domingo, 25 de enero de 2015

El negocio de las investigaciones medicinales I



 En la serie de notas publicadas anteriormente bajo el título “La guerra de los laboratorios en el mundo global”, fue apareciendo una cantidad de informaciones que el ciudadano de a pie pudo no haber encontrado antes en los medios concentrados –tanto nacionales como internacionales−. Preguntarse, es decir convertir en un interrogante aquello que aparece como una sencilla afirmación, es parte de un ejercicio pedagógico que ese ciudadano debería ir incorporando a su lectura habitual para indagar: qué no se dice detrás de lo que se dice. Si esto puede parecer sólo un ingenioso juego de palabras es porque este ciudadano lector, aun aquel entrenado en ese ejercicio diario de recepción informaciones por la prensa escrita, radial o televisiva, todavía no ha incorporado la sospecha sobre la veracidad de lo que recibe. Otra porción, no menos importante, de los ciudadanos de a pie ya han caído en el descreimiento respecto de la información pública por haber sido víctimas de un perverso juego informativo.
Sin embargo, tanto unos como otros, podrían decidir convertirse desde simples lectores, ingenuos o desconfiados de lo que les ofrecen, en una especie de investigadores que no se satisfacen con el servicio actual. Esta trasformación requiere, como señalé antes, comenzar a sospechar respecto de lo que el mundo de la información distribuye como la verdad de los hechos. A su vez, este paso supone aceptar que es una falacia la posible la objetividad de la información. Las carreras de Ciencias de la Comunicación de cualquiera de las universidades nacionales enseñan que la información es siempre el resultado de interpretaciones construidas a partir de una selección de los datos recogidos. Esto es necesariamente así, es parte de la condición humana interpretar la realidad a partir de una serie de condicionamientos sociales. Esta sencilla verdad debe ir acompañada, en este camino del ejercicio de la sospecha en un mundo mercantilizado, de grandes posibilidades de existencia de intereses particulares que condicionen esas interpretaciones.
Aparece entonces una primera explicación de los porqués se produce una falta de información de temas como el ya publicado en notas anteriores y sobre el cual avanzaremos ahora desde otra óptica. Ese  otro ángulo desde el cual investigar el multimillonario negocio de las medicinas es el que aparece como la costosa inversión necesaria en las investigaciones de los laboratorios. Para aportar una mirada seria sobre este tema voy a citar a un periodista prestigioso por su tarea en este tipo de negocios: Llewellyn Hinkes-Jones. Publicó tiempo atrás los resultados de sus investigaciones acerca de cómo hacen negocios los empresarios de los medicamentos. El artículo que llevó por título La investigación médica privada fomenta el fraude científico (7-7-14) fue corriendo telones que cubren habitualmente ese mundo protegido por el prestigio científico que ha ganado este tipo de informaciones.
Comienza diciendo que hay un entramado de relaciones entre lo científico y los manejos que la libertad de mercado ofrece a los negocios:
La política de investigación académica de mercado libre ha favorecido la proliferación de la  charlatanería médica y del fraude científico, obligando a los consumidores a pagar por descubrimientos que ya habían financiado como contribuyentes. El enfoque de la investigación médica que mantiene el sistema sanitario de EE UU, que persigue fines lucrativos, se fundamenta en la cruda verdad de que solamente el dinero puede prolongar la vida. Citemos por ejemplo el tipo de genes llamados “supresores tumorales”. Dada su capacidad de regular el crecimiento celular, los supresores tumorales se sitúan en la primera línea de la investigación para la prevención del cáncer. Un resultado positivo en la prueba de mutación de un gen supresor tumoral como BRCA1 o BRCA2 es una clara indicación del riesgo de padecer cáncer de mama o de ovario.

