La
Doctora Paula Stephan, profesora de economía de la Universidad Estatal de
Georgia, especializada en Economía de la Ciencia, ha investigado sobre el papel
de los científicos en las Universidades. Para certificar la calidad y seriedad
de sus conclusiones veamos qué dice de ella la revista Harvard University
Press, en su número de enero de 2012:
Los intereses de
investigación de Stephan se centran en las carreras de los científicos e
ingenieros y en el proceso por el cual el conocimiento se mueve a través de las
fronteras institucionales de la economía. Actualmente Stephan es miembro de la Junta del Consejo de Investigación Nacional
sobre la Educación Superior y de la Fuerza
Laboral. Ha sido miembro del Consejo Consultivo Nacional de Ciencias
Médicas Generales, y de Institutos Nacionales de Salud, trabajó para el Comité
Consultivo de la Conducta Social, y en el Programa de Economía de la Fundación
Nacional de Ciencias. Fue miembro del Grupo de Expertos de Alto Nivel de la
Comisión Europea y autora del informe "Frontier Investigación: El reto
europeo".
La
Doctora Paula Stephan, ha calificado el modelo académico de piramidal por lo
que da origen a la discrepancia resultante entre los posdoctorados y adjuntos
mal pagados y carentes prácticamente de toda perspectiva de promoción
profesional por un lado, y el número cada vez menor de puestos de investigación
fijos y bien pagados, ocupados por científicos famosos, por otro, se asemeja a
una especie de torneo en torno a la investigación científica. En la misma línea
de lo afirmado antes. Sostiene:
Impera un clima
enrarecido de todos contra todos que resulta en problemas de la ciencia que se
lleva a cabo. Hace falta publicar cada vez más estudios deslumbrantes de
científicos famosos en prestigiosas revistas para llamar la atención y atraer
las subvenciones que se precisan para mantener las apariencias y las luces
encendidas en el laboratorio. Se confunde más
con mejor: más financiación, más
artículos, más citaciones y más becarios, al margen de si el mercado requiere
ese tipo de investigador. El resultado final es la necesidad no solo de
publicar a toda costa, sino de publicar en revistas de prestigio nuevos cambios
sustanciales y espectaculares de nuestra comprensión del mundo que nos rodea y
que exigen seguir investigando a toda costa.
La
doctora apela a la palabra del Doctor Stephen Quake, cuya autoridad es avalada
por su curriculum: obtuvo su Licenciatura en Física y Maestría en Ciencias
Matemáticas en Stanford y su D.Phil. en Física en la Universidad de Oxford; ha
sido elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias, la Academia Nacional
de Ingeniería, del Instituto de Medicina, de la Sociedad Americana de Física y del
Instituto Americano de Ingeniería Médica y Biológica. Ese aval académico es
necesario para aceptar su dura definición: “financiación o hambruna” en las
carreras académicas:
Dentro de esta matriz
de decisiones resulta ventajoso falsificar hallazgos, tomar atajos y
seleccionar los datos convenientemente, todo lo que haga falta para que salgan
artículos y entren subvenciones. Se ha llegado hasta el punto en que hay
académicos que afirman que “el costo de equivocarse es nulo; el costo es que no
se publique”. En un metaanálisis de estudios publicados, realizado para la
Public Library of Science (PLOS, Biblioteca Pública de Ciencias), John P.A.
Ioannidis criticó específicamente la financiación privada de la investigación,
señalando que “cuanto más fuertes sean los intereses financieros y de otro tipo
y los prejuicios en un campo científico, tanto menos probabilidades hay de que los
resultados de la investigación sean ciertos”. Los resultados saltan
a la vista. El gran número de retractaciones debidas a una metodología
incorrecta, a un enfoque inadecuado o a una mala gestión de los estudios a lo
largo de la última década es pasmoso. En casi todos los campos científicos se
ha producido una verdadera epidemia de imprecisiones.
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