miércoles, 29 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XX

Me adelanto a contestar una posible pregunta: ¿Por qué estamos hablando más de los Estados Unidos cuando nos hemos propuesto hablar de la globalización? La respuesta me parce bastante clara pero no está demás hacerla y contestarla: porque es allí donde ha comenzado la última fase de ese proceso a partir del fin de la Segunda Guerra, y es ese el modelo sobre el cual se pretende construir la dominación mundial. Estudiar las características polacas, económicas e institucionales, nos permite ver la matriz del modelo que se intenta universalizar bajo la idea de “democratizar” a aquellos países en los que se coloca la mira del dominio.
Entonces, se pueden agregar más preguntas hacia el interior de ese país: ¿Por qué el Congreso de Estados Unidos no quiere que los ricos y las empresas paguen más impuestos? ¿Por qué los “representantes del pueblo” descargan sobre las espaldas de los ancianos y de los ciudadanos más pobres el descomunal déficit y la deuda de 14,2 billones de dólares? ¿Será porque los legisladores que acaparan las bancas del Senado y de la Cámara baja son millonarios?
Según un informe divulgado por el “Centro para Políticas Responsables”: «Los legisladores ricos acaparan las bancas del Congreso de Estados Unidos. El 60 por ciento de los que arribaron por primera vez al Senado y más del 40 por ciento en igual condición en la Cámara de Representantes son millonarios. La fortuna promedio de los que están en su primer año en el Senado es de 3,9 millones de dólares; mientras que la riqueza promedio estimada para los que arribaron por primera vez a la Cámara es 570.418 dólares. El senador demócrata por Connecticut Richard Blumenthal encabeza la lista de los ricos del Senado con una fortuna de 94,8 millones de dólares. Blumenthal gastó varios millones de dólares para derrotar a la republicana Linda McMahon, también multimillonaria, en la campaña de 2010 por un asiento en el Congreso. Tras Blumenthal, siguen siete republicanos de la Cámara de Representantes, entre ellos Diane Lynn Black, de Tennessee (49,4 millones de dólares), Rick Berg, de North Dakota (39,2 millones), Blake Farenthold, de Texas (35,8) y Scott Rigell, de Virginia».
La directora ejecutiva del Centro Sheila Krumholz opinó: «Pese a que millones de estadounidenses luchan por mejorar su situación, la mayoría de sus representantes en el Congreso vive en un mundo financiero muy distante». En ese contexto, es lógico que el Legislativo norteamericano defienda a los millonarios. Pero esta defensa tiene cierto parecido a un suicidio político en el mediano plazo. Veamos.
El problema central que debe afrontar en estos momentos la Casa Blanca, y el cuerpo de “asesores” que circulan por sus pasillos, es la Deuda que asfixia la economía del país del norte. Veamos algunos números para acercarnos al tema. «La deuda de Estados Unidos con acreedores externos subió a 10.701 billones de dólares a finales de junio de 2010, y llegó a unos 14,2 billones de dólares el 18 de abril de 2011 -informó el Departamento del Tesoro-. A la vanguardia de los acreedores se encuentra China con 1.160 billones, 30% más de lo estimado hace un mes (892 mil millones de dólares), seguido de Japón que es acreedor de 882 mil millones de dólares». Para establecer un punto de comparación: «En 1981 la deuda de Estados Unidos era de casi un billón de dólares, pero en los últimos 30 años aumentó rápidamente hasta la estratosférica cifra de 14,2 billones de dólares. Muchos se preguntan qué pasó y dónde están los billones. Los expertos consideran que las causas del endeudamiento público deben buscarse en la recesión de 2007-2009, que obligó a la Casa Blanca a inyectar cientos de miles de millones de dólares para salvar la economía. Esto se agravó por las guerras de George W. Bush y por la baja recaudación fiscal».
Aparecen dos factores en apariencia distantes entre sí pero que guardan una estrecha relación: La deuda del gobierno federal va creciendo por los enormes gastos militares que insume el proyecto de dominio mundial y sus guerras correspondientes; se agrega a ello una política suicida de ir bajando el impuesto a los más ricos y cargar el pago de la deuda sobre las capas sociales de menores ingresos y, al mismo tiempo, eliminar servicios de protección social para ellas. «Algunos críticos afirman que la ruina fiscal es herencia del ex presidente Bush, que durante dos mandatos favoreció a los más ricos con grandes recortes tributarios; promovió dos guerras (Afganistán e Irak) que desangraron la cartera de los contribuyentes; e ideó un programa de suministro de medicamentos para los ancianos sin contar con fondos suficientes. Según el presidente Barack Obama, su país perdió la brújula en la primera década de este siglo: “Aumentamos el gasto de manera dramática por dos guerras y programas caros de prescripción de medicinas”». Sin embargo este tema tiene una historia mucho más larga de la que ya algo ha quedado dicho en estas páginas.

