sábado, 27 de diciembre de 2014

La guerra de los laboratorios en el mundo global IX



 Veamos como todos estos manejos se han dado en nuestro país. Para ello recurro a una nota que escribió el neonatólogo y ex subsecretario de salud de la ciudad de Córdoba, el Dr. Medardo Ávila Vázquez[1], actualmente es Coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud – Médicos de Pueblos Fumigados para la investigación de las consecuencias de las fumigaciones tóxicas. En su publicación nos cuenta una historia que comienza en la década pasada:
El embajador estadounidense James Check (1993-1996) declaró al llegar a Buenos Aires que tenía dos grandes áreas de negocios bilaterales para desarrollar en su gestión, una la introducción de transgénicos, principalmente soja, en la producción agropecuaria argentina, y la otra el desarrollo de los ensayos clínicos de nuevos fármacos para la gran industria de laboratorios farmacéuticos. Después de más de 15 años todos conocemos el crecimiento en la producción de transgénicos, sus "ventajas" económicas y el perjuicio ambiental y sanitario que esta producción acarrea.
El Doctor Ávila Vázquez avanza en su denuncia:
Es menos conocido el crecimiento del negocio de los ensayos clínicos. En 10 años éste pasó de utilizar 10.000 a 45.000 argentinos que "prestan", anualmente, su cuerpo a los laboratorios para prueba de drogas. Un mercado que movió 50.000 millones de dólares a nivel mundial, crecerá un 11% por año, al 2018. El gran desarrollo de esta actividad ocurre junto a la instauración del paradigma de ciencia neoliberal en EEUU. Con la modificación de la ley de patentes, fortalecen el concepto de que los científicos no "descubren" la cura de una enfermedad, sino que la "inventan", y por lo tanto ese descubrimiento ya no integra el conocimiento general de la humanidad, sino que esa invención es propiedad privada de una persona o grupo económico que financia la investigación.
Nos volvemos a encontrar con la invención de enfermedades. Se podría pensar que es una nueva versión de una mutación que se fue dando en la producción capitalista. La ciencia económica afirmó durante décadas que la producción de mercancías respondía a la demanda del consumo. En consecuencia con este concepto aparece la necesidad de estudiar las características de esa demanda: calidad, cantidad, tipos, etc. Ello dio lugar a la aparición de una supuesta “ciencia nueva”: el marketing. En la presentación, investigación y publicitación, colaboraron especialistas de las ciencias sociales (psicólogos sociales, psicoanalistas, antropólogos, sociólogos, etc.) cuya tarea apuntaba al conocimiento de las conductas del hombre masa. Erich Fromm decía en la década del sesenta lo siguiente:
La creciente complejidad de las empresas y del capital, hacen que sea de la mayor importancia conocer por adelantado los deseos del consumidor y no sólo conocerlos, sino también influir sobre ellos y manejarlos. Las inversiones de capital en las gigantescas empresas modernas no se hacen por presentimientos, sino después de un amplio manipuleo y una investigación concienzuda del consumidor y de todo el mercado.
Es evidente que los laboratorios entran en esa categoría «gigantescas empresas modernas» y se mueven a nivel mundial con las mismas técnicas e instrumentos que las demás empresas capitalistas. La particularidad de producir medicamentos o instrumental médico las ha revestido de una aureola de “gente de ciencia” que encubre que en realidad son “gente del capital” y, como tal, toda su actividad tiene como objetivo fundamental: el mayor lucro posible por cualquier medio. Si todavía esto puede sonar demasiado duro, es necesario modificar nuestro imaginario y colocar estas empresas dentro del cuadro general del  mercado capitalista. Así se pueden entender mejor las cosas que venimos leyendo. Propongo seguir las palabras del Dr. Ávila Vázquez para avanzar en este tema:
Los científicos y hasta las universidades pasaron a tener participación económica directa en las empresas biotecnológicas; la figura del investigador-empresario forma parte de la vida normal de la comunidad científica universitaria, los más exitosos y prestigiosos son los que tienen la mayor cantidad de patentes registradas, dando forma a lo que se llamó Capitalismo Académico. Pero los laboratorios necesitan rápidamente presentar nuevos y exclusivos productos, por lo que actualmente el 75% de las investigaciones son realizadas directamente por “organizaciones que investigan por contrato” (CRO en inglés), que constituyen grupos privados dedicados al reclutamiento de pacientes y desarrollo de pruebas en el marco de los protocolos establecidos a nivel central. Estos CRO se han reproducido en nuestro país, comenzando en Córdoba. El vínculo entre ciencia y mercado en el área de salud se da en el marco del sistema de salud estadounidense sometido a prácticas comerciales del mercado ultracapitalista, donde no existe un subsector público capaz de priorizar y sostener la salud como valor social. Recordemos las dificultades que enfrenta el presidente Obama para extender la prestación de salud a los que están fuera del mercado.



