miércoles, 24 de agosto de 2011

El controlador supremo

Nos encontramos ante un escenario en el que la trampa, el ocultamiento, la tergiversación, la mentira se presentan con las ropas de la “justicia” y hablan en nombre de la “verdad”. En el modo en que los medios ejercen su control no es el pueblo el que controla al Estado. Es más bien al revés: aquellos que controlan los medios controlan el Estado. ¿Quién, entonces, controla a aquellos que controlan los medios y, por tanto, al Estado? ¿Quién controla a los controladores de los medios?
Afirma Hinkelammert: «Quien quiera construir una democracia a través del procedimiento de los métodos del funcionamiento democrático no puede evadir esta pregunta. Se trata de una pregunta que solamente surge en la perspectiva de una democracia con control del pueblo. (Sin embargo, cuando es la empresa privada la que controla y garantiza la libertad, esos medios privados producen verdad y, por tanto, libertad, entendidas éstas como la verdad y la libertad del mercado». Recordemos ahora la famosa definición de democracia, de Abraham Lincoln (1809-1865): «Gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo», que suponía el ejercicio soberano y el control de toda actividad pública por parte del pueblo. Comparemos su contenido con el estado actual de las instituciones.
La verdad debe ser también resultado de un instrumento independientemente de que garantice la verdad de los contenidos de los mensajes, algo imposible de llevar a cabo donde prevalece el mercado. Agrega Hinkelammert: «Pero es difícil discutir el control de los medios de comunicación privados, cuando ellos dominan a los medios en general. La discusión tendría que hacerse desde estos mismos medios para que tenga amplitud. Pero no pueden hablar de sus controlados, sin la sumisión a sus controladores, los dueños de esos medios. El controlador, para controlar, requiere permanecer invisible. Los medios controladores pretenden ser como Dios: invisibles y omnipresentes. El resultado es que, prácticamente, no existen análisis sobre el control de los medios. Diversos entre sí, constituyen un frente homogéneo de cara a sus críticos. Forman a este respecto un monopolio que no admite discusión».
El control, entonces, no puede ser eficiente, a no ser que sea ejercido también sobre los propietarios de los propios medios. ¿Quién controla entonces? En esta etapa de la universalización del mercado, donde lo supremo no es el Estado, sino el mercado y, además, éste no es una institución neutra, ya que está sometido al dominio de las multinacionales, nos coloca nuevamente frente a la siguiente pregunta. La pirámide va apuntando hacia su cúspide: ¿Quién, entonces, financia, compra o subsidia a los medios? Dicho de otro modo: ¿cuál es el negocio de los medios y de dónde extraen sus ganancias? En tanto los medios de comunicación son privados, debemos saber si la venta de cada ejemplar es la fuente de sus utilidades. Si no es así, esto aparecería simplemente como una cobertura de su verdadero negocio. Salvo la prensa escrita, la radio y la televisión abierta no son financiadas por los consumidores, sus oyentes o televidentes. Ellos son el objeto de los medios.
Solamente en los medios escritos podemos advertir que tiene alguna incidencia financiera el consumidor, por el hecho de que estos medios son comprados por el consumidor. Sin embargo, por la lectura de los balances presentados en las Bolsas donde cotizan sus acciones, nos informamos de que el precio de venta no financia sino una mínima parte de los medios escritos. Las entradas por venta de ejemplares de los diarios no suelen pasar más allá del 15 al 20% de las entradas financieras totales. Todo el resto es financiado por el llamado “mundo de los negocios”.
Aparece aquí claramente, por tanto, quién es el que tiene el verdadero control por el financiamiento que aporta. En consecuencia, el financiamiento proviene de la compra de espacios en los medios de comunicación con fines de propaganda. En su existencia económica, el medio depende completamente de estos aportes y, para conseguirlos, tiene que llegar al máximo de consumidores posibles. Es el número de consumidores el que determina el valor de esos espacios publicitarios. El “medio” está en el medio: entre el “inversor” y el “consumidor”, debe lograr seducir al segundo para atraer al primero.

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