miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Qué se oculta debajo de ciertos debates? IV



En la actualidad, el proceso de desnacionalización continúa presente tanto en el discurso de funcionarios de los gobiernos de los países centrales, como así también en los del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM). De ese modo, se ha posibilitado y promovido la entrada incondicional de los capitales transnacionales, que han comprado las empresas nacionales, los medios básicos de producción, y controlan los mercados. Y para obtener la infaltable seguridad jurídica que los proteja de los descalabros provocados, las diferencias que puedan presentarse deben ser litigadas en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), una institución del Banco Mundial con sede en Washington. Son ciudadanos extranjeros privilegiados que no se someten a las leyes de los países en donde operan.
Las empresas multinacionales, cuyos contratos en los países periféricos se han formalizado a lo largo de la nefasta década de los noventa, han operado con métodos y técnicas mucho más sutiles. Pero, en el fondo, con los mismos objetivos de los piratas de los siglos XVII y XVIII: robaban para la corona. Hoy lo hacen para los dueños de las multinacionales. Sus objetivos excluyentes apuntan a obtener y sacar del país donde se establecen, las mayores ganancias, cuya consecuencia directa debe medirse por las imposiciones de ajustes presupuestarios para responder a las enormes deudas financieras que son la contrapartida de este diabólico plan de negocios. Las dos caras de este proceso son endeudamiento y ajuste presupuestario en el dinero dedicado a la protección social, salud, educación, etc.
El intento de estas páginas es encontrar una explicación abarcadora que posibilite comprender una ecuación diabólica: unos pocos se enriquecen con índices exponenciales y, en la misma medida, muchos se empobrecen con índices similares. La relación fundamental pero encubierta por la información pública debe establecerse entre esos planes y las privatizaciones de las empresas de servicio público, aplaudidas por los representantes mediáticos de esos intereses, con la enorme deuda social que fue acarreando. Los deficientes servicios que antes prestaban esas empresas en manos del Estado no mejoraron mucho, pero fueron cada vez más caros. Nuestro país es un buen ejemplo de todo ello. Todo servicio social para satisfacer los derechos de la población fue convertido en mercancía con precios de mercado, sometida a ese tipo de reglas, y muchas veces equiparado con los valores internacionales. Con esas condiciones, los estados nacionales fueron desmontados hasta convertirse en simples aparatos de seguridad de las transnacionales.
Anteriormente, comencé planteando el fenómeno de la globalización, que en muchos aspectos llegó para quedarse. Sin embargo, lo que no debe aceptarse es que el modelo implementado sea el único posible. Esta posibilidad de pensar en un modelo diferente no aparece mencionada en el espacio público por ningún especialista, intelectual, profesional que, en el mejor de los casos, propone algún maquillaje para hermosearlo dejándolo avanzar en sus nefastos propósitos y consecuencias. Por eso, es necesario tomar conciencia de lo que se esconde por debajo de tantos debates publicitados, con la complicidad de muchos dirigentes de los más variados sectores del quehacer social, político y económico, avalados académicamente por esos profesionales tarifados que se prestan a hablar.
Esta última etapa de la globalización —lo pongo en estos términos, porque también queda oculto que es la conclusión de un proceso de expansión imperial y colonial comenzado en el siglo XV, con la incorporación de las tierras americanas al juego de los intereses internacionales— debe ser caracterizada por el predominio del pensamiento neoliberal, como versión financiera del capitalismo internacional, el  capitalismo salvaje, como fue muy bien caracterizado.
Creo que, planteadas las cosas de este modo, dentro de este marco más abarcador, se puede comprender la terrible injusticia que hoy muestra, como su faz más criminal, la distribución inequitativa de la riqueza. Esto es lo que pretendo transmitir como modo de entender lo que, sin embargo, aparece como un fenómeno natural: cómo crece y decrece, como resultado de un mecanismo desconocido, la distribución de bienes en cada uno de los dos polos de este proceso.

