domingo, 29 de diciembre de 2013

La inseguridad es una paranoia construida por los medios II



El peso de los medios de comunicación sobre la conciencia colectiva no es un tema novedoso, sobre el cual se ha escrito una abundante cantidad de publicaciones[1]. De toda esa bibliografía, notas periodísticas, etc., se puede extraer buena información acerca de cómo funciona el mundo informático. Es bueno aclarar que un noticiero, radial o televisivo, o un medio grafico de gran aceptación, pone una especial atención en aquello que mayor repercusión tiene en el público al que se dirige. Siendo una empresa comercial, como ya nos advirtió un investigador de la talla de Umberto Eco[2] (1932), en un libro muy leído en su momento,  Apocalípticos e integrados (1965), que demostró, como primera hipótesis de su investigación sobre los grandes medios: son en primer lugar una “empresa comercial”. De esta definición se desprende el objetivo fundamental: la obtención del lucro y esto se logra conservando como anunciantes a compañías importantes que publicitan sus productos en los espacios reservados que esos medios poderosos presentan.
Por lo tanto, siendo esto una regla básica, se puede entender que la información es la mercancía que se ofrece en ese mercado, por tal razón debe ser tratada de acuerdo a las normas imperantes: atraer la atención de su público. Todos los medios de comunicación están reglados por estos principios. El modo de presentar la calidad, el formato, la cantidad de veces su producto, presentando cierto tipo de noticias con regularidad, educa, moldea al lector, a la audiencia o a la teleplatea generando formas de entender la realidad, equivale a decir: construirla. La ciencia de la comunicación ha denominado a este modo de comunicar: mediatización. Se entiende por ello la transformación a que se someten los hechos al pasar por el cedazo de los medios. Detectar cuáles temas generan mayor impacto impone abundar sobre ellos: un ejemplo claro es la chismografía de la farándula, entre otros.
La relación que se entabla entre productor y consumidor de la información va promoviendo una espiralización, casi adictiva, por la cual cuanto más se ofrece más se demanda. Si hacemos un ejercicio comparativo sobre el tipo de información de los programas sobre chismes del espectáculo de décadas atrás y los actuales comprobaremos que hoy hay una mayor cantidad y van compitiendo en las minuciosidades que se ofrecen sobre las vidas privadas de la gente de ese mundo; tendremos así una idea más clara de lo afirmado. El resultado es la construcción de lo que se denomina el interés general del público que no es más que el  resultado del acondicionamiento de sus gustos y preferencias. Dentro de este proceso temas como el de la inseguridad ha adquirido una mayor relevancia. Como ya quedó dicho: no se inventan los hechos informados, lo que los convierte en la sensación de inseguridad, es el tratamiento que de ella se hace: los modos de presentarlos y repetirlos a lo largo del día.
Por esta razón quien consume un medio de comunicación determinado se apega a la interpretación que éste genera en él, convirtiéndose el medio en el que satisface su necesidad de saber qué es lo que está pasando. Los medios concentrados han ocupado el centro de la escena, produciendo una suerte de afición a cierto tipo de informaciones, ellos alimentan la necesidad que pareciera natural en el ciudadano de a pie de mantenerse informados y lo hacen cotidianamente, convirtiéndose en dependiente de esa información, que muchas veces no es de fiar. Se puede parafrasear un viejo refrán: “Dime quien te informa y te diré cómo piensas”.
No es difícil de comprender que de este modo el medio genera climas psicosociales. Necesita de los mismos para lograr el apego de un público que cree lo que el medio afirma. En una sociedad de masas (tema también muy estudiado cuyo origen puede colocarse en el siglo XVIII con su Revolución industrial) el ciudadano de a pie carente de un pensamiento crítico repite la información del medio. Son formas de hábitos adquiridos por seres que no están en condiciones de deconstruir y construir nuevamente la información para comprenderla críticamente. Décadas atrás se decía que si estrujábamos un diario como Crónica chorreaba sangre. Mientras los llamados “medios serios” adoptaban una actitud más prudente. Hoy el estilo crónica ha colonizado la información pública.


