miércoles, 16 de marzo de 2011

XIV.- La búsqueda del lucro como justificación

Hemos comenzado planteando la relación del capitalismo y la codicia. Para poder tomar una mirada amplia al proceso que nos depositó en este hoy es necesario preguntarnos por el comienzo. El pensador alemán Max Weber (1864-1920) se planteó la siguiente cuestión: «Si un miembro de la civilización moderna europea se propone investigar alguna cuestión relacionada con la historia universal, es lógico e inevitable que trate de considerar el asunto preguntando: ¿qué serie de circunstancias ha determinado que sólo en Occidente hayan surgido ciertos hechos culturales sorprendentes, que estuvieron orientados hacia un desarrollo de validez y alcances universales?» Está hablando de una excepción. Y aquí debemos pararnos para indagar por la índole de esta excepción. Implica el riesgo de caer en un eurocentrismo peligroso, ya que toda la cultura moderna se ha cimentado en la superioridad de esa cultura y esto ha tenido sus consecuencias.
Sin embargo, y a pesar de ello, sigue siendo fructífero partir de esa pregunta. Por lo tanto, el problema es averiguar en qué consiste esa excepcionalidad. El profesor nos adelanta:
El "impulso emprendedor", el "afán de lucro", la ambición de ganar dinero, la mayor cantidad posible de dinero, todo ello, en si mismo, no tiene nada que ver con el capitalismo. Este afán existió y existe en toda clase y condiciones de hombres, en todas las épocas de todos los países de la tierra en dónde haya existido la posibilidad objetiva de lucrar. En todo caso, el capitalismo se identifica con el anhelo de obtener una ganancia dentro del marco de la continuidad y la racionalidad de la empresa capitalista; aspira a una ganancia siempre renovada; a una "rentabilidad". Y aspira a ello porque debe hacerlo. Dentro del orden capitalista del conjunto de la economía, una empresa aislada que no se orientase por la posibilidad de obtener rentabilidad estaría condenada a sucumbir.
Obsérvese que no está tan lejos de lo que Marx definía como capitalista. Lo que debemos subrayar es algunas líneas de investigación que se perfilan: Lugar de nacimiento, la Europa moderna; se relaciona estrechamente con el afán de lucro; éste se relaciona con una característica nueva: «persigue racionalmente un ingreso capitalista, y la acción se halla orientada por un cálculo de capital. Esto es: el ingreso se halla integrado a una utilización planificada de prestaciones útiles por parte de personas y de cosas consideradas como medios para ese ingreso». Estas condiciones son de índole cultural y exigen una determinada práctica social que sólo pudo lograrse dentro de una clase, la burguesía, nacida en el norte de Europa a partir del siglo XII . La excepción se presenta en la conformación de una clase burguesa que fue evolucionando lentamente y que plasmó un tipo de relaciones sociales, una práctica productiva y comercial diferente a la tradicional. Todo ello fue configurando una cultura que no tuvo paralelo en otras sociedades, según Weber:
… se trata del surgimiento del capitalismo empresarial burgués con su organización racional del trabajo libre. O bien, poniéndolo en términos cultural-históricos: se trata de la aparición de la burguesía occidental y su idiosincrasia la cual, por supuesto no es simplemente idéntica con la organización capitalista del trabajo, aún cuando esté en estrecha relación con ella. Porque ya existieron “burgueses”, entendidos como miembros de un estamento social, antes del desarrollo del capitalismo específicamente occidental. Aunque, obviamente, sólo en Occidente.
El elemento novedoso y agudo que el profesor va a agregar es lo que él denominó el espíritu del capitalismo. Weber encuentra en el protestantismo en general y en la ética del ascetismo mundano en particular las fuerzas impulsoras del capitalismo. Existe un nexo, dice, entre el protestantismo ascético y el capitalismo. Pero la evolución de esta tendencia, por si sola, muy probablemente no hubiera podido prevalecer de no hallarse asistida por otro ingrediente esencial: la doctrina de la predestinación aportada por el calvinismo. Muy brevemente la tesis es la siguiente: cuando la Reforma rompe sus ataduras con la Iglesia de Roma cuestiona el sacerdocio y la doctrina de la confesión. Esto deja sin la paz del pecado redimido al hombre de la época. Calvino resuelve la cuestión sosteniendo la doctrina de la predestinación: los hombres ya están salvados o condenados por Dios en el momento mismo del nacimiento. ¿Cómo saber quienes son los salvados? Calvino responde «aquellos que les va bien en la vida es porque la mano de Dios los protege». Esto desata una compulsión al trabajo y al logro de buenos resultados lo cual demostraría la protección divina.
El frenesí de producir, ganar dinero, es el resultado de esta doctrina, según Weber, tesis que logró un nivel importante de aprobación de parte de investigadores y académicos.

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