domingo, 23 de febrero de 2014

¿Qué se oculta debajo de ciertos debates? III



El concepto de globalización, con el cual se publicitó el proyecto de fines de los ochenta, irrumpió en el mundo moderno, impulsado por los países desarrollados, fundamentalmente los Estados Unidos y su famoso Consenso de Washington[1]. Fue acompañado por las compañías transnacionales y los grandes medios de comunicación. Sin el menor pudor, sus propagandistas lo han definido como un fenómeno de carácter internacional, cuya acción consiste principalmente en lograr una circulación mundial de capitales (financieros, comerciales e industriales), para que el planeta abra espacios de integración y se intensifique la vida económica. Su modo aséptico de enunciarlo aparece en la mayoría de los medios de comunicación concentrados. Parece casi un fenómeno climático o geológico.
Se insiste en que es un proceso natural y necesario de desnacionalización de los mercados, de las leyes y la política, y lo explican como la nueva fase en que se encuentra el capitalismo en el nivel mundial. Se caracteriza por la eliminación de las nefastas fronteras económicas que impedían la libre circulación de bienes servicios y fundamentalmente de capitales, pero no de personas como lo demuestra el tratamiento merecido por los grupos  migratorios.
Sin embargo— y a pesar de tanto entusiasmo, y por la información ya analizada—, la globalización de la economía mundial continuó su negativo avance a lo largo de 2013 con el incremento de la inequidad entre ricos y pobres. Volvamos al informe de la Agencia Bloomberg que publica, con aires de competencia deportiva, la siguiente tabla de posiciones:
El primero en la tabla es Bill Gates, fundador de Microsoft y el hombre más rico del mundo, quien incrementó su fortuna en 15.800 millones de dólares durante 2013 y ahora posee nada menos que 78.500 millones de dólares. El mexicano de las comunicaciones Carlos Slim, pasó al segundo puesto mundial, pero se mantiene con un capital de 73.800 millones. Le siguió el inversor en casinos Sheldon Adelson: su fortuna creció en 14.400 millones de dólares, hasta llegar a los 37.100 millones de dólares debido a la proliferación de los casinos de juego en Asia. Le sigue el español Amancio Ortega, fundador del imperio textil Inditex, cuya fortuna se incrementó en 8.900 millones de dólares y totaliza 66.400 millones. Por esas cosas de los negocios, su hija, Sandra Ortega, aparece en el lugar 180, con 7.300 millones de dólares.
Entre las causas del crecimiento de esas incontrolables fortunas está el comportamiento de los mercados y el incremento de los índices bursátiles. Como se puede observar, la crisis económica tiene efectos desproporcionados y perversos: ha golpeado a las grandes mayorías poblacionales que han padecido, paralelamente a su empobrecimiento, fuertes medidas de reducciones sociales impuestas por gobiernos de corte neoliberales. La pobreza mundial resulta alarmante, aunque organismos internacionales ofrezcan cifras que, por falta de datos de los gobiernos, muestran sólo una parte de la realidad.
Más datos estimados: en Asia Meridional la población que subsiste con un dólar por día ha alcanzado los 535 millones de personas; en Asia Oriental, Sudoriental y el Pacífico, 466 millones; y en los Estados Árabes, 15 millones; en África Subsahariana, 280 millones; en América Latina y el Caribe, 120 millones de personas sobreviven con un poco más: dos dólares diarios; en Europa Oriental y en los países de Asia Central, 160 millones de personas viven con cuatro dólares por día; y en los Estados Unidos, ya hay 56 millones de personas por debajo de la línea de pobreza y sin protección social.