domingo, 26 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XIX

El tipo de investigación respecto a este tipo de actividad que se desarrolla, alejada de la superficie visible, tiene sus riesgos. Como cualquier otro trabajo de investigación también acarrea ciertos riesgos. Pero la publicación, en la edición del 23 de marzo de la London Review of Books, del artículo “The Israel Lobby”, escrito por los profesores Stephen Walt y John Mearsheimer , parece presagiar secuelas especialmente severas. Según comentarios de los editores: «Al asegurar que el alcance de la alianza estadounidense-israelí “no tiene parangón en la historia política norteamericana”, Walt y Mearsheimer nos sitúan ante una pregunta claramente incómoda: “¿Por qué los Estados Unidos han querido dejar de lado su propia seguridad y la de varios de sus aliados con el objetivo de promover los intereses de otro estado?”». Argumentan los autores que «el apoyo prestado por Estados Unidos a Israel no viene motivado ni por consideraciones de tipo estratégico, ni por ningún tipo de imperativo moral. Bien al contrario, los autores señalan al lobby israelí como la principal fuerza rectora de dicho apoyo. Si no fuera por el poder de esta comunidad de defensores de los intereses de Israel no hubiera abrazado Estados Unidos tan estrechamente una alianza que es, según este punto de vista, perjudicial para los intereses estadounidenses en el exterior».
Para dimensionar la actuación de los lobbys, y medir la disponibilidad de dinero con la que cuentan veamos algunas cifras. Según informaciones, «la industria petrolera se ha gastado en Estados Unidos cerca de 448 millones de dólares en el período 1998-2004 en actividades de “lobby” con los partidos republicano y demócrata, según la investigación realizada por el Centro para la Integridad Pública de Washington. Este instituto de investigación, favorable a la reforma de la ley de financiación de partidos, precisa que 381 millones de dólares se han gastado en actividades generales de “influencia”, a los que se añaden otros 67 millones en contribuciones directas a los candidatos federales. Destaca el hecho de que el 73 por ciento de estas últimas fueron a parar a los candidatos republicanos, en su mayoría diputados de la Cámara de Representantes de Estados ricos en petróleo. Es más, el político que más contribuciones de las petroleras ha recibido desde 1998 es el ex-presidente George Bush, con más de 1,7 millones de dólares».
Entre los candidatos al Congreso, «el político más favorecido por estos fondos ha sido el presidente del Comité de Energía y Comercio, el republicano Joe Barton, quien suma 574.795 dólares, seguido de cerca por otro correligionario, el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes Tom DeLay. En contraste, sólo tres demócratas figuran en la lista de los veinte más “financiados”, dos senadores y un representante, todos ellos de Louisiana». En cuanto a los contribuyentes, de cara al actual proceso electoral «la compañía que más fondos ha aportado es Koch Industries, un grupo con sede en Kansas, que ha desembolsado 587.000 dólares en donaciones. Pero a lo largo de todo el periodo analizado, la lista la encabeza la petrolera Exxon Mobil, con 55 millones de dólares en actividades de “lobby”, seguida de ChevronTexaco, Marathon Oil, BP Amoco and Royal Dutch Shell, con más de 25 millones cada una».
El informe no acusa a las petroleras de ninguna actividad ilegal, aunque señala que «la industria se ha “aprovechado” de un clima político “amistoso” para seguir adelante con sus actividades “a expensas de las preocupaciones medioambientales”». Según el director ejecutivo del Centro, Charles Lewis «esta influencia es perfectamente comprobable simplemente estudiando “las decisiones políticas tomadas sobre cuestiones que afectaban al mismo tiempo al petróleo, la energía y el Medio Ambiente”». Estas empresas, por su parte, se limitan a señalar que la investigación demuestra que están presentes en el debate político y que lo hacen porque así se les solicita. La portavoz de Exxon, Laura Kerr, afirmaba en este sentido: «No es sorprendente que, siendo la mayor compañía de Estados Unidos, se nos pida nuestra opinión sobre cuestiones sustanciales», citada por la web de información medioambiental “Greenwire”.
Se puede afirmar, entonces, que los «lobbies» son un sistema para-estatal que funciona presionando sobre las decisiones más importantes que pueden afectar el interés del capital concentrado. Esta articulación entre las grandes multinacionales y las instituciones republicanas ponen en evidencia la existencia de un gobierno paralelo a escala mundial. Aparece acá nuevamente asomando su poder el Nuevo Orden Mundial que estamos analizando.

