miércoles, 26 de septiembre de 2012

La mercancía humana III



 Si hablábamos antes de egoísmo, la frase final de la nota anterior está apuntando a una sociedad que privilegia el placer y el confort personal aun por sobre, lo que podríamos definir desde estas tierras, los deberes familiares. La solución parece ser siempre una cuestión de dinero. Sigamos leyendo:
Los hijos de Walter consiguieron ponerse en contacto con la reportera, quien, haciendo gala de esa moral que tanto honra a la profesión periodística, les entregó sin muchos problemas de conciencia el contacto de uno de los traficantes de órganos entrevistados. En julio de 2008 Walter viajó con destino a Estambul, donde se reunió con un mediador israelí, y desde allí viajaron a Priština, la capital de Kosovo. En esa misma avioneta viajaba el “donante”. Esa otra persona era Vera Schevdko, una trabajadora de limpieza de hogaes, israelí de origen ruso. Schevdko, como muchos judíos rusos, emigró a Tel Aviv esperando encontrar una vida mejor y se encontró pronto superada por el elevado costo de la vida en Israel. Divorciada, madre de una hija adolescente de la que tuvo que hacerse cargo, las deudas no tardaron en comenzar a acumularse. Vio en una parada de autobús un anuncio en ruso que buscaba “donantes de riñón” prometiendo una elevada recompensa. Finalmente llamó y le prometieron 10.000 dólares, de inmediato y en efectivo. Viajó a Priština, desde donde la llevaron a una clínica en los suburbios, propiedad de un urólogo alemán llamado Manfred Beer. Vera Schedvko despertó de la anestesia, se le entregó el sobre con el dinero y fue despachada sin demora a su país.

Los órganos como capital humano
Este es un negocio multimillonario. De hecho, gracias a la crisis se trata de un negocio floreciente y con numerosas ramificaciones. Nos informa nuestro periodista que
En febrero la policía ucraniana descubrió casualmente un cargamento de huesos y tejidos humanos metidos en congeladores en un minibús. Los restos humanos en sobres y cajas venían acompañados de los correspondientes informes forenses traducidos al inglés. Su destino, como finalmente se descubrió, era una factoría en Alemania propiedad de RTI Biologics, una empresa estadounidense que se dedica a transformar esos restos en implantes dentales además de “reciclar” los tendones y los tejidos de personas fallecidas para trasplantes y otras operaciones médicas. Las autoridades ucranianas sospechaban desde hacía tiempo que los tejidos y huesos se extraían con regularidad de los cadáveres sin el consentimiento de los familiares.
Esta aparentemente inocente aparición del concepto capital humano ha tenido ramificaciones y repercusiones en la conceptualización del cuerpo humano como mercancía: el pasado mes de abril Víctor Grifols, presidente y consejero de una multinacional farmacéutica especializada en hemoderivados, líder en  Europa y desde 2006 cotiza en bolsa– propuso en una conferencia en la escuela de negocios ESADE[1] la legalización de la donación de plasma:
En Estados Unidos tenemos 147 centros de donación, en épocas de crisis, si pudiéramos tener centros de plasma podríamos pagar 60 euros por semana, que sumados al paro son una forma de vivir», dijo Grífols. Con su propuesta de sacarle, literalmente, la sangre a los trabajadores y desempleados de España se rompería el actual sistema universal filantrópico de los bancos de sangre españoles y se abriría la puerta a la legalización en España de la venta de órganos para trasplantes, rompiendo también nuestro sistema publico gratuito en base a donaciones.
La conversión del cuerpo humano en mercancía resuelve lo que podría parecer un comercio siniestro. Sin embargo es un negocio altamente profesionalizado: los mediadores de órganos ofrecen a sus clientes “paquetes” por hasta 160.000 euros en los que está todo incluido, desde los costos del viaje y la operación hasta los sobornos para que las autoridades policiales y sanitarias hagan la vista gorda. Los “donantes” sólo reciben una pequeña fracción de esa suma, que en países como la India o Bangladesh se reduce incluso a sólo 750 euros.



[1] Executive Education ESADE Business School, con filial en Buenos Aires, tiene como misión principal la formación de personas con un alto nivel de competencia profesional y con plena conciencia de su responsabilidad social. Por ello, impulsa la docencia y la investigación a través de su Facultad de Derecho y su Business School, mediante un compromiso firme con el rigor intelectual, el espíritu crítico y la excelencia académica.

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