miércoles, 30 de marzo de 2011

XVIII.- Los ganadores y los perdedores de la democracia capitalista

Vayamos ahora hacia el otro polo de la sociedad estadounidense. Leamos las afirmaciones de Jerome Duval, miembro del CADTM (Comité para la anulación de la deuda del Tercer Mundo):
En un contexto de crisis que afectaba sobre todo a los hogares humildes que ya no podían garantizar el pago de su vivienda, los grandes bancos ofrecieron primas astronómicas y otras ventajas a sus directivos. En octubre de 2007, en plena crisis de las «subprime», Merrill Lynch decidió la salida anticipada de su presidente y consejero delegado, Stan O’Neal, y le concedió una indemnización de 160 millones de dólares (cerca de 30 millones en concepto de jubilación y 129 millones en stock options ). Es así como Merril Lynch daba el ejemplo: agradeciéndole al presidente de un gran banco mundial haber asumido personalmente la responsabilidad de las pérdidas ligadas a las hipotecas de riesgo («subprime»). Algunos días más tarde, en noviembre de 2007, fue el turno de Charles Prince, presidente de Citigroup, a quien reconocieron los servicios prestados con una prima de 12,5 millones de dólares. En 2007, el presidente y consejero delegado del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, pulverizó el récord de primas concedidas al primer ejecutivo de un banco al verse recompensado con 68 millones de dólares.
Debemos preguntarnos: ¿cómo es que a los responsables de las grandes pérdidas de varias de esas empresas en vez de castigarlos se los premia? ¿cómo se puede entender que cuando tanta gente a perdido casi todo lo que tenía, algunos responsables son recompensados con millones de dólares? Algo parece ocultarse en todo este proceso que culminó en una crisis financiera internacional (2007-8) que perjudicó a miles de millones de personas en todo el planeta. Duval agrega:
Según una encuesta del Wall Street Journal, en 2007 las principales entidades financieras estadounidenses se embolsaron 130.000 millones de dólares en concepto de remuneración (salarios más primas). Si sólo se contabilizan las primas, ese mismo año los banqueros y brokers de Wall Street percibieron 33.000 millones de dólares, lo que constituye una cifra astronómica en una época en la que los países industrializados se deslizaban hacia una crisis profunda y duradera. Este importe sólo es moderadamente inferior al récord de 2006, cuando se auto-concedieron más de 34.000 millones de dólares, justo antes del inicio de la crisis. En 2008, un año después, las autoridades del Estado de Nueva York anunciaron que las mismas entidades de Wall Street que habían recortado ese año 19.200 puestos de trabajo (esto es, un recorte del 10,3% de la plantilla del sector financiero) pagaron 18.400 millones de dólares en primas a sus trabajadores: incluso si esa cifra es un 44% inferior a la del año anterior, queda patente que los despidos de muchos se producen para mantener las primas exorbitantes de unos cuantos.
Si lo leído sorprende Duval agrega al comentario que mientras se desarrollaba y se profundizaba la crisis financiera que dejaba en la miseria a tanta gente, según lo publicado por el Wall Street Journal el 11 de octubre de 2010: «las remuneraciones totales de los directivos de Wall Street apuntan a un nuevo récord de 144.000 millones de dólares para ese año. Desde el inicio de la crisis en el 2007 hasta el 2009, los banqueros y brokers de Wall Street percibieron más de 70.000 millones de dólares en primas». ¿Puede caber el atrevimiento de pensar que, en realidad, la crisis fue un gran negocio para unos pocos? Ante lo que estaba sucediendo, el 29-1-2009 el flamante Presidente Obama se mostró molesto por todo ello, sobre todo ante la exhibición de un derrame de millones de dólares entre ese grupo de funcionarios al tiempo que cientos de miles de estadounidenses no podían pagar sus créditos y expresó: «Entre otras cosas, será necesario que la gente de Wall Street que está pidiendo ayuda muestre moderación, disciplina y un mayor sentido de la responsabilidad».
Dice Duval: «A pesar de su llamada a la moderación, Obama no se pronunció sobre los 118 millones de dólares percibidos en concepto de salario, primas y acciones entre 1999 y 2008 por uno de sus asesores principales, el antiguo responsable de Citigroup, Robert Rubin. Tampoco hizo referencia a Timothy Geithner —nombrado por Obama secretario del Tesoro—, cuando éste defraudó al fisco al ocultar los ingresos que había percibido del FMI. En definitiva, los bonitos discursos sólo sirven para tranquilizar a la opinión pública y distraer su atención cuando hace falta».
Los que se sientan en la cúspide de la pirámide y los que se sientan en su base, es evidente, reciben un trato diferente en la gran democracia del norte.