miércoles, 22 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XVIII

Hemos estado analizando el accionar de un «Estado Oculto» dentro del Estado visible que es, en este sentido, la máscara que el poder real se coloca para aparecer tomando decisiones institucionales. De todos modos este no es un mecanismo sencillo y lineal. En los intersticios de esa enorme red en la que están presentes los intereses contrapuestos de los factores de poder se libra una batalla sorda cuyos resultados, siempre transitorios, se manifiestan como leyes de los parlamentos, decisiones del por Ejecutivo o sentencias del Poder Judicial. El instrumento legal utilizado en los Estados Unidos, en la relación entre el «Estado oculto» y la dirigencia política, son los «lobbies».
Comencemos definiendo qué es un lobby, para una mejor comprensión de lo que estamos investigando: «Un lobby (del inglés "entrada", "salón de espera") es un grupo de personas que intentan influir en las decisiones del poder ejecutivo, legislativo o judicial, como así también en los funcionarios en general, para favorecer los intereses de sus contratantes. Es un grupo de presión formado por personas con gran influencia y poder, sobre todo político o económico. La actividad que realizan los lobbies se denomina lobbying, hacer lobby o cabildeo. Los lobbies no suelen participar directa y activamente en política (por lo que no suelen formar su propio partido, ni participar en ninguno), pero sí procuran ganarse la complicidad de algún grupo político que pueda terminar aceptando o defendiendo los objetivos del lobby».
El profesor Jordi Xifra , en su libro “Lobbyng: Cómo influir eficazmente en las decisiones de los Instituciones Públicas”, nos ofrece una definición más detallada, un tanto técnica y aséptica: «El lobby es un proceso de comunicación planificado, de contenido predominantemente informativo, en el marco de la política de relaciones públicas, de la empresa u organización con los poderes públicos, ejercido directamente por ésta, o a través de un tercero, que tiene como función intervenir sobre una decisión pública (norma o acto jurídico; en proyecto o en aplicación) o promover una nueva, transmitiendo una imagen positiva basada en la credibilidad de los argumentos defendidos que genere un entorno normativo y social favorable, y con la finalidad de orientarla en el sentido deseado y propicio para los intereses de los representados».
Se supone que el origen de esta modalidad de presión comienza con el nombre de "lobby" en Inglaterra, en el Siglo XIX, y en Estados Unidos a mediados del mismo siglo. Según algunos historiadores, Ulysses S. Grant (1822-1885), presidente de los Estados Unidos en el período 1869-1876, solía asistir al hotel Willar de Washington «para tomar una copa de brandy, fumar y charlar: “Vamos, para tener un ratito de ocio”», decía. Pero en el hall o lobby (dos palabras inglesas) del hotel se reunían algunas personas para conseguir favores y hacer peticiones al presidente.
Por lo que el poder presidencial en los Estados Unidos de hoy (como también en el resto de los países), no se puede entender ni analizar si no se examinan algunos de los enormes poderes fácticos que se manifiestan dentro de esta potencia imperial. Se trata de grandes redes corporativas de intereses, capitales y factores de influencia que operan transversalmente en los Estados Unidos, y en otras regiones del mundo en forma simultánea, defendiendo el interés de las multinacionales. Algunos de ellos son: el lobby judío-estadounidense; el lobby árabe-estadounidense; el lobby bancario-financiero; el lobby de la industria militar; el lobby petrolero; el lobby de los laboratorios. En términos generales, estos son los grandes poderes en forma de red, que operan sobre los tres poderes federales estadounidenses, y con sus variantes en el resto del mundo, cualquiera sea el partido que domine en el Congreso o en la Casa Blanca.
¿Dónde se forman o cómo se los recluta a los lobbistas? En todos los países se pueden encontrar una cantidad de ex-diputados, ex-senadores, ex-funcionarios, políticos sin posibilidades claras de llegar a ocupar algún puesto, que conservan una importante red de amigos y conocidos en diversas áreas de gobierno de todos los niveles, que utilizan esas relaciones para la obtención de privilegios que ofrecen a las empresas u organizaciones privadas. Ellos forman un “ejército” de influyentes, personales u organizados en empresas, que realizan esas tareas. En algunos países su actividad está regulada por leyes, como es el caso de los Estados Unidos, lo cual no asegura que se haya logrado un control eficaz sobre la actividad de estos profesionales. Desde 1950, hay una creciente legislación que regula el lobby, especialmente porque se hizo evidente que se pagaba a legisladores para que votaran diversas asignaciones de gastos, lo que estimuló la regulación mencionada. Los lobbystas han aumentado en ese país de cinco mil en 1955 a más de 23.000 a fines del siglo XX. Una tendencia actual es la de crear alianzas de grupos de interés para actuar coordinadamente antes de llegar a las autoridades.

