miércoles, 21 de agosto de 2013

La Doctrina Social de la Iglesia y el pensamiento político moderno V



Para ir avanzando en el análisis del contenido de la tradición comunitaria y la práctica de la ayuda mutua prescrita en esos tiempos leamos el contenido de esas normas. En el Levítico, uno de los libros del Pentateuco (cinco libros) se las recoge. Allí se prevé la posibilidad cierta de que a algunos les vaya mejor que a otros y acumulen más riquezas. Como consecuencia de ello, trata la situación de los empobrecidos que, habiendo recurrido al préstamo, no hubieran podido pagarlo. Se enfrentaría a la posibilidad de conflictos como consecuencia de desigualdades sociales imprevisibles. Esta preocupación tiene como fundamento el reparto igualitario de tierras que se había realizado mediante un sorteo al llegar a esas tierras de Canaán. Según la tradición, Moisés dijo: «Esta es la tierra que ustedes se repartirán como herencia por medio de un sorteo».
Lo que deseo destacar en estos pasajes es la preocupación por la posibilidad de generar una desigualdad social agraviante. Estaba viva todavía la memoria de los viejos tiempos en tierra de los faraones (siglos XV al XIII a. C.), en los que habían padecido la esclavitud. Por ello veremos como este tema reaparece varias veces bajo distintas formas.
Por tal razón, al entrar a las tierras de Canaán (la Palestina de hoy) Moisés les recomienda, hoy diríamos con criterio   ecológico trabajar la tierra durante seis años y el séptimo dejarla descansar; en ese año se debe tomar sólo lo que ella produjera por sí misma (una sabiduría que hoy llamaríamos preservación del suelo). Durante cuarenta y nueve años (siete veces siete años --siete es un número cabalístico[1]) debe hacerse lo aconsejado y al año siguiente, el año cincuenta, se llega al año jubilar.
«Entonces, el día diez del séptimo mes -el día de la Expiación- ustedes harán sonar la trompeta en todo el país. Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país. Este será para ustedes un jubileo: cada uno recobrará su propiedad y regresará a su familia... En este año jubilar cada uno de ustedes regresará a su propiedad. Cuando vendas o compres algo a tu compatriota no se defrauden unos a otros».
Cada cincuenta años se debían condonar todas las deudas, incluso se debían devolver todos los bienes que se habían tomado como pago de deudas, o aquellos comprados a un necesitado en condiciones de ventaja abusiva. La tenencia (la propiedad no era permitida) de la tierra era transitoria y cada cincuenta años se volvían a sortear las parcelas para colocar en igualdad de condiciones a todos.
La posesión y explotación de la tierra creaba una responsabilidad social. La cultura patriarcal dominante, como ya quedó dicho, hacía responsable de una parcela de tierra sólo al varón casado, razón por la cual quedaban desprotegidos en caso de muerte la viuda y el huérfano. La responsabilidad social obligaba a hacerse cargo de todo aquel que quedara en una situación miserable, por diversas causas, por ello se dice:
«Si tu hermano se queda en la miseria y no tiene con qué pagarte, tú lo sostendrás como si fuera un extranjero o un huésped, y el vivirá junto a ti. No le exijas ninguna clase de interés: teme a tu Dios y déjalo vivir junto a ti como un hermano. No le prestes dinero a interés ni le des comida para sacar provecho».
En otro de los libros del Pentateuco, el Deuteronomio, se agrega:
«Al cabo de tres años deberás separar la décima parte de todo lo producido ese año y lo depositarás en la puerta de tu ciudad. Entonces vendrá a comer el levita, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo; y lo mismo harán el extranjero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades, hasta quedar saciados».
Tampoco el extranjero tenía derecho a recibir una parcela por no pertenecer a las Tribus, pero se lo incorporaba a la misma categoría de la viuda y del huérfano. Todo el que se quedaba en la miseria no perdía su derecho a recibir su sustento. Esta situación miserable no debía dar lugar al aprovechamiento por parte del que estuviera en buena situación. De este modo se lograría el deseo manifestado por Dios: “No habrá pobres a tu lado”. Toda la comunidad era responsable de atender las necesidades de: «la viuda, el huérfano y el extranjero».


[1] En algunas religiones el siete es un número sagrado, representa lo bueno: los siete días de la semana, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris, los siete pecados capitales, las siete artes, los siete mares, las Siete Maravillas del Mundo, los siete sabios de Grecia, Roma, la ciudad de las siete colinas, etc.

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