domingo, 27 de marzo de 2011

XVII.- El extraño juego de las ganancias y las pérdidas

Estamos llegando al final de nuestro recorrido y, en este punto, vamos a intentar cerrar el círculo de la argumentación expuesta. Nuestro tema se fue desarrollando como reflexiones en torno a una afirmación del personaje Gordon Gekko: sostenía que la codicia era buena y necesaria para el desarrollo de una sociedad. Se desprendía de allí que esta codicia se movía tras el logro del mayor lucro posible, sin que hubiera límite alguno que marcara el haber llegado a una meta buscada. Peor aún, se deduce que no existe tal límite y, además, no es deseable de acuerdo a esta postura. El problema que debemos enfrentar para pensar un mundo más equitativo es que el enunciado encierra una trampa por la verdad ignorada de la finitud del planeta: “para que algunos tengan tanto debe haber muchos que tengan cada vez menos”. Esa persecución del lucro por cualquier método deja tendidos en el camino a millones de víctimas, y esto ha ido creciendo en las últimas décadas.
Es un discurso que se puede comprender sólo como la justificación del poder imperial y desde allí. Son los poderosos los que enarbolan esa bandera y es a ellos a quienes les sirve. Lo que traté de mostrar en las notas anteriores es que ese discurso ideológico, ocultador, tergiversador, sesgado, es inculcado en muchas instituciones educativas con pretensiones de carácter científico. Además es predicado desde los medios de comunicación del capital concentrado, por lo cual se convierte en un componente de la opinión pública, que ingenuamente argumenta desde esa tabla de valores que sostiene sus afirmaciones. Es por tal razón que el problema no es de orden económico-financiero solamente. Más aún, es en primer lugar hoy un problema de orden cultural e ideológico.
¿Cómo se manifiesta este problema? En la certeza de que muchas personas tienen acerca de “verdades” como: quien se esfuerza puede lograr el nivel de vida que exhiben impúdicamente en la televisión, entre otros medios, los que ya lo han alcanzado que son mostrado como “gente común”. Es una combinación de mucho esfuerzo y un poco de suerte el camino para lograrlo. La figura del “self made man” ha sido mostrada como el pilar fundamental de la democracia estadounidense. Los publicistas del “American Way of life”, han insistido por décadas y lo presentado como la verdad revelada: máxima expresión de la democracia, ya que ofrece igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad. Esto resulta falso a simple vista con los miles de familias norteamericanas que en diferentes formas son víctimas de la marginación y la pobreza.
Veamos ahora cómo funciona esa igualdad de posibilidades por la cual “sólo unos pocos” alcanzan el éxito. Tomaremos una especie de fotografía de dos sectores de la sociedad estadounidense: simplemente los que están abajo y los que están arriba. Dicho de otro modo: los perjudicados de siempre y los beneficiarios del sistema. El profesor Jerry White nos ofrece la siguiente descripción de los Estados Unidos de hoy:
Según un análisis de los datos estatales realizado por el diario New York Times, unos seis millones de estadounidenses (una de cada 50 personas en Estados Unidos) viven únicamente de los 100 o 200 dólares mensuales en bonos de comida. Según informa este periódico, la cantidad de personas en paro y que no reciben ingresos económicos (ni prestaciones sociales, ni seguro de paro, pensiones, ayuda por hijos o paga por enfermedad) se ha disparado un 50% en los dos últimos años a medida que la recesión aumentaba.
El número de personas en los EE.UU. que se declaró en quiebra aumentó un 9% el año pasado, y llegó a 1’53 millones, a medida que más familias de trabajadores fueron víctimas de la pérdida de empleos, de la caída del valor de sus casas y de acreedores que no perdonan. La cifra fue la más alta desde 2005, cuando los cambios en las leyes de bancarrota hicieron más difícil y costosa la declaratoria, lo que llevó a un fuerte descenso en el número de estadounidenses que solicitaron protección judicial. El reciente repunte en los casos –a pesar de los costos adicionales y los obstáculos legales– es indicativo de la desesperación de amplios sectores de la población estadounidense a pesar de las afirmaciones oficiales de una recuperación económica.
Las familias están cayendo en la quiebra después de que uno de los cónyuges pierde el trabajo o le recortan las horas de trabajo, o si pertenece a una pequeña empresa que quiebra, según informes de la prensa. De la noche a la mañana, los pagos de la hipoteca y otras deudas se hicieron muy difíciles de afrontar, y algunas familias están recibiendo de 15 a 18 llamadas al día de sus acreedores, antes de solicitar la ejecución de sus propiedades.