domingo, 18 de enero de 2015

La guerra de los laboratorios en el mundo global XI



 Se han tomado medidas y se han realizado investigaciones en este terreno (noviembre de 2009), pero no parece suficiente, según el Doctor Ávila Vázquez:
Se aprobó una ley que intenta regular la actividad, es un paso adelante pero insuficiente. Es preciso defender los derechos ciudadanos de los pacientes cuando la ciencia neoliberal los manipula con fines estrictamente comerciales. Con ese objetivo la UNESCO emitió la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos en 2005, formulando lineamientos que promueven la defensa de los grupos vulnerables; propendiendo al beneficio de la comunidad que pone su cuerpo; protegiendo a las personas de los daños a su salud; justificando las investigaciones transnacionales solamente en la necesidad del país anfitrión; exigiendo la independencia de los comités de ética de evaluación, respecto de los laboratorios y comités locales, entre otros aspectos. El avance del conocimiento humano es importante para mejorar las condiciones de vida de la humanidad, pero no su única condición. La Comisión de Determinantes Sociales de la OMS publicó que los avances en medicamentos y tecnología, entre 1991 y 2000, evitaron 176.633 muertes en EEUU, pero si la tasa de mortalidad en afro-americanos fuera igual a la de los blancos se hubieran evitado 886.202 muertes, demostrando que el problema no está en que nos falten conocimientos sino que las herramientas para cuidar y recuperar la salud no están al alcance de todos por la gran inequidad del sistema.
Desde 1970 en la India la producción de genéricos podía ser comercializada en otros países pobres que, como en ese país, cuentan con una proporción de gente muy vulnerable al SIDA, como es la mayoría de los países del África subsahariana. En estas zonas se puede calcular una población infectada que supera los cincuenta millones de personas. La falta de estos medicamentos antirretrovirales produce una mortandad de más de tres millones de personas por año. Dice la Dra. Teresa Forcades i Vila:
La industria farmacéutica india de genéricos ha sido hasta el momento fundamental para asegurar el acceso a los medicamentos a un porcentaje ínfimo pero creciente de la población de los países pobres. Especialmente el acceso a los medicamentos antirretrovirales necesarios para tratar la infección por HIV. Gracias a esta libre competencia que eliminaba el sistema de patentes, el precio del tratamiento se había reducido hasta el año 2004 de 1.500 a 150 dólares anuales por persona. Además, dado que no tenían que respetarse las patentes que obligaban a producir cada medicamento por separado, los laboratorios indios podían combinar los tratamientos múltiples en una sola pastilla.
Esta posibilidad de combinar tres principios activos en una única pastilla posibilitó una baja de los costos que abrió la posibilidad de acceso a millones de personas que, de otro modo, hubieran encontrado una muerte segura en el corto plazo. Al mismo tiempo esta industria ocupaba hasta 2003 a 500.000 personas en más de 20.000 empresas. Éstas mediante trabajos a terceros incorporaban otros 2,5 millones de puestos de trabajo. Pero este proceso de crecimiento industrial farmacéutico fue fuertemente presionado por los laboratorios internacionales. La Organización Mundial del Comercio (OMC) hizo sentir todo su peso. Como resultado de ello el gobierno de la India derogó la ley de 1970 y aceptó la imposición de las patentes de los grandes laboratorios. Lo cual produjo una decuplicación de los precios. A partir de 1995 la pequeña y mediana industria medicinal de la India soportó 8.926 demandas judiciales cuya consecuencia fue la pérdida de más de 7.000 patentes que ahora deberán afrontar el pago de los honorarios internacionales.
El laboratorio Pfizer, que ye hemos nombrado en estas notas, es hoy la mayor compañía farmacéutica, y uno de los conglomerados principales de los EEUU en el mundo. Su poder logró doblegar al gobierno francés ante la amenaza de retirarse de ese país si persistía con sus demandas contra este laboratorio.