[1] Ensayos Clínicos y Ciencia Neoliberal, 16-11-2009, publicado en la página de la Universidad de Santiago de Compostela, España.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La guerra de los laboratorios en el mundo global VIII



 El caso de la industria de la telefonía móvil es un buen ejemplo de cómo se manejan las multinacionales respecto de la prioridad del negocio. Se han encargado de ocultar el resultado de investigaciones que demostraban la contaminación electromagnética y sus consecuencias sobre la salud humana. Por ello insiste Jara:
Soy partidario de aplicar siempre el principio de precaución antes de poner en servicio una tecnología que pueda dañar la salud humana. La información veraz libera, la alarma la provocarán quienes impulsen tecnologías y servicios contaminantes. Existen centenares de estudios científicos que concluyen que la contaminación electromagnética es dañina para nuestra salud. También existen multitud de trabajos, casi más que los primeros, pagados por las operadoras telefónicas, cuyas conclusiones son contrarias a los primeros. En los últimos años se han publicado varios macro-estudios, hechos por científicos de diferentes países, multidisciplinares, con financiación pública, que concluyen que esta polución daña nuestra salud. Incluso el Parlamento Europeo se ha hecho eco de ellos y ha llamado a la aplicación del principio de precaución.
En nuestro país, en el cual la proliferación de los celulares ha llegado a batir records –ya hemos llegado a la proporción de más de dos celulares por persona−. Un negocio de esta magnitud no permite que la información llegue al público, puesto que las empresas publicitan sus productos en los medios que deberían comunicar estos resultados.
En contraposición a esta conducta aparecen en esos mismos medios de comunicación informes, casi siempre proporcionaos por alguna universidad desconocida, que nos hablan de la detección de algún tipo nuevo de enfermedad. Miguel Jara las denomina “enfermedades inventadas”. Cabe preguntarse ¿qué es una enfermedad inventada? Algo ya vimos en las denuncias de la monja Teresa Forcades, veamos lo que nos agrega el investigador:
Durante los últimos lustros asistimos a la aparición en los medios de comunicación de enfermedades nuevas, nuevas denominaciones de síntomas que se confunden con enfermedad. Por ejemplo, la timidez está siendo diagnosticada como Fobia social para vender antidepresivos. Y el Síndrome de las Piernas Inquietas es un concepto nuevo para definir ciertos problemas neurológicos que padecen algunas personas pero se etiqueta así para abrir nuevos mercados y vender nuevos medicamentos neurolépticos. Son enfermedades que no existen y están promocionadas por laboratorios farmacéuticos. Esto se hace permanentemente. Están apareciendo “enfermedades” como las que describe el DSM-IV, el libro sobre diagnóstico de patologías psíquicas que es la “Biblia” de los psiquiatras. El Trastorno Oposicionista Desafiante, que es la rebeldía de los niños o el Incumplimiento terapéutico, cuando un paciente decide no tomar su medicación, parece surrealista, ¿no? Pero es cierto.
La creación de nuevas enfermedades o el pánico generado por la exageración de peligros a enfermarse se ha visto hace poco con la gripe A:
Se ha repetido la campaña de marketing del miedo que ya se puso en marcha hace pocos años con la gripe aviar. Con similares actores y beneficiarios. Se toman enfermedades leves y se crea alarma social para expandir la sensación de tensión y preocupación para  que de este modo la población “acepte” los tratamientos que ofrecen los mismos que crean esos temores. Esto no se hace de un día para otro. Para comprenderlo hay que entender las redes no conectadas entre sí de relaciones de influencia desarrolladas por la industria farmacéutica durante las últimas décadas.
¿Hasta dónde puede llegar la impiedad de ganar dinero? Recordar experiencias no tan lejanas, no permitir que el olvido nos ciegue ante nuevas maniobras de manejo de la conciencia colectiva se torna imprescindible:
En España ha comenzado la vacunación contra la “pandemia” de gripe A. Como han advertido muchos profesionales sanitarios durante los últimos meses el remedio puede ser peor que la enfermedad. Esta vacuna se ha vendido expandiendo el miedo entre la población para que se inocule una vacuna que sin el marketing del miedo no se utiliozaría, al menos en la medida que interesa a los laboratorios fabricantes de la misma. La gripe A es una enfermedad leve, más que una gripe estacional y las vacunas siempre pueden producir reacciones adversas de diferente gravedad. Es necesario saber que la Comisión Europea ha autorizado para toda Europa dos vacunas: Focetria, del laboratorio Novartis y Pandemrix, de GlaxoSmithKline. Ambas llevan como conservante mercurio, el polémico timerosal. Este excipiente puede producir autismo (trastorno generalizado del desarrollo que se caracteriza por una alteración de la interacción social y de la comunicación, así como por patrones de comportamiento repetitivos y estereotipados) en los niños, entre otros daños neurológicos.
Debemos estar atentos ante este tipo de denuncias. Sobre todo cuando puede parecer un delirio inaceptable, algo que no puede creerse que esté sucediendo. Esto prueba la eficacia de las campañas publicitarias y el silencio de muchos profesionales de la salud.