miércoles, 23 de marzo de 2011

XVI.- El problema cultural del capitalismo

Llegado a este punto el profesor Bell tiene que plantearse el problema que se deriva de la contradicción que quedó esbozada. Las decisiones de la sociedad no siempre se acompasan con las de cada uno de los individuos, y muchas veces pueden entrar en contradicción. Por ello, partiendo de la armonía que presentó el capitalismo en sus comienzos, reflexiona: «De modo que el equilibrio de los apetitos privados y la responsabilidad pública es real: ¿Cómo se lo mantiene?»:
En el temprano desarrollo del capitalismo, el impulso económico sin freno fue controlado por las restricciones puritanas y la ética protestante. Se trabajaba por la obligación de cada uno a su propia vocación o para cumplir con la norma de la comunidad. Pero la ética protestante fue socavada, no por el modernismo, sino por el propio capitalismo. El más poderoso mecanismo que destruyó la ética protestante fue el pago en cuotas o crédito inmediato. Antes era necesario ahorrar para poder comprar. Pero con las tarjetas de crédito se hizo posible lograr satisfacciones inmediatas. El sistema se transformó por la producción y el consumo masivos, por la creación de nuevas necesidades y nuevos medios de satisfacerlas. La ética protestante había servido para limitar la acumulación suntuaria, pero no la acumulación del capital. Cuando la ética protestante fue apartada de la sociedad burguesa, sólo quedó el hedonismo, y el sistema capitalista perdió su ética trascendental.
Es una muy interesante tesis para pensar algunos cambios del capitalismo de comienzos del siglo XX. Aunque su manifestación más desaforada se dio en la segunda posguerra. Un sistema industrial que producía a toda marcha para proveer a la guerra debió encontrar otro modo de ubicar su producción y debió conseguir que el modelo de hombre tradicional relativamente austero de antes del conflicto, se convirtiera en un voraz consumidos siempre insatisfecho. Sugiero recordar aquí lo señalado por Erich Fromm en notas anteriores. Agrega Bell:
El hedonismo, la idea del placer como modo de vida, se ha convertido en la justificación cultural, si no moral, del capitalismo. Y en el ethos liberal que ahora prevalece, el impulso modernista, con su justificación ideológica de la satisfacción del impulso como modo de conducta, se ha convertido en el modelo de la imago cultural. Aquí reside la contradicción del capitalismo. En esto ha terminado el doble vínculo de la modernidad.
Que esta sea la contradicción del capitalismo nos habla de las limitaciones de sus tesis. Escribe desde un Estados unidos que comienza a salir del estado de bienestar del New Deal , sin grandes problemas sociales todavía, con el convencimiento de que ese era un piso para la sociedad norteamericana. Estaba muy lejos de imaginar las consecuencias del terremoto neoliberal de los republicanos. A pesar de ello nos da bastante material para pensar la deriva del sistema capitalista, sus idas y venidas, sus crisis y sus posibles superaciones. Afirmaciones como: «Lo que define a la sociedad burguesa no son las necesidades, sino los deseos. Los deseos son psicológicos, no biológicos, y son también ilimitados. En una sociedad moderna, el motor del apetito es un nivel de vida cada vez mayor y la diversidad de productos que tanto contribuyen a dar esplendor a la vida. Pero es también, por su énfasis en la ostentación, un implacable despilfarro de recursos». Se le podría sugerir la aclaración de que se refiera a la sociedad burguesa del siglo XX, que había abandonado ya el ascetismo de los siglos anteriores. Si bien hay mucho más que discutirle en su tesis, el tema de la explotación, del imperialismo y otros detalles no le parecen preocupar.
Nos es suficiente lo leído para poder pensar el problema de una posible superación de los problemas actuales. Lo medular que tenemos que rescatar es el énfasis puesto en torno al tema cultural, y allí debemos concordar con Bell: la mención al despilfarro de recursos adquiere hoy una centralidad dentro del problema que no la tenía en la década de los setenta, puesto que ya está claro que se juega allí la sobrevivencia del planeta como mundo biológico. Un despilfarro que va acompañado por una pésima distribución de la riqueza.

