miércoles, 29 de mayo de 2013

La filosofía “no sirve para nada” VI



Hemos seguido la argumentación del profesor Viñuela Rodríguez, si bien no puedo afirmar que acompaño todas sus afirmaciones, y eso ya lo he subrayado. Debo repetir: no puede dejar de interesarnos su línea de pensamiento y su defensa de una filosofía crítica —lo que significa no cualquier filosofía—, ya que una de las manifestaciones de ésta es la defensa del proceso global como legitimación de su existencia y de sus propósitos. Aunque se presente como una paradoja, es necesario decir, para despejar el camino de algunas neblinas, que la desvalorización del pensamiento filosófico se hace desde una filosofía que se trasviste en la negación de la filosofía sin más,  ya que  una de las características del pensamiento único es presentarse como una posición aséptica, objetiva, avalorativa. En realidad, lo que se ataca bajo ese manto supuestamente neutro es todo aquello que asome como una revisión crítica de los fundamentos del proyecto globalizador: sus pretensiones y sus consecuencias, cada vez más evidentes.
De allí que insista:
Pero hoy vemos que comienza a triunfar una forma de la barbarie: las leyes no son iguales para todos; las leyes se hacen con una intencionalidad que no es la del pueblo, sino la de distintos poderes, el político y sobre todo el económico. Estamos al borde del abismo que es el fascismo y la tiranía que emergen del imperio de la arbitrariedad del poder, facilitado por la oscuridad de la sinrazón. De ahí la necesidad imprescindible del saber filosófico, de la ética, los únicos saberes que pueden revitalizar la democracia. Y de ahí que nuestra crisis sea ética y filosófica. Más aun, es una crisis de nuestra civilización, es el fin del pensamiento y el comienzo de la barbarie.
No puede extrañarnos ni llamarnos demasiado la atención lo dicho. Cualquier ciudadano ligeramente informado no puede ignorar el estado social, político y económico en el que se está sumergiendo una parte de Europa, proceso que augura el mismo destino de aquellos países que todavía no muestran en superficie las consecuencias que ya comenzaron a padecer, incluida Alemania. El circunstancial triunfo de un proyecto, que se ha denominado, hace tiempo, el capitalismo salvaje, bajo el dominio de los especuladores financieros, no puede tener otro final que el desastre. Sobre esto, el profesor sostiene:
El mundo en el que vivimos, que han construido para nosotros, para esclavizarnos, para eliminar las conquistas sociales, antropológicas y laborales de doscientos años para acá, está siendo fagocitado por una forma de pensamiento (ausencia de tal) y un conjunto de valores (contravalores o valores económicos, exclusivamente) que excluye el humanismo del mundo y del pensamiento, sostenido por su piedra angular, la filosofía.
Como corolario de esta seria argumentación, se puede afirmar que ante la pregunta: ¿Y las humanidades? ¿Y la filosofía?, se debe responder que no tienen cabida para los fines que ese poder inhumano se ha propuesto. No sólo no “sirven para nada”, como irónicamente sostiene el profesor. Su inutilidad reside en que su objetivo es totalmente contradictorio con el proyecto dominante;
La filosofía nos enseña a ser personas, porque la filosofía, y las humanidades en su conjunto, inventan el concepto de ley, de persona, de libertad, de igualdad, de fraternidad, de derechos y deberes, de democracia y así sucesivamente. Pero todos estos valores no están dentro del mercado. Es más, interesa que salgan de la circulación. Que no exista un pensamiento que los recoja, que revise críticamente sus contenidos. En definitiva, que caigan en el olvido y una gran losa se cierre sobre ellos. La filosofía es el ámbito de la libertad civil, de pensamiento y política. Cuestiona el poder, analiza al hombre, jerarquiza los valores, desenmascara el engaño del poder como el de la unidimensionalidad de los valores económicos. No sirve, porque no es útil, entendiendo lo útil por aquello que es eficiente económicamente.
La filosofía, las humanidades, colocan en el centro de su pensamiento el problema humano. Y, precisamente por eso, han sido las humanidades y la filosofía como una reflexión última sobre el hombre, las que han apoyado el desarrollo de la persona y apuntan hacia su emancipación. Reside aquí su potencial subversivo para las duras reglas del mercado. De ese modo, queda, entonces, justificada su inutilidad y su eliminación.