domingo, 21 de diciembre de 2014

La guerra de los laboratorios en el mundo global VII



   Reflexionando sobre la gravedad de lo que hemos estado viendo, la amoralidad del mundo de la investigación farmacológica que tiene un objetivo excluyente: ganar todo el dinero posible prescindiendo de las consecuencias para la salud de los habitantes de todo el planeta, se nos presenta una pregunta insoslayable: ¿qué hacer? La propuesta de Miguel Jara es tener muy en cuenta el principio de precaución:
Dicho principio viene a decir que hasta que no esté perfectamente garantizado que un servicio o tecnología es inocuo no ha de ponerse en circulación. Hoy ocurre lo contrario, se han liberado al medioambiente unas 104.000 sustancias químicas tóxicas muchas de las cuales se ha comprobado con estudios científicos que son nocivas. Convivimos con ellas a diario, están en casi todas partes, incluso dentro de nuestros cuerpos y no sabemos cómo interactúan entre ellas. Desde los años 40 del siglo pasado los soviéticos saben que la contaminación electromagnética enferma a las personas pero durante los últimos años asistimos a un despliegue descomunal de redes de telecomunicaciones inalámbricas que funcionan por microondas. Son dos ejemplos de tecnologías contaminantes a las que no se ha aplicado el principio de precaución y ya están enfermando a nuestros convecinos. Si no se acota, el problema irá a más.
Está denunciando la existencia de lo que se podría denominar con pleno sentido víctimas de la civilización tecnológica.
Vivimos en una sociedad tan mercantilista que los intereses de los grandes grupos industriales y los de  la ciudadanía son contrarios. Es como si existiera una guerra social abierta pero silenciada: lo que es bueno para la industria de las comunicaciones inalámbricas, la expansión masiva de antenas es malo para la ciudadanía; lo que es bueno para el sector farmacéutico, que existan siempre personas enfermas, es malo para la ciudadanía que aspira a tener salud; lo que es bueno para la industria química (por cierto muy ligada a la farmacéutica) es malo para las personas que enferman cada vez más por la contaminación química. Es el modelo económico el que está enfermo pues al regirse por la competencia fomenta que las grandes empresas para mantener e incrementar sus dividendos estén obligadas a producir cosas nuevas aunque éstas en muchos casos no tengan sentido, no sean útiles e incluso hagan daño.
Se podría argumentar que estamos en plena cultura de la información ¿cómo entender que todo esto no se sepa públicamente? Nos sigue guiando Jara:
Nunca hemos estado tan informados como ahora, pero eso al mismo tiempo produce una saturación informativa que genera confusión, por lo tanto desinformación. Por un lado son tantas las cosas importantes que deberíamos saber que no tenemos tiempo material para informarnos sobre ellas. Por otra parte la tónica general de mis libros es contarles a los lectores cómo los grupos industriales sobre los que trabajo de manera sistemática intentan controlar la información de los tema que les afectan, presionan a los periodistas y científicos que divulgan esos asuntos y montan campañas de desinformación inducida, por ejemplo, realizando estudios científicos que lleguen a las conclusiones que ellos buscan. Jugando a generar confusión para que los negocios continúen con la excusa de que tal o cual servicio o tecnología “no se ha probado que sea nocivo”. Es una trampa dialéctica porque la carga de la prueba no debe recaer sobre la ciudadanía sino sobre las empresas que quieran poner en el mercado productos que puedan ser malos para la salud o el medioambiente.
No son pocos los casos en que los grandes medios, socios del capital concentrado, ocultan, deforman o mienten sobre este tipo de información que afecta a los grandes negocios. Por ejemplo, en los EEUU hasta no hace mucho tiempo importantes científicos de universidades de primera línea desmentían que existiera algo así como el “efecto invernadero” o el “calentamiento global” y los medios repetían estos desmentidos sin el menor pudor, mientras que los científicos que denunciaban estos fenómenos no encontraban modo de hacerlos públicos. Hoy ha comenzado un cambio de actitud y se habla del problema. Entonces ¿cómo sorprendernos por estas manipulaciones informáticas?