domingo, 19 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XVII

No cabe duda de que este tipo de información no es fácilmente digerible y se corre el riesgo de adoptar dos tipos de respuestas: la incredulidad o la aceptación del tipo de la que genera en cierta gente la existencia de los ovnis. Cualquiera de las dos, según mi juicio, nos desvía de un correcto planteo para pensar seriamente todo lo que se esconde detrás de la información que hemos revisado a lo largo de este trabajo. Mi insistencia en recurrir y subrayar la calidad de los investigadores consultados apunta a salir al cruce de esos dos tipos de actitudes. Aunque tengo para mí que después de haber visto, escuchado, leído, tantas cosas, en una etapa en la que el imperio intuye su caída final (sean concientes o no) apela cada vez más a la más cruda franqueza, mostrándose sin sus viejas máscaras. El asesinato de Osama Bin Laden y el modo de comunicarlo lo ha dejado en claro. Advertidos de todo esto podemos seguir avanzando.
Para darle un marco histórico al tema que estamos analizando no debemos olvidar que, ya en 1983, el presidente Ronald Reagan había amenazado con el programa para la utilización de sistemas basados en tierra y en el espacio a fin de defender Estados Unidos contra un ataque nuclear con misiles balísticos intercontinentales. Este programa incluía la nuclearización del espacio colocando bombas o misiles atómicos en satélites que orbitan alrededor del planeta.
Si bien el proyecto no llegó a implementarse totalmente, respecto de los satélites, lo que avanzó fue la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) - en inglés Strategic Defense Initiative -, comúnmente conocida como Guerra de las Galaxias (Star Wars) por la muy conocida película de ciencia ficción de 1977. Este sistema propuesto estaba enfocado, según se dijo, más hacia la defensa estratégica que hacia una política ofensiva como la anterior teoría de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD). Pese a que nunca fue completamente desarrollada ni desplegada totalmente, la investigación y la tecnología de la IDE puso los cimientos para algunos de los actuales sistemas antimisiles. La Organización para la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDIO en inglés) se puso en marcha en 1984 dentro del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Más tarde, gracias a la implosión de la Unión Soviética el programa se fue reduciendo al área misilística, abandonando la intención de involucrar al espacio en proyectos armamentísticos de esa envergadura. Bajo la administración del presidente Bill Clinton se le cambió el nombre en 1993 por el de Organización para la Defensa contra Misiles Balísticos (BMDO en inglés) y su énfasis paso de un sistema de defensa de misiles de nivel nacional a uno de nivel regional o de nivel global. Sin embargo, paralelamente las investigaciones HAARP continuaban avanzando.
Pero, debo agregar acá, que este proyecto de llevar la guerra nuclear al espacio ya había sido propuesto en el otoño de 1979, por el Teniente General Daniel O’Graham al todavía precandidato a la presidencia Ronald Reagan. Este general lo denominó con el concepto de Alta Frontera, refiriéndose a una zona exterior al planeta, concepto de estrategia defensiva utilizando armas basadas tanto en tierra como en el espacio, ya que era teóricamente posible dadas las últimas tecnologías conocidas. «El objetivo inicial de la Iniciativa de Defensa Estratégica fue un láser de Rayos X activado por explosiones atómicas que había sido diseñado por un científico del Laboratorio Nacional de Lawrence Livermore, Peter Hagelstein, quien había trabajado para le denominado Grupo O, grupo que estuvo activo principalmente entre finales de los 70 e inicios de los 80. El Grupo O estaba dirigido por el físico Lowell Wood, protegido y amigo de Edward Teller, "el padre de la bomba de hidrógeno"».
Después de estas informaciones este programa de alteración de las condiciones meteorológicas o geológicas, puede parecer no tan descabellado ya que propone poder generar la producción planificada de movimientos sísmicos. Para retroceder en la búsqueda de decisiones inexplicables para el ciudadano de a pie, que abren la posibilidad de pensar que pueden volverse a tomar: las dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, sólo para demostrarle a la Unión Soviética la capacidad de estas armas entran dentro del cuadro de las atrocidades sin explicación. Entonces, puedo agregar una opinión más, en este caso la de la Dra. Rosalie Bertell , quien sostiene que HAARP forma parte de un sistema integrado de armamentos, que tiene consecuencias ecológicas potencialmente devastadoras:
«Se relaciona con cincuenta años de programas intensos y crecientemente destructivos para comprender y controlar la atmósfera superior. Sería precipitado no asociar HAARP con la construcción del laboratorio espacial que está siendo planeado separadamente por los Estados Unidos. HAARP es parte integral de una larga historia de investigación y desarrollo espacial de naturaleza militar deliberada. Las implicaciones militares de la combinación de estos proyectos son alarmantes… La capacidad de la combinación HAARP/Spacelab/cohete espacial de producir cantidades muy grandes de energía, comparable a una bomba atómica, en cualquier parte de la tierra por medio de haces de láser y partículas, es aterradora. El proyecto será probablemente “vendido” al público como un escudo espacial contra la entrada de armas al territorio nacional o, para los más ingenuos, como un sistema para reparar la capa de ozono».