domingo, 20 de marzo de 2011

XV.- El doble juego del afán de ganancias y el ascetismo puritano

En su famoso trabajo, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Weber presenta la tesis en la que sostiene que la ética y las ideas puritanas influenciaron el desarrollo del capitalismo. Sin embargo parecería una contradicción dado que la religiosidad es por lo general acompañada por el rechazo de los bienes mundanos, sobre todo la búsqueda de una mejor posición económica. La parábola del joven rico en los Evangelios avala esta posición. ¿Qué hizo cambiar esto en el protestantismo? Weber debe tratar de resolver esta aparente paradoja. Para ello define al "espíritu del capitalismo" como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas, que debió enfrentar en aquella época el peso de la tradición medieval. Por ello escribió Weber: «Para que una forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos enteros de personas». Acá aparece la excepcionalidad de la cultura de la clase burguesa, apegada al trabajo y al comercio, convertidos en un “ethos”.
Hablar de ascetismo, en la actualidad, ante el imperio de la cultura globalizada ligada al consumo y al placer inmediato, se torna un tema extravagante, pero allí se debe encontrar el motor del gran cambio cultural. La necesidad de saberse salvado superó, en aquellos países donde reinó el calvinismo, la fuerza de la tradición. Bebemos reparar en la tremenda fuerza movilizadora que tuvo, durante siglos, esa versión de la religión para los hombres de los siglos XVI y XVII en la Europa nórdica. Lo notable es que ese afán de lucro no fue acompañado por una vida suntuosa. Por el contrario ese ascetismo los obligó a una vida austera en la que el dinero ganado sólo servía para certificar la salvación y reinvertirlo en mayor producción. Se trata de personas de mucho dinero pero que vivieron con mucha humildad y recato. Weber recurre a un ejemplo en la persona de Benjamín Franklin (1706-1790), uno de los Padres Fundadores de la Nación norteamericana. Fue un calvinista ortodoxo y parte del contenido de su doctrina sintetizada en la famosa frase: «Time is Money», la expresaba de este modo:
Piensa que el tiempo es dinero... El que puede ganar diariamente diez chelines con su trabajo y dedica a pasear la mitad del día, o a holgazanear en un cuarto o, aún cuando dedique seis peniques para diversiones, no ha de contar esto sólo, sino que en realidad ha gastado, o más bien derrochado, cinco chelines más. Piensa que el crédito es dinero. Si alguien deja seguir en tus manos el dinero que le adeudas, deja además su interés y todo cuanto puedes ganar con él durante ese tiempo. Se puede reunir así una suma considerable si un hombre tiene buen crédito y además sabe hacer buen uso de él.
Es decir la necesidad de ganar dinero se apoyaba en una vocación religiosa por la búsqueda de un lugar en el cielo. Todo ello dentro de la vida ascética ya mencionada. El marco cultural y la organización social que sostenía esta doctrina estaba dada por un capitalismo incipiente de pequeños propietarios: artesanos, comerciantes, prestamistas, que no permitía prefigurar la expansión del capitalismo de los siglos XIX y XX. Es este desarrollo el que rompe los límites de la moral puritana y, si bien como discurso todos estos valores permanecen, la práctica de un capitalismo colonialista e imperial desvirtuó este origen y se fue desbarrancando por el afán desmesurado de ganancias, motorizado por la codicia desatada. Se impone lo que el profesor Daniel Bell define así:
En la sociedad moderna, el principio axial es la racionalidad funcional, y el modo regulador es economizar. Esencialmente, economizar significa eficiencia, menores costes, mayores beneficios, maximización, optimización y otros patrones de juicio similares sobre el empleo y la mezcla de recursos. La estructura axial es la burocracia y la jerarquía, ya que estas derivan de la especialización y la fragmentación de funciones y de la necesidad de coordinar actividades […] El capitalismo es un sistema económico-cultural, organizado económicamente en base a la institución de la propiedad privada y la producción de mercancías, y fundado culturalmente en el hecho de que las relaciones sociales de intercambio, las de compra y venta, han invadido la mayor parte de la sociedad.
Esta descripción no muestra ninguna dificultad y pareciera un orden armónico que atiende las necesidades de todos a pesar del juego de los intereses particulares y la posibilidad de que ello desate la violencia de las pasiones. En un origen la contradicción entre el ciudadano miembro de una comunidad y el burgués que se centraba en la defensa de su interés individual, se debe haber resuelto de algún modo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

XIV.- La búsqueda del lucro como justificación

Hemos comenzado planteando la relación del capitalismo y la codicia. Para poder tomar una mirada amplia al proceso que nos depositó en este hoy es necesario preguntarnos por el comienzo. El pensador alemán Max Weber (1864-1920) se planteó la siguiente cuestión: «Si un miembro de la civilización moderna europea se propone investigar alguna cuestión relacionada con la historia universal, es lógico e inevitable que trate de considerar el asunto preguntando: ¿qué serie de circunstancias ha determinado que sólo en Occidente hayan surgido ciertos hechos culturales sorprendentes, que estuvieron orientados hacia un desarrollo de validez y alcances universales?» Está hablando de una excepción. Y aquí debemos pararnos para indagar por la índole de esta excepción. Implica el riesgo de caer en un eurocentrismo peligroso, ya que toda la cultura moderna se ha cimentado en la superioridad de esa cultura y esto ha tenido sus consecuencias.
Sin embargo, y a pesar de ello, sigue siendo fructífero partir de esa pregunta. Por lo tanto, el problema es averiguar en qué consiste esa excepcionalidad. El profesor nos adelanta:
El "impulso emprendedor", el "afán de lucro", la ambición de ganar dinero, la mayor cantidad posible de dinero, todo ello, en si mismo, no tiene nada que ver con el capitalismo. Este afán existió y existe en toda clase y condiciones de hombres, en todas las épocas de todos los países de la tierra en dónde haya existido la posibilidad objetiva de lucrar. En todo caso, el capitalismo se identifica con el anhelo de obtener una ganancia dentro del marco de la continuidad y la racionalidad de la empresa capitalista; aspira a una ganancia siempre renovada; a una "rentabilidad". Y aspira a ello porque debe hacerlo. Dentro del orden capitalista del conjunto de la economía, una empresa aislada que no se orientase por la posibilidad de obtener rentabilidad estaría condenada a sucumbir.
Obsérvese que no está tan lejos de lo que Marx definía como capitalista. Lo que debemos subrayar es algunas líneas de investigación que se perfilan: Lugar de nacimiento, la Europa moderna; se relaciona estrechamente con el afán de lucro; éste se relaciona con una característica nueva: «persigue racionalmente un ingreso capitalista, y la acción se halla orientada por un cálculo de capital. Esto es: el ingreso se halla integrado a una utilización planificada de prestaciones útiles por parte de personas y de cosas consideradas como medios para ese ingreso». Estas condiciones son de índole cultural y exigen una determinada práctica social que sólo pudo lograrse dentro de una clase, la burguesía, nacida en el norte de Europa a partir del siglo XII . La excepción se presenta en la conformación de una clase burguesa que fue evolucionando lentamente y que plasmó un tipo de relaciones sociales, una práctica productiva y comercial diferente a la tradicional. Todo ello fue configurando una cultura que no tuvo paralelo en otras sociedades, según Weber:
… se trata del surgimiento del capitalismo empresarial burgués con su organización racional del trabajo libre. O bien, poniéndolo en términos cultural-históricos: se trata de la aparición de la burguesía occidental y su idiosincrasia la cual, por supuesto no es simplemente idéntica con la organización capitalista del trabajo, aún cuando esté en estrecha relación con ella. Porque ya existieron “burgueses”, entendidos como miembros de un estamento social, antes del desarrollo del capitalismo específicamente occidental. Aunque, obviamente, sólo en Occidente.
El elemento novedoso y agudo que el profesor va a agregar es lo que él denominó el espíritu del capitalismo. Weber encuentra en el protestantismo en general y en la ética del ascetismo mundano en particular las fuerzas impulsoras del capitalismo. Existe un nexo, dice, entre el protestantismo ascético y el capitalismo. Pero la evolución de esta tendencia, por si sola, muy probablemente no hubiera podido prevalecer de no hallarse asistida por otro ingrediente esencial: la doctrina de la predestinación aportada por el calvinismo. Muy brevemente la tesis es la siguiente: cuando la Reforma rompe sus ataduras con la Iglesia de Roma cuestiona el sacerdocio y la doctrina de la confesión. Esto deja sin la paz del pecado redimido al hombre de la época. Calvino resuelve la cuestión sosteniendo la doctrina de la predestinación: los hombres ya están salvados o condenados por Dios en el momento mismo del nacimiento. ¿Cómo saber quienes son los salvados? Calvino responde «aquellos que les va bien en la vida es porque la mano de Dios los protege». Esto desata una compulsión al trabajo y al logro de buenos resultados lo cual demostraría la protección divina.
El frenesí de producir, ganar dinero, es el resultado de esta doctrina, según Weber, tesis que logró un nivel importante de aprobación de parte de investigadores y académicos.