domingo, 11 de enero de 2015

La guerra de los laboratorios en el mundo global X



 Las cosas que han ido apareciendo en las notas anteriores nos coloca frente a un nuevo problema, otro más: el que generan las prácticas comerciales de las multinacionales. Son problemas que por momentos nos sorprenden porque nos cuesta aceptar que no existan impedimentos de ninguna especie en el ámbito empresarial de los grandes negocios. Muchas veces nos damos cuenta que nuestra ingenuidad, aun apelando a la imaginación, denuncia nuestra debilidad frente a la perversa creatividad de este tipo de empresas. Una película inglesa de hace un tiempo atrás, El jardinero fiel (2005), denuncia en su trama las prácticas que venimos leyendo basada en hechos reales que se produjeron en Kenia.
Asalta nuestra mente una vieja afirmación: «la realidad supera a la ficción» que encaja a la perfección en este caso. Parte de lo que denuncia el Dr. Ávila Vázquez aparece como una demostración de lo que la trama de la película cuenta. Actualizado hoy con la aparición pública del virus del Ébola que nos remite a la idea de que en África se puede hacer cualquier cosa, puesto que quienes saquean ese continente se preocupan muy poco por los efectos que traen apareados sus andanzas. Razón demás para hacernos cargo de la denuncia de este médico:
Los costos de las investigaciones son crecientes, los innumerables abusos cometidos contra los pacientes han ido generando mecanismos de protección del público en los países centrales y, como consecuencia de ello, se incrementa el desplazamiento de los ensayos hacia países de desarrollo bajo o intermedio, donde se puedan encontrar médicos bien formados que puedan cumplir con eficiencia los pasos instrumentales de los protocolos, sobre todo cuando llegan a percibir como pago hasta U$S 12.000 por cada paciente sometido a ensayos.
Una vez más el dinero sometiendo a la ética. Aguzando el oído se pude oír la voz de Discepolín advirtiéndonos: «No hay ninguna verdad que se resista frente a dos pesos moneda nacional», cuánto menos ante doce mil dólares. Todo ello nos va preparando para aceptar lo siguiente:
La Red Latinoamericana de Ética y Medicamentos[1] (2007) confirma que el número de ensayos clínicos está aumentando exponencialmente en nuestra región y que el incremento se debe entre otras causas a la facilidad de reclutar pacientes sobre todo entre los grupos más vulnerables, es decir entre los pobres. Los ensayos consisten, básicamente, en probar en un grupo de pacientes una nueva droga y compararla contra una ya conocida y de probados efectos o a veces contra placebo (nada); se busca mejorar los efectos terapéuticos y disminuir los tóxicos; la mayoría de los estudios tienen resultados negativos o no superiores a los preexistentes.
América Latina responde a las exigencias de los laboratorios: tenemos pobres, médicos muy bien formados y dispuestos a transgredir la ética profesional por dinero. Habiendo cubierto estas exigencias nos dice:
Actualmente entre nosotros se llevan adelante cientos de pruebas, sobre miles de pacientes, experimentando muy diversas drogas como antidepresivos, antiepilépticos, anticoagulantes, drogas neurológicas, inmunológicas, etc. (no hay para chagas ni dengue, porque no son redituables). Los efectos perjudiciales a corto y largo plazo son desconocidos y la prensa “científica” generalmente los esconde. Simultáneamente los costos de cuidado de esos pacientes siguen a cargo de la Salud Pública o de la obra social (si la tiene) del paciente reclutado para el ensayo.



[1] La Red Latinoamericana de Ética y Medicamentos (RELEM) se creó en Abril 2007 y se ha ido ampliando. Reúne a un grupo multidisciplinario de profesionales que trabajan por mejorar la disponibilidad y el uso de los medicamentos en América Latina desde la perspectiva de los derechos humanos y la ética. Entre los miembros de la red se encuentran profesionales de la salud (farmacéuticos, médicos, enfermeras), sociólogos, filósofos, especialistas en salud pública, abogados, promotores de desarrollo comunitario y miembros de la comunidad que participan en comités de bioética.