domingo, 26 de mayo de 2013

La filosofía “no sirve para nada” V



Una asombrosa paradoja encierra el imperio del pensamiento único, desprendimiento sorprendente de un pragmatismo que ha abandonado toda exigencia de verdad. Aunque la filosofía contiene la reivindicación, la de ser un camino para acceder a una verdad que pueda ser sostenida argumentativamente, estos propósitos han caído en desuso por la nueva práctica del opinionismo[1]. En las últimas décadas, se ha ido imponiendo su ejercicio cotidiano en el habla coloquial: se presenta como una libertad de opinión que ha renunciado a la búsqueda de su veracidad, con lo que puede no necesitar una cierta coherencia o una fundamentación lógica. Es lo que ha definido el concepto de opinión pública en la sociedad de masas, entendido esto como la opinión de cualquier ciudadano de a pie que se siente con derecho a opinar sobre cualquier tema, sin necesidad de la mínima versación o preparación, por haber estudiado o investigado un poco algún aspecto de ellos.
Queda oculto, en esta práctica social, que esa opinión está incentivada por un sistema informativo que abusa de la noticia sin verificación de evidencia, de noticias que aparecen y desaparecen fugazmente sin que se sienta la  obligación de informar sobre su finalización. De este modo, la opinión pública es el resultado de  la catarata informativa que arroja sobre el espacio público un caudal imposible de metabolizar por el receptor. Todo ello manejado con una aparente irresponsabilidad de personajes, llamados periodistas, en muchos casos, también con una mínima formación intelectual. Estos hacen gala de un desconocimiento del lenguaje que asombra y, por su pobreza, expresan un discurso chato, superficial, necio, insubstancial. Este modo del discurso periodístico exhibe un uso desaprensivo de la relatividad del pensamiento.
El profesor Viñuela Rodríguez avanza en este sentido:
El relativismo es otra forma de muerte de la democracia, si todas las opiniones son iguales, si todas son equivalentes, al final la opinión que sirve es la del más fuerte, he aquí el fascismo emergiendo de la propia democracia. Y eso es hoy en día lo que ha ocurrido cuando se ha establecido la equivalencia de las opiniones. Se ha eliminado el pensamiento y con él la filosofía. Se ha eliminado, en definitiva, la democracia. Se nos ha confundido por parte del poder político y se nos ha hecho pensar en una equivalencia que no es tal, la supuesta equivalencia entre la libertad de expresión y el respeto de las opiniones. Pues no, una cosa es la isegoría[2], la libertad de expresión, y otra el respeto a cualquier opinión. Lo que la democracia y la filosofía que la sustentan nos dicen es que lo respetable son las personas y que las opiniones son para debatirlas. El respeto a las opiniones por ser tales es la pérdida del diálogo, el pensamiento y, con ello, abrir la puerta a la opinión del más fuerte. Es decir, a la tiranía. Es abandonar la civilización para caer en la barbarie. Barbarie tecnocrática, precisamente, que es en la que nos encontramos por el engaño del poder que nos ha hecho abandonar el pensamiento. Y por eso defendemos aquí la vinculación causal de democracia y filosofía. Sin filosofía no hay democracia y sin ésta lo que hay es barbarie: fascismo, totalitarismo, tiranía, absolutismo, fanatismo, violencia… hoy en día nos encontramos en una barbarie tecnocrática y un fascismo del mercado, una ausencia de valores y de ética y una democracia de papel.
El profesor defiende el concepto de isonomía[3] como modelo de democracia ateniense. Considera una de las características que definían la democracia, mediante la cual la herencia griega se presenta como portadora de una civilización sustentada por la igualdad ante la ley:
Todos somos iguales ante la ley, y la ley tiene su origen en el pueblo. La ley no es arbitraria, no depende del poder del más fuerte, ni del más rico, ni del clero. La ley emana del pueblo y nadie está por encima de la ley. Esto es lo que nos enseña la democracia y ésta es la conquista filosófica que tiene como modelo ejemplar a Sócrates, “a las leyes se las obedece”, lo cual nos saca de la incerteza jurídica.
Podemos concluir diciendo: el ataque contra la filosofía como instrumento necesario para la educación en el pensamiento crítico, es un tiro por elevación contra la posibilidad de una democracia deseable según el modelo que expone el profesor.