miércoles, 17 de diciembre de 2014

La guerra de los laboratorios en el mundo global VI



 El periodista Salvador López Arnal, también profesor de Matemáticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED- España) y de informática de ciclos formativos, pretendo subrayar que se trata de un intelectual de una sólida formación integral, lo cual avala y da crédito a los diálogos que realiza y a la esmerada selección de sus invitados. Ha publicado su encuentro con Miguel Jara, escritor, periodista especializado en la investigación de temas de salud y ecología, corresponsal en España de nada menos que el British Medical Journal (BMJ) y usual colaborador de la revista Discovery DSalud. Jara ha realizado la investigación que sirvió de base para el documental “Carga tóxica” de Documentos TV (TVE) sobre los efectos en nuestra salud de las sustancias químicas que existen en nuestro medio ambiente. Es igualmente autor de Traficantes de salud (Icaria, Barcelona, 2007); Conspiraciones tóxicas (Martínez Roca, Barcelona, 2007), en colaboración con Rafael Carrasco y Joaquín Vidal, y su ensayo más reciente La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, Barcelona, 2009).
Voy a citar parte de la entrevista y hacer algunos comentarios. Si he tomado tantas precauciones en la presentación de ambos es por el tipo de información que se hace pública que requiere el aval de seriedad profesional de quien lo hace. Estas manifestaciones se inscriben en la línea del tema que vengo publicando. Introduce Miguel Jara un concepto que sorprende:
El marketing del miedo es la expansión de manera perfectamente controlada, premeditada y estructurada por la cual el miedo entra en la población para, en el caso que analizo, hacer creer a la ciudadanía que puede estar o está enferma y así vender medicamentos, antivirales y/o vacunas. Se utiliza para “obligar” a la población a abrazar las soluciones “establecidas” y hoy está cada vez más extendido entre las prácticas de la industria farmacéutica. Así podemos comprobarlo en la última década con los ejemplos de la “epidemia” de gripe aviar, la gran campaña de lobby y marketing del miedo para vender la vacuna contra el virus del papiloma humano o la “pandemia” de la gripe A. Creo que al concluir la lectura de mi último libro puede entenderse bien el fenómeno de la invención o exageración de enfermedades al que asistimos durante los últimos años.
En notas anteriores ya había aparecido algo similar de parte de la Doctora Teresa Forcades i Vila que ahora adquiere en esta investigación un concepto específico: una metodología de marketing para incrementar la venta de determinados específicos. Esto puede sorprender al lector poco avisado y empujarlo hacia una actitud de rechazo al avance de la medicina y de sus logros terapéuticos, por ello Miguel Jara aclara:
Partimos de la base de que casi cualquier consecución humana es técnica, pero si estamos de acuerdo en que hemos llegado a un punto en que todo, absolutamente todo, ha de ser revisado bajo el paradigma ético, debemos concluir que no vale todo, que no vale toda técnica sino que sólo vale la técnica que tenga el bien de las personas como objetivo primero. Inventar la bomba atómica fue un prodigio técnico que hoy supongo que la mayor parte de la ciudadanía tacharía de monstruoso. Hoy existen servicios y tecnologías que son puros objetos de consumo para el mercado y que en su mayor parte además provocan graves impactos ambientales y merman nuestra salud. Y las personas que enferman por vivir en nuestra sociedad, sólo por hecho de “estar” en esta sociedad son el vivo retrato del fracaso del modelo económico.
Equivale a decir. Si bien la tecnología ha aportado numerosos progresos en el cuidado de la salud pública, no por ello todo lo que ella produzca debe ser aceptado sin más. El predominio de un modo de entender la producción (en este caso la de medicamentos) cuyo objetivo excluyente es el lucro subordina todo a ese logro. Aparecen entonces maniobras non sanctas mediante las cuales se intenta vender hasta lo innecesario, que en este caso se convierte, como ya vimos, en la invención de nuevas enfermedades para las cuales ya se tiene preparado un medicamento específico.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La guerra de los laboratorios en el mundo global V