Los desastres económico-financieros ocurridos a fines d


[1] Se entiende por Consenso de Washington un listado de políticas económicas consideradas durante los años 90 por los organismos financieros internacionales y centros económicos, con sede en Washington D.C., como el mejor programa económico que los países latinoamericanos deberían aplicar para impulsar el crecimiento. A lo largo de la década, el listado y sus fundamentos económicos e ideológicos se afirmaron, tomando la característica de un programa general.

viernes, 21 de febrero de 2014

Qué se oculta debajo de ciertos debates II



Para seguir destacando el valor de lo afirmado, corresponde decir que el profesor Jason Hickel es docente e investigador de la Escuela de Economía de Londres. Al no ser de dominio público la calidad institucional de este centro de estudios, es necesario saber lo que nos dice Wikipedia:
La Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (conocida generalmente como London School of Economics o LSE) es una facultad de Londres, Inglaterra, clasificada como una de las mejores universidades del mundo en ciencias sociales. Forma parte de la Universidad de Londres y cuenta con más de ocho mil estudiantes en cada curso académico de tiempo completo. Es reconocida como una de las universidades más internacionales del mundo, debido a la composición tanto de su alumnado como del personal académico. 
Tal vez este modo de presentar los datos resulte un tanto presuntuoso para algún lector. Lo que intento es mostrar, primero, la seriedad de la información; segundo, que todo ello está disponible, aunque no sea tapa de ningún medio de información, por lo cual pasa inadvertida para el lector común. Subrayo, entonces, que la aportan instituciones muy serias, tanto empresarialmente una, como académicamente la otra, si bien, como se comprenderá, el sesgo de los análisis difiere entre sí. El profesor nos comenta:
Cuando señalo que actualmente las 300 mayores fortunas del mundo acumulan más riqueza que los 3.500 millones de personas consideradas pobres, todos estos beneficiados en la acumulación de capitales, aparecen como propietarios o relacionados directamente con compañías transnacionales.
Jason Hickel enfatiza que su institución quiere hacer algo más que informar “el brutal índice de la desigualdad”, con lo que quiere demostrar que la situación empeora día a día. Recurre a un estudio reciente de la ONG Oxfam[1], en el cual se informa que el 1% de los más ricos aumentó sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años y que, en plena crisis financiera, se aceleró este proceso, en vez de sufrir algunas pérdidas. Las razones de este fenómeno —el crecimiento de la brecha— tiene la siguiente explicación, según el profesor:
Se debe, en parte, a las políticas económicas neoliberales que instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) han impuesto a los países en desarrollo durante las últimas décadas. 
Para avanzar en sus explicaciones, cita al economista Robert Pollin[2] (1950), de la Universidad de Massachusetts:
Estas políticas están diseñadas para liberalizar los mercados a la fuerza, abriéndolos a fin de dar a las multinacionales un acceso sin precedentes a tierra, recursos y mano de obra baratos. Pero a un precio muy alto para los países pobres que pierden alrededor de 500.000 millones de dólares por año de su PIB.
Según comenta Hickel,
Se trata de un obvio flujo neto de riqueza desde los lugares pobres a las zonas ricas. Los gobiernos de los países ricos celebran constantemente cuánto gastan en ayudas para los países en desarrollo y las empresas multinacionales comprueban esto mediante los informes anuales, pero ninguno confiesa lo mucho que sacan de los países en desarrollo.
Entonces, y esto es necesario subrayarlo, a pesar de que rara vez aparece como una relación causal: la noticia oculta en la información pública es la siguiente: hay más ricos, porque hay más pobres. En las últimas  décadas, se ha ido produciendo una transferencia de riquezas de los países de la periferia hacia los países centrales. Aunque se trate de una obviedad, el tema de estas páginas amerita atestiguar el ocultamiento de la información, al publicar sólo una parte de la verdad: la mayor parte de las grandes fortunas pertenece a personas que viven y operan en los países centrales, y pero las masas de pobres habitan en los países de las periferias.