[1] Se define como “opinionista”, palabra de origen italiano, a la persona que se expresa sin argumentar, partiendo desde su propio modo de pensar sin aportar más argumento que ése. Hace gala de conocimientos que no tiene y demuestra que no le preocupa no tenerlos.
[2] En época anterior a la democracia, los griegos usaban la palabra “isegoría”, que procede de isos = ‘igual’, y ‘ágora’ = asamblea. Significa un sistema en el que todos hacen uso de la palabra de igual a igual.
[3] La isonomía es el concepto de igualdad de derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Es la consigna política que expresaba de la forma más sucinta el carácter propio de la democracia, opuesto al ejercicio ilimitado del poder por parte del tirano. Era el término en uso para designar un régimen democrático, antes de que el concepto de democracia se generalizara.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La filosofía “no sirve para nada” IV



Lo rescatable como una postura muy interesante del profesor Viñuela Rodríguez, merece que nos detengamos para su análisis: colocar a la filosofía como un modo del pensamiento que debe estar ligado a la política, entendida ésta en su sentido aristotélico (ciencia de la polis o, en palabras de hoy, la ciencia que debe estudiar las formas institucionales para garantizar el máximo posible de libertad e igualdad de los ciudadanos). Leamos:
Quiero sostener aquí que existe una relación necesaria entre la barbarie y el fin del pensamiento o de la filosofía. Y quiero decir que nuestra crisis económica, ya larga, tiene sus orígenes más lejos todavía, pero hace cuatro décadas se tomó como decisión seguir un modo de pensamiento que después, con el tiempo, se ha ido perfeccionando. Y que ese modo de pensamiento llevaba aparejado el fin del pensamiento mismo. Y eso es en lo que nos encontramos ahora. La crisis europea es una crisis del pensamiento, de la filosofía que sostiene y estructura nuestra visión del mundo y le otorga valores a través de los cuáles se producen y vertebran nuestras relaciones con los demás y con el propio mundo. Por tanto, es una crisis filosófica y ética.
En este párrafo, propone una definición más acotada de barbarie, que aceptaré como referencia al intento de eliminar la libertad de pensamiento, para poder avanzar en el análisis de este tema que considero  de una gran importancia. El neoliberalismo, como proyecto de imponer un modo de pensar definido con estas palabras: «Hay un solo tipo de problemas y un único modo de solucionarlos» (denominado “pensamiento único”), pretendió cerrar todo intento de debates por inútil, ya que todas las ideas políticas habían caducado con la caída del Muro de Berlín, como hecho paradigmático. A la pretensión de imponer ese pensamiento —que era, en realidad, la negación del pensamiento— sólo puede dársele combate desde las trincheras filosóficas. Equivale a decir, desde la propuesta de un ámbito regido por el cruce de ideas debidamente fundamentadas que convergen en propuestas mayoritariamente compartidas: la democracia. Porque así define lo que debemos afrontar:
En el fondo, obedece a una falsa filosofía y a una falsa ética que nos llevan a la barbarie. Y barbarie son los totalitarismos, el fascismo y la ausencia del pensamiento. Es decir, la pérdida de la ciudadanía, la libertad, los derechos y la caída en la sumisión y el vasallaje. Es eso lo que se ha iniciado hace unos años y es esto lo que se refleja en la eliminación de la filosofía y la ética en los planes de estudio de la nueva ley educativa que se quiere promover. La ley es una consecuencia directa de esa falsa filosofía, la filosofía del mercado y de la reducción de los valores a los del consumo, el éxito, la fama, el tener, el hedonismo superfluo, el egoísmo ramplón y la inconsciencia de pertenecer a la polis, al estado. Es decir, la falta de pensamiento y de ética.
El resultado de un modo de vivir y pensar impuesto por la globalización: la filosofía del Nuevo Orden Político requiere, como segundo paso, eliminar de los ámbitos educativos la existencia de prácticas sociales aptas para abrir el cuestionamiento. Se debe evitar, desde esta postura, La presencia de docentes que introduzcan “ideas extrañas, soliviantantes de las cabezas de los alumnos”. Es clara la intención de evitar el debate, a partir de las ideas que algunos textos clásicos puedan aportar. Todo ello debe ser imposibilitado para no generar grietas en el proyecto de adoctrinar en el pensamiento único. Se requiere un alumno dócil, sumiso, sin preguntas. Por ello se apunta a la capacidad de pensar que la filosofía ofrece:
Y de ahí que la filosofía esté causalmente vinculada a la democracia. No hay democracia sin filosofía, ni filosofía sin democracia. Por eso, no ha de extrañar que sea en un momento de déficit absoluto de la democracia cuando se plantea la eliminación de la filosofía. Hay que eliminar que ese rescoldo de pensamiento pueda hacer renacer una democracia sana, que no esté secuestrada por los poderes económicos, mediáticos, políticos… La democracia aparece en Grecia de la mano de la filosofía, y la filosofía se desarrolla en Grecia dentro del ámbito político de la democracia. Democracia es diálogo. El logos, la razón debe ser lo se tenga en común.