miércoles, 15 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XVI

En notas anteriores ya había hecho referencia al programa HAARP, que debemos saber ahora puede ser un arma de destrucción masiva. Esta arma forma parte del programa militar americano, ya comentado, «Joint Vision 2020», y constituye una amenaza para las interacciones sutiles entre los ecosistemas de la Tierra y la ionosfera. Es una amenaza para el clima y el medio ambiente vibracional del planeta, temas que indudablemente escapa a la comprensión inmediata de todos los que estamos muy lejos de saber física y temas afines. Sin embargo, una vez más, debo decir que debemos hacer un esfuerzo para entender en qué andan los estrategas imperiales en su preparación para “derrotar a enemigos potenciales”.
En 1998, el mando ínter ejércitos de EE.UU. inició un programa conjunto de experimentación de nuevos conceptos de guerra en apoyo del plan Joint Vision 2020. «El HAARP está dirigido conjuntamente por la Marina y por la Fuerza Aérea estadounidense, y constituye un elemento clave de Joint Vision 2020. Un plan de programación, el HAARP Joint Service, elaborado en febrero de 1990 por el laboratorio de geofísica de la Fuerza Aérea y el Departamento de Investigación Naval de la Marina, expone sus aplicaciones militares. Este documento indica, entre otras cosas, que el HAARP será utilizado para generar ondas de muy bajas frecuencias para la comunicación con los submarinos en inmersión, y para eventuales aplicaciones de guerra meteorológica, así como para tentativas de sacar partido de los procesos ionosféricos naturales utilizando la ionosfera como reflector del flujo energético destinado a la superficie terrestre».
Si lo que va quedando dicho se parece mucho a la ciencia ficción la autoridad del profesor Michel Chossudovsky, ya citado, nos aclara: «Aunque pocas veces se habla del tema en el debate sobre el cambio climático global, ahora puede modificar el clima del mundo con una nueva generación de armas electromagnéticas avanzadas. Tanto EE.UU. como Rusia han desarrollado capacidades para manipular el clima para el uso militar. Los militares de EE.UU. han aplicado técnicas de modificación del medioambiente durante más de medio siglo. El matemático estadounidense John von Neumann, en asociación con el Departamento de Defensa de EE.UU., comenzó su investigación sobre la modificación del clima a fines de los años cuarenta en plena Guerra Fría y previó “formas de guerra climática aún no imaginadas”. Durante la guerra de Vietnam, se utilizaron técnicas de bombardeo de nubes, comenzando en 1967 con el Proyecto Popeye, cuyo objetivo era prolongar la estación del monzón y bloquear rutas de suministro del enemigo».
La “guerra climática”, según las investigaciones del profesor, amenaza potencialmente el futuro de la humanidad, pero ha sido excluida con indiferencia de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas, (IPCC). A esta altura de todo lo visto no puede sorprendernos que un alto organismo internacional proteja los intereses imperiales. Insiste el profesor: «Las fuerzas armadas de EE.UU. han desarrollado capacidades que les permiten alterar selectivamente los modelos climáticos. La tecnología, que está siendo perfeccionada bajo el Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), es un apéndice de la Iniciativa de Defensa Estratégica – ‘la Guerra de las Estrellas’. Desde el punto de vista militar, HAARP es un arma de destrucción masiva, que opera desde la atmósfera exterior y es capaz de desestabilizar sistemas agrícolas y ecológicos en todo el mundo».
¿Cuáles son sus alcances?: «La modificación del clima, según el documento de la Fuerza Aérea de EE.UU. AF 2025 Informe Final, “ofrece al combatiente en la guerra una amplia gama de posibles opciones para derrotar o impedir a un adversario”; sus capacidades, dice, se extienden desde provocar inundaciones, huracanes, sequías y terremotos: “La modificación del clima se convertirá en parte de la seguridad interior e internacional y podría ser realizada unilateralmente... Podría tener aplicaciones ofensivas y defensivas e incluso ser utilizada para propósitos de disuasión. La capacidad de generar precipitaciones, niebla y tormentas en la tierra o de modificar el clima en el espacio... y la producción de clima artificial forman todas parte de un conjunto integrado de tecnologías (militares)”».
Entonces, se puede ya comprender por qué el ciudadano de a pie ignora todo sobre un tema de tanta gravedad. Todo ello se debe al silencio impuesto: «Los analistas militares guardan silencio sobre el tema. Los meteorólogos no investigan el asunto y los ecologistas se concentran en las emisiones de gases invernadero bajo el Protocolo de Kyoto. Tampoco se incluye la posibilidad de manipulaciones climáticas o medioambientales como parte de una agenda militar y de inteligencia del debate más amplio sobre el cambio climático bajo los auspicios de la ONU, aunque es reconocida tácitamente. El programa HAARP, establecido en 1992, en Gokona, Alaska, utiliza una serie de antenas de alta potencia que transmiten a través de ondas de radio de alta frecuencia, cantidades masivas de energía a la ionosfera (la capa superior de la atmósfera). Su construcción fue financiada por la Fuerza Aérea de EE.UU., la Armada de EE.UU., y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (DARPA. por sus siglas en inglés)».