[1] Oxfam (Oxford Committee for Famine Relief) es una organización internacional de promoción del desarrollo y lucha contra la hambruna. Fundada en Inglaterra en 1942 por Joe Mitty, como el Comité Oxford para la lucha contra el Hambre.
[2] Profesor, escritor y economista estadounidense. Da clases de economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, es fundador y codirector del Instituto de Investigación de Economía Política (Political Economy Research Institute) (PERI) de la misma universidad.

domingo, 16 de febrero de 2014

Qué se oculta debajo de ciertos debates I



Esta etapa globalizada se caracteriza por el predominio del capitalismo financiero y nos impone un ejercicio intelectual entre dos planos de la realidad: el nacional y el internacional. El entramado de su funcionamiento y sus consecuencias no son de fácil percepción. Tampoco ayuda a esta reflexión el tosco y chato discurso con el que juegan intereses mezquinos, ayudados por la protección y la manipulación de los medios concentrados. El ciudadano de a pie se ve constantemente impactado por el fárrago de noticias cotidianas, declaraciones de y sobre la mediocridad política, sindical, periodística, a las que se agrega la de profesionales especialistas entregados al mejor postor por el pago de sus servicios.
Frente a esta descripción, que puede parecer de un trotskista, de un delirante, de un trastornado o de un escéptico, etcétera, debo decir que sólo intento ser un francotirador crítico entre otros muchos, y pretendo llamar la atención a partir de lo visto, leído, estudiado, analizado, respecto del camino de la tan publicitada globalización, con sus maravillosos aportes al mundo de hoy. La preocupación por haber detectado su crecimiento en la actitud del público homogeneizado de la sociedad de masas, me anima a definirla como una conciencia aletargada ante los anuncios de algunos contenidos de la información pública. Paso a dar un ejemplo reciente:
La Agencia Bloomberg LP Limited Partnership, compañía estadounidense de servicios de software financiero, datos y noticias, con un notable crecimiento de negocios, ya ha conseguido una tercera parte del mercado. Compite con The Thomson Reuters Corporation, empresa con sede en el Reino Unido, también dedicada a suministrar información a medios de comunicación y mercados financieros. Esta última es la fusión de dos tradicionales agencias de noticias y ha conformado un monstruo de la información internacional. Sus empresas están presentes en más de 200 ciudades de 94 países, y suministran información en más de 20 idiomas.
 ¿Por qué me he detenido en estos datos? Porque nos informan sobre la importancia de esta Agencia y qué autoridad tiene para publicar lo que sigue:
Las 300 personas más ricas del mundo añadieron durante 2013 un total de 524.000 millones de dólares a sus fortunas, que ahora totalizan 3,7 billones de dólares, según cifras compiladas por nuestros servicios de análisis financiero.
Sobre lo leído, podemos sacar algunas conclusiones sorprendentes, fundamentadas en la seriedad de su procedencia. El análisis de este tipo de datos cobra una dimensión sorprendente al cruzarla con otra, aparecida en las publicaciones de los especialistas: la permanencia de la crisis financiera global, provocada por la debacle del 2007-8, cuyas consecuencias no han mostrado variante alguna y se mantienen en un nivel similar, si no peor. Esto se torna evidente al hacernos cargo del panorama de la Europa del sur (Grecia, Italia y España), al que debieran agregarse otros países europeos —por el mismo camino, aunque más lentamente—: nada menos que Francia y el Reino Unido. Todo parece demostrar una crisis tan muy profunda, que ha afectado a la totalidad del sistema. Hoy, en 2014, siete años después, nada hace pensar que la salida esté al alcance en el corto plazo.
Pues bien: es difícil asimilar lo que nos informa la seriedad profesional de la Agencia Thomson Reuters. Si fuera necesaria mayor certeza de los datos aportados por ella, encontramos una denuncia realizada por la organización Lucha Contra la Desigualdad de la Riqueza Mundial, cuyo grupo de investigadores, encabezado por el profesor Jason Hickel, publica los resultados de sus estudios:
Crece esta desigualdad con el paso del tiempo en diferentes países. Así, durante el período colonial, (hasta 1960, aproximadamente) la brecha entre los países ricos y los pobres aumentó de 3:1 a 35:1. Desde entonces, la brecha ha crecido hasta un nivel de 80:1.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Cuando la barba de tu vecino veas afeitar… pon las tuyas a remojar III