 Las maniobras que he comentado dan una idea de la cantidad de dinero que se mueve en este tipo de negocios y la disposición de tantas personas que aceptan esa ilegalidad en perjuicio del público. La doctora Teresa Forcades i Vila nos comenta al respecto:
El extraordinario incremento de poder político y económico de las grandes compañías farmacéuticas estadounidenses se inició con la ley de extensión de patentes (Ley Hatch-Waxman) que la mayoría republicana de la era Reagan aprobó en 1984, y se consolidó con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1994, destinada a asegurar que la globalización no atentara contra los intereses del gran Capital. Los márgenes brutos de esta industria son del 70 al 90% y su tasa de ganancias es la más elevada de todas (según la revista Fortune fue, en el año 2000, del 18,6%, versus el 15,8% de los bancos comerciales; la tasa de ganancias del laboratorio Pfizer, la mayor compañía farmacéutica, fue en el año 2004 del 22% del total de las ventas (53 billones de dólares). A pesar de dichas ganancias billonarias, la carga impositiva que paga la industria farmacéutica es muy inferior a la media de las empresas (de un 16,2% versus el 27,3% del promedio de la gran industria), mientras que su principal producto (los medicamentos de receta) incrementa de precio muy por encima del nivel de la inflación (de un 6 a un 20% todos los años).
Esto nos está poniendo en la pista de lo que se mueve por detrás de la compra de un medicamento que nuestro médico nos receta. Cuánto de negocio se agazapa detrás de los pretendidos congresos científicos, en la promoción de investigaciones “científicas” que apuntan sólo a lo que es más rentable. Sin olvidar las publicaciones de tantas revistas [excepto algunas serias] en las que opinan profesionales al servicio de esas grandes empresas. Este negocio internacional tiene una plataforma de lanzamiento en los EEUU donde las prácticas de cabildeo (presión sobre funcionarios) de lobistas profesionales[1], es decir de especialistas en conseguir que se aprueben determinadas leyes que faciliten, en este caso, el negocio de los laboratorios.
El lobby de las compañías farmacéuticas de EEUU (la PhRMA) contaba en el año 2000 con 297 lobistas profesionales, es decir, uno por cada dos congresistas. Dicho número –que ya superaba en mucho el de cualquier otro grupo de presión –, ha sido triplicado en los últimos años, de modo que en 2002 la PhRMA financió el trabajo de 675 lobistas, lo que significa que había trabajando en Washington, más promotores de los intereses de las compañías farmacéuticas que congresistas. Ello ha hecho posible que esta industria consiguiera las ventajosas condiciones que le han permitido dominar progresivamente el mercado mundial: el 60% de las patentes de medicamentos son de EEUU, versus el 20% de la Unión Europea. EEUU domina el mercado de los 50 medicamentos más vendidos (todos, blockbusters, es decir productos que pasan cada uno los mil millones de dólares de facturación).
¿Cuáles son los resultados de ese ejército de profesionales de la presión a funcionarios, para obtener más ventajas que aseguren una ganancia siempre en aumento? La Doctora responde:
Las exenciones y reducciones de impuestos y la multiplicación de leyes y pactos favorables a partir de la era Reagan muestran que la situación actual de desproporcionado privilegio de que disfruta la industria farmacéutica no es fruto del “libre mercado” sino de una política deliberada destinada a proteger una industria que en EEUU es tan estratégica como la del petróleo. En el año 2002, la suma de las ganancias de las 10 compañías farmacéuticas más importantes superó las ganancias combinadas de las otras 490 empresas que aparecen en la lista de las 500 industrias más provechosas de la revista Fortune (las 10 farmacéuticas más importantes, juntas, tuvieron un beneficio total de 35,9 billones de dólares y las restantes 490 empresas, juntas, tuvieron un beneficio total de 33,7 billones de dólares).
La Dra. Marcia Agnell, editora jefe durante casi 20 años de la revista médica de mayor impacto, el New England Journal of Medicine, afirma:
Una industria con tal volumen de ganancias es como un gorila de 500 kg: hace lo que quiere. Y Philippe Pignarre, directivo durante diecisiete años de una gran compañía farmacéutica y actualmente profesor de la Universidad de París-VIII, insiste en que «el mercado no es ni ha sido nunca una realidad “natural” sino “cultural” o “social”, o sea, fruto de reglamentaciones y normas que no regulan una “realidad natural” previa al establecimiento de las normas sino que “hacen posible”, “dan a luz” o “modifican” una realidad intrínsecamente cultural. El mercado siempre tiene normas que lo regulan. El “mercado libre” (libre mercado) no existe; existe, eso sí, el “mercado salvaje”, es decir, el mercado regulado según los intereses del rey de la selva o del gorila de 500 kg, y el “mercado menos salvaje”, en el que las normas intentan atemperar la avidez de los más fuertes.
La ley que impera en el mercado es la del sagrado lucro en crecimiento imparable.



[1] Un lobista es un profesional que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública, las Cámaras de Representantes o funcionarios en general, para promover decisiones favorables a los intereses del sector de empresas para el que trabaja.