domingo, 13 de marzo de 2011

XIII.- Hacia una educación integral

Lo que estamos intentando dilucidar, en pocas palabras, es que el legado de la educación superior, tiene raíces muy profundas y son morales, no comerciales. Es una perspectiva particularmente importante en una sociedad globalizada, colonizada por la importancia de los bienes materiales, en la que no sólo la libre circulación de ideas está siendo reemplazada por ideas administradas por los medios dominantes, sino que las ideas críticas cada vez se ven más como banales, cuando no reaccionarias, o simplemente se descartan.
El problema de hoy, en nuestro país, es que de la democracia se habla mucho pero se piensa poco en como debe ser construida cada día por todos los ciudadanos. La democracia plantea demandas cívicas a sus ciudadanos y esas demandas apuntan a la necesidad de una educación de base amplia, crítica, humanística, que no se someta al imperio de lo técnico, y que apoye valores cívicos significativos, la participación en el autogobierno y en el liderazgo democrático. Acá aparece la necesidad de una universidad humanista que sólo a través de una cultura educacional semejante, formativa y de educación crítica, pueden aprender los estudiantes. No es lo mismo un técnico muy bien formado para dedicarse a su tema específico que se desentienda de la importancia de involucrarse en la resolución de los problemas de su comunidad. La formación técnica, necesaria, no debe soslayar lo humanístico, puesto que primero está la libertad para la vida de todos, y después los problemas que deben ser resueltos sin atentar con la democracia para todos. Esto no lo hace el mercado.
Giroux aporta:
Es importante insistir en que como educadores preguntemos, una y otra vez, cómo es posible que la educación superior pueda sobrevivir como esfera pública democrática en una sociedad en la cual su cultura cívica y sus modos de lectura crítica colapsan, mientras se hace cada vez más difícil distinguir la opinión y los estallidos emotivos de un argumento sustentado por un razonamiento lógico. De igual importancia es la necesidad de que educadores y jóvenes encaren el desafío de la defensa de la universidad como un ámbito público democrático. Tony Morrison tiene razón cuando argumenta: «Si la universidad no toma seria y rigurosamente su papel como guarda de libertades civiles más amplias, como interrogadora de problemas éticos más y más complejos, como sirvienta y preservadora de prácticas democráticas más profundas, algún otro régimen o combinación de regímenes lo hará por nosotros, a pesar de nosotros y sin nosotros».
El tema de la formación ciudadana, que muestra tener muy poca importancia en las altas casas de Estudio, obliga a darle mucha mayor importancia a la formación humanística y a las ciencias sociales. La defensa de las humanidades, como el Dr. Terry Eagleton ha argumentado recientemente:
Significa más que ofrecer un enclave académico para que los estudiantes aprendan historia, filosofía, arte y literatura. También significa subrayar cuán indispensables son esos campos de estudio para todos los estudiantes, si han de ser capaces de reivindicar de la manera que se sea que son agentes individuales y sociales críticos y comprometidos. Pero las humanidades hacen más. También suministran el conocimiento, las aptitudes, las relaciones sociales y los modos de pedagogía que constituyen una cultura formativa en la cual se puedan aprender las lecciones históricas de democratización, se puedan encarar concienzudamente las demandas de responsabilidad social, se pueda expandir la imaginación y se pueda asegurar el pensamiento crítico.
Podríamos decir, a riesgo de parecer una exageración, que necesitamos una revolución permanente respecto al significado y propósito de la educación superior, en la cual los profesores estén más que dispuestos a ir más allá del lenguaje de la crítica y un discurso de indignación moral y política, tal como sea necesario para una defensa sostenida individual y colectiva de la universidad como un ámbito público vital para la propia democracia. Es decir se hace imprescindible una “revolución cultural” sabiendo que sus batallas serán muchas a desarrollarse en un tiempo prolongado. Volvamos a Giroux: «Un debate semejante es importante para defender la educación superior como un bien público y financiarla como un derecho social. Más importante aún es que tal debate representa una intervención política crucial respecto al sentido del futuro de toda una generación y de su papel en él». El profesor Stefan Collini de Cambridge agrega: «Los estudiantes no son consumidores; son ante todo ciudadanos de una democracia potencialmente global y, como tales, se les debería proveer la gama total del conocimiento humano, del entendimiento y de la creatividad –y asegurar de esa manera que tengan la oportunidad de desarrollar todo su potencial intelectual y creativo, independientemente de la riqueza de su familia»

