se convirtieron en la causa estructural de las crisis que soportó el mundo de allí en más.
Rapaport describe esta etapa en estos términos: «La crisis del sistema monetario internacional, la caída de las tasas de rentabilidad, la inflación y la enorme oferta de fondos prestables fueron impulsando uno de los aspectos fundamentales de la nueva etapa de internacionalización del capital: el llamado proceso de globalización financiera». Para fundamentar esta afirmación se apoya en lo dicho por John Eatwell y Lance Taylor: «La escala y los flujos financieros en el nuevo orden financiero internacional destruyeron las fronteras existentes entre los mercados de capital nacionales y el mercado financiero internacional». Se fue consolidando un predominio del sistema financiero sostenido por una rentabilidad mayor que ofrecía esa libertad de operar en un espacio que comenzaba a convertirse en virtual, aunque en la década siguiente adquiriría una velocidad impensada entonces. La “economía real” quedaba sometida a la imposición de los avatares de la especulación financiera, modalidad que se asentaría en el sistema con pretensiones de exclusividad. Las tasas elevadas eran altamente atractivas lo que imponía políticas que se pensaban y se ejecutaban al compás de las necesidades de este tipo de capital.
Leamos al profesor: «Pero la globalización financiera implicó, sobre todo, un cambio significativo en las reglas del juego permitiendo a los agentes económicos tomar o colocar su dinero, gracias al conjunto de instrumentos que les ofreció el mercado, y facilitando las prácticas especulativas. En poco más de treinta años el sector financiero creció en todos sus indicadores varias veces más que las actividades productivas». Lo que puede sorprender desde la mirada que habilita este presente sobre aquel pasado es cómo se pudo creer, hacer creer, pensar, imaginar (o lo que el lector le quiera agregar), que una vieja evidencia que sostenía, basada en larga experiencia: «el dinero no produce dinero», podría haberse desvanecido sin sospechar que la timba podía ser un aumento de las riquezas. Cómo se pudo olvidar que en ella lo que alguien gana lo pierde el otro, pero la riqueza creada no se movido ni un milímetro. Esta fascinación está en la base del mundo que habitamos hoy.

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