domingo, 13 de febrero de 2011

V.- La base científica de la publicidad

Comencemos preguntándonos por qué detenernos en el análisis de los medios. Respuesta: porque se han convertido en el vehículo privilegiado del “adoctrinamiento de la masa”. Creo que esta afirmación asusta o puede parecer alocada. Es como pensar que la sociedad globalizada es la Alemania de Hitler. No, por supuesto, pero tampoco que nada tiene de aquella. Primero decir que las técnicas propagandísticas que se le adjudicaron a Paul Joseph Goebbels (1897–1945), político alemán, que fue el ministro de propaganda de la Alemania Nacional Socialista, fueron extraídas de las investigaciones realizadas por especialistas estadounidenses y llevadas a ese país en la década del treinta. En aquella época las universidades del norte eran las que tenían los estudios más avanzados en materia de comunicación de masas. Por ello, un agudo intelectual como Goebbels, poseedor de una inteligencia superior orientada a las comunicaciones y a la psicología de masas, comprendió la capacidad de esas universidades y entró en contacto con varios de esos investigadores, siendo uno de sus representantes más importantes Walter Lippmann (1889-1974), egresado de Harvard, periodista, comentarista político, crítico de medios y filósofo.
La plasmación de esas doctrinas en el ideario publicista del régimen nazi adquirió una fama extraordinaria que hizo olvidar su verdadero origen. La lectura de algunos de sus principios nos permiten ver cómo siguen vigentes en las comunicaciones actuales: 1.- «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas»; 2. «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar»; 3.- «Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa»; 4.- «Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines». Un superficial análisis de las comunicaciones actuales muestra la fidelidad a estas premisas.
Este proceso de concentración de la propiedad en pocas manos se intensificó en la década de los ochenta, aunque algunos atisbos de lo que se estaba produciendo ya se tuvieron en la década del cuarenta. La película Ciudadano Kane, dirigida, escrita, producida y protagonizada por el estadounidense Orson Welles, considerada como una de las obras maestras de la historia del cine, se basó en la vida de William Randolph Hearst (1863-1951) quien fue un periodista, magnate de la prensa estadounidense y además inventor y promotor de la llamada “prensa amarilla” o “sensacionalista”. Si bien para aquella época aparecía como un dueño importante de medios comparado con la concentración actual pasaría desapercibido. Un aspecto importante para seguir en la comparación que propongo es lo que se llamó en aquella época la “prensa amarilla”. Se trataba de un periodismo de investigación mezclado con titulares impactantes, alejados en muchos casos del paradigma imperante respecto de la neutralidad y del rigor periodístico. El objetivo primero de Hearst era vender la mayor tirada posible sin tener en cuenta la veracidad ni la objetividad de los datos.
La década de los ochenta, década de la mayor concentración privada de medios, fue también el momento en que la prensa se alineó con los intereses del capital concentrado de lo cual la cobertura de las guerras de Kuwait, Irak y las que siguieron mostraron una actitud mucho más propagandística que informativa. Se puede colocar en primera línea a CNN y a las empresas del grupo de Keith Rupert Murdoch, magnate australiano, director y principal accionista de News Corporation (que engloba por ejemplo los periódicos The Sun y The Times o los conglomerados de cadenas vía satélite Fox y Sky), la corporación de medios de comunicación más grande e influyente del mundo. Ha comprado el Wall Street Journal y el Financial Times. Estas corporaciones de medios están comprometidas con la derecha norteamericana y británica y son dos puntos de difusión de las ideas del neoliberalismo.
Llegados a este punto creo que comienza a percibirse como se cierra el círculo de intereses del capitalismo financiero y sus socios políticos del mundo.

1 comentario:

Romina dijo...

Desde hace tiempo que se vienen desarrollando estudios referidos a la base de las agencias de publicidad y su ingerencia en los medios de comunicación. Hoy en día, la mayoría de los programas sustentan un producto publicitario, cuando al comienzo la idea era otra. Así, con tal dependencia de anunciantes, lo que se logra es una televisión mercantilista.

Es un gran blog. Saludos.