domingo, 12 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XV

A partir del atentado a las Torres Gemelas, que todavía no ha sido investigado seriamente y sobre el cual pesan gravísimas sospechas, como ya quedó dicho, la política exterior del gran país del norte expresó con toda claridad sus intensiones imperialistas en su despliegue planetario y en los modos de su implementación. La «guerra contra el terrorismo» y la definición del gobierno de George W. Busch, que sigue rigiendo con su sucesor aunque con arreglos cosméticos, se ha convertido por lo tanto en un ensayo para la actual doctrina estratégica de Estados Unidos tendiente a implantar un «dominio total» como fue definida en el importante informe del Pentágono titulado Joint Vision 2020, llamando entonces a garantizar «la capacidad de las fuerzas estadounidenses, operando solas o con el apoyo de los aliados, para derrotar a cualquier enemigo y controlar cualquier situación mediante la gama de operaciones militares disponibles».
Es necesario, aunque es poco frecuente, que se remita el análisis a los textos originales en los cuales se expresa con toda claridad las intenciones, proyectos, y decisiones tomadas y a tomar mediante las cuales se va a garantizar la capacidad de las fuerzas propias ante la tarea, como dice el documento, «para derrotar a cualquier enemigo». Como ya hemos visto, impera en todos estos documentos un estilo ambiguo que permite diversas interpretaciones pero que, en realidad, abre la puerta a las más imprevisibles aventuras militares tras inconfesos intereses económicos y financieros del poder concentrado.
El Profesor Bernardo Quagliotti de Bellis ha analizado los documentos del Pentágono con toda minuciosidad, dado que en sus investigaciones necesita saber a dónde apuntan los planes estratégicos del “imperio americano”. «Por considerarlo de gran interés, transcribo los conceptos fundamentales del documento “Visión Conjunta 2020” (Joint Vision 2020), publicado por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del Ejército de los Estados Unidos en junio de 2000. El propósito de “Visión Conjunta 2020 (VC 2020), “…es el de describir en términos generales las capacidades operativas que se requerirían para que la fuerza conjunta sea exitosa…” en las inmediaciones del 2020. No es un plan para el futro, sino una proceso de reacomodación permanente de la doctrina militar de Estados Unidos, a su vez heredera del “VC 2010”, elaborado en 1995».
Continúa diciendo: «En realidad la lectura de tales documentos, permite comprobar -en un análisis serio, teóricamente informado y fundamentado, las contradicciones económicas y socio-políticas de los Estados Unidos, así como de su accionar político-militar tanto en el presente como en el pasado cercano. Decía que una lectura atenta de este último (VC 2020), deja entrever una serie de coincidencias entre sus planteamientos con la ofensiva actual desatada a escala planetaria por la Casa Blanca y el Pentágono, quienes sostienen: “Los intereses globales y las responsabilidades de los Estados Unidos persistirán y no hay ninguna indicación de que las amenazas hacia esos intereses o a los de nuestros aliados vayan a desaparecer. Los conceptos estratégicos de fuerza decisiva, proyección de poder, presencia de ultramar y agilidad estratégica continuarán rigiendo nuestros esfuerzos para cumplir con esas responsabilidades y enfrentar los retos del futuro”».
Cabe aquí la pregunta ¿hasta dónde se pude llegar en los “esfuerzos… para enfrentar los retos del futuro”? La respuesta a este interrogante linda con la ciencia ficción, su nombre en código es “El programa americano HAARP”. En inglés “High Frequency Advanced Auroral Research Project”. Traducido al castellano podría ser, “Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia”. Se la define como la “primera herramienta para el estudio de la física ionosférica y la radio-ciencia“. No hemos avanzado mucho. Revisando lo que ofrecen las empresas que realizan este tipo de servicios, se puede leer: «Como muestra, Weather Modification Inc., Tecnologías de Gestión de los Recursos Atmosféricos del siglo XXI, brinda una amplia gama de servicios: programas de aumento de lluvias, de nieve, mitigación de daños ocasionados por granizo, disipación de niebla o transferencia de asistencia técnica y/o tecnológica para la consecución de estos fines. Hay también precedentes de utilización de este tipo de tecnologías con fines militares, por ejemplo, durante la guerra de Vietnam, en 1967 con el Proyecto Popeye, cuyo objetivo era prolongar la estación del monzón y bloquear rutas de suministro del enemigo –como explica el economista canadiense Chossudovsky ».
El tema no es nuevo para los estrategas del Pentágono. «Incluso ya en 1958, el capitán T. Orville (consejero principal de la Casa Blanca y encargado de los estudios sobre cambio climático) admitió que el Departamento de Defensa estaba investigando “métodos para manipular las cargas de la Tierra y el cielo con la intención de producir cambios en el clima” por medio de un haz electrónico que ionizaría o desionizaría la atmósfera sobre una zona determinada». Más tarde, en 1966, el profesor Gordon Mac Donald (miembro del comité científico del presidente) realizaría un comentario preocupante: «La clave de la guerra geofísica está en identificar la inestabilidad ambiental que, sumada a una pequeña cantidad de energía, liberaría cantidades ingentes de la misma». Más recientemente, en Abril 1997 el Secretario de Defensa de los EE. UU, William Cohen, respondió ante preguntas sobre si el Pentágono estaba en posesión de un arma destructiva de carácter sísmico: «Otros se están dedicando incluso a un tipo de terrorismo ecológico que puede alterar el clima, generar terremotos, activar volcanes a distancia mediante el uso de ondas electromagnéticas… Es decir, hay muchas mentes ingeniosas allá afuera trabajando en la búsqueda de medios para causar terror a otras naciones… Es real, y es la razón por la cual tenemos que intensificar nuestros esfuerzos».