domingo, 19 de mayo de 2013

La filosofía “no sirve para nada” III



En un sentido un tanto restrictivo —que no comparto, dado que contiene una estrecha mirada centroeuropea—, nuestro profesor afirma que:
El pensamiento es la gran apuesta de Occidente, el gran invento griego. El pensamiento, el logos, nació como la capacidad que el hombre tiene por medio de su razón y su crítica de entender el mundo y ordenar el Estado. Es el milagro griego.
Adjudicarle con exclusividad a la tradición ateniense el origen del pensamiento es una postura típicamente moderna de Europa. Incluye el menosprecio a otras culturas anteriores y de un gran significado para la configuración de la vertiente occidental. Es el resultado de la modernidad europea que construye de este modo un pasado noble. ¡No se pueden olvidar tradiciones de pensamiento como la china, la egipcia, la india, la semita, etc.! Aquí nuestro profesor peca de un etnocentrismo pernicioso, pero siguen siendo interesantes otras aseveraciones que analizaré. Como ejemplo de lo que sostengo, vaya este parrafito:
Grecia es el origen de la civilización frente a la barbarie. Porque el logos, la razón, el pensamiento, sustituyen al poder de la superstición, al poder del más fuerte, a la tiranía,… El logos nos permitió entender el mundo,   explicarlo desde la razón, comprender las fuerzas que lo gobiernan. Y ello nos hizo libres, tanto de la tiranía del mundo, como de la tiranía política de aquellos que utilizaban la ignorancia del mundo para inventar mitos y supersticiones que no tienen otro objetivo que el dominio y la explotación del hombre.
No me extenderé mucho, porque el espacio de una nota no lo permite, pero diré algunas cosas. La confrontación de conceptos como  civilización y barbarie[1] es una herencia de los iluministas del siglo XVIII que hoy es ya difícil de sostener. Denuncia la mirada de la superioridad europea sobre los pueblos de la periferia. Otro tanto puede decirse al calificar las tradiciones de esas culturas como supersticiosas cuyo objetivo fuera “el dominio y la explotación del hombre”. ¿Se olvida de la esclavitud griega, por una parte? ¿Dónde coloca la riqueza de los mitos que tanto dicen sobre la sabiduría antigua, por otra?
A pesar de ello, debemos compartir la importancia de la herencia helena, aunque no fue ella la única que enriqueció la cultura occidental. Sin embargo, podemos acompañar su defensa:
Por eso la filosofía es un saber necesario que nos permite una unificación del hombre y el mundo, que nos aporta un sentido dentro del mundo y la sociedad. Un saber que va más allá de lo obvio, de las apariencias y de las meras opiniones. De ese mundo salimos porque nos sacó la filosofía.
La filosofía como iluminación del pensamiento hacia modos ordenados, sistemáticos, críticos, que nos ayudan a profundizar sobre los temas y problemas del hombre, que despejan la palabra de cargas distorsionantes tras la búsqueda de la verdad que puede estar al alcance humano, es una tarea del espíritu de nuestra época a la que no se debe renunciar. Y el llamamiento adquiere mayor importancia ante la denuncia de nuestro profesor respecto de los intentos de apartar esa disciplina de la enseñanza escolar:
Y a ese mundo nos hemos empezado a dirigir en las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI. Por eso, el inicio de la barbarie es el anuncio de la muerte de la filosofía. Y por eso nuestra crisis es filosófica y de ahí que sea absolutamente urgente su recuperación. Porque la filosofía es libertad y lucha contra la tiranía de cualquier orden.
Las propuestas de modificación de los contenidos de la enseñanza, que avanzan en Europa, pero que también están detrás de unos cuantos planes de estudio que rondan los gabinetes ministeriales, le otorgan a esta denuncia una importancia que no debe menospreciarse. El imperio del pensamiento lineal-técnico es una necesidad del imperio global para desterrar el pensamiento crítico que cuestiona el orden imperante.



[1] Se puede consultar mi trabajo Civilizados y bárbaros en la página www.reflexion-politica.com.ar para un análisis más detallado de este tema.