[1] Sugiero para mayor detalle la lectura de un trabajo mío publicado en www.reflexion-politica.com.ar, titulado El control de la opinión pública.
[2] Es un escritor y filósofo italiano, experto en semiótica. Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín, fue Profesor en las universidades de Turín y Florencia y de Milán, Profesor de Comunicación Visual en la de Florencia, ocupa la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia. En febrero de 2001 creó la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La inseguridad es una paranoia construida por los medios I



Partiendo de esta frase del Ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni[1] voy a abordar el tema de la inseguridad social y proponer un análisis que contemple las diferentes facetas del tema, lo que nos impondrá diversas ópticas que nos ayuden a comprender mejor, y con mayor claridad todas las perspectivas que presenta. Ya el enunciado del título  contiene una afirmación fuerte expuesta a contrapelo de las ideas del sentido común dominante. Nos está señalando un primer problema. Además no lo plantea ofreciendo una opinión personal, sino como el resultado de una investigación desarrollada por el equipo del Instituto de Investigaciones de la Corte Suprema de la Nación.
Para encuadrar este trabajo me parece necesario formular alguna definición aceptable sobre la inseguridad social: es aquella sensación que nos hace considerar expuestos o indefensos ante el peligro generado por robos, hurtos, asesinatos, violaciones, etc. Una tarea necesaria será diferenciar como causas los hechos delictivos y el relato de estos hechos. En el relato de los hechos, podemos distinguir que no siempre las fuentes son fidedignas, ni confiables. No debe escaparse, entonces, en este análisis esas dos dimensiones: 1.- es innegable la existencia de una realidad objetiva; 2.- el hombre es un testigo y un generador de impresiones y expresiones subjetivas, a partir de las cuales expresa su versión según su propia concepción de la realidad o sus propios intereses. Distinguir entre la realidad objetiva y la registración subjetiva no es una tarea sencilla, pero no debe ser dejada de lado.
Agreguemos un poco de historia para iluminar mejor el cuadro que se nos presenta. Debemos distinguir la inseguridad de la vida primitiva en un marco natural con la presencia de depredadores. La especie humana encontró una solución a su desprotección y vulnerabilidad personal viviendo en comunidades, con lo cual suplió su impotencia física con la ayuda mutua, fenómeno demostrado por la investigación científica. La herencia animal ha dotado a las especies vivientes de una capacidad de alerta para el logro de su supervivencia, capacidad heredada por los primeros hombres y permanente hasta hoy como modo de protección.
Por lo tanto, las sensaciones de seguridad e inseguridad son propias de todo ser humano, estamos estructurados por ellas y son las que nos ayudan a tomar decisiones: movernos o a quedarnos quietos, comenzar un proyecto o no. Sin embargo el hombre anhela la seguridad, ya que cuando se siente inseguro no actúa, y llega a paralizarse.
Debemos destacar un punto de la historia que produjo una revolución en la estructura social, al tiempo que desorganizaba las formas anteriores, tradicionales: la Revolución industrial del siglo XVIII. Los grandes cambios sociales, consecuencia de los cambios técnicos en los métodos de producción, generaron aglomeraciones urbanas nuevas, migraciones del campo a la ciudad. La sociedad comenzó a dividirse en clases sociales, estratos que diferencian y/o encasillan, incluyen y excluyen. Justamente la miseria extrema que allí comienza, desconocida en las poblaciones rurales, es un factor clave a la hora de hablar de inseguridad. Una parte nada despreciable de los delitos, de acuerdo a investigaciones serias, se producen como consecuencia de carencias generales, educativas, sanitarias. La necesidad desesperada por saciar esas carencias conducen a delinquir y muchas veces a la violencia.
Debemos preguntarnos cómo se va hoy formando en el ciudadano de a pie la sensación de inseguridad. Esto se desprende en los datos que ofrecen investigaciones internacionales comparadas que muestran que la relación entre los índices reales de inseguridad y el registro subjetivo que de ellos hace el público no mantiene una correlación directa: países con índice más altos muestran un percepción muy baja, y se puede presentar lo contrario. Una investigación publicada en el blog www.taringa.net/posts/info se afirma:
Existen dos formas de caer en la sensación de inseguridad. Por un lado tenemos a aquellos que interpretan los hechos y legan esta interpretación convirtiéndola en relato (por el hecho mismo de relatarlo o con el fin de informarnos) y una segunda interpretación, que entra en juego solo cuando somos protagonistas de un hecho de inseguridad, cuando podemos apreciarlo de cerca. Generalmente los medios de comunicación, que teóricamente tienen la finalidad de mantenernos informados sobre los hechos que ocurren dentro del territorio argentino y en el mundo (por el simple hecho de que el ciudadano no es un ser omnipresente), buscan establecer verdades, aquellos discursos que se ajustan a sus intereses económicos y/o empresariales.