miércoles, 9 de marzo de 2011

XII.- El debate político en las universidades

Si bien la lectura de las reflexiones del Dr. Giroux nos llevan a pensar que todavía estamos lejos de todo ello, hay síntomas que se pueden detectar ya en el pensar y la conducta de muchos docentes. Las décadas de “evangelización” neoliberal han dejada marcas indelebles. Comparemos con sus palabras:
Ya que los profesores han dejado de sentirse llevados a encarar importantes temas políticos y problemas sociales, se sienten menos inclinados a comunicarse con un público más amplio, apoyar valores públicos, o involucrarse en un tipo de erudición que esté a la disposición de una audiencia más amplia. Obligados por los intereses corporativos, el establecimiento de una carrera y los discursos insulares que acompañan la erudición especializada, demasiados profesores se han vuelto extremadamente cómodos frente la corporativización de la universidad y los nuevos regímenes de dirección neoliberal. A la búsqueda de subsidios, promociones y sitios convencionales de investigación, muchos se han retirado de los grandes debates públicos y se han negado a encarar problemas sociales urgentes. Incapaces, cuando no renuentes, de defender la universidad como una esfera pública democrática y un lugar crucial para aprender cómo pensar de manera crítica y actuar con coraje cívico, muchos profesores han desaparecido en un aparato disciplinario que no ve la universidad como un sitio para pensar, sino como un sitio para preparar a los estudiantes para que sean competitivos en el mercado global.
Podemos traducir esto diciendo que se ha producido, en medida grave, una despolitización de los contenidos bajo el argumento de la asepsia del saber científico. Muchos por inocencia o ignorancia defienden ese argumento con convicción, a otros no les preocupa el debate, sólo hacen lo que es necesario para su curriculum y su carrera académica, lo cual está específicamente prescrito por las respectivas instituciones. Sigamos leyendo:
Esto es particularmente inquietante en vista del giro irredento que la educación superior ha tomado en su disposición a copiar la cultura corporativa y congraciarse con el Estado de seguridad nacional. Las universidades enfrentan ahora un conjunto creciente de desafíos que surgen de recortes presupuestarios, disminución de la calidad, reducción de la cantidad de profesores académicos, la militarización de la investigación y la modificación del plan de estudios para que se ajuste a los intereses del mercado. En EE.UU., muchos de los problemas de la educación superior se pueden relacionar con la escasez de fondos, la dominación de las universidades por mecanismos del mercado, el aumento de la cantidad de universidades con fines de lucro.
En la Argentina el tema presupuestario ha cambiado notablemente en los últimos años, así como el sistema de remuneraciones al cuerpo docente. Eso es sin duda un gran logro. Pero el problema ideológico no se puede modificar en plazos breves. Recuperar la idea de que los problemas que se tratan en el más alto nivel de la investigación son siempre políticos, en tanto sus resultados afectan para bien o para mal al conjunto e los habitantes de un país, o tal vez del globo, es una tarea de muy largo plazo. La tendencia todavía no ha comenzado a revertirse y, para ello, hay que enfrentar el núcleo más duros que se aloja en las ciencias naturales. Dice Giroux:
Si este proceso continúa su avance la universidad convertirá la educación superior en una más de las series de instituciones incapaces de fomentar la investigación crítica, el debate público, actos humanos de justicia y la deliberación pública. Es especialmente importante defender esos campos públicos democráticos en tiempos en los que cualquier espacio que produce “pensadores críticos capaces de cuestionar instituciones existentes” es sitiado por poderosos intereses económicos y políticos. La educación superior tiene una responsabilidad no sólo en la búsqueda de la verdad, no importa adónde pueda conducir, sino también de educar a los estudiantes para que hagan que la autoridad y el poder sean política y moralmente responsables. Aunque las preguntas sobre si la universidad debería servir estrictamente intereses públicos en lugar de privados ya no tienen el peso de crítica convincente que tenían en el pasado, esas preguntas siguen siendo cruciales para encarar el propósito de la educación superior y de lo que podría significar que se imaginara la participación plena de la universidad en la vida pública como protectora y promotora de valores democráticos.
Es imprescindible comprender que la educación superior puede ser una de las pocas esferas públicas restantes donde el conocimiento, los valores y la erudición ofrezcan una idea de la promesa de la educación para nutrir valores públicos, la esperanza crítica y una democracia sustantiva. Hoy, aunque esto no sea tan notorio, el caso es que la vida de todos los días está cada vez más organizada alrededor de principios de mercado; pero confundir una sociedad determinada por el mercado con la democracia socava los valores fundamentales de una sociedad en su proyecto político de conformar una comunidad nacional.

