domingo, 6 de febrero de 2011

III.- El discurso justificador

El análisis del comportamiento de las empresas de medios de comunicación permite desentrañar el problema que he venido planteando. Recurramos a la ayuda de dos investigadores de la Universidad de Buenos Aires, Martín Becerra y Guillermo Mastrini, quienes han estudiado detenidamente este tema: «Las características económicas de la industria cultural deben complementarse con la impronta social y política de la producción simbólica. Esto significa, que sus productos no sólo tienen un costo de producción y un valor de intercambio en el mercado sino además un rol muy significativo en la constitución de identidades políticas y culturales. En general los estudios en comunicación se preocuparon mucho por este último aspecto. Desde nuestra perspectiva, y centralmente a partir de las transformaciones del sector en los últimos veinte años, ambas cuestiones deben ser consideradas en conjunto. Desde un punto de vista sociopolítico, un elemento central está constituido por el pluralismo informativo y cultural. Una de las claves de la participación ciudadana en la definición de las principales tendencias de la sociedad es tener la posibilidad de acceder a una variada gama de productos culturales y opiniones. La concentración de la propiedad de los medios limita esta variedad».
Este es el punto central de la cuestión, como ya quedó dicho: ofrecer un discurso periodístico monocorde, a través de la capacidad comunicacional que representa un multimedio de modo que el público tenga acceso a una construcción informativa que ofrece una versión de la realidad acorde con sus intereses ideológicos. Acá aparece la “constitución de identidades políticas y culturales” cuyo resultado es una visión semejante a los intereses dominantes. El capital concentrado desaparece como tema a pensar, mucho más como problema a resolver, se invisibiliza del horizonte informativo. Su desaparición garantiza su impunidad. Debo agregar otra dimensión de lo que se podría denominar “gran plan operativo informacional”, aunque esto pueda resultar disparatado a primera vista.
Este el problema central que quiero mostrar ahora: la capacidad de haber convertido en un hecho natural que todo debe pasar por el mercado puesto que todo se compra y se vende, por lo tanto la noticia, la información en general, también se ha convertido en una mercancía más. Es decir es un objeto que debe redituar la correspondiente ganancia, directa o indirectamente por los efectos culturales conseguidos. El paso que sigue es reducir lo comercial a un mecanismo técnico, carente de valoración, como una actividad aséptica que se ocupa de la circulación de bienes lucrativos en respuesta a la satisfacción de supuestas “demandas naturales”. La razón de ser del mercado es la satisfacción de la demanda de acuerdo a las preferencias del consumidor. La tarea que estamos emprendiendo es descubrir qué se oculta detrás de esta simplificación.
Una convicción que ha ganado una porción muy importante de la población es la aceptación de que “todo es negocio”, y que, por tanto, en él rige sólo la conveniencia y el interés de los participantes. De allí se desprende que no debe mezclarse ingenuamente “el negocio” con los miramientos morales, puesto que en el mercado cada quien vela por sus propio interés individual. Cuando alguien compra o vende intentará sacar el máximo provecho posible sin importar los métodos utilizados: el tema fundamental pasa por la capacidad de argumentación mediante la cual se puede vender un gato por una liebre. Todo depende de las habilidades de negociación que cada uno posea, y esto es sólo un tema técnico, no caben juicios morales.
El pensador alemán Erich Fromm (1900-1980), miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Fráncfort, detectó el fenómeno que recién comenzaba a fines de la década de los sesenta y lo planteó en estos términos: «Las aplicaciones de la psicología se han generalizado a partir del manejo del consumidor y del trabajador, al manejo de todo el mundo, a la política. Mientras que la idea original de la democracia se basaba en el concepto del ciudadano responsable y con ideas claras, en la práctica esto se distorsiona cada vez más, por la utilización de los mismos métodos que se desarrollaron primero en la investigación de mercado y en las “relaciones humanas”… el [antes] ciudadano se convierte en una cosa, se lo trata y se lo maneja como a tal y las llamadas “relaciones humanas” son las más inhumanas, porque son relaciones “cosificadas” y alienadas».

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