[1] Eugenio Raúl Zaffaroni (1940) - Se graduó de abogado y escribano en la Universidad de Buenos Aires (1962) revalidado por la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay, 2003) y es Doctor en Ciencia Jurídicas y Sociales por la Universidad del Litoral (1964). Es profesor titular y Director del Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Fue becario de la OEA en México y de la Max Planck Stiftung en Alemania. Con posterioridad fue Director General del Instituto Latinoamericano de prevención del delito de las Naciones Unidas (ILANUD), San José, Costa Rica. Doctor “honoris causa” por varias universidades internacionales.

domingo, 22 de diciembre de 2013

El oficio del señor Durán Barba VII



La sapiencia y habilidad profesional de este investigador de marketing político — especialidad que con su solo enunciado dice todo lo que se puede explicar sobre ella— le alcanza, si se me permite el lenguaje futbolero, para jugar en las divisiones inferiores sin mucha esperanza de ascender. Leerlo o escucharlo lo desnuda por completo. En el ranking de sus competidores, no alcanza a clasificar.
En la reciente nota del periodista especializado en investigación, Alberto López Girondo, Los superhéroes del marketing político (Info News –29-11-13), juega con una analogía que permite una mejor comparación del tema con personajes de  la sección Dibujos Animados. De este modo, tal vez, pueda leerse en su carácter humorístico para así descomprimir lo triste y preocupante de su contenido. Nos presenta la publicación una reseña de algunos de estos personajes que han desfilado por el escenario político:
A fines del siglo pasado, la Argentina se desayunaba con la llegada de asesores de imagen estadounidenses para la campaña que llevó al gobierno al radical Fernando de la Rúa. Su principal contendiente, Eduardo Duhalde, se había traído a la estrella del momento, James Carville, gestor de la campaña que llevó al poder a Bill Clinton. La Alianza no se había quedado atrás y convocó a Dick Morris, que había trabajado para los republicanos… Otros consultores de marketing político tendrían su cuarto de hora de fama hasta llegar al inefable ecuatoriano Jaime Duran Barba.
No sé si puede consolarnos el saber que no tenemos el monopolio de contar con las prácticas de este tipo de “profesionales”, cuyos máximos exponentes residen y ejercen su “profesión” en la Gran Democracia del Norte. Los que emigran hacia las tierras subdesarrolladas son aquellos que no clasifican para las ligas mayores. Avanza la nota:
Por estas horas, un experto en vender candidatos se ufana de haber hecho otra marca en la culata de su Colt: se trata del venezolano Juan José Rendón Delgado, más conocido como JJ Rendón o directamente JJR, un caraqueño que ostenta un récord de 26 candidatos ganadores y sólo tres derrotas: las tres en su país natal y a manos del chavismo… Como es de rigor, JJR reside en Miami. Y su vuelta a Venezuela se torna complicada en virtud de una causa por violencia de género abierta en un juzgado que pidió a Interpol su captura. JJR fue el hombre detrás de la campaña de Juan Orlando Hernández, proclamado presidente electo en Honduras. Ya había asesorado a Porfirio Lobo Sosa, el hombre del Partido Nacional que ganó los comicios de 2009 tras el derrocamiento de Manuel Zelaya.
Es interesante prestar atención en cómo se repite un esquema de origen de algunos de esos empresarios millonarios convertidos, por obra del marketing, en candidatos políticos. El cliente que paga una campaña plagada de sospechas en Hondura, Juan Orlando Hernández, es presentado así por el autor de la nota:
Es un empresario hondureño proveniente de una familia de clase media rural lo suficientemente próspera como para alimentar y dar estudio a 17 hermanos (el candidato es el número 15). Abogado de profesión y nativo del departamento de Lempira… estudió en el Liceo Militar del Norte y tras graduarse en Tegucigalpa hizo un máster en Administración Pública en Estados Unidos. Desde 1998 es elegido diputado al Congreso Nacional, lo que no impidió que siguiera creciendo su fortuna. Tiene plantaciones de café, hoteles y un pequeño grupo de radios y televisoras en su distrito. Tras el golpe ocupó altos cargos en la asamblea y fue presidente del Congreso con Lobo en el gobierno.
En el mismo estilo de Durán Barba hace gala de un currículum vítae que puede impresionar a algún distraído:
Muestra el CV que él mismo ha colgado en su web, donde se presenta como recibido en Psicología en la Universidad Católica Andrés Bello, con un posgrado en Desarrollo Organizacional y especializaciones en Psicología de la Comunicación y Masas, Planificación Estratégica y Gerencia en Publicidad y Mercadeo, además de estudios en Rumorología, Memética, Cinético-Proxémica y Liderística, todas ellas disciplinas seudocientíficas laterales a la Psicología. También dice que obtuvo un posgrado en Italia, en Ontopsicología.
Me parece que queda claro el cursus honorum que puede exhibir este tipo de candidatos, muy bien asesorados por especialistas de una alta formación académica. Lo grave es que cuentan con dinero suficiente para pagar, en los medios concentrados, facturas suculentas para asegurarse la protección de su imagen y su apoyo político.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El oficio del señor Durán Barba VI