miércoles, 8 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XIV

La tesis del «Estado profundo» que propone el profesor Peter Dale Scott tiene la peculiaridad de aparecer como un concepto novedoso, muy clarificador e incisivo para comprender e interpretar el complejo funcionamiento de los Estados modernos, fundamentalmente a partir de la Segunda Guerra sin que esto signifique que este fenómeno no reconozca raíces claras desde fines del siglo XIX, como en parte ya hemos visto. También se podría decir que la vieja frase: “El poder detrás del trono” hacía referencia a un fenómeno similar con más siglos de existencia. El acento en lo “novedoso” intenta subrayar la importancia de colocar en un primer plano investigativo su existencia y su funcionamiento, para detectar y denunciar las intrincadas redes de poder que se han entramado en las sociedades industriales hasta nuestros días. Redes que debemos tener en cuenta puesto que seguirán existiendo y extendiendo su poder con las facilidades que les otorga la configuración globalizada actual.
El profesor aporta sus comentarios al respecto: «Yo sospecho que las fuerzas profundas que dominan los dos partidos políticos [en los EEUU] son ahora tan poderosas, tan coincidentes, y por sobre todo están tan interesadas en las ganancias que la guerra genera, que un presidente está más lejos que nunca de oponerse a ese poder, ni siquiera ahora cuando se hace cada vez más evidente que la era de dominación mundial de Estados Unidos, al igual que sucedió en su tiempo con la de Gran Bretaña, está a punto de terminar. En ese contexto, Obama –sin debate ni revisión – ha prolongado el estado de urgencia interna proclamado después del 11 de septiembre [Acta patriótico ], con las drásticas limitaciones de los derechos civiles que ello implica. Por ejemplo, en septiembre de 2010 el FBI tomó por asalto las oficinas de pacíficos defensores de los derechos humanos en Minneapolis y en Chicago basándose en una decisión reciente de la Corte Suprema según la cual la libertad de expresión y el activismo no violentos reconocidos en la Primera Enmienda se convierten en crímenes si están “coordinados con” o “bajo la dirección” de un grupo extranjero designado como “terrorista”. Es importante señalar que en 9 años el Congreso no se ha reunido ni una sola vez para discutir el estado de urgencia decretado por George W. Bush después del 11 de septiembre, estado de urgencia que por lo tanto permanece en vigor hoy en día».
Cabe preguntarse quién o quiénes están capacitados o habilitados para definir cuando un grupo «está “coordinado con” o “bajo la dirección” de un grupo extranjero designado como “terrorista”». Las prácticas posteriores de aplicación de la ley han demostrado, como lo demuestran los prisioneros de la Base de Guantánamo, que la Justicia no ha podido o no ha querido intervenir. Ello reduce esta grave decisión a los comandantes de operaciones o las agentes de inteligencia. Le persistencia del peligro terrorista que da definida dentro de esos ámbitos. Paro ¿qué relación tiene esto con el «Estado profundo»? La respuesta se encuentra en el subterráneo dominio sobre este tipo de decisiones que ha mantenido el Pentágono y en «Complejo Industrial-militar» . Esto que fue denunciado por Eisenhower como advertencia al pueblo estadounidense de un poder oculto que había llegado a acumular fuerzas suficientes como para imponer su voluntad a cualquier gobierno que asumiera en los EEUU.
La importancia de esta denuncia radica en quién la hizo y en qué momento la hizo. Su carrera como militar y presidente de los Estados Unidos es bien conocida: Comandante en jefe de las tropas aliadas en la Segunda Guerra, presidente de la Universidad de Columbia desde 1948-52, luego presidente de los EEUU (1953-1961). A pesar de la importancia de su discurso de clausura como el jefe de Estado de la Nación, o tal vez precisamente por ello, la denuncia que contiene ha quedado casi olvidada. Sin embargo se recuerdan mucho más partes de discursos de Kennedy que de la despedida de Eisenhower, que fue seguramente uno de los discursos más reveladores y sinceros que jamás haya pronunciado un presidente estadounidense. Muchos de los riesgos de los que Eisenhower advierte en dicho discurso, y que amenazaban a los Estados Unidos (y, por tanto, al resto del mundo), algunos son ya una realidad constante (invasión a Irak y Afganistán entre otras) y se han confirmado como una amenaza con el paso de las décadas, convirtiéndose en una evidencia durante el brutal gobierno de George W. Bush. Sin encontrar diferencias significativas en el gobierno de Barak Obama.
Leamos sus palabras de despedida de enero de 1961. El presidente norteamericano Dwight D Eisenhower dijo: «La conjunción de un inmenso establecimiento militar y una gran industria armamentística es nueva en la experiencia americana. La influencia total - económica, política, incluso espiritual - se deja sentir en cada ciudad, cada capitolio estatal, cada oficina del gobierno Federal. (...) En los consejos de gobierno, debemos guardarnos de la obtención de influencia no justificada, ya sea por activa o por pasiva, por parte del complejo industrial militar. El potencial para la perniciosa acumulación de poder en manos ilegítimas existe y no cesará de existir. No debemos permitir jamás que el peso de esta influencia ponga en peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos. No debemos dar nada por sentado. Una ciudadanía bien informada y vigilante es la única manera de inducir el correcto engranaje de la inmensa maquinaria de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, con el fin de que la seguridad y la libertad puedan prosperar a la vez»

domingo, 5 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XIII

El profesor Chomsky avanza en sus afirmaciones. Como prueba de cómo piensa la elite estadounidense recurre al testimonio de Marwan Muasher , un funcionario jordano integrado a la tarea de los analistas del Pentágono. Ante la pregunta sobre la situación del mundo árabe contestó: «Nada va mal, todo está bajo control. En suma: si los dictadores nos apoyan, ¿qué tendría que preocuparnos?». Esto remite a la respuesta que dio el presidente de los EEUU, Harry S. Truman (1945-1953) cuando se le comentó que la persona que estaba defendiendo era un dictador: «Ya sé que es un hijo de puta, pero es un hijo de puta nuestro».
Sostiene después que: «La doctrina Muasher es racional y venerable. Para reducirnos a un solo caso hoy particularmente pertinente, en un debate interno habido en 1958 el presidente Eisenhower manifestó su preocupación por la "campaña de odio" contra nosotros librada en el mundo árabe, no por los gobiernos, sino por las poblaciones. El Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés) explicó que en el mundo árabe se tenía la percepción de que los EEUU apoyaban a los dictadores árabes y bloqueaban la democracia y el desarrollo para asegurarse el control de los recursos de la región. Por lo demás, esa percepción es básicamente correcta, concluía el NSC, y eso es lo que tenemos que hacer, secundar la doctrina Muasher. Estudios realizados por el Pentágono luego del 11 de septiembre confirmaron que lo mismo vale para hoy. Es normal que los vencedores arrojen la historia al basurero, mientras las víctimas se la toman muy en serio».
Como ha podido advertirse, la complejidad del tema que estamos investigando impone recurrir a investigadores de reconocida solvencia, como ya advertí en el comienzo, por la necesidad de dar fe de las informaciones que van apareciendo y que toman desprevenido al ciudadano de a pie por lo fuerte de sus contenidos.
Por ello ahora damos paso al profesor Peter Dale Scott quien escribió un reciente libro como resultado de una larga tarea investigativa, cuyo título es español puede ser traducido como “El Camino hacia el Nuevo Desorden Mundial” . En él recorre la historia de los Estados Unidos describiéndola a partir de una búsqueda de lo denominó: «El Estado profundo». A partir de este concepto va descubriendo «la estructura secreta que dirige la política exterior y la política de defensa de ese país más allá de las apariencias democráticas». Este estudio ofrece «la ocasión de poner bajo los reflectores al grupo que organizó los atentados del 11 de septiembre y que se financia a través del tráfico mundial de droga». Insisto nuevamente sobre lo pesado que resultan digerir este tipo de informaciones, pero debemos acostumbrarnos para poder entender los hilos ocultos de la trama del poder mundial.
Dice Scott: «Yo definí la política profunda como el conjunto de prácticas y de disposiciones políticas, intencionales o no, habitualmente criticadas o no mencionadas en el discurso público, además de no reconocidas. O sea que la expresión “Estado profundo” no es cosa sólo mía. Se refiere a un gobierno paralelo secreto organizado por los aparatos militares y de inteligencia, financiado por la droga, que se implica en acciones de violencia de carácter ilícito para proteger el estatus y los intereses del ejército de las amenazas que representan los intelectuales, los religiosos y en ocasiones el gobierno constitucional, yo adapto un poco esa expresión para referirme a la más amplia conexión que existe, en Estados Unidos, entre el Estado público constitucionalmente establecido, por un lado, y las fuerzas profundas que se mueven en segundo plano de ese Estado: las fuerzas de la riqueza, del poder y de la violencia que están fuera del gobierno. Esa conexión podríamos llamarla la “puerta trasera” del Estado público, puerta que sirve de acceso a fuerzas oscuras situadas fuera del marco legal. Hemos podido observar que en Estados Unidos no es tanto una estructura paralela si no más bien una amplia zona o ambiente de contactos entre el Estado público y fuerzas oscuras invisibles. Pero esa conexión es considerable, y se necesita una apelación como “Estado profundo” para describirla».