domingo, 6 de marzo de 2011

XI.- El modelo de universidad según el mercado

La penetración de los intereses de las multinacionales ha alterado el discurso de muchas universidades adaptándose a “los nuevos tiempos”. Hemos visto algunos ejemplos como para entender de qué se trata. Ahora vamos a profundizar en este tema y para ello recurro a una autoridad académica de mucho prestigio, el Dr. Henry A. Giroux - crítico cultural estadounidense y uno de los teóricos fundadores de la pedagogía crítica en dicho país. Este investigador está denunciando el plan, que ya está en marcha, para adecuar la formación que proporcionan las universidades al proyecto del neoliberalismo financiero. Leámoslo:
Con sus inexorables intentos de normalizar la creencia irracional en la capacidad de los mercados de solucionar todos los problemas sociales, el fundamentalismo neoliberal del mercado establece políticas hechas para desmantelar los pocos vestigios restantes del Estado social y de servicios públicos vitales. De un modo más profundo ha debilitado, si no casi destruido, las instituciones que posibilitan la producción de una cultura formativa en la cual los individuos aprendan a pensar de manera crítica, a imaginar otras maneras de ser y hacer y a conectar sus problemas personales con las preocupaciones públicas. Temas de justicia, ética e igualdad han vuelto a ser exiliados a los márgenes de la política. Nunca ha sido más obvio este asalto contra la forma de gobierno democrática, ni más peligroso que en el momento actual en el que se libra una batalla bajo la rúbrica de medidas de austeridad neoliberales sobre la autonomía del trabajo académico, el aula de clases como lugar de pedagogía crítica, los derechos de los estudiantes a una educación de calidad, la vitalidad democrática de la universidad como esfera pública y el papel de las artes liberales y humanidades en la promoción de una cultural educacional.
Quedó dicho antes que una parte importante de los claustros docentes parecen tener mucho apuro para lograr la adaptación de las altas casas de estudio a las necesidades del mercado. Esto se manifiesta en la importancia que adquiere el discurso económico para analizar los contenidos a impartir. Palabras como “costo”, “eficiencia”, “productividad”, etc., se oyen cada vez más y aquellos que se resisten y defienden la formación humanística y social de una universidad entendida como “bien público”, son calificados de retrógrados. Giroux se refiere a las universidades de los Estados Unidos, estos debates hace ya una década han llegado también a Europa y también a nuestro país, lo que nos advierte que no podemos esquivar el tema. El problema de la “salida laboral”, que no debe ser olvidado pero que no debe reemplazar el objetivo de formar a un ciudadano responsable y comprometido con su gente, se presenta pensado desde el mercado, qué es lo que necesita para responder a esa demanda.
El mercado (las multinacionales) piensa a partir de su necesidad: el lucro, y esto debe lograrse en el más corto plazo posible. Por lo tanto, se desentiende totalmente de las necesidades que un Nación se propone resolver a corto, mediano y largo plazo. Esta inmediatez condiciona el tipo de formación que va a recibir el estudiante, además queda permeada por la búsqueda del interés monetario. Giroux señala cómo se está dando esto en su país: «En lugar de tratar a los estudiantes como una inversión social para el futuro, ahora los administradores de las universidades miran a los estudiantes como una importante fuente de ingresos para los bancos y otras instituciones financieras que suministran fondos para financiar los crecientes pagos de matrícula. Para las generaciones anteriores la educación superior abría oportunidades para la autodefinición, así como para seguir una carrera en el campo elegido por cada cual. Pero los recientes eventos en EE.UU. y Gran Bretaña dejan claro que ya no es así».
Su temor por lo que está sucediendo lo expresa así: «Lo que es nuevo en la actual amenaza a la educación superior y a las humanidades en particular es que el ritmo creciente de corporativización y militarización de la universidad, el aplastamiento de la libertad académica, el aumento de un contingente en permanente aumento de profesores académicos a tiempo parcial y el punto de vista de que los estudiantes son básicamente consumidores y los profesores proveedores de una mercancía vendible como una credencial o un conjunto de habilidades para el sitio de trabajo. Más impactante todavía es la muerte lenta de la universidad como centro de crítica, fuente vital de educación cívica y del bien público crucial». No es un tema como para desentenderse.