Concluye, como justificación y exhibición de su capacidad erudita de investigador y de su interés sólo científico en el proceso nazi:
Nada apoyó la disparatada idea del origen común de la tal raza aria. Inspirados en estas supersticiones, los nazis asesinaron a millones de judíos, gitanos y miembros de otras razas a las que consideraban inferiores. Un gobierno que surgió de las urnas, con el apoyo masivo de su pueblo fue, al mismo tiempo, uno de los más sangrientos y demenciales de la historia.
El doctor Alejandro Horowicz, profesor titular de Los Cambios en el Sistema Político Mundial, en Sociología (UBA) ha salido al cruce de tanto ruido mediático respecto de los dichos de referencia, con un artículo (Info News, 18-11-13) en el que señala cierta hipocresía por tanto comentario. Dado que el pensamiento de este publicista ha dicho, escrito y publicado todo lo que piensa sin pudor alguno, ¿por qué, entonces, tanto revuelo, qué hay de novedoso?
Los expertos en comunicación se lo explican pedagógicamente a sus eventuales "clientes": no se trata de lo que se piensa, se trata de lo que se dice o lo que se debe callar para ganar. Los gestos vacuos ocupan toda la escena, los otros quedan para los suicidios discursivos, cuando la fobia impide entender qué "conviene", o para los que creen que están más allá de esta sencilla pero estricta regla. Esto no lo ignora casi nadie en el mundillo de la comunicación política, y todos actúan en consecuencia. La pregunta es otra: ¿qué vale ese rechazo? Barba destacó en sus artículos del diario Perfil, en su libro, y en un reportaje a la revista Noticias, la importancia de Hitler. Recordó que ganó democráticamente las elecciones de 1933, y esto ya no lo dice Durán pero conviene retenerlo: la compacta mayoría lo respaldó hasta las últimas horas del '45 en el búnker berlinés.
Como prueba de las formas hipócritas de las declaraciones, y para volver sobre hechos que muchos de los indignados olvidan, recuerda este triste capítulo de la historia:
El 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán St. Louis partió desde Hamburgo (Alemania) hacia La Habana (Cuba). A bordo viajaban 937 pasajeros, mayoritariamente judíos alemanes que huían del Tercer Reich. Habían solicitado visados para los Estados Unidos y tenían planeado permanecer transitoriamente en Cuba. Desde la Kristallnacht (9 y 10 de noviembre de 1938), los nazis habían intensificado el ritmo de la emigración forzada de judíos. Joseph Goebbels esperaba, junto al resto de la jerarquía nazi, que la negativa de otros países a admitirlos contribuyera a la realización de los objetivos antisemitas del régimen. Y así fue. Antes de que el barco saliera de Hamburgo, los periódicos derechistas cubanos anunciaron la inminente llegada de la nave y solicitaron se pusiera fin a la admisión de refugiados judíos. La prensa estadounidense y europea llevó la historia a millones de lectores. Sólo unos pocos sugirieron que los refugiados deberían ser admitidos en los Estados Unidos. Los informes sobre la llegada del St. Louis provocaron una enorme manifestación antisemita en La Habana; el 8 de mayo de 1939, cinco días antes de que el barco zarpara de Hamburgo, 40 mil marcharon entonando consignas antisemitas. Decenas de miles las escucharon por radio. Y cuando el barco llegó a puerto el 27 de mayo, sólo se permitió el desembarco de 28 pasajeros. Seis de ellos no eran judíos (cuatro españoles y dos cubanos). Los restantes 22 disponían de documentos legales de entrada.
La admiración por Hitler y el antisemitismo, la conveniencia de hablar o callar, hablar a media voz como para ser de la partida pero no tanto, es parte de lo que nuestro investigador enseña a sus clientes, aconseja a sus candidatos, pero cuando debe combatir en la arena política, no conoce armas despreciables ni métodos rechazables, como comenta en sus libros con ostentación de sus logros por perversos que éstos sean, con tal de lograr el objetivo propuesto: que gane su cliente y destrozar a su adversario. Sin embargo, para el público parece ser menos escandaloso que su confesada admiración por Hitler.

Es mucho más grave, en mi opinión, haber convertido la ciencia de la polis como un ejercicio del bien común —que proponían Platón, Aristóteles, santo Tomás de Aquino, entre otros, y que recoge toda la tradición judeocristiana— en un ejercicio de técnicas de marketing para la colocación de un nuevo producto en el mercado político: un candidato. Bastardear ese legado de la cultura occidental, vaciarlo de contenido ético, reducirlo a una mera competencia en la que se premia al que llega a la meta con más votos, sin importar cómo se los recolecte, es, aunque parezca exagerado un delito de lesa humanidad.