miércoles, 1 de junio de 2011

El marco histórico de la globalización XII

Voy a convocar al profesor Noam Chomsky citando algunos textos de una conferencia dictada en Amsterdam en marzo de 2011. En ella desarrolló un largo análisis sobre la situación política y militar del mundo actual, partiendo de la comparación de los levantamientos en el norte de África y las convulsiones sociales que están comenzando en los EEUU. «Uno y otro caso son un microcosmos de tendencias presentes en la sociedad global que siguen una variedad de cursos. La cosa no ofrece duda: tendrán consecuencias de largo alcance. Tanto lo que ahora mismo está aconteciendo en el decadente corazón industrial del país más rico y poderoso de la historia humana, como lo que está pasando en lo que el presidente Dwight Eisenhower llamó "el área estratégicamente más importante del mundo" ("una estupenda fuente de poder estratégico" y "probablemente el mayor premio económico del mundo en el campo de la inversión extranjera", en palabras del Departamento de Estado de los años 40, un premio que los EEUU trataron de reservarse en exclusiva, para sí propios y para sus aliados, en el incipiente Nuevo Orden Mundial de la época)».
Es muy interesante para pensar todo el proceso del siglo XX la relación que establece entre la situación actual y las decisiones que se tomaban en la década del cuarenta: «A despecho de todos los cambios habidos desde entonces, se puede suponer razonablemente que los actuales decisores políticos mantienen básicamente su adhesión al juicio del influyente asesor del presidente Franklin Delano Roosevelt, A.A. Berle, según el cual el control sobre las incomparables reservas energéticas del Oriente Próximo traería consigo "un control substancial del mundo". Y análogamente y por contraste, que la pérdida de ese control amenazaría el proyecto de dominación global claramente articulado durante la II Guerra Mundial y persistentemente mantenido aun frente a los decisivos cambios experimentados por el mundo desde entonces». Esto debe ser contrastado con lo que se ha publicitado como comienzo de la globalización los últimos años de la década del setenta, pero cuyo comienzo hay que buscarlo a comienzos de ese siglo, como ya hemos visto.
«Desde que comenzó la Guerra en 1939, Washington anticipó que ésta terminaría con los EEUU en una posición de supremacía. Funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado y especialistas en política exterior se reunieron repetidamente durante la Guerra a fin de diseñar planes para el mundo de postguerra. Perfilaron una "Gran Área" que los EEUU tenían que dominar, y que incluía el Hemisferio Occidental, el Extremo Oriente y el antiguo Imperio Británico, con sus recursos energéticos del Oriente Próximo. Cuando Rusia comenzó a demoler los ejércitos nazis luego de la batalla de Stalingrado, los objetivos de la Gran Área comenzaron a extenderse hasta abarcar la mayor zona posible de Eurasia, y al menos su núcleo económico en Europa Occidental. Dentro de la Gran Área, los EEUU mantendrían un "poder indiscutible", con "supremacía militar y económica", al tiempo que se asegurarían de "limitar el ejercicio de la soberanía" de los estados capaces de interferir en los propósitos globales estadounidenses. Los circunstanciados planes del tiempo de guerra no tardaron en ponerse por obra».
Empieza a quedar más claro que el apoyo a la democracia, que tanto se ha pregonado desde Washington, no ha sido más que el mascarón de proa de un proyecto imperial. El modo un tanto brutal con que lo afirma el profesor no le quita verdad: «En el mundo real, el asco que por la democracia siente la elite es la norma. Son abrumadoras las pruebas de que la democracia sólo es apoyada mientras pueda contribuir a objetivos sociales y económicos, una conclusión a la que reluctantemente llegan los académicos más serios. El desprecio de la elite por la democracia se reveló espectacularmente en la reacción a las filtraciones de WikiLeaks. Las que mayor atención recibieron, con comentarios rayanos en la euforia, fueron los cables en los que se informaba del apoyo de los árabes a la posición de los EEUU frente a Irán. La referencia, claro, era a los dictadores árabes. Las actitudes de la opinión pública ni siquiera recibían mención».