miércoles, 16 de octubre de 2013

Subjetividad posmoderna y el buen vivir VI



Según se va desenvolviendo la trama que ha dado lugar a esta novedad del siglo pasado denominada subjetividad posmoderna, en un juego que su misma conceptualización pone en evidencia: ésta puede ser pensada, analizada por contraposición a su antecesora la subjetividad moderna. Debemos reparar en que el sólo título enuncia ya una carencia: ser “pos”, lo que viene “después de”, habla de una indefinición que merece ser pensada. Es necesario detenernos, volver las páginas de la historia hacia sus comienzos, pero sin ir tan atrás que nos remita a un origen lejano. Podemos pensar a partir de su calificación de moderna para colocar un punto de comienzo que nos coloque frente a un camino prometedor. La investigación acerca de la naturaleza del sujeto portador de esta subjetividad funcionará como un espejo, y en el juego de las figuras contrapuestas se definirá con rasgos más precisos cada una de ellas.
Ubicaré el nacimiento de ese hombre con algunos datos históricos que describirán las condiciones sociales dentro de las cuales maduró su conciencia. La Modernidad representa el resultado de un hondo proceso de transformación del pensamiento europeo a lo largo de un período de casi tres siglos. En este largo proceso que comienza en los finales de la Edad Media, el Renacimiento[1] constituye un período de transición entre el hombre medieval, en vías de lenta desaparición. El moderno nace empujado por lo que se puede  denominar una fuerza espiritual caracterizada fundamentalmente por tres componentes culturales: el Humanismo, la Reforma Protestante y el avance ininterrumpido de la Ciencia. Debemos otorgarle a esta última el impulso decisivo en el advenimiento de la nueva etapa. Merece mencionarse que en el terreno político y social, tiene lugar una transformación importante: la consolidación de los Estados Nacionales y de las Monarquías Absolutas, así como al crecimiento de la burguesía y su actividad fundamental: el comercio  internacional.
Debo subrayar, por algunos comentarios anteriores respecto de las etapas de transición, que el Renacimiento es una época de crisis: es decir, época en que las convicciones vitales, fundamentos del espíritu de época del medioevo se resquebrajan, van perdiendo credibilidad, cesan de regir. Los hechos importantes a destacar son: el quebrantamiento de la unidad religiosa; el descubrimiento de la centralidad del Sistema Solar que arroja a la Tierra a un puesto subalterno; las conquistas de nuevos territorios y la expansión colonial; lo que va a compensar la autoestima del hombre europeo. Los intentos reiterados de desplegar una sensibilidad nueva en todos los ámbitos de la producción intelectual son síntomas inequívocos de la necesidad de superar la gran crisis que atraviesa la cultura de época.
El Renacimiento se presenta, pues, primero, como un acto de crítica que se resuelve en la ruptura con el pasado, una superación del conjunto de ideas, creencias, que sostuvieron la humanidad heredada. En este mar de dudas e incertidumbres el hombre del Renacimiento se niega a ser un náufrago en medio de la perplejidad. La nueva época se caracteriza por la negación de todas las filosofías anteriores, y constituye también el angustioso afán de encontrar un nuevo punto de apoyo capaz de salvar al hombre y a la cultura del naufragio: una nueva certeza. Este nuevo punto de apoyo será la Razón, una Razón autónoma y cada vez más desteologizada. Ésta, fundamento del hombre moderno, reconstruirá las certezas perdidas construyendo una nueva manera de pensar, sin paternalismos teológicos, afirmando la autonomía de este nuevo sujeto.
La actitud que domina el espíritu de la nueva ciencia expresa una confianza absoluta en la capacidad del hombre para extender más y más su dominio sobre la Naturaleza (el hombre puede dominarla ya que ahora tiene el instrumento adecuado para ello: la ciencia). Como se puede observar, la concepción aristotélica de la ciencia como conocimiento puramente teorético deja paso a una concepción más utilitarista de la ciencia. La nueva ciencia, la Ciencia Moderna, ya no aspira a la mera contemplación, sino al conocimiento de las leyes que rigen los fenómenos naturales con vistas a su dominio. Esta posibilidad de dominio acrecienta la confianza del hombre burgués, el hombre naciente, que será el dueño absoluto del mundo y lo subordinará a sus intereses económicos: la naturaleza será convertida en una fuente de materias primas y el fin dominante será el lucro.



[1] Es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.

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