La obra, Terrorismo Mediático, ofrece al lector, comenta Fazio, la teoría y los datos empíricos para entender la construcción social del miedo en México. El caudal de información relativo a las estrategias puestas en práctica para conservar intactas las estructuras del poder político y económico nacional y transnacional, no difieren de las prácticas mediáticas dentro del mundo globalizado, como se desprende de una simple lectura. Se trata, en síntesis, escribe López Castellanos, de generar miedo al cambio, a las alternativas, a las variadas formas de lucha de la sociedad, introyectando en la conciencia colectiva la incapacidad del sujeto anárquico como ineficaz para organizarse. También adoctrinar dentro de ese imaginario lo “peligroso” del cambio, de allí la opción necesaria por lo ya conocido, no perfecto, pero sin riesgos. Cabe recodar acá la sentencia de Margaret Thatcher: «No hay alternativas». Leamos la cita del libro comentado:
Los tres ejes claves en esa construcción del miedo, como caballos de Troya para militarizar al nuevo Estado autoritario e imponer la tolerancia cero de la doctrina Giuliani, son el terrorismo y el ‘eje del mal’ (Cuba y Venezuela incluidas), el populismo radical (Hugo Chávez, Evo Morales, Andrés Manuel López Obrador) y el crimen organizado. Ante esos enemigos míticos, imaginarios, impredecibles, utilizados como distractores (que en algunos casos existen, pero son potenciados por los medios de difusión masiva como propagandistas de la ‘razón de Estado’ para imponer leyes más duras y recortar las garantías constitucionales e individuales), el modelo que busca imponer el sistema de dominación en el seno de nuestros países es la ‘mano dura’: la militarización de las policías y la policialización de las Fuerzas Armadas (Ejército y Marina)”.
En el estudio del uso de los medios, Fazio encuentra en su comentario la carencia de ética en la política. Esto se revela en México en un proceso de degradación de las instituciones, en un presidencialismo exacerbado y una clara sumisión de los poderes Legislativo y Judicial a los abusos del poder. Todo ello sostenido por la enraizada práctica de la corrupción. El Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) es sólo un simulacro para responder a la demanda ciudadana de transparencia, la mentira como política de Estado y el terrorismo mediático como herramienta de los poderes fácticos. Si recordamos lo sucedido en la década pasada en Argentina con el sentimiento de paranoia, creado por el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, podemos encontrar una apelación a estos mismos argumentos.
Como columna vertebral del terrorismo mediático que existe en México, López Castellanos revela las alianzas entre políticos, oligarcas y los propietarios de los medios de comunicación masiva, principalmente los dos monopolios televisivos: Televisa y TV Azteca, no muy distinto al escenario nuestro. Como ejemplo de ello, y, agrego yo una advertencia a lo que se nos propone como alternativa, lo expone en la siguiente cita:
El modelo plutocrático generó una nueva ‘clase política’, depredadora y mafiosa, conformada por individuos amorales que amasaron fortunas ilegales gracias a sus nexos con el gran capital y otros que operan de manera circense como capataces de los dueños del dinero y se arrodillan y juran lealtad ante el diktat del dios Pluto[1]. Eso fue, ni más ni menos, el llamado Pacto de Chapultepec, suscrito en el alcázar del castillo el 29 de septiembre de 2005. Los empresarios, sus aliados políticos y los propagandistas (Televisa, TV Azteca, cadenas radiales, la prensa escrita, la jerarquía católica, actores, futbolistas, sindicalistas, rectores e intelectuales de derecha tipo Enrique Krauze), pusieron en práctica un vasto proyecto de guerra psicológica e ingeniería social para manufacturar un consenso (Celebremos México), que terminaría por agitar aún más la lucha de clases contra los trabajadores y el pueblo.


[1] En la mitología griega, Pluto (en griego antiguo ‘riqueza’) es su personificación y en este sentido, es también un dios de la agricultura, relacionado a la cosecha como abundancia. Según el comediógrafo Aristófanes, fue cegado por Zeus para que fuera capaz de distribuir sus obsequios sin prejuicios.