miércoles, 2 de marzo de 2011

X.- Las multinacionales se infiltran en las universidades

La producción científica es una de las especialidades de la institución universitaria, tal vez la más importante. Teniendo en cuenta el papel fundamental que la ciencia ha tenido y tiene en la conformación de la cultura Occidental, su presencia en la publicidad asociada a la promoción del algún producto contagia a éste con parte del prestigio de ella. Nos encontramos acá ante una contradicción institucional que ha sido puesta en evidencia por una publicación del “Grupo de Investigación sobre el Aprendizaje de las Ciencias” del Departamento de Física de la Universidad de Alcalá –Madrid-, donde aparece una serie de denuncias sobre este tema. Voy a citar in extenso por la importancia de lo que señala:
En los últimos años se ha agudizado el debate en torno a la publicidad. La sobrecarga publicitaria que inunda al ciudadano desde todos los canales y medios informativos es muy grande. En una situación de saturación informativa y publicitaria es cada vez más difícil que los consumidores presten su atención a un reclamo determinado o diferencien un producto del “maremagnum” de propuestas que se les ofrece. No es sorprendente que la ciencia o el lenguaje científico se cuenten entre los recursos que se utilizan para llamar la atención de los consumidores y para aumentar la credibilidad de los anuncios. El uso de la autoridad de la ciencia, y de la concepción asociada de conocimiento científico como conocimiento verdadero, es posible que contribuya a reforzar en el público esta imagen errónea de la ciencia. En este sentido la publicidad enseña lecciones inconsistentes. Los casos estudiados incluyen falsedades, conceptos supuestamente científicos, razonamientos falaces, comparaciones cuantitativas incompletas o unilaterales y afirmaciones deliberadamente incomprensibles. En todas estas situaciones, las violaciones al uso del lenguaje científico y a la lógica hacen que el contenido informativo del anuncio sea nulo. Sin embargo, el uso inadecuado que se hace de estos recursos debe ser eficaz y rentable para los anunciantes. Los publicistas deben contar con la insensibilidad de los consumidores a las inconsistencias e incorrecciones en sus mensajes.
¿Dónde aparece la contradicción? Esta universidad tiene una carrera de Ciencias Empresariales: los profesores que dan clases allí ¿dicen esto de la publicidad? Teniendo en cuenta que es una crítica no muy profunda. Aunque no lo digan, en muchas otras universidades sí lo dicen. Está bien que la libertad de cátedra deja en manos del titular los contenidos de sus programas, pero en la mayor parte de las universidades la crítica está ausente. Porque es allí donde debe preguntarse ¿por qué? (en otra nota hablaré de ello).
Podemos mirar en nuestras universidades de la Argentina. Tomemos un caso modelo. Muy pocos medios han informado de las consecuencias del uso del glifosato y, salvo excepciones, se plantea el tema de los “organismos genéticamente modificados (OGM)” que han sido presentados como “los que van a resolver los problemas de hambre del mundo”. Los medios reciben suculentas sumas por los avisos de la empresa Monsanto, que según su página: «Es una compañía agrícola. Aplicamos innovación y tecnología a fin de que los productores de todo el mundo aumenten su producción, eficientizando el uso de los recursos clave necesarios». ¿Las universidades por qué lo hacen? Los OGM han sido introducidos en nuestro país, la soja es su producto estrella que requiere para su cuidado un agroquímico que produce la misma empresa. El profesor de embriología de la UBA e investigador del Conicet, Dr. Andrés Carrasco, ha demostrado que hay bastantes pruebas como para afirmar que el uso de ese agroquímico acarrea problemas muy serios para la salud humana. ¿No sería esto una razón suficiente para que las cátedras de las universidades planteen el tema?
El Dr. Antonio Mangione, Licenciado en Ciencias Biológicas - Wildlife Ecology Ph.D - profesor, Universidad Nacional de San Luis, avala las investigaciones del Dr. Carrasco y afirma:
El modelo de agronegocios actual es un círculo vicioso. El sistema de monocultivo y vinculado a OGM lleva a la utilización de más y más variados agroquímicos. La destrucción paulatina de una forma de vida alrededor del campo, ha cambiado para muchos pequeños productores y sobre todo para los campesinos y familias que viven en y del campo. Como si esto fuera poco, existen fuerte evidencias como para sospechar que existe un vínculo directo entre el uso de agroquímicos y los problemas de salud encontrados en diferentes zonas de alta producción (principalmente sojera) de Argentina. En el medio, sino a la cabeza, un cuerpo de científicos, técnicos y profesionales del sector que han decidido esgrimir los argumentos muchas veces poco científicos, para excusarse sino propiciar inclusive una profundización de este modelo. Las Universidades e institutos de investigación, ya vinculados a emprendimientos conjuntos con las corporaciones que producen semillas genéticamente modificadas y agroquímicos, ejercen una fuerte campaña de desprestigio de la persona de Carrasco.
Venimos hablando de neoliberalismo, este es un modelo de control de la opinión pública: el ocultamiento y sus cómplices.