domingo, 4 de enero de 2015

La guerra de los laboratorios en el mundo global IX



 Veamos como todos estos manejos se han dado en nuestro país. Para ello recurro a una nota que escribió el neonatólogo y ex subsecretario de salud de la ciudad de Córdoba, el Dr. Medardo Ávila Vázquez[1], actualmente es Coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud – Médicos de Pueblos Fumigados para la investigación de las consecuencias de las fumigaciones tóxicas. En su publicación nos cuenta una historia que comienza en la década pasada:
El embajador estadounidense James Check (1993-1996) declaró al llegar a Buenos Aires que tenía dos grandes áreas de negocios bilaterales para desarrollar en su gestión, una la introducción de transgénicos, principalmente soja, en la producción agropecuaria argentina, y la otra el desarrollo de los ensayos clínicos de nuevos fármacos para la gran industria de laboratorios farmacéuticos. Después de más de 15 años todos conocemos el crecimiento en la producción de transgénicos, sus "ventajas" económicas y el perjuicio ambiental y sanitario que esta producción acarrea.
El Doctor Ávila Vázquez avanza en su denuncia:
Es menos conocido el crecimiento del negocio de los ensayos clínicos. En 10 años éste pasó de utilizar 10.000 a 45.000 argentinos que "prestan", anualmente, su cuerpo a los laboratorios para prueba de drogas. Un mercado que movió 50.000 millones de dólares a nivel mundial, crecerá un 11% por año, al 2018. El gran desarrollo de esta actividad ocurre junto a la instauración del paradigma de ciencia neoliberal en EEUU. Con la modificación de la ley de patentes, fortalecen el concepto de que los científicos no "descubren" la cura de una enfermedad, sino que la "inventan", y por lo tanto ese descubrimiento ya no integra el conocimiento general de la humanidad, sino que esa invención es propiedad privada de una persona o grupo económico que financia la investigación.
Nos volvemos a encontrar con la invención de enfermedades. Se podría pensar que es una nueva versión de una mutación que se fue dando en la producción capitalista. La ciencia económica afirmó durante décadas que la producción de mercancías respondía a la demanda del consumo. En consecuencia con este concepto aparece la necesidad de estudiar las características de esa demanda: calidad, cantidad, tipos, etc. Ello dio lugar a la aparición de una supuesta “ciencia nueva”: el marketing. En la presentación, investigación y publicitación, colaboraron especialistas de las ciencias sociales (psicólogos sociales, psicoanalistas, antropólogos, sociólogos, etc.) cuya tarea apuntaba al conocimiento de las conductas del hombre masa. Erich Fromm decía en la década del sesenta lo siguiente:
La creciente complejidad de las empresas y del capital, hacen que sea de la mayor importancia conocer por adelantado los deseos del consumidor y no sólo conocerlos, sino también influir sobre ellos y manejarlos. Las inversiones de capital en las gigantescas empresas modernas no se hacen por presentimientos, sino después de un amplio manipuleo y una investigación concienzuda del consumidor y de todo el mercado.
Es evidente que los laboratorios entran en esa categoría «gigantescas empresas modernas» y se mueven a nivel mundial con las mismas técnicas e instrumentos que las demás empresas capitalistas. La particularidad de producir medicamentos o instrumental médico las ha revestido de una aureola de “gente de ciencia” que encubre que en realidad son “gente del capital” y, como tal, toda su actividad tiene como objetivo fundamental: el mayor lucro posible por cualquier medio. Si todavía esto puede sonar demasiado duro, es necesario modificar nuestro imaginario y colocar estas empresas dentro del cuadro general del  mercado capitalista. Así se pueden entender mejor las cosas que venimos leyendo. Propongo seguir las palabras del Dr. Ávila Vázquez para avanzar en este tema:
Los científicos y hasta las universidades pasaron a tener participación económica directa en las empresas biotecnológicas; la figura del investigador-empresario forma parte de la vida normal de la comunidad científica universitaria, los más exitosos y prestigiosos son los que tienen la mayor cantidad de patentes registradas, dando forma a lo que se llamó Capitalismo Académico. Pero los laboratorios necesitan rápidamente presentar nuevos y exclusivos productos, por lo que actualmente el 75% de las investigaciones son realizadas directamente por “organizaciones que investigan por contrato” (CRO en inglés), que constituyen grupos privados dedicados al reclutamiento de pacientes y desarrollo de pruebas en el marco de los protocolos establecidos a nivel central. Estos CRO se han reproducido en nuestro país, comenzando en Córdoba. El vínculo entre ciencia y mercado en el área de salud se da en el marco del sistema de salud estadounidense sometido a prácticas comerciales del mercado ultracapitalista, donde no existe un subsector público capaz de priorizar y sostener la salud como valor social. Recordemos las dificultades que enfrenta el presidente Obama para extender la prestación de salud a los que están fuera del mercado.



[1] Ensayos Clínicos y Ciencia Neoliberal, 16-11-2009, publicado en la página de la Universidad de Santiago de Compostela, España.